9 de octubre
Andrónico era un alejandrino que se estableció en Antioquía como herrero. Vivía muy feliz con su esposa Atanasia y sus dos hijitos Juan y María, y su negocio prosperaba. Pero a los doce años de matrimonio, murieron súbitamente sus dos hijos el mismo día. Desde entonces, Atanasia pasaba la mayor parte del tiempo llorando junto a la tumba y orando en la iglesia vecina. Un día, vio de repente junto a sí a un forastero, el cual le aseguró que sus dos hijos gozaban de la felicidad del cielo y desapareció de su vista. En ese momento reconoció Atanasia a Julián Mártir, que era el patrono de la iglesia vecina. Inmediatamente se dirigió llena de gozo al taller de su marido y le dijo que ya era tiempo de que los dos abandonaran el mundo. Andrónico asintió. Al partir de su casa, cuya puerta dejaron abierta, Atanasia invocó para sí y para su marido la bendición que Dios había concedido a Abraham y Sara, diciendo: "Ya que por amor a Ti dejamos abierta la puerta de nuestra casa, ábrenos Tú las puertas de tu Reino". Los dos fueron juntos a Egipto, su tierra natal y se dirigieron al desierto de Esqueta en busca de San Daniel el Taumaturgo. El santo envió a San Andrónico al monasterio de Tabena y aconsejó a Santa Atanasia que se disfrazase de hombre y fuese a vivir como anacoreta en la soledad.
Al cabo de doce años, San Andrónico se encontró con un monje imberbe, quien le dijo que se llamaba Atanasio y que iba camino de Jerusalén. Ambos hicieron el viaje, juntos visitaron los Santos Lugares y juntos volvieron al desierto. Para entonces eran ya muy amigos y, no queriendo imponerse el sacrificio de la separación, se dirigieron al monasterio "Dieciocho" (así llamado porque distaba dieciocho leguas de Alejandría), donde el superior les designó dos celdas contiguas. Poco antes de morir, Atanasio se echó a llorar; un monje preguntó la causa de su llanto y él respondió: "Lloro porque el Padre Andrónico me va a echar mucho de menos. Cuando yo muera, entregadle el escrito que encontraréis bajo mi almohada." Cuando Andrónico leyó el escrito, supo que el muerto era su propia esposa y que ésta le había reconocido desde momento en que se encontraron. Los monjes, vestidos de blanco y llevando en sus manos ramas de palma y tamarisco, dieron sepultura a Santa Atanasia. Un monje se quedó con San Andrónico hasta el séptimo día después de la muerte de su esposa y entonces le rogó que partiese con él. Como el santo se negase a ello, el monje partió solo. Pero al final de la primera jornada, le alcanzó un mensajero para decirle que el P. Andrónico agonizaba. El monje reunió a todos sus hermanos, y juntos acudieron a la celda de San Andrónico, quien murió apaciblemente asistido por ellos y fue sepultado junto a su esposa.
Las Iglesias copta, etíope y bizantina conmemoran a "nuestro santo Padre Andrónico y a su esposa Santa Atanasia". El cardenal Baronio introdujo sus nombres en el Martirologio Romano y añadió que habían muerto en Jerusalén.
En Acta Sanctorum, oct. vol. IV, puede verse la traducción de un texto del "Menaion" griego. Sin embargo no parece que los dos santos hayan gozado de gran popularidad en iglesias bizantinas, ya que el Synax. Const. los menciona sin comentario alguno (2 de marzo, edic, de Delehaye, C. 501). En cambio, los leccionarios etíopes refieren la leyenda con mucho detalle, como puede verse en la traducción de Budge, The Ethiopic Synaxarium, p, 1167. Los bolandistas escriben: "Est ea pía fa bella, plurirnum lecta,
saepius descripta et retractata (BHG., 120; BHO., 59), nec vera, nec veri similis." |
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