24 de octubre
El Martirologio Romano menciona hoy a Marcos, un famoso anacoreta de Campania y hace alusión a la crónica que escribió sobre él Gregorio el Grande, quien le llama Martín. San Gregorio cuenta en sus Diálogos que muchos de sus amigos habían conocido personalmente a Martín y habían presenciado sus milagros y que él había oído hablar mucho del santo anacoreta al Papa Pelagio II. Martín vivía solo en una estrecha cueva del Monte Mársicus (Mondragone). Por un milagro de Dios, no necesitaba beber y durante tres años tuvo que soportar la diaria presencia del demonio bajo la forma de una serpiente ("su disfraz preferido"). Cuando Martín llegó a establecerse en la cueva, lo primero que hizo fue clavar una cadena en la roca y atársela al tobillo para no alejarse de ahí aunque quisiera. Cuando San Benito se enteró de ello (según parece, Martín había sido monje en Monte Cassino) , le envió el siguiente mesaje que tiene, realmente, el estilo del santo: "Si en verdad eres siervo de Dios no hace falta una cadena de hierro; basta con la cadena de Cristo". Martín se quitó entonces la cadena y, más tarde, la regaló a sus discípulos para que sustituyesen la frágil cuerda del pozo. Sobre la cueva del ermitaño había una roca enorme, y el pueblo vivía en constante temor de que se derrumbase sobre él. Finalmente un tal Mascator se presentó con otros muchos a echar abajo la roca. Martín se negó a retirarse de su cueva, pero dio permiso a Mascator de que procediese a echar a rodar la enorme piedra. Los trabajadores apenas se atrevían a tocarla por temor de que aplastase al ermitaño; pero la roca saltó sin tocar la cueva y rodó monte abajo sin hacer daño a nadie.
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