sábado, 17 de septiembre de 2011

IMPRESIÓN DE LAS SAGRADAS LLAGAS EN SAN FRANCISCO


17 de septiembre

IMPRESIÓN DE
LAS SAGRADAS LLAGAS
EN SAN FRANCISCO

¿Hay entre vosotros
alguno que esté triste?
(Santiago, 5, 13).


   
San Francisco de Asís, un día en que estaba en oración, vio aparecer a Jesucristo bajo la forma de un serafín crucificado. La vista de su Salvador le causó un gozo inefable, pero su crucifixión le atravesó el alma como acerada espada. Después de un secreto coloquio, desapareció la visión, dejando el alma de Francisco abrasada de seráfico ardor, y su cuerpo señalado con las llagas del divino Redentor. El santo religioso se esforzó en esconder ante los ojos de los hombres la merced que se le había concedido, pero Dios se complació en manifestarla mediante refulgentes milagros

MEDITACIÓN SOBRE CÓMO
HAY QUE VENCER LA TRISTEZA
   I. Cuando estamos agobiados bajo el peso de la tristeza, cuando la malicia de nuestros enemigos, la infidelidad de nuestros amigos, los sufrimientos de nuestro cuerpo y tantos otros acontecimientos desfavorables nos colman de amargura, buscamos un amigo fiel para descargar nuestro corazón en el suyo. ¿Dónde encontrar un amigo más fiel que Jesús? Vayamos, pues, al pie de los altares, confiémosle el motivo de nuestras lágrimas, roguémosle que nos libre de nuestras penas. Interroguémosle, escuchemos lo que nos diga en el fondo del corazón, y pronto seremos consolados. Me acordé de ti, Señor, y me alegré. (El Salmista)

   II. Para disipar la tristeza, consideremos que existen personas más desventuradas que nosotros. ¡Tantos pobres en los hospicios, tantos enfermos en su lecho sufren mucho más que nosotros! Las bendtas almas del purgatorio, los condenados en el infierno, sufren tormentos incomparablemente más crueles que los que nos hacen gemir a nosotros. Aceptamos de buen grado esta tristeza para expiar nuestras faltas. Si una hora de pena te resulta intolerable, ¿cómo sufrir los suplicios eternos del infierno? Piensa en esta verdad, y ya no derramarás lágrimas sino para borrar tus pecados.

   III. Piensa en la tristeza que se apoderó del corazón de Jesucristo en el huerto de los Olivos; piensa en los tormentos que por ti soportó en la cruz, y di con Él: "Padre mío, que se haga vuestra voluntad; si queréis que gima durante toda mi vida, me someto
 a vuestra santa voluntad". Después de todo, no debemos esperar estar siempre alegres y contentos, puesto que Jesucristo y los santos han estado siempre en aflicción y lágrimas. Señor, quiero llorar con Vos, porque nadie puede gozarse en la tierra con el rico epulón y reinar con Dios en el cielo. Los cristianos deben temer los gozos de la vida presente y desear los sufrimientos con ardor. (San Juan Crisóstomo).

La oración 
Orad por las
 órdenes religiosas.

ORACIÓN
    Señor Jesucristo, que, para sacar al mundo de la tibieza en que había caído e inflamar nuestros corazones con el fuego de vuestro amor, habéis impreso en el cuerpo del bienaventurado Francisco las Sagradas llagas de vuestra Pasión, dignaos, en vista de sus méritos y de su intercesi6n, concedernos la gracia de llevar constantemente la cruz y hacer dignos frutos de penitencia. Vos que vivís y reináis en los siglos
de los siglos. Amén. 

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