sábado, 17 de marzo de 2012

SANTA GERTRUDIS, Virgen


17 de marzo


SANTA GERTRUDIS, 
Virgen

Mi yugo es suave y mi peso leve.
(Mateo. 11.30).

   Santa Gertrudis, hija del Beato Pepino de Lan den, lugarteniente real, rehusó casarse con un príncipe que le eligiera el rey Dagoberto, a fin de hacerse esposa de Jesucristo. Retiróse al monasterio de Nyvel, que la Beata Ida, su madre, acababa de fundar, donde fue elegida abadesa. Fue digna de admiración por su prudencia, su humildad, su inagotable caridad para con los pobres, y su tierna devoción a la Santísima Virgen. Al morir, pidió que se le dejase su velo y su cilicio, no queriendo -decía- desprenderse de las armas con que había combatido a la carne y conservado la pureza. Imita su desprecio del mundo, así como su amor por Jesús y María.

MEDITACIÓN
SOBRE LO DULCE
QUE ES SERVIR A DIOS

   I. El camino de la virtud no es tan difícil como uno se lo cree. Dios no pide de nosotros cosas imposibles. Examina cada uno de los mandamientos en particular, y verás cuán leve es la carga Que nos impone. Además, todo lo que prescribe es conforne a razón; todo es para nuestro bien. Los príncipes de la. tierra, el mundo, nuestras pasiones, a menudo nos mandan cosas imposibles, contrarias a la razón, dañosas; ¡a pesar de ello obedecemos a estos exigentes señores, y rehusamos obedecer a nuestro amable Salvador! Lo que Él manda no es duro ni penoso, y su gracia nos ayuda a ejecutarlo. (San Agustín).

   II. Dios nos concede generosamente sus gracias para ayudarnos a servirle; y si alguna amargura existe en la observancia de sus mandamientos es singularmente suavizada por los consuelos celestiales que acompañan a la práctica de la virtud. Los ejemplos de los santos cuyas vidas leemos, y el de las personas piadosas que nos rodean, nos hacen más fácil la guarda de los mandamientos.

   III. La recompensa que se nos ha prometido disminuye en mucho la pena anexa al trabajo. Con la esperanza de una recompensa, trabaja el obrero con alegría y ardor, el soldado se expone a la muerte, y el mercader al peligro de naufragar. La gloria que yo espero es segura, es Dios quien me la promete: es fiel a su palabra, no engaña jamás. Esta gloria perdurará lo que la eternidad. Piensa en ello seriamente. Levanta tu mirada al cielo y di, de cuando en cuando: "No depende sino de mí el entrar un día en ese palacio de luz. Lo puedo si lo quiero. ¡Qué livianos son mis trabajos, comparados con el peso de la recompensa!"

La observancia de los mandamientos 
Orad por los servidores de María.

ORACIÓN
   Escuchadnos, oh Dios Salvador nuestro, y haced que la fiesta de Santa Gertrudis, colmándonos de alegría, enriquezca nuestras almas con los sentimientos de una tierna devoción. Por J. C. N. S. Amén.

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