sábado, 10 de septiembre de 2011

BEATO RICARDO de SANTA ANA, Mártir del Japón


10 de septiembre
BEATO RICARDO de SANTA ANA,
Mártir del Japón
(1622 d. C.)


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   Ricardo de Santa Ana nació en Ham-sur-Heure, Bélgica, en 1585. A su nombre de bautismo añadió el nombre de Santa Ana, pues, por intercesión de la Santa, muy venerada en los países del norte de Europa, había sido sanado de graves lesiones sufridas de niño al ser atacado por un lobo. Por varios años ejerció el oficio de sastre en Bruselas. En 1604, la muerte trágica de un joven coetáneo determinó la crisis religiosa que lo llevó a abandonar su profesión para ingresar en la Orden de los Hermanos Menores en el convento de Nivellesi, donde el 22 de abril de 1605 hizo la profesión solemne.
   Se encontró con Juan el Pobre, una de cuyas principales actividades era buscar hombres generosos para enviar como misioneros al Japón. Ricardo aceptó la propuesta y con el consentimiento de sus superiores pudo partir a las tierras de misión.
   El viaje tuvo como primera etapa a México; de allí en 1611 desembarcó en Filipinas donde los superiores lo enviaron a estudiar filosofía y teología. En 1613 recibió la ordenación sacerdotal y el mismo año pudo partir para el Japón. Al año siguiente las autoridades japonesas iniciaron la persecución contra el cristianismo. Entre las medidas adoptadas una era la expulsión del territorio de los misioneros extranjeros. Ricardo pudo regresar al Japón disfrazado de comerciante. Desarrolló una actividad incansable en medio de los cristianos oprimidos por la violenta persecución y en medio de continuos peligros. En 1621 un dominicano lo informó de que las autoridades poseían pruebas de su actividad religiosa, prohibida severamente por las leyes y le aconsejó ponerse a salvo.
   Como buen pastor no quiso huir frente al peligro y fue descubierto mientras confesaba en la casa de la viuda Lucía de Freitas. Primero fue encerrado en la cárcel deNagasaki bajo fuerte escolta y con una soga al cuello. Pasó la noche anterior al martirio encerrado en una jaula, bajo un violentísimo aguacero. La mañana del 22 de septiembre fue atado a un palo en la colina de Nagasaki y quemado vivo a fuego lento. Tenía 37 años. Con él perecieron otros 21, quemados vivos, y 30 decapitados.
   El Papa Pío IX lo beatificó el 7 de julio de 1867 junto con otros 204 mártires.   

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