7 de diciembre
SANTA MARÍA JOSEFA ROSELLO,
Virgen Fundadora
Esta activísima mujer tuvo el consuelo de que al morir ya había fundado 66 conventos de su comunidad. Es la fundadora de las Hermanas de la Misericordia.
María Josefa Roselló nació en Albisola Marina, provincia de Savona, el 27 de jmayo de 1811. Cuarta hija de una numerosa familia, carente de bienes de fortuna, pues los padres eran modestos fabricantes de objetos de alfarería, pero con riqueza de fe y de piedad. También ella aprendió a modelar el barro y se hizo cargo de sus hermanos menores, permitiendo a su madre dedicarse a sus numerosas ocupaciones. Cuando todavía era muy jovencita, su papá la llamaba "la pequeña capitana", porque demostraba tener cualidades de líder y ejercía mucha influencia entre sus compañeras.
Desde la infancia se distinguió en el estudio, en la caridad hacia los pobres y sobre todo en la devoción al Crucificado y a la Santísima Virgen. Un día todas las personas mayores del pueblo dispusieron irse en peregrinación a visitar un santuario de la Virgen, en otra población. Cuando ya los mayores se habían marchado, María Josefa organizó a las niñas de la población y con ellas se fue cantando y rezando, en peregrinación al templo del pueblo. Un joven subió a la torre e hizo repicar las campanas, y así también los menores tuvieron su fiesta religiosa.
Se inscribió en la Tercera Orden Franciscana y poco a poco sintió nacer en su corazón el deseo de una vida más perfecta que le permitiese con mayor facilidad hacerse santa. A los 19 años entró en una familia señorial de Savona, los Monleone, más como hija adoptiva de dos cónyuges sin hijos, que como doméstica, para asistir al patrón enfermo. Permaneció siete años en aquella casa, despertando con su conducta el afecto y la admiración, no sólo de los patrones, sino también de la servidumbre. Cuando la señora quedó viuda y le propuso quedarse siempre con ella, prometiéndole hacerla su heredera, ella lo rehusó. Se sentía llamada por otra vocación y pidió ingresar en un Instituto de caridad como hermana. Su petición fue rechazada porque la pobreza de su familia no le permitía aportar la dote.
Para María Josefa siguieron años de duras pruebas, la muerte de su madre, de su hermano, de su hermana Josefina de 17 años y finalmente de su padre. Entonces ella vino a ser el principal sostén de la familia. El obispo de la diócesis, Agostino de Mari, le propuso la fundación de un Instituto para trabajar con la juventud femenina. Ella aceptó. Las tres primeras vocaciones vinieron de Albisola, donde sirvió como sede una modesta casa arrendada. La fundación lleva la fecha del 10 de agosto de 1837. El 22 de octubre de 1837 tuvo lugar la primera vestición de las hermanas de la nueva Congregación de las Hijas de nuestra Señora de la Misericordia y María Josefa Rosello fue su fundadora y primera Madre. El objetivo de la fundación era dedicarse a la instrucción y educación de las muchachas pobres y la asistencia a los enfermos.
Con unos muebles viejos, una casona casi en ruinas, cuatro colchones de paja extendidos en el suelo, unos kilos de papas, un crucifijo y un cuadro de la Santísima Virgen, empezaron la nueva comunidad. Dios la bendijo tanto, que ya en vida de la fundadora se inauguraron 66 casas de la comunidad. Sus biógrafos dicen que María Josefa no hizo milagros de curaciones, pero que obtuvo de Dios el milagro de que su congregación se multiplicara de manera admirable. Cada vez que tenía en alguna de las casas unos centavos sobrantes, ya pensaba en fundar otra para las gentes más pobres.
La esposa del paralítico al cual ella había atendido con tanta caridad cuando era joven, le dejó al morir toda su grande herencia y con eso pudo pagar terribles deudas que tenía y hacer nuevas fundaciones.
La Madre Josefa tenía una confianza total en la Divina Providencia, o sea en el gran amor generoso con que Dios cuida de nosotros. Y aún en las circunstancias más difíciles no dudaba de que Dios iba a intervenir a ayudarla, y así sucedía.
En su escritorio tenía una calavera para recordar continuamente en quá terminan las bellezas y vanidades del mundo.
Durante cuarenta años fue superiora general, pero aún teniendo tan alto cargo, en cada casa donde llegaba, se dedicaba a ayudar en los oficios más humildes: lavar, barrer, cocinar, atender a los enfermos más repugnantes, etc.
Ante tantos trabajos y afanes se enfermó gravemente. El obispo se dio cuenta de que se trataba de cansancio y exceso de trabajo. La envió a descansar varias semanas, y volvió llena de salud y de energías para seguir trabajando, por el Reino de Dios.
Los misioneros encontraban muchas niñas abandonadas y en graves peligros y las llevaban a la Madre Josefa. Y ella, aun con grandes sacrificios y endeudándose hasta el extremo, las recibía gratuitamente para educarlas.
Su gran deseo era el poder enviar misioneras a lejanas tierras. Y la ocasión se presentó en 1875 cuando desde Buenos Aires, Argentina, le rogaron que enviara a sus religiosas a atender a las niñas abandonadas. Y coincidió el envío de sus primeras misioneras con el primer grupo de misioneros salesianos que enviaba San Juan Bosco. Así que ellas en el barco recibieron la bendición y los consejos de este gran santo que estaba ese día despidiendo a sus primeros misioneros salesianos.
También en América sus religiosas fueron fundando hospitales, casas de refugio y obras de beneficiencia.
Sus últimos años padeció muy dolorosas enfermedades que la redujeron casi a total quietud. Y llegaron escrúpulos o falsos temores de que se iba a condenar. Era una pena más que le permitía Dios para que se santificara más y más. Pero venció esas tentaciones con gran confianza en Dios y murió diciendo: "Amemos a Jesús. Lo más importante es amar a Dios y salvar el alma". El 7 de diciembre de 1880 pasó a la eternidad. En 1949 fue declarada santa.
Que la Divina Providencia de Dios envíe a su santa Iglesia muchas "capitanas" que, como María Josefa Rosello, se dediquen a llenar el mundo de obras de caridad.
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