8 de septiembre
SAN EUSEBIO, NESTABO, ZENÓN Y NÉSTOR
Mártires
(362 d. C.)
Durante el reinado de Juliano el Apóstata, tres hermanos que profesaban la fe cristiana, Eusebio, Nestabo y Zenón, fueron aprehendidos bajo la acusación de haber estado complicados en la destrucción de un templo pagano en Gaza. Como primera medida, los tres fueron castigados con azotes y encerrados en la prisión. Poco tiempo después, en el anfiteatro, la multitud enardecida pidió a gritos el castigo de los tres sacrílegos. El vocerío creció de punto y no tardó en producirse un tumulto: el público del anfiteatro, presa de una excitación febril, se lanzó a la arena, formó una marejada incontenible que se abrió paso hacia la prisión, derribó muros y rejas y se apoderó de los tres hermanos. A rastras se los sacó a la calle y, sobre el empedrado se los aplastó y golpeó con palos, piedras, manos, pies, y con todo lo que sirviera para hacerles daño. Algunos mártires gritaban para que no los mataran y se les diera la oportunidad de sufrir más; las mujeres abandonaron sus labores en las ruecas, tomaron los husos y corrieron a clavar sus puntas en los cuerpos de los mártires; otras salieron de sus cocinas con calderos de agua hirviente, que arrojaban sobre los desdichados. Y, una vez que estuvieron muertos, cuando la sangre corrió entre las piedras y las mancharon los sesos que salían de los cráneos rotos, fueron arrastrados los cadáveres hacia las afueras de la ciudad, a los basureros, donde se quemaban los restos de las bestias. Ahí fueron quemados y sus huesos se mezclaron con los de camellos, perros y asnos, a fin de que los cristianos no pudiesen recuperarlos. Sin embargo, una mujer llegó por la noche, examinó con cuidado los restos y pudo recuperar algunos que entregó a otro hombre, llamado también Zenón, pariente de los hermanos martirizados y que había huido a Majuma para salvarse. Zenón guardó las reliquias con muchos cuidados hasta que, en la época de Teodosio, fue consagrado obispo y pudo construir un santuario para conservarlas y exponerlas a la veneración pública.
Junto con aquellos tres hermanos, fue aprehendido un joven llamado Néstor, quien sufrió los azotes, la prisión y el ataque de la muchedumbre lo mismo que ellos. Cuando era arrastrado y golpeado, durante el tumulto, algunos sintieron compasión de él, por su juventud y su gran apostura y pidieron que no se le siguiera maltratando. Néstor fue abandonado a su suerte junto al muro de la prisión, donde lo recogieron algunos cristianos y le llevaron a la casa de Zenón. Ahí murió poco después a consecuencia de las heridas. Zenón sepultó el cuerpo de Néstor junto con el de los tres hermanos.
Toda esta historia se funda en el relato del historiador de la Iglesia Sozomeno (lib. V, cap. 9). En el Acta Sanctorum, sept. vol. III, se da el texto del relato con algunos comentarios.
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