viernes, 30 de septiembre de 2011

SAN JERÓNIMO


30 de septiembre

 

SAN JERÓNIMO, 
Presbítero Doctor

Del mismo modo que fuimos aprobados de Dios
para que se nos confiase su Evangelio, 
 
así hablamos, no para agradar a los hombres,  
sino a Dios, que sondea nuestros corazones.(1 Tesalonicenses, 2, 4).

   La vida de San Jerónimo, hombre rico de Panonia que se hizo bautizar en Roma y fue ordenado sacerdote en Antioquía, no es sino una serie ininterrumpida de trabajos emprendidos por la gloria de Dios. Secretario del Papa San Dámaso, enseñó Sagrada Escritura y dio de ella, en latín, su famosa traducción conocida con el nombre deVulgata, que aprobó el Concilio de Trento. Fue también el azote de las herejías. Su austeridad, sus continuos ayunos y su celo por la conversión de las almas, nos enseñan la virtud y el Evangelio más elocuentemente aun que sus palabras. Murió en el año 420, cerca de los 80 años de edad.

MEDITACIÓN
SOBRE SAN JERÓNIMO

   I. Este santo Doctor abandonó la lectura de los autores profanos, por quienes tenia una especie de pasión, a fin de entregarse de lleno al estudio de los Libros santos. ¿Hasta cuándo perseguirás en tus estudios sólo tu agrado y tu interés? Mira hacia dónde tienden tus vigilias y tus trabajos, y trata de santificarlos mediante la rectitud de tus intenciones. Acuérdate siempre que hay que atribuir a la virtud más valor que a la ciencia. Ama la ciencia, pero prefiere a ella la caridad. (San Agustín)

   II. San Jerónimo dejó la Ciudad eterna, en la que era colmado de honores, y fue a buscar, en la soledad de Belén, un refugio contra los peligros del mundo. Examina las ocasiones que tienes de ofender a Dios, y abandónalas. En el desierto es donde Jesucristo y un gran número de santos después de Él triunfaron de sus ataques. La gloria del desierto es triunfar del demonio que venció a nuestros primeros padres en el paraíso terrenal. (San Euquerio).

   III. El pensamiento del juicio fue lo que movió a este gran santo a retirarse a la soledad y a imponerse las más rudas mortificaciones. Es menester que el sonido de aquélla trompeta terrible que deberá citarte ante el tribunal de Dios resuene continuamente en tus oídos. ¿Estás pronto a dar cuenta de tu vida? Piensa en ello a toda hora durante el día, tiembla, como lo hacía este santo; abandona los placeres y abraza la cruz. Cuando el sonido de la trompeta haga temblar la tierra y a los que la habitan, tú estarás gozoso. (San Jerónimo).

El pensamiento del juicio
Orad por la educación 
cristiana de la juventud.

ORACIÓN
    Oh Dios, que os dignasteis conceder a la Iglesia un admirable intérprete de las Sagradas Escrituras en la persona de vuestro confesor San Jerónimo, ayudadnos, en consideración de sus méritos, a llevar a la práctica la que enseñó con su palabra y sus actos. Por J. C. N. S. Amén.

SAN GREGORIO el ILUMINADO


30 de septiembre


SAN GREGORIO el ILUMINADO,(*) 
Obispo de Ashtishat

(330)


Probablemente los primeros que predicaron la fe cristiana en Armenia, durante el segundo y el tercer siglo de nuestra era, fueron los misioneros llegados de Siria y de Persia, pero las creencias y tradiciones locales en relación con las primeras evangelizaciones, son distintas y contradictorias. Las fabulosas leyendas dicen que los primeros evangelizadores fueron los apóstoles San Bartolomé y San Judas Tadeo y, en relación con este último santo, le adjudicaron la historia del rey Abgar el Negro y su parecido con Nuestro Señor Jesucristo, asunto éste que, en realidad pertenece a San Addai, que vivió en Edessa. Sin embargo, los armenios veneran también a San Gregorio de Ashtishat como al apóstol que llevó la luz del Evangelio a su país, por lo que le llaman el "Iluminado" o "Iluminador" y le tienen como al patrono principal. Gregorio vino al mundo en Armenia durante el siglo tercero, en la época en que el país había sido invadido por los persas. Sus orígenes y hasta su nacionalidad son inciertos. De acuerdo con las tradiciones armenias, poco dignas de crédito, era hijo de aquel famoso Anak, el parto que asesinó al rey Khosrov I de Armenia. Este monarca, antes de morir, pidió a sus súbditos que le vengaran por medio del exterminio de la familia de Anak y sólo escapó de la matanza el recién nacido Gregorio, al que secuestró un mercader de Valarshapat y lo llevó a Cesárea, en la Capadocia. Se sabe con certeza que ahí fue bautizado y. a su debido tiempo, se casó y tuvo dos hijos, San Aristakes y San Vardanes.

   Tiridates, uno de los hijos del asesinado rey Khosrov, quien había vivido exilado en diversas partes del imperio romano, logró reunir un ejército, al frente del cual regresó a Armenia y reconquistó el trono de su padre. A Gregorio se le dio un palacio para que viviese en la corte de Tiridates (algo muy singular por cierto, si es que Gregorio era el hijo del asesino del rey), pero no pasó mucho tiempo sin que cayese en desgracia a causa de sus actividades en favor de los cristianos y por el celo que ponía en la conversión de almas. No tardó en estallar la persecución activa contra éstos y, en el curso de la misma, uno de los que más sufrió fue Gregorio. Pero, a fin de cuentas, triunfó puesto que consiguió convertir y bautizar al propio Tiridates (también al rey se le venera como a un santo) y, mientras los cristianos del imperio morían por centenares durante la persecución de Diocleciano, en Armenia se proclamaba al cristianismo como la religión oficial, y por eso se dice que el país fue (superficialmente) el primer estado cristiano en la historia del mundo.

   Gregorio se trasladó a Cesárea donde fue consagrado obispo por el metropolitano Leoncio. Estableció su sede en Ashtishat y, con la asistencia de los misioneros sirios y griegos, organizó su Iglesia, instruyó a los nuevos convertidos y conquistó a otros muchos. Con el propósito de contar con un mayor número de sacerdotes, reunió a un grupo de jóvenes y, personalmente, los instruyó en las Sagradas Escrituras, en la moral cristiana y en las lenguas griega y siria. Pero el episcopado fue hereditario y, un siglo después, el obispo primado de Armenia era un descendiente directo de Gregorio. "Sin detenerse ni retroceder, nuestro "Iluminador" llevó el nombre vivificador de Jesús de un extremo al otro de la tierra, en todas las estaciones y los climas, sin temor a las fatigas y siempre diligente en el cumplimiento de los deberes de un evangelizador, en lucha contra los adversarios, en ardientes prédicas ante los caudillos y los nobles, para iluminar todas las almas que, tras su renacimiento en el bautismo, se convertían en hijas de Dios. Para que resplandeciera la gloria de Jesucristo, rescataba a los prisioneros y cautivos y también a aquellos que vivían oprimidos por los tiranos, deshacía o enmendaba los contratos injustos, tan sólo con su palabra consolaba a muchos de los que sufrían o de los que vivían bajo el temor, al infundirles la esperanza en la gloria de Dios y plantarles en el alma la simiente de la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, a fin de que llegasen a ser enteramente felices."

   Gregorio envió a su hijo, San Aristakes, como representante suyo en el primer Concilio ecuménico de Nicea y, se afirma que cuando el obispo leyó el acta de aquella asamblea, exclamó: "En cuanto a nosotros, alabamos a Dios que fue antes de todos los tiempos y adoramos a la Santísima Trinidad y al solo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y por todos los siglos." Esas son las palabras que, las haya dicho o no las haya dicho San Gregorio en aquellos momentos, repite el celebrante en la liturgia eucarística armenia, cuando el diácono ha recitado el anatema conciliar, después del Credo. Al poco tiempo, Gregorio consagró a Aristakes para que le sucediera en la sede episcopal y él se retiró a una ermita del Monte Manyea, en la provincia de Taron. Ahí le encontró muerto un pastor al año siguiente. Sus restos fueron sepultados en Thortan.

   Los datos que hemos dado son muy inciertos, pero si escasean las auténticas informaciones, abundan en cambio las leyendas. Estas sirvieron de base para el relato que escribió un tal Agatángelo, quien asegura que fue el secretario del rey Tiridates. Esa obra no fue escrita antes de que hubiese transcurrido la mitad del siglo quinto. De acuerdo con ese escrito, Gregorio tuvo un primer conflicto con Tiridates, por haberse rehusado a colgar una guirnalda de flores al cuello de la imagen de la diosa Anahit en su templo de Ashtishat. El rey hizo cuanto estuvo de su parte para convencerlo a obedecer, pero al ver que las palabras eran inútiles, sometió a Gregorio a doce tormentos distintos, crueles algunos, ingenuos los otros, pero todos diferentes a los que practicaban los romanos para martirizar a los cristianos. Después, Gregorio fue arrojado a un foso nauseabundo, donde se le dejó olvidado durante quince años entre cadáveres putrefactos, basura y animales inmundos. Gracias a los buenos servicios de una viuda que a diario se acercaba al foso para dar de comer al desdichado, pudo mantenerse con vida. Tras el martirio de Santa Rípsima (29 de septiembre), el rey Tiridates se transformó en un oso y vivió en los bosques, con los de su especie. Pero la hermana del rey tuvo una visión en la que le fue revelado que únicamente las plegarias de San Gregorio podrían devolver al monarca su forma natural. Entonces fue una comitiva de cortesanos hasta el foso pestilente para sacar a Gregorio de entre las inmundicias; el santo se puso en oración y, en seguida, reapareció el rey, en persona, lleno de contrición y de gratitud, pidiendo el bautismo para él y toda su familia. Gregorio pasó una temporada enla corte, tratado como el propio rey, y luego se retiró a las soledades de Valarshapat, en las estribaciones del Monte Ararat, donde se entregó al ayuno y la oración. Al cabo de setenta días, se le apareció Nuestro Señor Jesucristo y le dijo que en aquel lugar debía edificarse la gran iglesia catedral de Armenia. Gregorio se apresuró a cumplir con las órdenes celestiales y en poco tiempo se construyó una gran iglesia que se llamó Etshmiadzin, que significa "el Único Esperado descendió." Es muy posible que la historia de la aparición haya sido inventada para reforzar la solicitud de que la Iglesia de Armenia fuese independiente de la Iglesia de Cesárea. Cada uno de estos maravillosos sucesos: los doce tormentos, los quince años en el foso, la liberación del foso y la visión, son conmemorados por los armenios con una fiesta particular, aparte de las otras festividades en honor de San Gregorio. En algunas partes, como en Grecia, se le venera, equivocadamente, como a un mártir. Los emigrantes armenios introdujeron la devoción a San Gregorio en el sur de Italia, y aún hay una iglesia en Nápoles que asegura poseer algunas reliquias del santo que, sin embargo, se conservan íntegras en la catedral de Armenia. A San Gregorio se le menciona en el canon de la misa armenia.

En el caso de los santos armenios y georgianos, los que no conocemos las lenguas orientales, tenemos que contentarnos con fuentes de información de segunda mano. Incluso los bolandistas, en el siglo dieciocho (Acta Sanctorum, sept. vol. VIII), tuvieron que arreglárselas con las versiones griegas o los resúmenes incluidos en el Metafrasto de las fabulosas narraciones armenias, atribuidas a Agatángelo. Los originales armenios no existen ya, pero hay una versión muy antigua en árabe, que data del período inmediatamente posterior al pseudo Agatángelo. Esta versión se encuentra en una carta (c. 714) de Gorge, un obispo árabe, dirigida al sacerdote Josué. Véase a von Ryssel, en Ein Brief Georgs an den Presb. Joshua (1883); A. von Gutschmid, en Kleine Schriften, vol. III (1892), pp. 339-420; a Gelzer, en el Ber.ichte del Sachsischen Gesellschaft, 1895, pp. 109-174; a P. Peeters en la Analecta Bollandiana, vol. XXVI (1907), pp. 117-120 y vol. I (1932), pp. 3-58; a G. Garitte, en Documents pour l´étude du livre d´Agathange, en Studi e testi, No. CXXVII (1946), donde se incluye un texto inédito en griego sobre los escritos de Agatángelo, del que se deriva el texto árabe. Ver también el extenso artículo de Fr. P. Peeters en la Analecta Bollandiana, vol. LX (1942), a propósito del calendario de mármol de Nápoles; la nota de los bolandistas en Martirologio Romano (1940), pp. 426-427; a S. Weber, en Die Katolische Kirche in Armenien (1903), pp. 115 y ss.; a F. Tournebize, en su (1901), pp. 403 y ss.; y a L. Duchesne, en Histoire ancienne de l´Eglise, vol. III (1911), pp. 528-536.



SAN HONORIO


30 de septiembre

SAN HONORIO,(*) 
Obispo de Canterbury
(653 d.C.)
   Este prelado era romano por nacimiento y monje por vocación. San Gregorio el Grande, que conocía las virtudes, la destreza y la sabiduría de Honorio en las ciencias santas, le eligió para que formase parte del grupo de misioneros que envió para evangelizar a los ingleses, aunque no se sabe si Honorio llego con el primer grupo que acompañaba a San Agustín o hizo el viaje más tarde. A la muerte de San Justo, en 627, se eligió a Honorio como obispo de Canterbury. San Paulino, obispo de York, le consagró en Lincoln y, poco después, recibió el palio que le enviaba el Papa Honorio I junto con una carta en que el Santo Padre mandaba que, en caso de que alguna de las dos sedes: la de Canterbury o la de York, quedase sin su titular, el otro obispo debería consagrar a la persona elegida para ocupar la sede vacante, "en vista", decía el Pontífice, "de la enorme distancia de tierra y de mar que nos separa de vosotros." A fin de confirmar aquella delegación de los poderes patriarcales para consagrar obispos, el Santo Padre envió también un palio al obispo de York.

   Honorio, el nuevo arzobispo, comprobó con júbilo creciente que la fe de Cristo se extendía, a diario, hacia todos los rincones de las islas y que el espíritu del Evangelio se arraigaba en los corazones de numerosos siervos de Dios. Su propio celo y su ejemplo contribuyeron grandemente a esos progresos, durante los veinticinco años en que ejerció su episcopado. Uno de sus primeros actos y de los más importantes fue el de consagrar al burgundio San Félix como obispo de Dunwich y enviarlo en una misión destinada a convertir a los anglos del oriente. Tras la muerte del rey Edwin en el campo de batalla, su vencedor, el "cadwallon" de Gales, "con una crueldad peor que la de cualquier pagano", como dice San Beda, "resolvió exterminar a todos los ingleses en las Islas Británicas" y comenzó por hacer una incursión devastadora y sangrienta en Nortumbría. Fue entonces cuando San Paulino huyó junto con la reina Etelburga, y ambos recibieron, con San Honorio, generosa hospitalidad. Pasado el peligro, Honorio designó a San Paulino para que ocupase la sede vacante de Rochester. A la muerte de San Paulino, precisamente en Rochester, en el 644, Honorio consagró en su lugar a San Ithamar, un sacerdote de Kent que fue el primer obispo inglés. El 30 de septiembre de 653, murió San Honorio y fue sepultado en la iglesia de la abadía de San Pedro y San Pablo en Canterbury. A este santo se le nombra en el Martirologio Romano y se le conmemora en la diócesis de Southwark y de Nottingham.

   Para todo lo referente a este santo, véase la Ecclesiastical History, de Beda, libros II y III, junto con las notas de Plummer.

SAN SIMÓN CONDE de CRÉPY


30 de septiembre

SAN SIMÓN CONDE de CRÉPY,(*) 
Monje

(1082 d.C.)
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   Simón, conde de Crépy, en la región de Valois, estaba emparentado con Matilde, la esposa de Guillermo el Conquistador, y se educó en la corte de ese rey. Gozaba de la confianza y los favores de Guillermo, quien le llevó consigo a las campañas contra Felipe I de Francia para arrojarlo de las tierras de Normandía. Se dice que al término de aquella guerra, el padre de Simón murió en la localidad de Montdidier y éste se propuso transportar el cadáver hasta las tierras de Crépy para sepultarlo; y sucedió que en el largo trayecto el cuerpo del conde entró en descomposición y su hijo, después de velarlo toda la noche en solitaria meditación sobre lo transitorio de esta vida, sepultó los restos en el campo y regresó a la corte decidido a hacerse monje. Asimismo se afirma que acabó por convencer a su prometida, la hija de Hildeberto, conde de Auvernia, para que ingresara a un convento y así, un buen día, los dos novios huyeron juntos de la corte, pero no para casarse, como lo pensaban todos los cortesanos, sino para entregarse a la vida del claustro. La joven quedó a buen resguardo con las monjas, pero cuando Simón se dirigía a otro monasterio para hacer lo propio, fue alcanzado por los enviados del rey, quienes le llevaron de nuevo a la corte. Ahí Guillermo el Conquistador le reveló al noble joven que deseaba casarlo con su propia hija Adela. Simón no se atrevió a rechazar directamente los ofrecimientos de su real benefactor, pero trató de demorar la boda y partió en viaje a Roma con el pretexto de averiguar en la Santa Sede si su proyectado matrimonio era legal en vista de que la hija del rey era su pariente. Pero ni siquiera llegó a la mitad del camino, porque a su arribo a la ciudad de Condal, en el Jura, se hospedó en la abadía de Saint-Claud, ahí tomó el hábito y no lo abandonó jamás.

   Lo mismo que a muchos otros monjes pertenecientes a la nobleza, los superiores y los familiares de Simón insistieron para que emplease su influencia en arreglar discordias y restablecer los derechos. San Hugo de Cluny le envió ante el rey de Francia para que recuperase unas tierras que habían sido quitadas al monasterio y, asimismo, intervino activamente para obtener la reconciliación entre Guillermo el Conquistador y sus hijos. Cuando el Papa San Gregorio VII, en conflicto con el emperador, decidió concertar un acuerdo con Roberto Guiscard y sus normandos que ocupaban parte del territorio de Italia, mandó llamar a San Simón para que le ayudase en las negociaciones. Estas concluyeron felizmente en la ciudad de Aquino, en 1080 y, desde entonces, el Papa conservó a su lado a Simón. Este murió en Roma y recibió los últimos sacramentos de manos del propio San Gregorio.

   Varios contemporáneos de Simón escribieron sobre él en tono laudatorio. El Papa Urbano II compuso un elogioso epitafio para su tumba y Guibert de Nogent, quien tan acerbamente denunció las corrupciones de su época, escribió entusiasmado sobre el buen ejemplo que dio Simón. Este y muchos otros testimonios fueron coleccionados en Acta Sanctorum, sept. vol. VIII, junto con una biografía anónima, pero que seguramente fue escrita poco tiempo después de la muerte del personaje. Ver también a G. Corblet, en Hagiographie d´Amiens, vol. III, pp. 491-519.

SANTAS VERA, ESPERANZA, CARIDAD y SOFÍA


30 de septiembre

SANTAS VERA, ESPERANZA, CARIDAD y SOFÍA,(*) 
Mártires

( 137 d.C.)
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   En el siglo II durante el reinado del emperador Adriano (117-138) en Roma vivía la piadosa viuda Sofía (este nombre significa, sabiduría). Ella tenía tres hijas con nombres de grandes santos cristianos, Fe, Esperanza y Caridad. Siendo una cristiana muy creyente, Sofía educó a sus hijas en amor a Dios, enseñándoles a no apegarse a bienes materiales. La voz de que esta familia era cristiana llegó al emperador y decidió personalmente ver a estas tres hermanas y a su educadora madre. Las cuatro se presentaron ante el emperador y sin temor demostraron su fe en Cristo Resucitado de entre los muertos y dando vida eterna a todos los que creyeron en Él. Admirado por la valentía de las jóvenes cristianas, el emperador las envió a una idólatra, a quien le dijo que tenía que hacerlas abdicar de la fe. Pero toda la argumentación y verborragia de la maestra idólatra resultaron vanos, pues con llameante fe las hermanas no cambiaron sus creencias. Nuevamente las trajeron ante el emperador, Adriano, quien comenzó minuciosamente a obligarlas a que ofrecieran ofrendas a los dioses paganos. Pero las jóvenes con certeza no cumplieron su mandato.

   "Nosotras tenemos al Dios del Cielo," le contestaron, — nuestro deseo es permanecer siendo sus hijas y a tus dioses los escupimos y no tememos tus amenazas. Estamos prontas para sufrir y hasta morir por nuestro querido Señor Jesucristo.

   Entonces el encolerizado Adrián ordenó a las jóvenes aplicarles diversos padecimientos. Los verdugos comenzaron con Vera (o Fe en español). A la vista de su madre y hermanas la azotaron sin límite, arrancándole partes de su cuerpo. Luego la colocaron sobre una llameante reja de hierro. Por la fuerza Divina el fuego no dañó el cuerpo de la santa mártir. Encolerizado Adrián no vio el milagro de Dios y ordenó que la arrojaran a una tina con resina hirviente. Pero por voluntad de Dios la tina se enfrió y no produjo ningún daño a la cristiana. Ordenaron decapitarla.

   "Con alegría voy hacia mi Señor Salvador," dijo santa Vera. Con valor inclinó su cabeza bajo el sable y así entregó su alma al Señor. Las hermanas menores Esperanza y Caridad, apoyadas por la gran voluntad de su hermana mayor, soportaron martirios semejantes. El fuego no les ocasionó daño alguno, tras lo cual las decapitaron.

   Santa Sofía no sufrió castigos físicos, pero le impusieron castigos más duros que los corporales, castigos espirituales por la separación de las hijas martirizadas. La sufriente madre sepultó los restos de sus hijas y durante dos días no se separó de sus sepulturas. Al tercer día el Señor le envió un pacífico final y recibió su alma en el seno Celestial.. Santa Sofía sufrió por Cristo, grandes penas espirituales junto a sus hijas, son santas veneradas por la Iglesia. Sus sufrimientos fueron en el año 137. Vera tenía entonces 12 años, Esperanza 10 y la menor Caridad — solo 9 años..
   De este modo tres niñas y su madre demostraron que para los hombres fortalecidos por el Espíritu Santo la poca fuerza física no es de ningún modo obstáculo para manifestar la fuerza espiritual y entereza.. Con sus santas oraciones que Dios nos fortalezca en la fe cristiana y en la vida caritativa.

SANTOS VÍCTOR y URSO


30 de septiembre

SANTOS VÍCTOR y URSO 
Mártires

( 286 d.C.)

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    Los Santos Mártires Víctor de Souleure y Urso, pertenecían a la gloriosa legión de los Tebeos, en Souleure en Francia. En tiempo del Emperador Maximiano fueron primeramente atormentados de varias maneras; pero habiéndose librado por una luz celestial que resplandeciendo sobre ellos derribó al suelo los verdugos, fueron metidos en una hoguera, y habiendo también salido sin lesión, al cabo los degollaron.

BEATO CONRADO DE URACH


30 de septiembre


BEATO CONRADO DE URACH,
Obispo y Confesor

No pienses que el agradar a Dios esta
tanto en obrar mucho como en obrarlo con
 
buena voluntad, sin propiedad y respetos.(San Juan de la Cruz).

   El Beato Conrado de Urach nació en Alemania en el 1175, y allí llegó a canónigo. Después pasó a ser monje en Villiers, Bélgica, y llegó a ser abad de Claraval y superior general de Citeaux. Elevado a cardenal, desempeñó importantes misiones en diversos países, y se le encargó predicar la sexta cruzada en Alemania. No le faltó más que ser Papa y lo hubiese sido, probablemente si Conrado no hubiese impedido que el Sagrado Colegio le votase. Murió en Roma algunos meses más tarde, en 1227, diciendo: “¿Por qué no me habré quedado como monje en Villiers, lavando en mi turno los platos de la comida?”.

jueves, 29 de septiembre de 2011

SAN MIGUEL, Arcángel


29 de septiembre

SAN MIGUEL, Arcángel

Se trabó un gran combate en el cielo:
Miguel y sus ángeles luchaban contra el drag6n.
(Apocalipsis, 12, 7)

   San Miguel, el príncipe de los ángeles y el protector de la Iglesia, siempre ha defendido el honor y la gloria de Dios tanto en la tierra como en el cielo. Fue él quien echó del paraíso a Lucifer y sus cómplices. La Iglesia celebra esta fiesta en su honor, y Francia, que lo ha elegido por protector, a menudo ha experimentado los venturosos efectos de su protección. Luis IX creó en su honor la célebre Orden de San Miguel; Rusia también lo tuvo en gran veneración.

MEDITACIÓN
SOBRE SAN MIGUEL

   I. Lucifer se había rebelado contra Dios: tal vez se negaba a adorar el misterio de la Encarnación, que Dios había revelado de antemano a sus ángeles. Imita el celo de este arcángel cuando se trata de los intereses de Dios: declárate abiertamente en contra de los impíos. Cuando el mundo con sus placeres o el demonio con su orgullo te ataquen, diles con San Miguel: ¿Quién como Dios?" Mundo, placeres, honores, riquezas, ¿Pueden acaso tus recompensas compararse a las que Dios me reserva? ¿Quién como Dios?

   II. La humildad y la sumisión procuraron a San Miguel una gloria eterna, y el orgullo precipit6 a Lucifer en los abismos infernales. ¡Temblad, soberbios! la vanidad es la que ha perdido a la más hermosa de todas las creaturas. Humillémonos y temamos comparecer ante Dios que hasta en los ángeles ha encontrado corrupción. ¡Cayeron los astros del cielo, y yo, lombriz, no tiemblo!

   III. Debes honrar a San Miguel, porque es el príncipe de la Iglesia que debe un día asistir al examen de toda tu vida. ¿Qué dirás? ¿qué harás en ese tremendo día? No podrás esperar ayuda alguna ni de tu riqueza ni de tu ciencia. Sólo tus buenas obras abogarán a tu favor ante el Juez supremo. ¿Bastarán para asegurarte una gloria eterna?Llegará ese día en el que un corazón puro valdrá más que palabras hábiles, una buena conciencia más que una bolsa llena de oro. (San Bernardo).
La devoci6n a San Miguel
Orad por la Iglesia

ORACIÓN

    Oh Dios, que reguláis con infinita sabiduría los diversos ministerios de los ángeles y de los hombres, dignaos concedernos como protectores en la tierra a esos espíritus bienaventurados que no cesan en el cielo de ofreceros sus servicios y homenajes. Por J. C. N. S. Amén.

SANTAS RÍPSIMA, GAIANA y COMPAÑERAS


29 de septiembre

SANTAS RÍPSIMA, GAIANA y COMPAÑERAS,
Vírgenes y Mártires
(¿312? d.C.)



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   No obstante que estas doncellas, consideradas como las protomártires de la Iglesia de Armenia, se mencionan en el Martirologio Romano en la fecha de hoy, cuando sufrieron el martirio bajo el reinado de Tiridates, absolutamente nada se sabe de su historia o de las circunstancias en que murieron. Se hace referencia a ellas en la leyenda de San Gregorio el Iluminado, y es posible que hayan sido martirizadas en la persecución que se desató antes de que el rey Tiridates y su familia recibiesen el bautismo de manos del mismo Gregorio, aunque también pudo haber sido después. Las "actas" de estas vírgenes, son una fábula completa.


   Las leyendas nos dicen que Rípsima (Hripísime) era una noble doncella que había ingresado a una comunidad de vírgenes consagradas que se había establecido en la ciudad de Roma y que presidía la doncella Gaiana. Cuando el emperador Diocleciano decidió tomar esposa, contrató a un pintor para que recorriese Roma y le pintara el retrato de todas las doncellas más hermosas para elegir entre ellas a la que habría de ser su mujer. El artista se esmeró tanto en cumplir con la misión que le había sido encomendada, que se las arregló para entrar subrepticiamente a la inviolable casa de las vírgenes de Gaiana y, a escondidas, hizo el retrato de varias doncellas cristianas. En cuanto Diocleciano examinó las pinturas y eligió, sin titubeos, a Rípsima. Inmediatamente se comunicó a la doncella el honor de que había sido objeto, pero ella no lo consideró así y rehusó enérgicamente contraer nupcias con Diocleciano. Entonces Gaiana, inquieta y acongojada por las represalias que pudiera tomar el desdeñado emperador, convocó a todas sus pupilas, las sacó de la casa, las condujo fuera de Roma y las hizo abordar una nave que iba a partir con destino a Alejandría. Desde aquel puerto, la comitiva de vírgenes atravesó la Tierra Santa hasta llegar a Armenia. Se establecieron en la ciudad de Varlarshapat, donde residía la familia real, y se ganaron la vida tejiendo en los telares. No pasó mucho tiempo sin que la extraordinaria belleza de Rípsima llamase la atención, y tanto fue así que los rumores llegaron a Roma, aun ante que a los oídos del rey Tiridates de Armenia, puesto que Diocleciano envió un mensaje al monarca para pedirle que hiciese morir a la virgen Gaiana y rescatase a Rípsima para mandarla de regreso a Roma, a menos que desease conservarla para su propio placer. En seguida ordenó Tiridates que Rípsima fuese llevada a su presencia y, con gran magnificencia, dispuso un banquete en palacio para recibirla. Pero cuando los miembros de la delegación enviada por el rey llegaron al convento, Rípsima se puso en oración para que la librase Dios de aquel peligro y, al instante, se desató una tempestad de tal violencia, que los caballos de los cortesanos y sus jinetes huyeron a la carrera en completa confusión. Al enterarse Tiridates del suceso y de que la doncella se negaba a acudir, ordenó que fuese llevada por la fuerza y, cuando por fin estuvo en su presencia, se sintió como hechizado por su belleza y, al momento, avanzó hacia ella con intenciones de abrazarla y besarla. Rípsima resistió con tanta energía los asaltos del monarca, que acabó por derribarlo al suelo. Al verse en posición tan ignominiosa, Tiridates montó en cólera y mandó que la doncella fuese encarcelada. Sin embargo, durante la noche, consiguió escapar y regresó al convento.


   Al día siguiente, al descubrirse que había huido, el propio rey llamó a sus soldados para que salieran a perseguirla y les ordenó que, donde quiera que la encontrasen, le dieran muerte, lo mismo que a las otras doncellas que la acompañaban. En el mismo convento se procedió a torturar a Rípsima a la que se asó en vida a fuego lento y, sobre la parrilla, se le cortaron uno a uno, todos sus miembros. Santa Gaina y las otras treinta y cinco doncellas sufrieron una muerte igualmente cruel. Santa Mariamne fue sacada a rastras de su lecho de enferma y desmembrada. Sólo una de las vírgenes, Santa Nino, escapó de morir y, con el tiempo, se convirtió en la misionera que evangelizó a los habitantes de Georgia, en el Cáucaso. La matanza tuvo lugar el 5 de octubre, fecha ésta en que se menciona a las mártires en la menología armenia. Una semana, después, el rey Tiridates recibió su merecido, porque se hallaba de cacería, cuando quedó transformado en un oso. San Gregorio el Iluminado que había estado encadenado durante quince años en un foso, rompió el encantamiento y devolvió su naturaleza al rey. Las vírgenes martirizadas se aparecieron a San Gregorio durante la fabulosa visión que tuvo en Etshmiadzin y, en torno a la gran iglesia de esa ciudad, hay muchas otras más pequeñas, supuestamente colocadas en los sitios donde fueron martirizadas Santa Rípsima, Santa Gaiana y las otras doncellas.

   Por extravagante que sea la leyenda, no hay duda de que e] culto a estas vírgenes y mártires existe desde la antigüedad en Armenia. A Rípsima se la veneró en Egipto con el nombre copio de "Arepsima" (ver Analecta Bollandiana, vol. XIV (1927), pp. 157 y 395), Lo mismo que en los textos árabes y en el martirologio sirio de Rabban Silba. Por el testimonio de los Historiadores armenios Fausto y Lázaro, se puede afirmar que las mártires comenzaron a venerarse desde antes de la mitad del siglo quinto. Véase a Tournebize, en Histoire politique et rcligieuse d´Armenie, pp. 452 y ss. La versión griega de susactas, atribuida a Agatángelo fue impresa en el Acta Sanctorum sept. vol. VIII, junto con las de San Gregorio, el 30 de septiembre. Todos los investigadores de estas leyendas están de acuerdo en afirmar que la parte asignada a Rípsima es fábula pura. Cf. también a S. Weber, en Die katholiche Kirche in Armenien (1903), p. 117 y la Analecta Bollandiana, vol. LX (1942), pp. 102-114. En opinión de Fr. Paul Peeters, "sería un atrevimiento negar la existencia de estas mártires...."

SANTA TEÓDOTA


29 de septiembre

SANTA TEÓDOTA,*
Mártir
(¿318? d.C.)
.
   Se supone que Teódota sufrió el martirio en Filípolis, ciudad de la Tracia, durante la persecución desatada por el augusto Licinio cuando profesaba el paganismo y estaba en guerra con Constantino el Grande. Las "actas", en las que no se puede tener confianza, están llenas de exageraciones y adornos. De acuerdo con ellas, en el curso de una fiesta en honor de Apolo, el prefecto Agripa mandó que todos los habitantes de la ciudad ofrecieran sacrificios al dios. Teódota rehusó y fue acusada de desobediencia. El prefecto la interrogó, y ella repuso que ciertamente era una gran pecadora, pero no quería agregar una nueva culpa a las muchas que había cometido contra Dios, si accedía a tomar parte en una ceremonia sacrílega. Teódota fue encerrada en la prisión, donde permaneció veinte días. Cuando fue llevada de nuevo ante los jueces, rompió a llorar y, en voz muy alta, rogó a Cristo que le perdonase sus pasados crímenes y le diese fortaleza para soportar con paciencia los tormentos que iba a padecer. Sometida a los interrogatorios, confesó que había sido hasta entonces una mujer pública, pero que era cristiana, aunque se consideraba indigna de llevar ese nombre, y no estaba dispuesta a renegar de sus creencias. Agripa mandó que fuera azotada. Los que permanecieron junto a ella durante la flagelación, la exhortaban a que obedeciera las órdenes del prefecto para que se librase de los tormentos, pero Teódota mantuvo su constancia.

   Después de los azotes, fue colgada de los postes y se desgarró su cuerpo con garfios de acero. Durante la tortura, oraba con estas palabras: "Sólo a Ti te adoro, oh Cristo y te doy las gracias porque me has considerado digna de sufrir en tu nombre." El prefecto, enardecido por la tenacidad de aquella mujer, mandó al verdugo que echase vinagre y sal en sus heridas. Al oír la sentencia repuso la infortunada: "Tan poco temo a tus tormentos, que te pido que los aumentes, los prolongues y los hagas más crueles, a fin de que yo pueda obtener mayor misericordia y mi corona sea más rica." El siguiente tormento ordenado por Agripa fue que le arrancaran los dientes, uno por uno, con las tenazas de hierro. A fin de cuentas, se condenó a Teódota a morir lapidada. Su cuerpo exánime, bañado en sangre y destrozado, pero aún con vida, fue transportado por los verdugos a las afueras de la ciudad y ahí comenzaron a lanzarle piedras, mientras ella levantaba la voz para orar: "¡Oh Cristo! ¡Tú que te mostraste benigno con Rahab, la mujer pública; Tú que acogiste en el cielo al buen ladrón, dispénsame tu misericordia!" Murió de esta manera, y su alma voló triunfante al cielo.

   Los bolandistas no incluyeron esta leyenda en el Acta Sanctorum. El texto sirio de la misma fue publicado por primera vez por Assemani en su Acta Sanctorum Orientalium et Occidentalium, vol. II, pp. 210-226. La señora de A. Smith-Lewis, en su obra Studia Sinaitica, vol. X, reprodujo esos textos en forma más fácil para leerse.

SAN GARCÍA


29 de septiembre

SAN GARCÍA,
Abad
(1073 d.C.)
.
   San García fue Abad de Arianza en tierra de Burgos. Nació en Quintanilla, cerca de Bribiesca; monje de Arlanza, sucedió en 1039 al abad Aureolo. Fue confidente y consejero de don Fernando I de Castilla, estando presente en la batalla de Atapuerca, en 1054. Berceo ha celebrado sus virtudes en la vida romanzada de Santo Domingo de Silos, contemparaneo del abad de Arlanza, y que, como él debió pasar a mejor vida en 1073.-

BEATO JUAN de DUKLA


29 de septiembre

BEATO JUAN de DUKLA,
Fraile
(1484  d.C.)
.
   El Beato Juan de Dukl fue un iilustre predicador franciscano, patrono de la Polonia oriental. La fecha de su nacimiento es desconocida, aunque, teniendo en cuenta que murió en edad avanzada, puede colocarse con aproximación en las primeras décadas del siglo xv; el mismo velo de silencio envuelve igualmente las noticias referentes a su patria, a su juventud y a sus estudios. En fecha indeterminada profesa la regla franciscana entre los conventuales, desempeñando varios cargos, como el de guardián, predicador de los alemanes, etc.

   Mientras tanto, a partir de 1453, el gran apóstol San Juan de Capistrano, implanta en Polonia la reforma de la Orden franciscana, que lleva el nombre de la «observancia», y de la que había sido eficaz promotor en Italia San Bernardino de Siena; por esta razón, los franciscanos polacos que se adhirieron a la observancia se llaman todavía hoy «bernardinos». Entre éstos se alistó también Juan ingresando en 1463 en el primer convento observante abierto en Cracovia por San Juan de Capistrano bajo la advocación de San Bernardino.

   Con la práctica de las virtudes, especialmente de la humildad y de la penitencia, continuó desplegando intensa actividad apostólica en el confesionario, en la dirección espiritual y, sobre todo, como predicador y misionero entre los rusos cismáticos; ni la gastada edad, ni siquiera la completa ceguera que le sobrevino en los últimos años, fueron obstáculos para el desempeño de su múltiple apostolado. Murió en Leópolis en 1484.
   Inmediatamente comenzó a tributársele culto, confirmado solemnemente en 1733 por Clemente XII. La parte oriental de Polonia ha invocado siempre su celestial patrocinio ante las diversas invasiones de los tártaros y de los cosacos; en recuerdo de una aparición del beato en el siglo XVII, se le erigió un monumento en la plaza principal de Leópolis.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

SAN WENCESLAO


28 de septiembre


SAN WENCESLAO Duque, Mártir

Porque son vírgenes,
siguen al Cordero doquiera que vaya.
(Apocalipsis, 14, 4).


   San Wenceslao, duque de Bohemia, tan grande respeto tenía por el Sacramento del Altar, que personalmente preparaba el pan y el vino destinados al santo Sacrificio, y por la noche se levantaba para ir descalzo, aun en pleno invierno, a visitar las iglesias de su capital. Nada le dolía tanto como ver que se derramase la sangre de sus súbditos. Atacado un día por Radislao, príncipe vecino, le propuso, para evitar efusión de sangre, dirimir sus diferendos mediante un combate singular. Al lanzarse sobre él su adversarío, vio a dos ángeles que lo defendían, y, cayendo a los pies del santo, le propuso la paz. Su hermano Boleslao atrajo al duque a su casa y lo mató alevosamente cuando iba a la iglesia a oír misa, el 28 de septiembre del año 938, a la edad de 31 años.

MEDITACIÓN SOBRE LA MANERA
DE VIVIR SANTAMENTE EN EL MUNDO

   I. Para vivir santamente en el mundo, hay que observar los mandamientos y evitar todo lo que pueda ofender a Dios. ¿Te atreverías a decir que ello es imposible, cuando ves a San Wenceslao practicar en el trono las más eminentes virtudes, y conservar intacta su virginidad hasta la muerte? ¿Cómo te conduces con respecto a Dios? ¿No es verdad acaso que el menor de tus cuidados es el de agradarle? Piensas en hacer fortuna, en vivir cómodamente, y no piensas en servir a Dios y conquistar su amistad. Que en adelante tu única ocupación consista en hacer la voluntad del Señor.

   II. Obra en todo siguiendo a tu conciencia; es un secreto monitor que te recordará tus deberes. Si nadie te reprocha el infeliz estado en que vives, tu conciencia te lo advertirá. De tiempo en tiempo escucha lo que te dice. No busques en hacerte de gran reputación en el mundo, sino más bien trabaja por contentar a Dios y a tu conciencia.Nada haré según la opinión del mundo y sí todo según mi conciencia. (Séneca)

   III. Para vivir santamente en el mundo, también es preciso cumplir nuestros deberes para con el prójimo. Tienes parientes, amigos y servidores; debes ocuparte de ellos. Dios te lo manda. Si se condenan como consecuencia de tu debilidad en corregirlos, o de los escándalos que les das, responderás de ello ante Dios. Haz toda clase de esfuerzos para ganar la estimación de las personas virtuosas; en cuanto a los impíos, el aborrecimiento con que te persiguen constituye tu gloria: él es una prueba de tu virtud; porque no te pareces a ellos te aborrecen. Torturad, perseguid, condenad: vuestra injusticia es la prueba de nuestra inocencia. (Tertuliano) 

La preocupación por el personal de servicio.
Orad por las personas constituidas en dignidad

ORACIÓN
    Oh Dios, que, al conceder al bienaventurado Wenceslao la palma del martirio, lo habéis trasladado de un trono terrenal a la gloria del cielo, dignaos, por su intercesión, preservarnos de toda adversidad y hacernos participar de su gloria. Por J. C. N. S. Amén.
   

SANTA EUSTOQUIO


28 de septiembre



SANTA EUSTOQUIO,(*)  Virgen
(419 d. C)

.
   Eustoquio Julia, cuyo recuerdo se perpetuó gracias a la docta pluma de San Jerónimo, fue hija de Santa Paula, cuya vida se relata en el día de su fiesta, el 26 de enero. Los acontecimientos y circunstancias en la existencia de Santa Paula dispusieron la vida de Eustoquio, que fue la tercera de sus cuatro hijas y la única que permaneció siempre junto a su madre. Santa Paula, al morir su esposo Toxosio, se dedicó por entero al servicio de Dios, en la sencillez, la pobreza, la mortificación y la plegaria. Eustoquio, que tenía más o menos doce años cuando murió su padre, compartía todos los gustos de su madre, y era motivo de gran alegría para ella consagrar las horas que tantas otras jóvenes de su edad dedicaban a vanas diversiones, a las obras de caridad y las devociones de su religión. Cuando San Jerónimo llegó a Roma, procedente del oriente, en el año de 382, Eustoquio y su madre se pusieron bajo su dirección espiritual y, al ponerse de manifiesto las fuertes inclinaciones de la joven hacia la vida religiosa, muchos de sus amigos y parientes se mostraron alarmados. Un tío suyo, llamado Himetio, y su esposa Pretéxtala, trataron de convencerla para que se apartase de aquella vida austera e hicieron intentos para interesarla en los placeres del mundo. Pero todos los esfuerzos fueron vanos y la joven venció toda oposición para tomar el velo y hacer los votos de virginidad. Ella fue la primera doncella de la nobleza romana que tomó tal resolución. Con el fin de guiarla y sostenerla en ella, San Jerónimo le escribió en aquella ocasión su famosa carta, conocida como "Para Conservar la Virginidad", alrededor del año 384. El venerable autor de la epístola, sin embargo, no se limita a dar enseñanzas y normas ascéticas, sino que se recrea en algunos pasajes satíricos, lo que sugiere que, al escribir la carta, no tenía la intención de destinarla tan sólo a la joven Eustoquio, sino a un público muy amplio. En dicha carta, el santo critica sin misericordia el comportamiento de ciertas vírgenes, viudas y de ciertos sacerdotes.


   Eustoquio debió buena parte de su formación religiosa a Santa Marcela, "la gloria de las damas romanas", pero cuando Santa Paula decidió seguir a San Jerónimo a Palestina, Eustoquio lo dejó todo para irse con ella. Al grupo se unieron otras doncellas que aspiraban a seguirla vida religiosa; la comitiva se entrevistó con San Jerónimo en Antioquía, hizo una visita a los Santos Lugares, pasó a Egipto para conocer a los monjes del desierto de Nitria y, por fin, se instaló en la ciudad de Belén. Ahí quedaron establecidas tres comunidades de mujeres, en cuya dirección Eustoquio colaboró activamente con Santa Paula. San Jerónimo nos ha dejado un relato sobre la vida sencilla y devota que llevaban. Las dos mujeres, que habían aprendido el griego y el hebreo, ayudaron a San Jerónimo en la traducción de la Biblia, conocida como la Vulgata y, a su solicitud, el santo escribió algunos comentarios sobre las Epístolas a Filemón, a los Calatas, los Efesios y a Tito y también dedicó a madre e hija algunos de sus trabajos, puesto que, como él mismo comentó: "esas dos mujeres son más capaces de conformar un buen juicio sobre esos libros que muchos hombres." Aparte de sus tareas intelectuales, Santa Eustoquio se ocupaba en mantener limpia la casa, en dar brillo y conservar llenas de aceite las lámparas y en cocinar.

   En el año de 403, Santa Paula cayó enferma, y Eustoquio consagró su tiempo a cuidarla, sin apartarse de ella más que para ir a la gruta de la Natividad para orar por su salud. El 26 de enero de 404, murió Santa Paula, y Eustoquio, "como una niña a quien se trata de arrancar de los brazos que la amparan, a duras penas pudo ser apartada del cuerpo de su madre." Besaba una y otra vez sus párpados cerrados, le acariciaba el rostro, los brazos, el pecho y seguramente hubiese deseado que la sepultaran con ella.


   La sucesora de Santa Paula como superiora de las comunidades de Belén fue su hija, quien se encontró con las finanzas al borde de la ruina y con innumerables deudas. Pero con la ayuda de San Jerónimo y su propia energía, hizo frente a la situación y logró solucionarla, gracias sobre todo a los socorros económicos aportados por su sobrina, otra Paula, que había ingresado a la comunidad de Belén. En el año de 417, los bandoleros cayeron sobre el monasterio, lo incendiaron y cometieron innumerables ultrajes, sobre todo lo cual informaron al Papa, San Jerónimo, Santa Eustoquio y la joven Paula. El Pontífice Inocencio I, al recibir las cartas, escribió a cada uno de los informantes y envió otra carta, en términos por demás enérgicos a Juan, el obispo de Jerusalén. Santa Eustoquio no sobrevivió por mucho tiempo a aquellos terribles acontecimientos. San Jerónimo no nos dejó ningún relato sobre su muerte, como lo hizo en el caso de su madre, pero sí es un hecho que en aquella ocasión escribió a San Agustín y a San Alipio en estos términos: "la gran pena que me ha embargado, me hizo relegar a un lado los ultrajantes escritos de Aniano, el pelagiano." Sabemos que Eustoquio murió pacíficamente alrededor del año 419, y fue sepultada en la misma tumba que Santa Paula, en una gruta vecina al lugar donde nació Jesucristo. Ahí se encuentra hasta hoy la tumba, pero está vacía, y nunca se ha sabido el destino que tuvieron sus reliquias.

   Las cartas de San Jerónimo y algunos otros de sus escritos proporcionan casi todos los datos que se puedan obtener sobre Santa Eustoquio. Ese material se encuentra reunido en el Acta Sanctorum, sept. vol. VII. En todas las biografías de San Jerónimo se habla bastante de Eustoquio (ver, por ejemplo, St. Jérome (1922), de F. Cavallera) y también figura de manera prominente en la deliciosa obra de F. Lagrange, Histoire de Ste. Paule (1868).

SANTA LIOBA


28 de septiembre


SANTA LIOBA,(*)
  
Virgen
(780 d. C)
.
   La participación activa de las monjas y hermanas religiosas en las misiones extranjeras se ha extendido y desarrollado tanto en nuestros tiempos, que hemos llegado a considerarlas como una moderna innovación. Por cierto que no hay tal y, aparte de ciertas diferencias de métodos, debidas al desarrollo de las "congregaciones activas sin clausura", nos encontramos con que el mismo sistema de misiones se practicaba ya en las edades sombrías, cuando se iniciaba la evangelización de los bárbaros en Europa. Como ejemplo, basta citar la solicitud de misioneras que hizo San Bonifacio y a la que respondieron Santa Lioba, Santa Tecla, Santa Walburga y otras muchas, desde su tranquila abadía de Wimborne, para trasladarse a las tierras salvajes de los herejes germanos. Lioba pertenecía a una buena familia del Wessex y su madre, Ebba, estaba emparentada con San Bonifacio. Desde niña, Lioba quedó internada en el monasterio de Wimborne, en el Dorsetshire, al cuidado de la abadesa, Santa Tetta. A la muchacha se la había bautizado con el nombre de Thruthgeba, que fue transformado por las gentes que la trataban en Liobgetha (Leofgyth) y abreviado luego a Lioba, que significa "la bien amada", un nombre que cuadraba a maravilla a un ser tan precioso a los ojos de Dios y de los hombres y que su dueña no dejó de usar nunca. Cuando llegó a la mayoría de edad, Lioba decidió permanecer en el monasterio, hizo su profesión y progresó rápidamente en virtud y saber. Su inocencia y su buen sentido servían de ejemplo aun a las monjas de mayor edad y experiencia. Su deleite lo encontraba en la lectura y las devociones.

   En el año de 722, San Bonifacio fue consagrado obispo por el Papa San Gregorio II y al momento se le envió a predicar el Evangelio en Sajonia, Turingia y el Hesse. Bonifacio era natural de Crediton, localidad cercana a Wimborne y, cuando las noticias de sus trabajos y sus éxitos entre los germanos llegaron a oídos de las monjas de aquel monasterio, su joven pariente, Lioba, se atrevió a escribirle en estos términos:

   "Al muy reverendo Bonifacio, portador de la más alta dignidad y bienamado de Cristo, yo, Liobgetha, a quién él está vinculado por la sangre, la menor de las siervas de Cristo, manda saludos por la salvación eterna.

   "Ruego a vuestra bondad que recordéis la amistad que os unía a mi padre, Dynne, cuando morabais los dos en la comarca del oeste. Mi padre murió hace ocho años, y os suplico que no retengáis vuestras oraciones por la salvación de su alma. También recomiendo a vuestra memoria a mi madre, Ebba, que aún vive, pero entre los sufrimientos; ella está emparentada con vos, como bien lo sabéis. Yo soy la hija única de mis padres y, aunque no lo merezco, me gustaría miraros como a mi hermano, puesto que ya confío en vos más que en cualquier otro de mis parientes. Os envío este pequeño regalo [¿Tal vez la misma carta?], no porque sea digno de vuestra consideración, sino sencillamente para que tengáis algo que os recuerde a la pobre de mí y así no me olvidéis aunque estéis tan lejos que mi presente acorte el lazo de verdadero amor entre nosotros para siempre. Os pido, amado hermano, que me ayudéis con vuestras plegarias contra los ataques del enemigo oculto. Os pediré también que, si vuestra bondad os lo dicta, atendáis mi inculta carta y no rehuséis a enviarme a cambio unas cuantas amables palabras vuestras, que ya desde ahora espero ansiosamente como una muestra de vuestra buena voluntad. He tratado de componer las líneas que siguen, de acuerdo con las reglas del verso, como un ejercicio para mi mínima destreza en la poesía, en lo cual también tengo necesidad de vuestra guía. He aprendido estas artes de mi maestra Edburga, que siempre tiene presente la santa ley divina. ¡Adiós! ¡Qué viváis muchos años muy feliz y que roguéis siempre por mi!

   Arbiter omnipotens, solus qui cuncta creavit
in regno Patris semper qui lumine fulget
qua iugiter flagrana, sic regnat gloria Christi,
illaesum servet semper te iure perenni.
   (El Supremo Hacedor omnipotente quiera,
desde el esplendor de su reino eterno
do mora Cristo, gloria del divino Verbo,
conservaros en salud imperecedera.)

   No dejó Bonifacio de sentirse conmovido por una misiva tan tierna y mantuvo una larga correspondencia con las monjas de Wimborne, hasta el año de 748, cuando escribió a la abadesa Santa Tetta para rogarle que le enviase a Lioba, junto con otras compañeras, para establecer algunos monasterios y centros de religión para mujeres en la naciente Iglesia de Alemania. En seguida respondió la abadesa a la solicitud y envió a las tierras de herejes unas treinta monjas, entre las que figuraban Santa Lioba, Santa Tecla y Santa Walburga. Todas se reunieron con San Bonifacio en Mainz y éste puso a Lioba al frente de la comunidad y la instaló en un monasterio que fue llamado Bischofsheim, es decir, "Casa del Obispo", por lo que puede suponerse que Bonifacio cedió su residencia a las monjas. Bajo la dirección de Lioba, el convento se pobló rápidamente y de él salieron las monjas para ocupar otras casas que la propia Lioba fundó en Alemania.

   Un monje de Fulda, llamado Rodolfo, quien escribió un relato sobre la vida de la santa antes de que hubiesen transcurrido sesenta años desde su muerte, según los testimonios de cuatro de las monjas de su convento, afirma que todas las casas de religiosas en aquella parte de Alemania, solicitaban una monja de Bischofsheim para que las guiase. La propia Lioba, entregada totalmente a su trabajo, parecía haberse olvidado de Wessex y de sus gentes. Su belleza era notable: tenía el rostro "como el de un ángel", siempre plácido y sonriente, aunque rara vez se la oía reír. Nadie la vio jamás de mal humor, ni la oyó decir una palabra dura; su paciencia y su inteligencia eran tan amplias como su bondad. Se dice que la copa en que bebía era la más pequeña de todas y ese dato nos da la pauta para afirmar que se entregaba a ayunos y austeridades, en una comunidad sujeta a las reglas de San Benito, donde no se comía más que dos veces diarias. Todas las monjas practicaban los trabajos manuales, ya fuera en la cocina, el comedor, el huerto o los quehaceres domésticos y, al mismo tiempo, recibían lo que ahora se llamaría una "educación superior"; todas aprendían latín, y el salón destinado a la escritura estaba siempre ocupado. Lioba no toleraba las penitencias excesivas, como privarse del sueño, e insistía en que todas descansasen al medio día, como lo mandaba la regla. Ella misma se recostaba durante aquel período, mientras alguna de las novicias le leía un pasaje de la Biblia y, si acaso parecía que la madre abadesa se había dormido y la lectora descuidaba un tanto su tarea, no pasaba un instante sin que Lioba abriese los ojos y la boca para corregirla. Tras el descanso, Lioba dedicaba dos horas para charlas con cualquiera de las hermanas que quisiese hablar con ella. Todas estas actividades estaban al margen del deber principal de la oración pública, la adoración a Dios y la asistencia a los sacerdotes que trabajaban en la misión junto con ellas. Existe todavía una carta de San Bonifacio dirigida a "las muy reverendas y muy amadas hermanas Lioba, Tecla, Cienhilda y las que moran con ellas", para pedirles que continúen la práctica de orar constantemente. La fama de Santa Lioba se había extendido por todas partes; los vecinos acudían a ella cuando les amenazaba el peligro de incendio, la tempestad o la enfermedad, y los hombres responsables en los asuntos de la Iglesia y del Estado le pedían consejo.

   En el año de 754, antes de que San Bonifacio emprendiese su viaje misionero a Frieslandia, recibió una conmovedora despedida por parte de Lioba, a quien recomendó encarecidamente a San Lull, el monje de Malmesbury que fue su sucesor en la sede episcopal, lo mismo que a todos sus monjes de Fulda, mandándoles que cuidaran de ella con todo respeto y honor. En aquella ocasión, San Bonifacio manifestó su deseo de que, cuando Lioba muriese, fuera enterrada en su tumba, de manera que sus cuerpos aguardasen juntos la resurrección y se levantasen juntos para ir al encuentro del Señor y estar así eternamente unidos en el reino de Su amor. Después del martirio de San Bonifacio, Lioba visitaba con mucha frecuencia su tumba en la abadía de Fulda y, por dispensa especial, se le permitió algunas veces entrar en la abadía para asistir a ceremonias y conferencias en honor de su santo pariente. Cuando Lioba era ya muy anciana, después de haber gobernado a Bischofsheim durante veintiocho años, hizo visitas de inspección a todos los conventos que estaban a su cuidado renunció a su cargo de abadesa y fue a residir al monasterio de Schónersheim a seis kilómetros de Mainz. Su amiga, la Beata Hildegarda, esposa de Cario-magno, la invitó con tanta insistencia a la corte de Aachen, que no pudo negarse a ir, pero su estadía fue breve, porque insistió, a su vez, en regresar a su soledad. Al despedirse de la reina con muchos abrazos y besos, le dijo: "¡Adiós parte preciosa de mi alma! Cristo, nuestro Creador y Redentor, quiera otorgarnos la gracia de volver a vernos, sin peligro de confundir los rostros, en el claro día del juicio final, porque en esta vida no volveremos a mirarnos". Así fue, porque Santa Lioba murió pocos días después de haber regresado de la corte y fue sepultada en la iglesia de la abadía de Fulda, no en la misma tumba de San Bonifacio, porque los monjes temían perturbar sus reliquias, pero junto a ella, en el lado norte del altar mayor. A Santa Lioba se la menciona en el Martirologio Romano y su fiesta se celebra en varias partes de Alemania.

   Hay una biografía que parece haber sido escrita por Rodolfo, el monje de Fulda, antes del año 838. Mabillon y los bolandistas la publicaron (sept. vol. VII); de esa biografía y de las cartas de de San Bonifacio y de San Lull, hemos extraído nuestros datos. Las cartas fueron editadas en fechas recientes por Jaffé y en el MGH., primero por Dümmler y después por Tangl. Ver también, Die christliche Frühzeit Deutschlands, vol. II, de H. Timerding, el Die angelsachsische Mission (1920), del mismo autor; la obra Woman under Monasticism, cap. IV, de L. Eckenstein, y England and the Continent in the Eighth Century (1946), de W. Levison.

SAN EXUPERIO


28 de septiembre

SAN EXUPERIO,
(*)
  
Obispo de Toulouse
(412 d. C)
a
.
   Es probable que Exuperio haya nacido en Arreau, localidad de los Altos Pirineos, donde hay una capilla erigida en su honor, que es centro de peregrinaciones. Exuperio llegó a ocupar la sede episcopal de Toulouse, alrededor del año 405, cuando murió el obispo San Silvio. Durante su gobierno, terminó la construcción de la gran iglesia de San Saturnino (Sernin) que había iniciado su predecesor. La generosidad parece haber sido su virtud característica. Con frecuencia, enviaba presentes a los monjes de Egipto y Palestina, con lo cual se conquistó el agradecimiento de San Jerónimo, quien le dedicó su comentario sobre Zacarías y, con referencia a la famosa caridad de Exuperio, escribió estas palabras: "Para aliviar el hambre de los pobres, la sufre él mismo. La palidez de su rostro muestra el rigor de sus ayunos, pero aún se duele por el hambre de los demás. Todo lo que tiene, lo da a los pobres de Cristo; pero muy rico es el que lleva el Cuerpo del Señor en un cesto de mimbre y Su Sangre en un frasco de vidrio. Su caridad no conoce límites; busca sus objetivos en las partes más remotas y aún los solitarios de Egipto llegaron a sentir sus benéficos efectos." Por cierto, que lo mismo en su sede que fuera de ella, había un amplio campo para que se ejerciera la caridad de Exuperio, puesto que, por aquel entonces, las Calías sufrían la desolación de las invasiones de los vándalos.

  San Exuperio escribió al Papa Inocencio I para pedirle instrucciones sobre diversos asuntos de la disciplina y para solicitarle algunas aclaraciones sobre los cánones referentes a las Sagradas Escrituras. Como respuesta, el Pontífice le envió una lista de los auténticos libros de la Biblia, tal como por aquel entonces se tomaban en Roma y, como se ha podido comprobar, aquella lista era exactamente igual a la actual, incluso los libros deuterocanónicos. Se desconocen el lugar y la fecha de la muerte del obispo Exuperio y se tiene entendido que, antes de morir, estuvo en el exilio. San Paulino de Nola se refiere a él como a uno de los más ilustres obispos de la Iglesia en las Calías y, hacia mediados del siglo sexto, se la tributaban los mismos honores que a San Saturnino en la iglesia de Toulouse.

   Parece un tanto singular que San Exuperio, cuya fama llegó a Roma y a Palestina, no ocupe lugar alguno en el Hieronymianum. Lo que se ha registrado en relación con él, fue tomado del Acta Sanctorum,sept. vol. VII; en DTC., vol. V, cc. 2022-2037, hay extensas notas sobre él. Véase también a Duchesne, en Fastes Épiscopaux, vol. I, p. 307.

SAN FAUSTO


28 de septiembre

SAN FAUSTO,
(*)
  
Obispo de Riez
(493 d. C)

.
   A menudo, se hacen referencias a Fausto de Riez como al principal exponente y el defensor de lo que ahora se conoce como el semi-pelagianismo, pero con mayor frecuencia se olvida que fue un hombre justo y santo, cuyo nombre aparece en varios martirologios y cuya fiesta se observa en diversas iglesias del sur de Francia. Nació en los primeros años del siglo quinto, en las Islas Británicas, según afirman sus contemporáneos, San Avitio y San Sidonio Apolinar, aunque más probablemente vino al mundo en Bretaña. Se dice que inició su vida pública como abogado, pero, si así fue, no duró mucho en el ejercicio de la profesión, puesto que fue monje en Lérins, antes de que San Honorato, el fundador de aquel monasterio, lo abandonase, en el año de 426. Después de haber sido ordenado sacerdote, pasó unos ocho años tranquilos y desprovistos de acontecimientos en el monasterio y entonces fue elegido abad, cuando San Máximo dejó vacante el puesto para hacerse cargo de la sede episcopal de Riez. San Honorato y San Sidonio no se quedan cortos cuando se trata de alabar las virtudes y los méritos de Fausto, y San Sidonio dice que su observancia de las reglas y su regularidad eran semejantes a las de los padres del desierto y que, además, tenía el don de la elocuencia y de la improvisación. El mismo santo relata en una de sus cartas cómo él mismo gritó entusiasmado durante uno de los sermones de Fausto. En aquellos tiempos, los aplausos y aun las aclamaciones en las iglesias, eran cosa corriente.

   Así como había sucedido a San Máximo en el cargo de abad del monasterio, le siguió en la sede episcopal de Riez, después de haber gobernado a los monjes de Lérins durante veinticinco años. En el panegírico que pronunció durante los funerales de su predecesor, Fausto exclamó: "¡Lérins ha mandado dos obispos a Riez sucesivamente! Del primero, se enorgullece; del segundo se avergonzará." Por cierto que Lérins no tuvo de qué avergonzarse. Fausto fue un obispo tan bueno y eficaz, como antes había sido abad. Se esforzó por fundar nuevos monasterios en toda la extensión de su diócesis; mantuvo siempre las prácticas de mortificaciones y penitencias que acostumbraba en el claustro, sin dejar por ello de cumplir escrupulosamente todos sus deberes episcopales y sin cesar en su lucha por conservar la pureza de la fe, por lo que siempre se opuso vigorosamente al arrianismo y a los errores de Pelagio, a quien llamaba "el pestilente maestro."

   Cierto sacerdote llamado Lúcido predicaba la doctrina herética que negaba a Dios la voluntad de salvar a todos los hombres y afirmaba que la salvación o la condenación dependen exclusivamente del juicio de Dios, sin que cuenten para nada las acciones del libre albedrío del hombre y sus méritos o perjuicios consecuentes. Para tratar de las herejías del sacerdote Lucido, el obispo convocó en 475, a dos sínodos en Arles, y en el curso de los mismos el propio San Fausto convenció a Lúcido para que se retractase de sus errores y le indujo a que escribiese un tratado contra sus enseñanzas para demostrar que eran "erróneas, blasfemas, heréticas, fatalistas y conducentes a la inmoralidad." El obispo Fausto colaboró por su parte con dos tratados sobre el libre albedrío y la gracia para refutar tanto al pelagianismo como al predestinarianismo. Al escribir estas obras, tuvo que abordar algunos puntos de vista de San Agustín y, al hacerlo, se plegó al error semi-pelagiano de que, si bien la gracia es necesaria para el cumplimiento de las buenas obras, no lo es para emprenderlas. San Fausto erró de buena fe y lo propio hizo San Juan Casiano, pero, si bien fue violentamente atacado en cuanto aparecieron sus libros, no se le condenó definitivamente sino hasta la celebración del Concilio de Orange, en 529. Pero sus actividades teológicas le crearon un enemigo más brutal en otro terreno. Eurico, el rey de los visigodos arríanos, quien tal vez recibió cierto respaldo político por parte de Fausto, dominaba una buena parte del sur de las Galias. Ese monarca se sintió ofendido por los ataques de Fausto contra el arrianismo y, en consecuencia, el obispo fue expulsado de su sede, alrededor del año 478, y tuvo que vivir por fuerza en el exilio hasta la muerte de Eurico, pocos años más tarde. Entonces regresó para continuar en el gobierno de su grey hasta el día de su muerte, que ocurrió cuando ya había cumplido los noventa años. Su memoria fue muy venerada por parte del pueblo, y entre los fieles de su grey costearon la construcción de una basílica en su honor. San Fausto figura de manera prominente entre el grupo de escritores que dio fama a Lérins, y algunos de sus escritos, cartas y discursos, existen y se leen todavía.

   La vida y actividades de Fausto de Riez ocupan sesenta páginas del Acta Sanctorum, sept. vol. VII. También hay una monografía de A. Koch, Der hl.Faustas von Riez (1895). La edición de las obras de Fausto, hecha por A. Engelbrecht para la Corpus Scriptorum de Viena, recibió críticas adversas por parte de Dom G. Morin en la Revue Bénédictine, vol. IX (1892), pp. 49-61, y vol. X (1893), pp. 62-78.Véase además Zur Dogmengeschichte des Semipelagianismus (1899), pp. 47 y ss., de F. Worter, así como el DTC., vol. V, cc. 2101-2105.