15 de diciembre
SANTA NINA,
Virgen
La historia de los orígenes del cristianismo en el antiguo reino de Georgia (Iberia) es muy incierta. Rufino relata los comienzos de la evangelización, que los habitantes de Georgia y los orientales en general suelen aceptar y embellecer. Según Rufino, a principios del siglo IV, llegó a Georgia una joven prisionera (los georgianos la llaman Nina; el Martirologio Romano le da simplemente el nombre de "Cristiana"). El pueblo quedó muy impresionado por la sencillez e inocencia de la joven y por el mucho tiempo que consagraba a la oración de día y de noche. A las preguntas de la gente, Nina respondía simplemente que adoraba a Cristo como Dios. Un día, una mujer le presentó a su hijito enfermo y le preguntó que debía hacer para que sane. Nina le respondió que Jesucristo podía curar aún las enfermedades más graves; acto seguido, envolvió al niño en su áspero manto, invocó al Señor, y devolvió a la criatura perfectamente sana. El rumor del milagro llegó a oídos de la reina de Iberia, que estaba también enferma, e inmediatamente mandó llamar a Nina. Como la santa se negase a ir, la reina acudió a verla y quedó curada. La reina quiso hacer algo por su bienhechora, pero ésta le dijo: "Es obra de Cristo y no mía. El es el Hijo de Dios y el creador del mundo". La reina repitió esas palabras al rey. Poco después, el monarca se extravió durante una cacería a causa de la niebla, y juró que creería en Cristo si encontraba el camino. La niebla se disipó y el rey cumplió su promesa y llamó a la Santa para que los instruyese. El monarca anunció al pueblo que había cambiado de religión, dio permiso a Nina de predicar y enseñar, y empezó a construir una iglesia. Durante la construcción, Dios obró otro milagro por la intercesión de su sierva; en efecto, un pilar que bueyes y hombres no habían podido mover, voló por el aire y fue a colocarse en el sitio que le correspondía, a la vista de la multitud. El rey envió al emperador Constantino una embajada para comunicarle su conversión y pedirle que mandase obispos y sacerdotes a Iberia. Así lo hizo Constantino.
Un príncipe Ibérico, llamado Bakur, refirió esta leyenda a Rufino en Palestina, antes de principios del siglo V. Es muy posible que la conversión de Georgia haya comenzado en el reinado de Constantino y que una mujer haya desempeñado en ella un papel de importancia. El relato de Rufino ha sido traducido (y ampliado) al griego, al sirio, al armenio, al copto, al arábigo y al etíope. En la literatura de Georgia hay toda una serie de leyendas sobre la Santa, que carecen de valor histórico. Rufino no cita el nombre de ninguna población, ni los del rey y la reina; tampoco da el nombre de la Santa, ni mucho menos explica donde nació. Las leyendas posteriores han suplido con creces esas omisiones. Nina (que, según ciertas versiones, no era una cautiva, sino que había huido voluntariamente de la persecución de Diocleciano), era originaria de Capadocia (o de Roma, o de Jerusalén, o de la Galia). Los armenios afirman que era armenia y la relacionan con Santa Rípsima. Después de dejar firmemente establecido el cristianismo, Nina se retiró a una celda de la montaña, en Bodbe de Kakheti. Ahí murió y fue sepultada. Más tarde, la región se convirtió en una sede episcopal y las reliquias de la Santa se conservan en la catedral. También es interesante notar que desde tiempo inmemorial se dice que la catedral de Mtzkheta fue la iglesia del pilar milagroso. Está fuera de duda que, en la época en que Rufino escribió, Georgia era ya parcialmente cristiana; pero es imposible determinar hasta qué punto tiene fundamento histórico la leyenda que le contó el príncipe georgiano y aun, cuál fue exactamente esa leyenda.
Se ha discutido mucho sobre el pasaje de Rufino. Puede verse en el texto de Mommsen, publicado en la edición de Eusebio, que se guarda en la Academia de Berlín. El Paul Peeters ha elucidado mucho la cuestión en su artículo Les debuts du christianisme en Géorgie (Analecta Bollandiana, vol. I, 1932, pp. 5-58). Resultaría demasiado complicado estudiar aquí todos los elementos que han intervenido en el desarrollo de la fantástica leyenda de Santa Nina en sus diversas versiones. La leyenda, por lo menos en su forma más conocida, no data de antes del año 973; y los textos georgianos son posteriores. En Studia Bíblica el Ecclesiastica de Oxford, vol. V, hay una traducción inglesade una biografía georgiana, hecha por M. y J. Wardrop, y una traducción de un texto armenio, debida a F. C. Conybeare; pero no podemos garantizar la exactitud de las fechas, que nos parecen demasiado tempranas. En alemán existe el excelente estudio de M. Kekelidze, Die Bekehrimg Georgiens zum Christentum (1928). Acerca de la cruz milagrosa de Santa Nina, véase Peeters, en Analecta Bollandiana, vol. LIII (1935), pp. 305-306. En Egipto se llama algunas veces Teognosta a la santa; dicho nombre proviene de una mala lectura de la traducción griega del texto de Rufino, quien no da el nombre de la santa.
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