jueves, 10 de noviembre de 2011

SAN AEDO MAC BRICC, Obispo


10 de noviembre



SAN AEDO MAC BRICC,
Obispo 
(589)

   Cuando nació San Aedo, hijo de Brecc de Hy Neill, acontecieron muchos sucesos maravillosos y un extranjero predijo que sería grande a los ojos de Dios. Como el padre de Aedo le destinara al estado laico, no le envió a la escuela, sino que le puso a trabajar en sus tierra. Un día, San Brendano de Birr y San Canicio ayudaron al joven a buscar una piara de cerdos que se habían extraviado. Cuando murió Brecc, los hermanos de Aedo le privaron de su patrimonio. El joven, para obligarlos a que le entregaran sus bienes, se robó a una doncella de la casa y huyó con ella a Rathliben de Offaly. Pero el obispo local, San Ilatan, le instó para que renunciase a su herencia y dejase partir a la doncella. Así lo hizo Aedo, quien se quedó con el obispo. Algún tiempo después, San Ilatan tuvo una visión mientras su discípulo araba el campo y, a raíz de ella, le envió a fundar un monasterio en su región de origen. Se dice que la principal de las fundaciones de San Aedo fue Cill-àir en Westmeath, pero su influencia se dejó sentir en sitios bastante alejados de allí.


   Se cuentan muchos milagros de San Aedo. Algunos son muy extravagantes. Por ejemplo, se dice que poseía el don de curar a los enfermos, que en varias ocasiones fue arrebatado por el aire (aun con su carro), que transformó el agua en vino y que resucitó a tres personas que habían sido degolladas por unos bandoleros. También se cuenta que Santa Brígida (o un hombre) fue a él a pedirle que la curase de un dolor crónico de cabeza y que el santo consiguió que Dios le pasara el dolor a él. De San Aedo, como de San Odón de Cluny, se refiere que, en una ocasión, vio una joven lavarse la cabeza después de las vísperas del sábado (es decir cuando ya había comenzado el descanso dominical); el santo ordenó que se le cayese el cabello hasta que se arrepintiese de haber quebrantado el precepto del descanso dominical. Poco antes de su muerte, el santo dijo a uno de sus monjes: "Preparaos a emprender conmigo el viaje al cielo". El monje no tenía el menor deseo de morir. En cambio, un campesino que se hallaba presente exclamó: "Plugiese a Dios mandarme ir con vos." El santo le dijo: "Id a lavaros y preparaos." Así lo hizo el campesino y volvió a acostarse en el lecho de San Aedo. Ambos murieron juntos. En ese mismo momento, San Colomba, que se hallaba en la lejana Iona, vio volar al cielo el alma de San Aedo y comunicó la noticia a sus hermanos.

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