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martes, 13 de diciembre de 2011

SAN JOSSE o JUDOC Ermitaño

 13 de diciembre



SAN JOSSE o JUDOC 
Ermitaño
(688 P.C)




   Josse de Jutael, rey de Armórica (Bretaña), y hermano del Judicael que se venera en la diócesis de Quimper. La Crónica de Saint-Brieuc dice, hablando de Judicael: "El solo temor de su nombre bastaba para apartar a los malos de la violencia, ya que Dios, que velaba incesantemente por él, le bahía hecho valiente y poderoso en la batalla. Más de una vez, con la ayuda del Todopoderoso, puso en fuga a ejércitos enteros blandiendo la espada." El rey Dagoberto I de París, que veía las cosas de otra manera, envió a San Eligio a aplacar a su turbulento vecino, a quien se atribuye la fundación de la abadía de Paimpont.

   Haca el año 636, Josse se retiró del mundo. Según se dice, fue ordenado sacerdote en Ponthieu. Después de hacer una peregrinación a Roma, se estableció como ermitaño en Runiacum, cerca de la desembocadura del Canche, B más tarde se llamó Saint Josse. Ahí murió el santo hacia el año 688. Se cuenta que su cuerpo no fue sepultado y que permaneció incorrupto; el cabello, barba y las uñas del cadáver siguieron creciendo, de suerte que los ermitaños de los alrededores tenían que cortárselos de cuando en cuando.

   Se dice que Carlomagno cedió a Alcuino la ermita de Saint-Josse-sur-Mer para que la convirtiese en Albergue para los viajeros que atravesaban el Canal de la Mancha. Alcuino estuvo ahí varias veces. Según la tradición de Newminster de Winchester, las reliquias de San Josse, fueron trasladadas allá, alrededor del año 901. Dicha traslación solía conmemorarse el 9 de enero. El nombre de San Josse figuraba en una media docena de calendarios ingleses antiguos y en el Martirologio Romano.

   En Mabillon, vol. n, pp. 542-547, hay una antigua biografía latina, que data de principios del siglo IX. Entre las biografías posteriores se cuentan la de un monje de Fleury, llamado Isembardo, y la de Florencio de Saint-Josse-sur-Mer. Probablemente, dichas biografías contribuyeron a aumentar la popularidad del santo. La monografía de J. Trier, Der hl. Jodocus: sein Leben und seine Verehrung (1924) no agota las fuentes ni es del todo fidedigna; véase sobre este punto Analecta Bollandiana, vol. XVIII (1925), pp. 193-194. Se hallará un sermón de Lupo de Ferriéres sobre San Josse en W. Levison, Festchrift Walter Goetz (1927). La extensión del culto del santo se prueba por el hecho de que le dedicaron iglesias hasta en el Tirol (Fink, Kirchenpatrozinien Tirols, 1928). Véase libién Duine, Memento, p. 49; y Van der Essen, Etude critique sur les saints mérovingiens, pp. 411-413. Acerca de San Josse en el arte, cf. Künstle, Ikonographie, vol. II, pp. 330-331. Sobre los aspectos folklóricos véase Bächtold-Stäubli, Handwörterbuch des deutschen Aberglaubens, vol. IV, cc. 701-703. En cuanto al sitio en el que reposan las reliquias del santo, cf. P. Grosjean, en Analecta Bollandiana, vol. LXX (1952), p. 404.

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