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domingo, 19 de agosto de 2012

SANTOS TIMOTEO AGAPITO Y TECLA, Mártires


19 de agosto 


SANTOS TIMOTEO
AGAPITO Y TECLA, 
Mártires



SAN AGAPITO o AGAPIO

 Si la fe falta, la oración es imposible.
Luego, cuando oremos, creamos y oremos
para que no falte la fe.
La fe produce la oración, y la oración
produce a su vez la firmeza de la fe.
(San Agustín: Catena Aurea).  

   Durante la persecución de Diocleciano (siglo IV), en Palestrina hubo muchos mártires, entre estos: Timoteo, Agapito (o Agapio) y Tecla. Así cuenta Eusebio Panfilo en las "Actas de los Mártires"(1), lo ocurrido.

   El segundo año, la guerra que se nos había declarado creció en violencia, gobernando entonces la provincia (Palestina) Urbano, y habiendo llegado, ante todo, cartas imperiales en que por universal ordenamiento se mandaba a todos, sin distinción, ciudad por ciudad, sacrificar y hacer libaciones a los ídolos. En esta ocasión, Timoteo, en Gaza, ciudad de Palestina, tras soportar infinitos tormentos y ser por último quemado a fuego lento, dio la más noble prueba, por su paciencia en sufrirlos todos, de la generosidad con que abrazara la religión, y alcanzó la corona de los sagrados vencedores en los combates por el culto divino. Juntamente con él, después de mostrar la más generosa constancia, Agapio y Tecla, la de nuestro tiempo, fueron condenados a ser pasto de las fieras. Sin embargo, ningún león le hizo el menor daño a Agapito. ...

   ...Era entonces era de todo punto necesario que, como espectáculos ofrecidos por el emperador en persona, tuvieran algo de extraordinario y maravilloso. ¿En qué iba a consistir ello? Un mártir de nuestra doctrina fue sacado al medio del anfiteatro, a combatir por la sola y verdadera piedad. Este mártir fue Agapio, de quien ya poco antes contamos cómo fue compañero de Tecla para ser devorado por las fieras. Luego, por tercera vez, y muchas otras, pasó solemnemente de la cárcel al estadio; pero llegado el momento, después de todas sus amenazas, cambiaba el juez de parecer, fuera por compasión, fuera por esperanza de que Agapio tomara otra decisión, reservándole para nuevos combates. Por fin, fue entonces conducido, presente el emperador, como si expresamente se le hubiera guardado para aquel momento, y dar así cumplimiento a la palabra del Salvador, que con divina presciencia anunció a sus discípulos que serían conducidos ante los reyes para dar testimonio de Él (Mt. lO, 18). Fue, pues, introducido al medio del estadio junto con un malhechor, que decían haber asesinado a su propio amo. Luego, arrojado el asesino a las fieras, fue juzgado digno de la misericordia y benevolencia imperial, casi a la manera de aquel Barrabás de la Pasión del Salvador, y todo el anfiteatro retumbaba en gritos y aclamaciones por haber sido benignamente salvado un asesino por el emperador y juzgado digno de honor y libertad. En cuanto al atleta de la religión; llámale ante todo el tirano a su presencia, pídele bajo promesa de libertad que reniegue su fe; mas Agapio a grandes voces protesta que, no por crimen alguno, sino por la religión del Creador de todas las cosas, está dispuesto a sufrir generosamente y con placer cuantos suplicios se le quieran infligir. Y diciendo y haciendo, se lanza a la carrera derechamente a una osa soltada contra él, y se le entrega gustosísimo para que le devorara. Aun salió con aliento de sus zarpas, y, levantándole del suelo, le echaron nuevamente en la cárcel. Allí vivió todavía un día, y al día siguiente, colgándole unas piedras a los pies, fue arrojado a lo profundo del mar. Tal fue el martirio de Agapio.

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