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viernes, 16 de diciembre de 2011

BEATA MARÍA DE TURÍN, Virgen


16 de diciembre


BEATA MARÍA DE TURÍN,  
Virgen
(1717 P.C.)


   En el siglo XVII, vivía en Turín Juan Donato Fontanella, que era conde de Santena. Era un hombre piadoso y amable, casado con una mujer no menos buena, María Tana, cuyo padre era primo hermano de San Luis Gonzaga. Tenía el matrimonio once hijos. Mariana, la novena, era particularmente inteligente. A los seis años, siguiendo el ejemplo de Santa Teresa, planeó con su hermanito escaparse de la casa e irse a vivir "al desierto"; pero el proyecto fracasó, porque los niños se quedaron dormidos el día en que debían partir. Dos años más tarde, mientras se reponía de una grave enfermedad, tuvo Mariana su primera visión. A partir de entonces, se fue sintiendo cada vez más inclinada a la ascética y, al año siguiente, hizo su primera comunión. La contemplación del paso de la Pasión en el que el criado de Caifas abofetea al Señor, la impresionaba profundamente. A este propósito se cuenta un incidente muy extraño. Una tarde, cuando asistía Mariana de rodillas a la Bendición del Santísimo junto con una de sus hermanas, un hombre que se hallaba a su lado se volvió súbitamente hacia ella y le dio una bofetada. El hombre aprovechó la confusión para huir, y nadie volvió a verle. A eso de los dos  años, Mariana, de acuerdo con las cistercienses de Saluzzo, se valió de una treta maliciosa para vencer la resistencia de su madre e ir como alumna al convento; pero no estuvo muy contenta ahí y, cuando murió su padre volvió a su casa a acompañar a su madre. Como se sintiese cada vez más llamada a la vida religiosa, ingresó en 1676 en el Carmelo de Santa Cristina después de vencer la oposición de su familia. Al principio, la extrañó mucho y, a su pesadumbre se añadió un gran hastío por su nuevo género de vida y una profunda antipatía por la maestra de novicias. Sin embargo, perseveró en su vocación e hizo la profesión, en la que tomó el nombre de María de los Ángeles.

   Siete años después de su entrada en el convento, Dios la visitó con la amarga prueba de la "noche oscura", acompañada de una serie de tentaciones y asaltos diabólicos. En esa prueba la guió un director muy capaz, el P. María, O.C.D. Al cabo de tres años, María entró en un período de mayor paz y empezó a escalar las alturas de la contemplación. En 1690, escribió al P. Lorenzo un relato de la experiencia mística que había puesto fin al periodo de prueba. Las penitencias corporales que hacía la beata prueban que era de temperamento vehemente. En una época, solía disciplinarse diariamente, se apretaba la lengua con un anillo, se vertía cera derretida sobre la piel, y llegaba hasta suspenderse con cuerdas de una viga de su celda como si estuviese crucificada. Acerca de estas prácticas, citemos las palabras de su biógrafo, el P. Jorge O'Neill, S.J.: "Nadie está llamado a imitarlas y nadie está obligado a admirarlas." A los treinta años de edad, María de los Ángeles fue nombrada maestra de novicias y, tres años más tarde, superiora. Aceptó ambos cargos con repugnancia y los desempeñó con extraordinaria habilidad. Por consejo del Beato Sebastián Valfré, emprendió una nueva fundación en una casa pequeña y pobremente dotada. En 1703, habiendo vencido la oposición de las autoridades eclesiásticas y civiles, logró formar el núcleo de la nueva comunidad. El convento existe todavía. La beata hubiese querido trasladarse al nuevo convento; pero el pueblo de Turín se lo impidió, ya que, desde los miembros de la casa ducal de Saboya hasta el último de los habitantes, todos estaban acostumbrados a pedir consejo y oraciones a la superiora de Santa Cristina, sobre todo durante la guerra con los franceses.

   En los últimos treinta años de su vida, la madre María de los Ángeles tuvo una serie de experiencias y dones místicos, entre los que se contaba el "olor de santidad", en el sentido literal. En efecto, de su persona emanaba un aroma que se transfundía a sus vestidos y aun a los objetos que tocaba; era tan penetrante, que duraba largo tiempo. Dicho fenómeno existió sin interrupción desde 1702, Uno de los que dieron testimonio de ello fue el P. Constanzo, quien fue posteriormente arzobispo de Sassari de Cerdeña. El P. Constanzo declaró que "no era natural ni artificial, ni se parecía al perfume de las flores, o de las drogas aromáticas, o de los aromas químicos; era verdaderamente 'olor de santidad'." Según se dice, ciertas reliquias de la beata conservan todavía el aroma. Como tantos otros místicos, la Beata María de los Angeles tenía un gran sentido práctico, cosa muy útil en su cargo de superiora, pues tenía que llevar cuentas, vigilar a los obreros, etc. En 1717, las religiosas de Santa Cristina quisieron elegirla para el cargo de superiora por quinta vez, pero la beata alegó que su estado de salud le impediría dar ejemplo de observancia, y apeló al provincial y a su confesor; pero ambos se negaron a intervenir en la elección. Entonces, la madre María de los Angeles pidió a Dios que, si era su voluntad, la llamase pronto a gozar de El. Tres semanas después, estaba gravemente enferma. La beata había sido tan obediente durante su vida, que sus hermanas querían que se le impusiera por obediencia que recobrase la salud. Los superiores se negaron a ello, y la madre María de los Angeles comentó: "La obediencia manda lo que Dios quiere; por eso yo siempre quiero lo que la obediencia quiere. Si lo imposible fuese posible, yo haría lo que deseáis. Pero he insistido tanto ante el Corazón de Jesús que, finalmente, me ha escuchado y me da lo que le pedí. Ya no es hora de cambiar." En seguida bendijo a todas sus hermanas. El P. Constanzo le pidió que bendijese "a otra hija", sin decirle quién era; se trataba de la joven princesa de Carignano, quien había acudido a toda prisa al convento, al enterarse de que la madre María de los Angeles estaba agonizando. La beata dijo: "Que el Señor la bendiga y la despegue del mundo, porque todo se acaba." La madre María de los Angeles murió el 16 de diciembre de 1717. Siete años más tarde, fue introducida su causa, a instancias de Amadeo II de Saboya. La beatificación tuvo lugar en 1865.

   El P. Elias de Santa Teresa, quien conoció personalmente a la beata y tuvo ocasión de utilizar los trozos que quedaban de una autobiografía que ella escribió por obediencia, publicó una biografía titulada B. María degli Angeli. El P. G. O'Neill publicó un estudio (1909) titulado Bd Mary of the Angels, basado en la obra del P. Elias de Santa Teresa. En 1934 el P. Benedetto publicó otra biografía en italiano.

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