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martes, 25 de octubre de 2011

SAN CRISPÍN y SAN CRISPINIANO


25 de octubre

SAN CRISPÍN 
y
SAN CRISPINIANO,
 
Mártires
   Los gloriosos hermanos y mártires de Jesucristo san Crispín y san Crispiniano eran nobles patricios de Roma los cuales al ver los estragos que los perseguidores de la Iglesia hacían en el rebaño del Señor, robándoles los bienes y quitándoles después la vida con los más atroces suplicios, determinaron vender toda su ha cienda y trasladarla al cielo por las ma nos de los pobres. Hechos así pobres por amor de Cristo, pasaron a las Galias en compañía de san Quintín y otros celosos cristianos, para dar noticia de la fe a aquellas gentes idólatras. Después de muy largos y penosos viajes, en los cua les sembraron en varias poblaciones las semillas de la verdad evangélica, pusie ron su residencia en la ciudad de Soissons, y a ejemplo de san Pablo, que unía su ministerio apostólico con el tra bajo manual, nuestros santos hermanos enseñaban en todas las ocasiones opor tunas que se les ofrecían, la doctrina del Salvador del mundo, y se ganaban el sustento haciendo calzado. Escuchaban los infieles con asombro sus pláticas ad mirables y consejos de perfección nunca oídos, maravillándose más todavía de su vida santísima, y señaladamente de su caridad, desinterés, piedad y menospre cio de la gloria y vanidad del mundo, pues jamás les veían en los públicos regocijos y fiestas de los dioses; porque mientras los idólatras se entregaban a aquellos pasatiempos, los dos santos hermanos se postraban delante de una cruz, y oraban con gran fervor a Jesucristo. para que con su gracia alumbrase a aquellos hom bres tan ciegos. De esta manera con su vida ejemplar y santa conver sación redujeron a la fe gran muchedumbre de gentiles. En esta sazón vino a la Galia Bél gica el emperador Maximiano Hercúleo, y algunos idólatras se quejaron amargamente de los dos hermanos, diciendo que eran enemigos de los dioses, y que desasosegaban al pueblo inficionándole con una nueva superstición. El emperador, por deseo de complacer a los delatores, y por el odio que tenía al nombre cristiano, dio orden de que los dos hermanos fuesen presos y presentados al tribunal de Riccio Varo, tirano sangriento, a quien había hecho antes, gobernador de la Galia, y promovido ya en aquellos días a la dignidad de prefec to del Pretorio. Mandó este bárbaro juez que atormentasen a los dos santos con desapiadados azotes y después con los más rigurosos suplicios, con que solían probar la constancia de los mártires, has ta que viéndolos salir triunfantes de todos los tormentos, mandó degollarlos. Le vantaron los fieles de Soissons un tem plo suntuoso a la memoria de los santos Crispín y Crispiniano, y san Eligio ador nó magníficamente las urnas de sus sagrados cuerpos.

REFLEXIÓN
   En el glorioso catálogo de los santos figuran no pocos que concilia ron el trabajo manual y la fatiga del cuerpo con eminentísima santidad. San Pablo hacía tiendas de campañas, entre los demás apóstoles había pescadores, la bradores y de otros oficios, san José, la Virgen santísima y nuestro mismo divino Redentor se ganaron el pan con el sudor de su rostro. Pues, ¿qué perdón merecen aquellos cristianos tan reprensibles que con achaque de la pobreza que pasan, o del trabajo de que han de vivir, preten den excusar su pureza en las cosas de Dios y de su eterna salvación? ¿Por ven tura no puede el pobre labrador o artesa no tener a raya sus pasiones y vivir conforme a la ley del santo Evangelio?

ORACIÓN
   ¡Oh Dios! que nos alegras con la anual festividad de tus bienaventurados mártires Crispín y Crispiniano, concédenos propicio, que gocemos de sus méritos, y seamos instruidos con sus ejemplos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

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