jueves, 31 de mayo de 2012

FIESTA DE LA REALEZA DE MARÍA


31 de Mayo

FIESTA DE LA REALEZA DE MARÍA


   La realeza de Cristo es dogma fundamental de la Iglesia y a la par canon supremo de la vida cristiana.

   Esta realeza, consustancial con el cristianismo, es objeto de una fiesta inserta solemnemente en la sagrada liturgia por el Papa Pío XI a través de la bula QUAS PRIMAS del 11 de diciembre de 1925. Era como el broche de oro que cerraba los actos oficiales de aquel Año Santo.

   La idea primordial de la bula podría formularse de esta guisa: Cristo, aun como hombre, participa de la realeza de Dios por doble manera: por derecho natural y por derecho adquirido. Por derecho natural, ante todo, a causa de su personalidad divina; por derecho adquirido, a causa de la redención del género humano por El realizada.

   Si algún día juzgase oportuno la Iglesia -decía un teólogo español en el Congreso Mariano de Zaragoza de 1940- proclamar en forma solemne y oficial la realeza de María, podría casi transcribir a la letra, en su justa medida y proporción claro está, los principales argumentos de aquélla bula.

   Y así ha sido. El 11 de octubre de 1954 publicó Pío XII la encíclica AD CAELI REGINAM. Resulta una verdadera tesis doctoral acerca de la realeza de la Madre de Dios. En ella, luego de explanar ampliamente las altas razones teológicas que justifican aquélla prerrogativa mariana, instituye una fiesta litúrgica en honor de la realeza de María para el 31 de mayo. Era también como el broche de oro que cerraba las memorables jornadas del Año Santo concepcionista.

   El paralelismo entre ambos documentos pontificios y aun entre las dos festividades litúrgicas, salta a la vista.

   La realeza de Cristo es consustancial, escribíamos antes, con el cristianismo; la de María también. La realeza de Cristo ha sido fijada para siempre en el bronce de las Sagradas Escrituras y de la tradición patrística; la de María lo mismo.

   La realeza de Cristo, lo insinuábamos al principio, descansa sobre dos hechos fundamentales: la unión hipostática -así la llaman los teólogos, y no acierta uno a desprenderse de esta nomenclatura- y la redención; la de María, por parecida manera, estriba sobre el misterio de su maternidad divina y el de corredención.

   Ni podría suceder de otra manera. Los títulos y grandezas de Nuestra Señora son todos reflejos, en cuanto que, arrancando fontalmente del Hijo, reverberan en la Madre, y la realeza no había de ser excepción. La Virgen, escribe el óptimo doctor mariano San Alfonso de Ligorio, es Reina por su Hijo, con su Hijo y como su Hijo. Es patente que se trata de una semejanza, no de una identidad absoluta.

   "El fundamento principal -decía Pío XII-, documentado por la tradición y la sagrada liturgia, en que se apoya la realeza de María es, indudablemente, su divina maternidad. Y así aparecen entrelazadas la realeza del Hijo y la de la Madre en la Sagrada Escritura y en la tradición viva de la Iglesia. El evangelio de la maternidad divina es el evangelio de su realeza, como lo reconoce expresamente el Papa; y el mensaje del arcángel es mensaje de un Hijo Rey y de una Madre Reina.

   Entre Jesús y María se da una relación estrechísima e indisoluble -de tal la califican Pío IX y Pío XII-, no sólo de sangre o de orden puramente natural, sino de raigambre y alcance sobrenatural trascendente. Esta vinculación estrechísima e indisoluble, de rango no sólo pasivo, sino activo y operante, la constituye a la Virgen particionera de la realeza de Jesucristo. Que no fue María una mujer que llegó a ser Reina. No. Nació Reina. Su realeza y su existencia se compenetran. Nunca, fuera de Jesús, tuvo el verbo "ser" un alcance tan verdadero y sustantivo. Su realeza, al igual que su maternidad, no es en Ella un accidente o modalidad cronológica. Más bien fue toda su razón de ser. Predestinóla el cielo, desde los albores de la eternidad, para ser Reina y Madre de misericordia.

   Toda realeza, como toda paternidad, viene de Dios, Rey inmortal de los siglos. Pero un día quiso Dios hacerse carne en el seno de una mujer, entre todas las mujeres bendita, para así asociarla entrañablemente a su gran hazaña redentora. y este doble hecho comunica a la Virgen Madre una dignidad, alteza y misión evidentemente reales.

   Saliendo al paso de una objeción que podría hacerse fácilmente al precedente raciocinio, escribe nuestro Cristóbal Vega que, si la dignidad y el poder consular o presidencial resulta intransferible, ello se debe a su peculiar naturaleza o modo de ser, por venir como viene conferido por elección popular. Pero la realeza de Cristo no se cimenta en el sufragio veleidoso del pueblo, sino en la roca viva de su propia personalidad.

   Y, por consecuencia legítima, la de su Madre tampoco es una realeza sobrevenida o episódica, sino natural, contemporánea y consustancial con su maternidad divina y función corredentora. Con atuendo real, vestida del sol, calzada de la luna y coronada de doce estrellas vióla San Juan en el capítulo 12 del Apocalipsis asociada a su Hijo en la lucha y en la victoria sobre la serpiente según que ya se había profetizado en el Génesis.

   Y esta realeza es cantada por los Santos Padres y la sagrada liturgia en himnos inspiradísimos, que repiten en todos los tonos el "Salve, Regina".

   Hable por todos nuestro San Ildefonso, el capellán de la Virgen, cantor incomparable de la realeza de María, que, anticipándose a Grignon de Monfort y al español Bartolomé de los Ríos agota los apelativos reales de la lengua del Lacio: Señora mía: Dueña mía, Señora entre las esclavas, Reina entre las hermanas Dominadora mía y Emperatriz.

   Realeza celebrada en octavas reales, sonoras como sartal de perlas orientales y perfectas como las premisas de un silogismo coruscante, por el capellán de la catedral primada don José de Valdivielso cuando, dirigiéndose a la Virgen del Sagrario, le dice:

   Sois, Virgen santa, universal Señora
de cuanto en cielo y tierra ha Dios formado;
todo se humilla a Vos, todo os adora
y todo os honra y a vuestro honrado;
que quien os hizo de Dios engendradora,
que es lo que pudo más haberos dado,
lo que es menos os debe de derecho,
que es Reina universal haberos hecho.
    Los dos versos finales se imponen con la rotundidez lógica de una conclusión silogística.

   En el 2º concilio de Nicea, VII ecuménico, celebrado bajo Adriano en 787, leyóse una carta de Gregorio II (715-731) a San Germán, el patriarca de Constantinopla, en que el Papa vindica el culto especial a la "Señora de todos y verdadera Madre de Dios".

   Inocencio III (1198-1216) compuso y enriqueció con gracias espirituales una preciosa poesía en honor de la Reina y Emperatriz de los ángeles.

   Nicolás IV (1288-1292) edificó un templo en 1290 a María, Reina de los Angeles.
    Juan XXII (1316-1334) indulgenció la antífona "Dios te salve, Reina", que viene a ser como el himno oficial de la realeza de María.

   Los papas Bonifacio IX, Sixto IV, Paulo V, Gregorio XV, Benedicto XIV, León XIII, San Pío X, Benedicto XV y Pío XI repiten esta soberanía real de la Madre de Dios.

   Y Pío XII, recogiendo la voz solemne de los siglos cristianos, refrenda con su autoridad magisterial los títulos y poder reales de la Virgen y consagra la Iglesia al Inmaculado Corazón de María, Reina del mundo. Y en el radiomensaje para la coronación de la Virgen de Fátima, al conjuro de aquellas vibraciones marianas de la Cova da Iria, parece trasladarse al día aquel, eternamente solemne, al día sin ocaso de la eternidad, cuando la Virgen gloriosa, entrando triunfante en los cielos, es elevada por los serafines bienaventurados y los coros de los ángeles hasta el trono de la Santísima Trinidad, que, poniéndole en la frente triple diadema de gloria, la presentó a la corte celeste coronada Reina del universo... "Y el empíreo vio que era verdaderamente digna de recibir el honor, la gloria, el imperio, por estar infinitamente más llena de gracias, por ser más santa, más bella, más sublime, incomparablemente más que los mayores santos y que los más excelsos ángeles, solos o todos juntos; por estar misteriosamente emparentada, en virtud de la maternidad divina, con la Santísima Trinidad, con Aquel que es por esencia Majestad infinita, Rey de reyes y Señor de señores, como Hija primogénita del Padre, Madre ternísima del Verbo, Esposa predilecta del Espíritu Santo, por ser Madre del Rey divino; de Aquel a quien el Señor Dios, desde el seno materno, dio el trono de David y la realeza eterna de la casa de Jacob; de Aquel que ofreció tener todo el poder en el cielo y en la tierra. El, el Hijo de Dios, refleja sobre su Madre celeste la gloria, la majestad, el imperio de su realeza, porque, como Madre y servidora del Rey de los mártires en la obra inefable de la redención, le está asociada para siempre con un poder casi inmenso en la distribución de las gracias que de la redención derivan..."

Por esto la Iglesia la confiesa y saluda Señora y Reina de los ángeles y de los hombres.

Reina de todo lo creado en el orden de la naturaleza y de la gracia.

Reina de los reyes y de los vasallos.

Reina de los cielos y de la tierra.

Reina de la Iglesia triunfante y militante.

Reina de la fe y de las misiones.

Reina de la misericordia.

Reina del mundo, y Reina especialmente nuestra, de las tierras y de las gentes hispanas ya desde los días del Pilar bendita.

Reina del reino de Cristo, que es reino de "verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz".

   Y en este reino reinado de Cristo que es la Iglesia santa es Ella Reina por fueros de maternidad y de mediación universal y, además, por aclamación universal de todos sus hijos.

   En este gran día jubilar de la realeza de María renovemos nuestro vasallaje espiritual a la Señora y con fervor y piedad entrañables digámosla esa plegaria dulcísima, de solera hispánica, que aprendimos de niños en el regazo de nuestras madres para ya no olvidarla jamás:

   "Dios te salve, Reina y Madre de misericordia; Dios te salve...

                                                                                     FILIBERTO DÍAZ PARDO. (1)


  • MARÍA REINA, De la "Mística Ciudad de Dios". Ven. Sor María de Jesús de Agreda.



  • LA REINA DEL CIELO EN LA RESURRECCIÓN DE SU DIVINO HIJO, Ven. Sor María de Jesús de Agreda, de la (Mística Ciudad de Dios", Libro VI, Cap. 26.



  • MARÍA SANTÍSIMA, NUESTRA REINA, San Luis María Grignion de Montfort, de su "Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen

SANTA ÁNGELA DE MERICI, Virgen


31 de Mayo



SANTA ÁNGELA
DE MERICI, 
Virgen



 Quien guardare y enseñare mis mandamientos, grande
será llamado en el reino de los cielos.
(Mateo, 5,19).

   La gloria de los servicios inmensos prestados a la religión y a la sociedad desde hace más de tres siglos por las religiosas ursulinas, recae, después de Dios, en la santa cuya fiesta celebramos hoy. Una visión que tuvo un día mientras estaba en oración, la confirmó en el proyecto que había concebido de consagrarse a la instrucción cristiana de la juventud de su sexo. Con este objeto, asoció a algunas vírgenes cristianas, les redactó un reglamento de vida y dio a la congregación el nombre de Ursulinas, temiendo que, después, se la llamase con su nombre. La nueva sociedad hizo un bien inmenso en Brescia y sus alrededores, Y fue elevada al rango de orden religiosa cuatro años después de la muerte de Ángela, que acaeció el 27 de enero de 1540.

MEDITACIÓN SOBRE
 LAS TRES CLASES DE CARIDAD

   I. La primera caridad que debemos al prójimo, es el alimento y el vestido. Quien tiene bienes de este mundo, y viendo a su hermano en necesidad cierra las entrañas, ¿cómo es posible que resida en él el amor de Dios? ¿Haces tú caridad según tus medios? ¿O imitas, acaso, al rico epulón que daba espléndidos festines mientras Lázaro a su puerta se moría de hambre? ¡Cuán terrible será oír: Tuve hambre y no me diste de comer, estuve desnudo y no me vestiste!

   II. La segunda caridad que debemos a nuestros hermanos, es el pan de la inteligencia, la verdad religiosa. Instruyendo a los ignorantes continuamos la obra de Jesucristo. Una de las señales que da Él de la venida del Mesías, es que los pobres son evangelizados. Esta obligación se hace obligación de justicia si se trata de nuestros hijos. Recordad, padres y madres, que no sólo habéis engendrado para esta vida perecedera a vuestros hijos, sino para la vida eterna; y la vida eterna consiste en conoceros a Vos, que sois el solo Dios verdadero, y a Jesucristo a quien Vos habéis enviado. (Evangelio de San Juan).

   III. Después de haber ilustrado la inteligencia, hay que formar el corazón y elevarlo hasta Dios. Si no podemos por nosotros mismos cumplir este deber de caridad para con el prójimo, ¿no podríamos acaso hacerla cumplir por medio de otros, favoreciendo las escuelas en las que los niños son formados en la religión y en la piedad? ¿Hemos confiado, por lo menos, a nuestros hijos a personas capaces de desarrollar en ellos el germen de piedad que nosotros hemos debido sembrar en su corazón? No confiaríamos nuestros caballos a un conductor inexperto, y se entregan los hijos al primero que venga. (San Juan Crisóstomo).

La buena educación de los hijos 
Orad por las órdenes docentes.

ORACIÓN

   Oh Dios, que os dignasteis serviros de la bienaventurada Ángela para hacer florecer en la Iglesia una sociedad de vírgenes sagradas, concedednos, por su intercesión, que vivamos como ángeles, a fin de que, renunciando a todas las cosas terrenales, merezcamos gozar un dia de los júbilos eternos. Por J. C. N. S.  Amén.

 

SANTA PETRONILA, Virgen


31 de Mayo


SANTA PETRONILA,
Virgen



   Fue santa Petronila una doncella romana, a quien el Príncipe de los apóstoles poco después de entrar en Roma convirtió a la fe juntamente con toda su familia. Y porque la engendró para Jesucristo por el bautismo, ella le amaba y le tenía una tierna devoción, y se llamaba hija de san Pedro, aunque no según la carne, sino según el espíritu. Deseaba esta santa virgen padecer mucho por Jesucristo que por su amor había muerto en la cruz, y el Señor le dio por cruz e1 lecho del dolor, donde estuvo por muchos años herida de perlesía en todos los miembros de su cuerpo. Visitábanle con frecuencia san Pedro y otros fieles de Roma, y como le dijesen que por qué sanando él a tantos enfermos y siendo piadoso para todos, para solo ella era cruel; levántate, pues, Petronila, dijo,  sírvenos a la mesa. Levantóse la santa como si nunca hubiese estado enferma, y después de haber servido a la mesa, con asombro de todos, les dijo san Pedro: "no es eso lo que le conviene, sino estar enferma"; y así volvió a hallarse paralítica como antes, hasta la muerte del santo apóstol y luego sanó de todas sus enfermedades. Salió tan aventajada en la virtud, que como dicen las actas, con sola su voluntad sanaba de repente a los enfermos. Enamoróse ciegamente de ella un caballero noble romano, llamado Flaco, quien con gente de guerra vino a casa de Petronila para llevársela por esposa. Rospondióle la hermosísima virgen: «aguarda tres días, y al cabo de ellos vengan las doncellas que me acompañen a tu casa» Con esta respuesta quedó Flaco contento, y ella que había ofrecido su virginidad a Jesucristo, gastó los tres días en perpetua oración y ayunos, suplicándole con muchas lágrimas y grande, afecto que la librase de aquel peligro, y no permitiese que ella contra su voluntad perdiese lo que le había prometido y tanto deseaba conservar. Vino al tercer día a su casa un santo sacerdote llamado Nicomedes, díjole misa y dióle el santísimo Sacramento; y en recibiéndole se inclinó sobre su cama y dio su espíritu a Dios. Vinieron aquel día las doncellas que Flaco enviaba para acompañarla y llevarla a su casa, y hallándola muerta, en lugar de celebrar las bodas, celebraron sus exequias. El cuerpo de la santa fue sepultado en la vía Ardeatina y después trasladado con gran solemnidad a la basílica del príncipe de los apóstoles san Pedro en tiempo del Papa Paulo, primero de este nombre.

REFLEXIÓN
  Dichosa y bienaventurada virgen, muy amada del Señor después de haber sido probada como la plata y purificada como el oro en el crisol de la enfermedad. Acontece con harta frecuencia que esos trabajos que humillan al hombre y rinden el cuerpo, son el mejor remedio para sanar el alma; porque entonces vemos claramente y mejor que con todas las meditaciones, la brevedad y fragilidad de nuestra vida y la nada de nuestro ser y la vanidad de las cosas del mundo. ¿A cuántos ha sido ocasión de perderse la salud, o la posesión de los demás bienes temporales, en que el mundo cifra la humana felicidad? Mas cuando la salud está quebrantada, empieza a entrar el hombre dentro de si, y a acordarse de Dios en quien solamente puede hallar su   verdadera, sólida y eterna dicha.

ORACIÓN

   Óyenos, Señor y salvador nuestro, para que la espiritual alegría con que celebramos la festividad de tu bienaventurada virgen Petronila, vaya acompañada de verdadera devoción.. Por J. C. N. S. Amén.

miércoles, 30 de mayo de 2012

SANTA JUANA DE ARCO, Virgen


30 de Mayo


SANTA JUANA DE ARCO,
Virgen



 Bienaventurados los que padecen persecución por la
justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
(Mateo, 5,10).

   Nacida en Domrémy en 1412, Juana de Arco, hija de un humilde campesino, fue inspirada por voces sobrenaturales y, a la edad de 17 años, persuadió al rey de Francia, Carlos VII, a que la pusiese al frente de un ejército contra los invasores ingleses. Después de varias victorias, seguidas de la consagración de Carlos VII en Reims, Juana fue capturada por los borgoñones y entregada a los ingleses, que la hicieron quemar viva el 31 de mayo de 1431. Fue canonizada en 1920.

MEDITACIÓN
 EL SECRETO PARA SER FELIZ
EN ESTE MUNDO

   I. ¿De dónde proviene que encuentras la vida penosa y fastidiosa? Es porque deseas muchas cosas que no puedes tener, y porque tienes aversión al esta do en el que estás. No quieres ser pobre, estar enfermo o ser despreciado; cuando esto te acaece, caes en la desesperación: quisieras estar siempre sano, ser siempre rico, siempre estimado; si esto te falta estás triste. ¡Ah! si supieses padecer las pruebas de la vida no desear lo que no tienes, ¡cuán dichoso serias! Desgraciados ante los ojos de los ignorantes, los santos no pueden ser sino dichosos. (Salviano).

   II. ¿Acaso no es ser feliz en esta vida tener las promesas de la vida eterna? Los que sufren tienen estas promesas, porque Nuestro Señor les ha asegurado que serán consolados en el cielo; por el contrario. Él condena al rico malo que gozó toda suerte de bienes en este mundo. ¡Dichosos del siglo: cuidado, vuestra dicha es el triste presagio de la desdicha eterna que os espera en la otra vida!

   III. Jesucristo ha venido a este mundo a enseñamos el secreto para ser felices, no sólo en la otra vida sino aun en ésta. Para ello, nos ha recomendado el amor a los sufrimientos. Los santos lo han imitado, y han vivido muy contentos en medio de las tribulaciones de este mundo. Estás en un error, hermano mío, si quieres regocijarte en el mundo, y vivir después con Jesucristo en el cielo. (San Jerónimo).

 La paciencia 
Orad por los afligidos.

ORACIÓN

   Escuchadnos, Señor, Dios Salvador nuestro, y haced que, así como nos regocijamos con la fiesta de vuestra bienaventurada virgen Juana, obtengamos provecho, en nuestra inteligencia, de estos sentimientos de piedad y de devoción.  Por J. C. N. S.  Amén.

SAN FERNANDO, Rey de Castilla y de León


30 de Mayo


SAN FERNANDO,
Rey de Castilla y de León



Roguemos incesantemente, en nuestras oraciones al Señor
 que nos dé reyes o gobernantes como San Fernando, 
que merezcan las bendiciones y no las maldiciones de sus pueblos

   El gloriosísimo rey san Fernando fue hijo de don Alfonso IX, rey de León y de doña Berenguela, la cual le crió a sus pechos, y así con la leche parece que mamó sus santas virtudes. Jamás dejó de obedecerla como a madre; y como algunos de los ricos hombres murmurasen de que después de ser rey estuviese tan rendido a su madre, dijo el rey santo: «En dejando de ser hijo, dejaré de serle obediente». Poseía en altísímo grado todas las prendas reales, y con sus virtudes tenía tan ganados a sus vasallos, que era más rey de sus corazones que de las ciudades de su reino. Tomó en sus manos la .espada para hacer guerra a los moros que tiranizaban gran parte de España; pacificó los reinos de Castilla y de León, hizo tributarios a los reinos de Valencia y de Granada, conquistó los de Murcia, Córdoba, Jaén y Sevilla, y varios príncipes de África solicitaron su amistad con decentes partidos. En treinta y cinco años que peleó se contaron siempre sus batallas por sus victorias y sus empresas por sus triunfos. Nunca desnudé la espada (decía él) ni cerqué ciudad ni castillo, ni salí a empresa, que no fuese mi único motivo el dilatar la fe de Cristo; y por la mayor gloria y servicio de Dios no rehusaba ningún trabajo de la guerra, como si fuera soldado particular, hasta dormir en el duro suelo, y hacer las centinelas por su turno con los demás soldados en el sitio de Sevilla. Cuidaba mucho del alivio de sus vasallos, y no quería imponer nuevos tributos; y cuando se lo aconsejaban sus ministros con el buen pretexto de hacer guerra a los moros, respondía: "Más temo las maldiciones de una viejecilla pobre de mi reino, que a todos los moros del África". Ganada la ciudad de Sevilla, dispuso una solemnísima procesión de toda la gente lucida del ejército, de la nobleza, del clero y de los obispos, viniendo al fin la venerable efigie de nuestro Señora de los Reyes en un carro triunfal de plata. Los templos y oratorios que edificó a la Virgen santísima pasaron de dos mil. Finalmente después de un gloriosísimo reinado, conociendo el santo Monarca que se llegaba su fin, antes de que lo mandasen los médicos, se confesó para morir y pidió la sagrada Eucaristía, la cual recibió arrojándose de la cama y postrándose sobre la tierra con una soga al cuello. Despidióse después de la reina Juana y de sus hijos, pidió humildemente a los circunstantes que si tenían alguna queja de él, le perdonasen; y respondiendo que no tenían ninguna que perdonar, alzó ambas manos al cielo diciendo: «Desnudo nací del vientre de mi madre a la tierra y desnudo vuelvo a ella» Mandó luego que cantasen el Te Deum, y en el segundo verso que dice, «a ti Eterno Padre venera toda la tierra» inclinó la cabeza y entregó su espíritu a Dios.

REFLEXIÓN
  Dicen los historiadores: «Cuando murió el rey don Fernando todo el reino hizo un gran sentimiento: los hombres se mesaban las barbas y las mujeres principales se arrancaban los cabellos, y sin atender al decoro de sus personas, salían por las calles llorando y poblando de clamores el aire. Todos lloraban y decían: Ojalá no hubiese nacido, o no hubiese muerto el príncipe. Y hasta el mismo Alhamar mandó cien moros con achas encendidas a sus exequias» No nos olvidemos pues de rogar incesantemente, en nuestras oraciones al Señor que nos dé reyes o gobernantes como san Fernando, que merezcan las bendiciones y no las maldiciones de sus pueblos.

ORACIÓN

   Oh Dios, que concediste al bienaventurado Fernando, tu confesor, que pelease tus batallas y que venciese a los enemigos de tu fe, concédenos por su intercesión la victoria de nuestros enemigos corporales y espirituales. Por J. C. N. S. Amén.

SAN GENADIO Obispo y Confesor


30 de Mayo

SAN GENADIO
Obispo y Confesor

 
   El nombre de Genadio comienza a hacerse célebre allá por el año 890, cuando el rey Alfonso el Magno dio un decreto organizando la repoblación de las tierras arrancadas al dominio musulmán en las riberas del Duero. Es entonces cuando aparece Genadio en el valle del Bierzo. Aparece rodeado de otros doce hombres, vestidos todos ellos con la cogulla monacal. Llevan libros, aperos,  ganados, bueyes, semillas y herramientas. Van en busca de las antiguas ruinas donde, dos siglos antes, florecieran los grandes focos de vida monástica creados por San Fructuoso y San Valerio. Los expedicionarios se detienen primero en San Pedro de Montes. Pasan unos años, y el monasterio vuelve a surgir lleno de vida y de actividad. Todo ha quedado transformado en poquísimo tiempo. Ahora todo es allí paz, oración, trabajo, arte, riqueza, prosperidad. Y a San Pedro de Montes siguen después otros varios monasterios. Hasta que el nombre del afanoso y emprendedor abad llega a los oidos del clero de Astorga, el cual le llama a ocupar su silla episcopal. Él rehúsa la oferta, pero el rey le fuerza a aceptarla. Entonces se traslada a su nuevo destino, donde sigue la misma vida y los mismos nobles ideales que le habían hecho feliz en el monasterio. Pero la nueva dignidad no acaba de llenarle; el recuerdo de su amada soledad le persigue sin descanso. Hasta que un dia renuncia a la mitra y toma a sumergirse de nuevo en el fecundo silencio de sus monasterios bercianos. Allí le sorprendió la muerte el año 936.

SAN FÉLIX I, Papa y Mártir


30 de Mayo

SAN FÉLIX I,
Papa y Mártir



   San Félix I fue natural de Roma e hijo de Constancio. Sucedió en el Sumo Pontificado a San Dionisio. Fue Papa en tiempos de Aureliano, emperador, el cual, aunque en los primeros años de su Imperio, por estar muy ocupado en grandes guerras, dejó vivir en paz a los cristianos; pero después que alcanzó ilustres victorias de sus enemigos y triunfó de ellos en Roma, movió persecución contra la Iglesia de Cristo, y fue la novena que ella padeció, y murieron muchos gloriosos Mártires del Señor por los edictos y crueldad de Aureliano, y entre ellos nuestro Santo Pontífice Félix I, después de haberlo sido cinco años y algunos meses más.

   En tiempos de San Félix salieron del infierno herejes para hacer guerra a la Iglesia Católica, Paulo Samosateno de Antioquía, sirio de nación, y Manés, persa, caudillo y autor de la secta de los Maniqueos, que duró y afligió tantos años a la Iglesia del Señor. Pero Félix se opuso valerosamente a ellos y escribió una carta maravillosa a Máximo, obispo de Alejandría, de la divinidad y humanidad del Hijo de Dios y de las dos naturalezas distintas en una persona, en la cual gravemente confuta los errores de Paulo Samosateno y de Sabelio; y de esta epístola se hace mención en el Concilio Calcedonense, y San Cirilo Alejandrino la cita, y se vale de la autoridad de ella contra los herejes.

   Ordenó que nadie osase celebrar, sino sólo los sacerdotes; que la Misa no se pudiese decir fuera del templo, ni en otro lugar, sin grandísima necesidad; lo cual establecieron también otros Papas y Concilios, juzgando ser menos inconveniente no oír Misa, que oírla en lugar profano e indecente.

   Determinó que si acaso se dudase de si alguna Iglesia estaba consagrada o no, que en tal duda se pudiese tornar a consagrar; pues no se puede decir que se torna a hacer lo que no se sabe de cierto haberse hecho una vez. Hizo decreto que se celebrasen Misas en honor y memoria de los Mártires, como hasta entonces se había usado en la Iglesia, aunque no había decretos de ello. Su martirio fue en el año del Señor 274. Su santo cuerpo fue sepultado en la Vía Aurelia, dos millas de Roma, en un cementerio propio suyo, en donde él había hecho y consagrado un templo.

martes, 29 de mayo de 2012

SANTA MARÍA MAGDALENA MAGDALENA DE PAZZI, Virgen


29 de Mayo


SANTA MARÍA MAGDALENA
MAGDALENA DE PAZZI,
Virgen



 Si alguno quiere venir en pos de Mí, 
que se renuncie a sí mismo,
  que tome su cruz cada día y que me siga.
(Lucas, 9, 23).

   Santa María Magdalena de Pazzi, aun en la flor de la edad, obtuvo, a fuerza de insistencia, de sus padres, el permiso para entrar en el monasterio de las carmelitas de Florencia. Mostró, desde el comienzo, una virtud consumada. Tan admirable era su oración, que pasaba a veces ocho días en éxtasis. Éstas y otras gracias extraordinarias fueron tachadas de ilusiones, y la santa fue sometida, durante cinco años enteros, a las más rudas pruebas. Finalmente, Dios devolvióle la calma y la consoló con su divina presencia. Recibió el don de milagros y de profecía, y murió en el año 1607, a la edad de 41 años.

MEDITACIÓN SOBRE
 LA VIDA DE SANTA MARÍA
 MAGDALENA DE PAZZI

   I. Esta santa amó a Dios desde que tuvo suficiente razón como para conocerlo. Aislábase para orar; pasaba horas enteras ante el Santísimo Sacramento; su Bienamado sin cesar estaba presente en su memoria. ¿Has comenzado tú a amar a Dios? ¡Des de hace ya mucho tiempo lo conoces y muy poco lo has amado!

   II. Ella despreció todas las ventajas temporales que le aseguraban sus hermosas cualidades, y desde que conoció la vanidad del mundo, apresuróe a dejarlo, protestando que estaba dispuesta a soportar todos los suplicios antes que permanecer en él. Mira tú las grandezas, las riquezas y los placeres con los ojos de la fe, y no tendrás sino desprecio por lo que el mundo adora. Pon los ojos en el cielo, allí es donde debes poner todas tus esperanzas. He aprendido a pisar la tierra y no a adorarla, no me es lícito poner en las cosas inanimadas las esperanzas de mi vida. (San Clemente de Alejandría).

   III. La oración continua de esta santa era la fuente de todas sus virtudes. Hacíala amar a Dios únicamente, y despreciar todo lo que no fuera Dios. Tú no podrás formarte alta idea de Dios, porque no piensas en Él, porque no conversas con Él. Gusta de la oración, ella te desasirá de la tierra y te unirá por entero a Dios; haz tu jaculatoria el lema de esta santa: ¡Sufrir o morir!

La castidad 
Orad por los que están afligidos.

ORACIÓN

   Oh Dios, amador de la virginidad, que habéis abrasado de vuestro amor y adornado con vuestros dones celestiales a vuestra bienaventurada virgen María Magdalena, haced que honrando su memoria, imitemos su pureza y su castidad. Por J. C. N. S. Amén.

SAN MAXIMINO, Obispo de Tréveris


29 de Mayo


SAN MAXIMINO,
Obispo de Tréveris



   Fue san Maximino natural de la ciudad de Poitiers, fue hijo de padres clarísimos en linaje, descendientes de senadores. Tuvo por hermano a san Majencio, que fue obispo de Poitiers, y él a su vez lo fue de Tréveris, por nombramiento de san Agricio y consentimiento de todos los clérigos. Grandes fueron las cosas que hizo en defensa de la fe católica sin temer jamás al emperador Constancio, hereje arriano. Cuando todo el Oriente se levantó contra el glorioso san Atanasio, que andaba huido y desterrado, no hallando donde acogerse en todo el imperio, san Maximino le recibió y le tuvo hospedado en su casa hasta que pasó aquella tempestad. Hizo juntar un concilio en Colonia para excomulgar y privar de la cátedra al obispo Eufrates, hereje, que perdía aquella tierra. Hallóse también en el concilio celebrado en Milán para expulsar a los herejes Eusebinos, y de acuerdo con san Atanasio y el Papa Julio y el célebre Osio de Córdoba, propuso san Maximino al emperador Constancio la necesidad de un concilio general que se celebró en Sárdica, donde fue de nuevo restablecido en su silla san Atanasio, y depuestos los principales Eusebianos. A aunque estos se reunieron después en Filipópoli de Tracia y tuvieron allí un conciliábulo que llamaron de Sárdica, para confundir con este equívoco las decisiones del verdadero concilio, y osaron excomulgar a san Maximino, al Papa Julio, a Osio y a san Atanasio, no pudieron con toda su malicia prevalecer sobre la entereza con que el santo defendió la verdadera fe. Acreditó el glorioso san Maximino la verdad católica alumbrando ciegos, sanando paralíticos, curando endemoniados y obrando muchos y extraños prodigios. Yendo una vez camino de Roma con san Martín, un oso feroz les mató el jumentillo que les llevaba la ropa; entonces san Maximino mandó al fiero animal   que tomase sobre sí la carga, lo cual hizo el oso llévándola hasta un lugar llamado Ursaria, donde san Maximino lo despidió. Final mente lleno de méritos y trabajos, murió en Poitiers, y su sagrado cuerpo fue trasladado a Tréveris con grande solemnidad, obrando el Señor por él innumerables prodigios. El terror a los normandos, que pasaban a sangre y fuego los templos y monasterios, movió a algunos religiosos a ocultar las reliquias de san Maximino en el año 882, dentro de una cueva; con este motivo se perdió la noticia de ellas, hasta que habiéndose caído una grande peña, abrió con el gol pe parte del sepulcro, y fueron descubiertas por la fragancia que despedían, y se vio con admiración de todos entero el santo cuerpo, e intactos sus vestidos al cabo de tantos años.

REFLEXIÓN
  Quiere Dios para gloria su ya y de sus santos que los animales y la naturaleza les estén sujetos, como se veía en san Maximino. ¿Y, qué hombre tan ciego hay que no vea por estos argumentos que la religión católica que autorizan los santos con sus milagros, es la que enseñó a los hombres aquel mismo Dios omnipotente que hizo el cielo y la tierra? Recibámosla pues de su mano divina como hemos recibido de ella el cuerpo y el alma; y así como le somos agradecidos por la luz de los ojos que nos ha dado, tanto y mucho más debemos darle gracias por la luz sobrenatural de la fe, que ha infundido en nuestras almas, y por la revelación que ha hecho a los hombres de su divina verdad por medio de Jesucristo, testigo de sus soberanos secretos.

ORACIÓN

   Suplicámoste, oh Dios todopoderoso, que en esta venerable solemnidad de tu confesor y pontífice san Maximino, acrecientes en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de nuestra eterna salud. Por J. C. N. S. Amén.

SANTA BONA DE PISA, Virgen


29 de Mayo


SANTA BONA DE PISA,
Virgen




   Es llamada, no sin razón, la virgen viajera, con toda la intrepidez que significaban los largos viajes en el siglo XII. Se dice que desde muy niña tuvo visiones sobrenaturales, y a los diez años se consagró a Dios bajo la regla agustiniana, lo que nos puede hacer pensar que su futuro era la tranquilidad de un claustro. Nada más lejos de la realidad, porque no hubo mujer más andariega en su tiempo. Ya a los catorce años emprende su primer viaje para ver a su padre, que estaba cerca de Jerusalén luchando en las cruzadas. A su regreso cae en poder de unos piratas musulmanes, sufre heridas, conoce el cautiverio y finalmente es rescatada por unos compatriotas. Esta aventura parece espolearla a lanzarse otra vez a los caminos, siempre guiada por la fe y la caridad. Roma está muy cerca y no dejará de ir, pero ¿por qué no peregrinar también a la Santiago de Compostela, con una piadosa multitud a la que puede prestar la asistencia y los servicios de una buena hermana? Nueve veces, nada menos, hará este camino. Y, como era de esperar, la última enfermedad la sorprende por los caminos, y muere en su ciudad natal muy poco después de su regreso, en 1207. Es la Santa Patrona de las azafatas italianas, por la solicitud y atención que prestaba a todos en sus muchos viajes.

BEATO MARCELINO CHAMPAGNAT, Fundador


29 de Mayo


BEATO MARCELINO 
CHAMPAGNAT,
Fundador



   Marcelino Champagnat fue un sacerdote francés, que fundó la congregación de los Hermanos Maristas. Nació el año 1789, el mismo año de la Revolución Francesa, en Rosey, una aldeita en las estribaciones de los montes de Pilat, al sur de Lyon. Sus padres, Juan Bautista y María Teresa, tuvieron 10 hijos, Marcelino fue el noveno. Durante su infancia, trabajó en casa: su familia poseía una pequeña granja y un molino. A los diez años comenzó a ir a la escuela, pero a los pocos días se desanimó y no volvió.

   A los catorce años, pasó por su casa un buen sacerdote que iba "reclutando" jóvenes para el seminario; se fijó en Marcelino y le animó: "Tienes que estudiar para ser sacerdote.  Dios lo quiere." Y Marcelino se decidió. Ingresó en el Seminario menor y comenzó sus estudios con muchos problemas: Como no había ido a la escuela, apenas sabía leer y escribir.  Suspendió el primer curso y "le invitaron" a quedarse en su casa. Pero Marcelino no se desanimó y continuó estudiando. Después de muchos esfuerzos, fue pasando los cursos (aunque con notas más bien flojas) y pasó al Seminario mayor, en Lyon.  Tenía ya 24 años. Allí, junto con otros seminaristas compañeros de estudios, empezó a madurar la idea de fundar una congregación de Hermanos, dedicados a la enseñanza y a enseñar el catecismo a los niños. Tres años después fue ordenado sacerdote y lo destinaron a La Valla, un pueblecito medio perdido en los montes de Pilat.  Y allí se dirigió.

   La verdad es que el pueblo estaba hecho una pena: los niños no tenían escuela ni nadie que les enseñara el catecismo, y los mayores apenas iban a la iglesia. Marcelino empezó a hablar con la gente, se hizo cercano a todos, y el pueblo lo aceptó de buen grado. Un día lo llamaron para atender a un muchacho que estaba muy enfermo en un caserío de los montes. El muchacho se llamaba Juan Bautista Montagne, tenía 17 años y se estaba muriendo.   Marcelino intentó confesarlo, pero se dio cuenta de que nunca había ido a la iglesia y apenas había oído hablar de Dios. Marcelino lo instruyó brevemente en las verdades de nuestra fe, lo confesó y a los pocos momentos, el muchacho murió.

   Esta triste experiencia impresionó fuertemente al P. Champagnat y, recordando sus proyectos del seminario, le decidió a fundar una congregación de Hermanos que se dedicaran a la enseñanza y a la instrucción religiosa de niños y jóvenes, especialmente de los más necesitados. Enseguida dio los primeros pasos, y el 2 de enero de 1817 reunió, en una casita alquilada cerca de la parroquia, a dos jóvenes que le habían manifestado su deseo de ser religiosos.   Se llamaban Juan María Granjon y Juan Bautista Audras.   Éste fue el principio de los Hermanos Maristas.

   Pronto acudieron otros jóvenes. Marcelino les ayudó a organizar su vida en comunidad: oración y trabajo, formación personal, sencillez y pobreza. Inculcándoles una filial devoción a la Virgen María, bajo cuya protección se puso, desde el primer momento, la naciente congregación. Después de un periodo de formación, el P. Champagnat les dio un hábito religioso y los jóvenes hicieron sus primeros votos. Al cabo de un año, Marcelino abrió una escuela en La Valla y en seguida se hicieron cargo de ella los Hermanos. Después de esta primera escuela vinieron muchas más. Los párrocos y alcaldes de los pueblos vecinos se disputaban a los Hermanos. Así, el Instituto de los Hermanos Maristas comenzó a crecer, no sin dificultades, y hubo que construir una nueva casa, porque en La Valla ya no cabían todos.

   Marcelino compró, con dinero prestado, un terreno en el valle del Gier, a unos kilómetros de La Valla, y allí empezó a construir la nueva casa.  Él mismo la diseñó y trabajó de albañil; los Hermanos le ayudaban.  Fue una gran casa, la llamó «Nuestra Señora del Hermitage»; todavía existe, rodeada de huerta y bosque.  Actualmente es un gran centro de peregrinación y espiritualidad para hermanos, profesores y alumnos maristas.

   No cabe duda de que Marcelino Champagnat fue un gran hombre que llevó a cabo una obra extraordinaria: cuidó como un buen pastor a la gente de su parroquia, atendió a huérfanos y ancianos, pero sobre todo se consagró a la educación religiosa de la juventud.

   Ciertamente, aquello no fue nada fácil: Tuvo que luchar contra los celos y la incomprensión de algunos de sus superiores eclesiásticos y contra la hostilidad de ciertos políticos de su tiempo, enemigos de todo lo religioso, pero puso su confianza en Dios y en la Virgen María, y logró superar todas las dificultades.

   Su austeridad personal y el trabajo incansable fueron minado su salud.  Murió en la madrugada del 6 de junio de 1840, a los 51 años, rodeado de sus Hermanos.  Sus restos descansan en la capilla de Ntra. Sra. del Hermitage. En el momento de su muerte, la congregación tenía cerca de 300 Hermanos (más 50 que habían muerto ya), 50 casas y escuelas, y alrededor de 7.000 alumnos.

lunes, 28 de mayo de 2012

SAN GERMÁN, Obispo y Confesor


28 de Mayo 



SAN GERMÁN,
Obispo y Confesor



 Era peregrino, y me hospedasteis;
estaba desnudo, y me vestisteis;
  estaba enfermo, y me visitasteis;
estaba en prisión, y vinisteis a Mí.
(Mateo, 25, 35-36).

   San Germán, obispo de París, tenía tanta compasión por los pobres prisioneros que, no pudiendo obtener su liberación de los hombres, pedíala a Dios y rompía sus cadenas mediante sus plegarias. Su casa estaba sin cesar invadida por una muchedumbre de desventurados, a quienes servía de padre. Siempre tenía varios pobres a su mesa, donde nada veíase que no fuese simple y frugal. Fue advertido del día de su muerte y lo hizo escribir en la cabecera de su lecho. Puesto que tú no sabes el día de la tuya, piensa en ella todos los días.

MEDITACIÓN SOBRE
LAS OBRAS DE MISERICORDIA

   I. Estás obligado a hacer obras de misericordia: no es sólo un consejo que Jesucristo te da, es un mandamiento que te impone; y si no lo observas, no hay paraíso para ti. En el día del juicio, te salvarás por haber practicado las obras de misericordia, o te condenarás por haberlas descuidado; porque todo lo que haces o rehúsas a tu prójimo, a Jesucristo mismo es a quien lo haces o lo rehúsas. Da poco para recibir mucho, da un pedazo de pan para recibir el paraíso. (San Pedro Crisólgo).

   II. Da ropa a los pobres que carecen de ella; tú estás cubierto de oro y de seda, da por los menos lo que tienes en exceso para cubrir los miembros de Jesucristo; visita a los enfermos, sobre todo a los pobres, y ayúdalos cuanto puedas. Vete a las cárceles, ocúpate de los desdichados que gimen en ellas: si son inocentes, merecen que les tengas piedad; si son culpables, acaso tú lo seas más que ellos. Si hubiera de encarcelarse a todos los que han ofendido a la majestad de Dios, el mundo no seria más que una dilatada prisión.

   III. Si tu pobreza no te permite asistir con tus bienes a esas tres clases de personas, hazles una cari dad espiritual: visita a los presos, consuela a los pobres y a los enfermos; agradece a Dios el que no haya permitido que te veas reducido al estado en que los ves. En fin, graba bien en tu espíritu este pensamiento: Espera en vano misericordia aquél que, a su vez, no usó de misericordia. (San Pedro Crisólogo).

La práctica de las obras de misericordia 
Orad por los prisioneros.

ORACIÓN

   Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Germán, vuestro confesor t pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.

SAN AGUSTÍN DE CANTORBERY, Obispo y Confesor


28 de Mayo 


SAN AGUSTÍN DE CANTORBERY,
Obispo y Confesor



   San Agustín de Inglaterra o de Cantorbery debe ser considerado como el apóstol de los anglosajones, por ser quien, junto con los treinta y nueve monjes que le acompañaban, dio comienzo en 596 a su conversión. Es cierto que la primera idea y el impulso principal vino de San Gregorio Magno; pero él fue quien echó sobre sus hombros y realizó una buena parte de aquella empresa, que llegó a su feliz término a fines del siglo VII, hacia el año 680. Todo esto coloca a San Agustín de Cantorbery entre los grandes apóstoles de Cristo, al lado de San Patricio de Irlanda, de San Bonifacio de Alemania y de tantos otros evangelizadores de la fe.

   Nada sabemos sobre su vida anterior al año 596, en que dio comienzo a su gran empresa, sino que era monje y prior en el monasterio de San Andrés, que San Gregorio Magno había fundado en Roma. En Inglaterra había penetrado el cristianismo desde muy antiguo, según se desprende de los testimonios de Tertuliano y Orígenes. Así, en pleno siglo IV, sus habitantes, los bretones, eran en buena parte cristianos; pero, al retirarse las legiones romanas a principios del siglo V, se vieron acosados por los pictos y escoceses, y, no sintiéndose con fuerzas para defenderse contra ellos, llamaron en su auxilio a los sajones del norte de Alemania. Efectivamente, hacia el año 449 entraron éstos por la isla de Thanet y rápidamente fueron conquistando la Gran Bretaña y, volviéndose contra los mismos bretones, los fueron acorralando, a ellos y a los demás indígenas, a los territorios occidentales de la isla. De este modo un buen número de bretones emigraron al norte de Francia, al que dieron el nombre de Bretaña, y los demás quedaron reducidos a los territorios de Gales y Cornualles. Aquí poseían los bretones durante el siglo VI florecientes monasterios, excelentes príncipes cristianos y grandes obispos, como San David de Menevia († 544) y los Santos Paterno, Udoceo y otros. Mas, por otra parte, su odio nacional contra los anglosajones fue creciendo de tal manera que imposibilitaba por completo cualquier intento de evangelización. De este modo, el pueblo anglosajón persistía en el paganismo, y en las siete provincias en que había dividido la Gran Bretaña el cristianismo había prácticamente desaparecido.

   Pero lo que los cristianos bretones, movidos de su odio nacional contra los anglosajones, no querían o no podían realizar, es decir, la conversión de este pueblo pagano, lo intentó y realizó el Romano Pontífice desde Roma. Ya fue un buen principio el hecho de que, a fines del siglo VI, el joven rey de Kent, Ethelberto, aunque pagano, tomó por esposa a la cristiana Berta, hija del rey merovingio de Francia, y al mismo tiempo la dejó en plena libertad para practicar su religión. Tal vez este hecho fue el que suscitó en San Gregorio Magno (590-604) la idea de la evangelización de tan noble pueblo. El hecho, bien atestiguado por los historiadores antiguos, es que este gran Papa dio orden al presbítero Cándido, administrador suyo en los territorios provenzales pertenecientes al patrimonio de San Pedro, para que le procurara algunos esclavos anglosajones, muy abundantes entonces en el puerto de Marsella. Su plan era educarlos en algunos monasterios de Roma y enviarlos luego a evangelizar a sus compaisanos de la Gran Bretaña.

   Pero San Gregorio Magno, el hombre de las grandes empresas, no tuvo paciencia para esperar la realización de este plan, que necesariamente debía ser muy lento. La circunstancia de la muerte, a principios del 596, del rey de Austrasia y la subida al trono de Brunequilda, tan adicta a los planes de San Gregorio, acabó de determinarlo. Efectivamente, el mismo año 596 escogió al abad Agustín, bien conocido por la solidez de sus virtudes y su espíritu ardiente y emprendedor, que no se arredraba ante ninguna dificultad cuando se trataba del servicio de Dios, para que, acompañado de un buen número de monjes misioneros, acometiera aquella gloriosa empresa de la conversión de Inglaterra. Escogidos, pues, los treinta y nueve monjes que debían acompañarle, partieron en la primavera del año 596 para Francia en dirección a la Gran Bretaña.

   Llegados a la Provenza, se detuvieron unos días en el célebre monasterio de Lerins, donde fueron magníficamente acogidos por su abad Esteban, el obispo de Aix, Protasio, y el patricio Arigio. Ansioso San Agustín de dar comienzo a su empresa, siguió preparando todo lo que era necesario para la misión de Inglaterra; pero, entretanto, sus compañeros se espantaron de tal manera al escuchar de los monjes de Lerins las descripciones sobre las dificultades de la conversión de los anglosajones, y sobre todo sobre la extrema crueldad de este pueblo, que Agustín se vio forzado a volver con ellos a Roma.

   Pero San Gregorio Magno no retrocedía fácilmente ante una empresa comenzada. Haciéndose cargo de las inmensas dificultades que se oponían a tan ardua empresa, con la afectuosa energía que le era característica, procuró suscitar en el corazón de aquellos misioneros los sentimientos de generosidad con el Señor, que los escogía para una obra tan de gloria suya; invistió a San Agustín con la dignidad abacial, les proveyó abundantemente de cartas de recomendación para los obispos de Francia y la reina Brunequilda, y de este modo partieron de nuevo, llenos del mayor entusiasmo, para Inglaterra. Pasaron el invierno en Autun, siguieron luego por Orleáns y Tours, y, finalmente, acompañados de algunos intérpretes, se embarcaron, probablemente en Boulogne, con rumbo a la Gran Bretaña.

   Era la hora señalada por la Providencia. En la primavera del año 597 San Agustín de Inglaterra, con el ejército de monjes que le acompañaban, desembarcaba en la isla de Thanet, es decir, en el mismo lugar donde siglo y medio antes habían desembarcado los invasores. La segunda conquista de Inglaterra que ahora se emprendía, era más difícil y debía durar más tiempo que la primera; era de un tipo puramente espiritual. Las crónicas antiguas se complacen en presentarnos a la figura, casi gigantesca, de San Agustín, que sobresalía por encima de todos los demás. Al acudir el rey Ethelberto a su llamada, los misioneros aparecieron ante él llevando por delante una gran cruz y recitando procesionalmente las letanías. Impresionado el rey ante aquel espectáculo y ante la petición que se le hacía de que se les concediera amplia libertad para predicar el Evangelio, quiso primero escuchar una exposición sumaria sobre la doctrina cristiana y la obra redentora de Jesucristo, y luego concedió generosamente lo que le suplicaban.

   Agustín y sus compañeros pusieron al punto manos a la obra. Dirigiéronse a Dorovernum o Cantorbery, capital de la provincia o reino de Kent, y allí junto a la capilla de San Martín, utilizada por el capellán de la reina Berta, Liudardo, establecieron su primera residencia e iniciaron la predicación. El pueblo acudía espontáneamente a la explicación del Evangelio de Cristo, y, viendo el admirable ejemplo de San Agustín y sus compañeros, se sentían impulsados a la doctrina que les anunciaban. La primera conversión insigne fue la del mismo rey, ya preparada por la suave influencia de su cristiana esposa y el trabajo paciente de su capellán. Después de instruido convenientemente, el 2 de junio del año 597, recibió las aguas del bautismo.

   Con todo esto se fue preparando el gran acto de las Navidades del 597, que marcan, indudablemente, el punto de partida de la conversión en masa del pueblo anglosajón. Con su acostumbrada prudencia, Ethelberto quiso dejar en plena libertad religiosa a todos sus súbditos, y así gran número de nobles, guerreros y masas del pueblo continuaron recibiendo la instrucción necesaria, hasta que el 25 de diciembre se celebró con gran solemnidad el bautismo de una inmensa muchedumbre, que algunos elevan a diez mil. Entre esta multitud de nuevos cristianos se hallaban muchos miembros de la más elevada nobleza de Kent. El celo apostólico de San Agustín recibía su primera recompensa. Con esto quedaba él consagrado como el apóstol de los anglosajones, el apóstol de Inglaterra.

   Fácilmente se comprende la inmensa alegría que experimentó el Papa San Gregorio Magno al recibir la noticia de todos estos acontecimientos de boca del presbítero Lorenzo y del monje Pedro, enviados expresamente a Roma por San Agustín. Su ensueño era ya una realidad. Sin poder contener su entusiasmo, escribió al punto a su amigo Eulogio, patriarca de Alejandría, dándole cuenta de tan halagüeñas noticias. Asimismo dirigió sendas cartas de congratulación a sus colaboradoras, Brunequilda, reina de Austrasia y Neustria, y Berta, esposa de Ethelberto, de Kent. Pero, sobre todo, escribió a San Agustín, héroe principal e instrumento de Dios en la conversión de Inglaterra.

   Por su parte, Agustín procuró desde entonces asegurar y llevar adelante la obra comenzada. Para ello, sea antes del gran acto de las Navidades, sea poco después de él, se dirigió a Francia, y allí recibió del obispo de Arlés la consagración episcopal. Por otra parte, el presbítero Lorenzo y el monje Pedro volvieron pronto de Roma cargados de reliquias, instrumentos del culto y libros religiosos, que fascinaban a los pueblos recién convertidos; pero, sobre todo, traían consigo nuevos misioneros, que el Papa enviaba a Inglaterra. Ethelberto, por su parte, colaboraba a esta grandiosa obra de San Agustín. Hizo donación de su propio palacio, que al punto fue convertido en monasterio y residencia del obispo, En lugar de un templo pagano, hizo levantar una iglesia cristiana, dedicada a San Pancracio, y no lejos de allí hizo construir la abadía de San Pedro y San Pablo, que más tarde tomará el título de abadía de San Agustín, tumba de los reyes y obispos de Kent. En el interior de la ciudad se elevará la iglesia de Cristo, que recordará la basílica de Letrán, de Roma.

   De este modo, la obra de San Agustín realiza rápidos progresos. Por esto, el año 601 envía de nuevo a Roma sus legados Lorenzo y Pedro, quienes informan ampliamente al Papa y le piden nuevos misioneros y abundantes instrucciones para su obra de evangelización. A todo accede San Gregorio Magno, lleno de comprensión y entusiasmado ante el heroísmo de aquellos abnegados apóstoles. Una nueva expedición de doce misioneros sale de Roma para Inglaterra en junio de 601, bajo la dirección de Melitón. Este lleva a San Agustín las respuestas del Papa a multitud de consultas de orden disciplinario y litúrgico, donde, dando el más insigne ejemplo de prudencia y comprensión y de lo que hoy día se denomina espíritu de acomodación, da disposiciones acertadísimas. Respecto de los templos "no conviene —decía—derribarlos, sino solamente los ídolos en ellos existentes". De un modo semejante, por lo que se refiere a las costumbres nacionales, "como hay costumbre —le dice— de hacer sacrificios de bueyes a los demonios, es conveniente cambiarla en una fiesta cristiana. Así las fiestas de la Dedicación y de los Mártires podrían celebrarlas por medio de banquetes fraternales".

   Junto con estas instrucciones, los nuevos misioneros y legados del Papa traían a San Agustín otras misivas importantes. En primer lugar, le entregaron de parte del Papa el palio arzobispal, a lo que se añadía su nombramiento como primado de todas las iglesias de Inglaterra. Como complemento de todo, enviaba el Papa un plan completo de la organización jerárquica de toda la Gran Bretaña o la Heptarquía. que sólo, poco a poco, se fue realizando. Ante todo, Londres y York, ya desde los bretones sedes episcopales, eran constituidas en metropolitanas para el sur y norte de Inglaterra, y a cada una se le asignaban doce sedes episcopales sufragáneas.

   Tal fue el conjunto de las instrucciones y disposiciones enviadas por San Gregorio Magno a Inglaterra el año 601. Indudablemente, las disposiciones sobre la organización jerárquica eran prematuras. Pronto se vio que, en lugar de Londres, era preferible erigir a Cantorbery como metropolitana y juntamente primada de Inglaterra. Con el entusiasmo y el optimismo suscitado en Roma por los triunfos obtenidos, fácilmente se imaginaban que la conversión de toda la Heptarquía era cuestión de poco tiempo. Esto iría enseñando que en asunto tan importante sólo se podía avanzar lentamente.

   Así, pues, por el momento, San Agustín era el único obispo para la Gran Bretaña sajona. Pero mientras los demás misioneros, alentados con los nuevos estímulos y nuevos instrumentos recibidos de Roma, y robustecidos con la nueva falange de apóstoles, continuaban avanzando en la evangelización del territorio de Kent, San Agustín realizaba, por así decirlo, un intento de carácter diplomático. Concibió, pues, el plan de entrevistarse con los dirigentes de la iglesia bretona, con el fin de llegar a un acuerdo, con lo cual obtendría de ellos gran abundancia de misioneros. Le era bien conocido el odio existente entre las dos razas; pero era necesario intentar la unión, con la esperanza de que el espíritu cristiano se sobrepusiera a todos los rencores nacionales. Llegóse, pues, el mismo año 601 a una asamblea entre San Agustín y los obispos y literatos bretones, representantes de su pueblo, venidos del gran monasterio de Bangor. San Agustín se presentó como legado pontificio, y pidió únicamente estas tres cosas: que renunciaran a su cómputo pascual; que siguieran el rito romano en la celebración del bautismo, dejando un conjunto de ceremonias especiales usadas entre ellos, y que trabajaran con los romanos en la evangelización de los anglosajones. Fue imposible llegar a un acuerdo. Ni podían avenirse a reconocer la autoridad superior de San Agustín, ni a abandonar sus ritos llamados culdeos, y mucho menos a evangelizar a sus mortales enemigos, los anglosajones.

   Reducidos, pues, a sus propias fuerzas, San Agustín y sus compañeros se lanzaron con nuevos bríos al trabajo de misionización. De este modo, en 604, a la muerte del gran protector de Inglaterra, San Gregorio Magno, se pudo establecer un segundo obispado en Rochester con su primer obispo, justo, quien inició sus ministerios en una humilde iglesia con el título de San Andrés. Al mismo tiempo se organizó un tercer obispado en Londres, mientras se iniciaba la evangelización de Essex. En efecto, Londres era la capital de la provincia o reino de Essex, y allí residía su príncipe Sébert, sobrino de Ethelberto de Kent. Envíale, pues, éste algunos misioneros, a cuya cabeza iba Melitón, a quien se nombró obispo de la nueva iglesia de Londres. El mismo Ethelberto sufragó los gastos para la construcción de la primera iglesia, dedicada a San Pablo, con todo lo cual se inició la misión de Essex, que poco después fue tomando rápido incremento.

   Hasta este punto llegó la obra de San Agustín en la conversión de la Gran Bretaña sajona, Al morir él en mayo de 605 sucedióle su discípulo predilecto Lorenzo, consagrado por él poco antes de morir. El territorio de Kent quedaba convertido en una buena parte, y se había iniciado la conversión de Essex. Además del obispado de Cantorbery existían los dos de Rochester y Londres. No era muy grande la extensión alcanzada por las conversiones anglosajonas, pero la semilla estaba echada. Aun estos territorios evangelizados tuvieron que atravesar una difícil prueba; pero la semilla se desarrolló después hasta llegar, durante todo el siglo VII, a la conversión de toda la Heptarquía. La encarnizada oposición entre los bretones y los anglosajones continuó durante largos años, hasta que, al fin, el año 664 se llegó a la definitiva unión, si bien a costa de alguna escisión dolorosa.

   Se ha pretendido rebajar el mérito de la obra y la personalidad de San Agustín de Inglaterra atribuyendo, por un lado, toda la gloria a San Gregorio Magno, y, por otro, echándole a él la culpa de la desunión con los bretones. Pero esto es sacar las cosas de sus quicios. En los comienzos de la gran empresa de la conversión de los anglosajones San Gregorio Magno, tiene la gloria de haberla ideado y protegido, y San Agustín la no menos grande de haberla realizado. Por otra parte, la desunión entre los bretones y anglosajones era cuestión de razas, exacerbada por los excesos cometidos por los invasores, y sólo con el tiempo pudo ser poco a poco superada. San Agustín fue sumamente venerado en la Edad Media y merece justamente el título de apóstol de la Gran Bretaña.

BERNARDINO LLORCA, S. I.

domingo, 27 de mayo de 2012

SAN BEDA, Confesor


27 de Mayo


SAN BEDA,
Confesor



 Si alguno me ama, observará mi palabra,
lo amará, y vendremos a él,
y haremos en él nuestra morada.
(Juan, 14, 23).

   San Beda, apodado el Venerable, desde la edad de siete años fue confiado a San Benito Biscopio para que él lo educara. Fuera del tiempo del Oficio divino, plúgole siempre estudiar, enseñar o escribir, dedicándose sobre todo a la composición de comentarios sobre las Sagradas Escrituras. El día de su muerte, el niño que le servía de secretario le recordó que aún le faltaba componer una frase para acabar su tratado sobre el Evangelio de San Juan. Dictóla el santo y, terminada su obra, recitando el Gloria Patri expiró. Corría el año 735.

MEDITACIÓN ACERCA
DE TRES CLASES DE LIBROS

   I. No leas libros malos, ni siquiera inútiles; éstos hacen perder el tiempo, aquellos inspiran im piedad o impureza. Quieres aprender de ellos a hablar bien, y aprendes a vivir mal. Muchos libros hay en los que aprenderás la ciencia y el talento unidos a la virtud. ¿No los lees? Un mal libro es un tentador continuo, un demonio doméstico; échalo de tu casa; de lo contrario él echará de ella la virtud.

   II. Lee la vida de los santos; al decirte lo que ellos han hecho, te enseñarán lo que tú debes hacer. Te desafío a leer la vida de un santo sin experimentar el deseo de llegar a ser tú mismo un santo. En fin, no dejes pasar ningún día sin hacer alguna lectura espiritual: es el alimento de tu alma; hablas a Dios en la oración. Él te habla en la lectura espiritual: escúchalo, y pon de inmediato en práctica lo que hayas leído. Que tus lecturas o tus oraciones sean continuas; ora dirígete a Dios, ora escucha su palabra. (San Cipriano).

   III. Lee a menudo en el libro de tu conciencia. Todos los otros libros serán inútiles si no conoces éste. Estudia tus inclinaciones, tus defectos, conócete a ti mismo. Este libro será abierto el día del juicio; ¿podrás darlo a conocer sin temor? ¡Cuán pocos hay que se conozcan a sí mismos! Mira en el examen de cada día, y en el examen preparatorio a la confesión, las faltas que has cometido; trae a tu memoria los años transcurridos, y borra con tus lágrimas los pecados escritos en este libro de tu conciencia, no sea que se lo condene a ser quemado. Levántate contra ti mismo en el tribunal de tu conciencia. (San Agustín).

La lectura espiritual 
Orad por vuestros enemigos.

ORACIÓN

   Oh Dios, que ilustráis a vuestra Iglesia por la ciencia del bienaventurado Beda, vuestro confesor y doctor, conceded a vuestros servidores ser siempre ilustrados por sus méritos. Por J. C. N. S. Amén.

 

sábado, 26 de mayo de 2012

SAN FELIPE NERI, Confesor


26 de Mayo


SAN FELIPE NERI,
Confesor



Hazte ejemplo y modelo de los fieles,
en el hablar, en la manera de obrar con el prójimo,
  en la caridad, en la fe, en la castidad.
(1 Timoteo, 4, 12).

   La perfecta caridad que caracteriza a los verdaderos servidores de Dios, ha hecho de este santo una de las más brillantes luminarias de la Iglesia. Su celo por la gloria de Dios y por la salvación del prójimo lo movió a fundar la congregación de los Padres del Oratorio, de la que fue el primer superior general. Tan abundantes eran los consuelos que recibía del cielo, que le hacían exclamar: Señor, basta; moriré de dicha si no moderas mi gozo. Murió en 1595, a la edad de 80 años.

MEDITACIÓN
SOBRE TRES VIRTUDES
DE SAN FELIPE NERI

   I. Es admirable el amor que este santo profesaba a Dios; a la edad de veintitrés años abandona sus libros para dedicar todo su tiempo a la oración: abundantes lágrimas derramaba al celebrar la misa; incesantemente su corazón ardía en actos de amor a Dios. ¿Por qué señales conocerías tú el amor que tienes a Dios? ¿Acaso en tus frecuentes coloquios con Él? Amable Jesús, tanto nos gusta conversar con nuestros amigos, ¿de dónde proviene que tan rápido nos aburramos conversando contigo en la oración? ¡Oh Dios amabilísimo!, exclamaba nuestro Santo, nos mandáis que os amemos: ¿por qué, pues, nos dais un solo corazón, y tan estrecho?

   II. Su austeridad era prodigiosa, sus ayunos casi continuos; trabajaba todo el día y pasaba la noche en oración. Practiquemos las mortificaciones que importa el estado en el que Dios nos ha puesto. Suframos, primeramente, con paciencia, aquello que no podemos evitar; además, mortifiquémonos nosotros mismos, pero ocultamente, no sea que las alabanzas de los hombres vengan a ser la única recompensa.

   III. San Felipe ha reunido en su persona el celo de la vida activa con la dulzura de la vida contemplativa. En todo tiempo mantenías e unido a Dios, y no cesaba de aliviar las necesidades corporales y espirituales del prójimo. Convertía a los pecadores con sus conversaciones y predicaciones. ¿De dónde procede que nada hagas tú por Dios? Es que no lo amas. El amor de Dios nunca está ocioso; donde esté, hace grandes cosas; el amor que no obra no es verdadero amor. (San Gregorio).

El amor de Dios 
Orad por la Congregación del Oratorio.

ORACIÓN

   Oh Dios, que habéis elevado al bienaventurado Felipe, vuestro confesor, a la gloria de vuestros san tos, haced, por vuestra bondad, que celebrando su fiesta con alegría, aprovechemos el ejemplo de sus virtudes. Por J. C. N. S. Amén.

SANTA GERTRUDIS DE NIVELLES, Virgen


26 de Mayo



SANTA GERTRUDIS DE NIVELLES,
Virgen

 
   Se cree que Santa Gertrudis de Nivelles nació en Landen en 626, era la hija menor de Pepino de Landen, llamado el Viejo y de Iduberge de Aquitania. San Amando, obispo de Mastricht, convenció a  la viuda de Pepino de Landene de fundar una abadía. La primera abadesa de esta Abadía de Nivelles, fue la hija de Iduberge, Gertrudis, una mujer muy letrada.

   La abadía abriga dos comunidades una de hombres y otra de mujeres. Se rige por las reglas de San Colombano y San Benito.

   Murió en 659, a los 33 años.

viernes, 25 de mayo de 2012

GREGORIO VII, Papa y Confesor


25 de Mayo


GREGORIO VII,
Papa y Confesor



Sufro por Jesucristo hasta estar en cadenas como un criminal,
pero la palabra de Dios no está encadenada.
(2 Timoteo, 2, 9).

   Este Papa fue poderoso en obras y en palabras. Con tanto celo trabajó en el restablecimiento de la disciplina eclesiástica, en la propagación de la fe, en la extirpación de los errores y abusos, que puede decirse que ningún Papa, desde los tiempos apostólicos, soportó más penurias y tribulaciones por el bien de la Iglesia, y combatió más valientemente por su libertad. Como muro de acero opúsose a las sacrílegas pretensiones del emperador Enrique IV. Sitió éste a Roma y forzó al Santo Pontífice a refugiarse en Montecasino primero y, después, en Salerno, donde sucumbió al exceso de sus fatigas, el 25 de mayo de 1085. Antes de expirar, pronunció las palabras del Salmista: "He amado la justicia y he odiado la iniquidad"; y agregó: "por ello muero en el exilio".

MEDITACIÓN
 ESTA VIDA ES UNA PRISIÓN
PARA EL ALMA

   I. Nuestro cuerpo es la prisión de nuestra alma; las cadenas, de que está cargada en esta prisión, le impiden elevarse hasta Dios. El Rey David y el Apóstol de los gentiles dolíanse de esta cautividad. Y tú, oh hombre, amas esta prisión y temes la libertad. ¡Ah! si conocieses la dicha que se gusta en el cielo en la libertad de los hijos de Dios, pedirías al Señor que rompa tus cadenas. ¡Habitantes del cielo, cuán felices sois por haber dejado esta prisión para ir a habitar un palacio de luz!

   II. Nuestras cadenas son nuestras pasiones, nuestra concupiscencia, nuestros deseos y nuestros odios; ello es lo que nos ata a la tierra y nos impide elevarnos hasta Dios. ¡Señor, romped mis cadenas, desasidme de las creaturas, y entonces comenzaré ya desde esta vida el sacrificio de alabanza que debo continuar durante la eternidad! El primer grado de la libertad, es no ser esclavo de las pasiones. (San Agustín).

   III. Estamos, todos, condenados a muerte y sólo por ésta saldremos de nuestra prisión terrenal; es una sentencia que se ejecuta en seguida en algunos y después en otros. Tu cuerpo se consume, tus ojos se debilitan, tus cabellos encanecen... ¿Qué significa eso, si no que tu prisión se desmorona, que pronto tu alma encontrará salida para obtener la libertad? Tiembla, pues, pecador, porque saldrás de esta cautividad para entrar en el infierno. Regocijaos, almas justas; saldréis de la prisión para ascender a un trono. Que lo queramos o no, avanzamos cada día, cada instante, hacia nuestro destino (San Gregorio).

La constancia en las tribulaciones 
Orad por los  que son perseguidos.

ORACIÓN

   Oh Dios, fortaleza de los que en Vos esperan, que habéis revestido al bienaventurado Gregario, vuestro Pontífice, de constancia inquebrantable para la defensa de la libertad de la Iglesia, concedednos, por su ejemplo e intercesión, la gracia de superar valiente mente los obstáculos que se oponen a nuestra salvación. Por J. C. N. S. Amén.

SANTA MAGDALENA SOFÍA BARAT, Virgen


25 de Mayo


SANTA MAGDALENA 
SOFÍA BARAT,
Virgen



   Año 1779. Al final de un sendero bordeado de álamos, traspasado el puente sobre el Yvonne, el río pacífico con fondo de bosques lejanos y vecinos viñedos, los tejados rojo y vivo de Joigny, un lugar perdido en la Borgoña. Aquí, París; allí, Lyón. Unos minutos cuesta arriba de la calle Mayor y el barrio de los artesanos: casas minúsculas, blanqueadas, de ventanas chicas y puerta baja. Jacobe Barat, el tonelero dueño de las viñas que crecen junto al Larry, vive allí a la derecha. Madeleine, su mujer, todo un carácter, en la noche del 12 de diciembre, repitiendo el gozo de la escena comentada por Jesucristo, alza en los brazos una hijita nueva. La casa frontera arde en tanto, y esa niña, llegada entre el resplandor, contestará balbuceando que "C'est le feu", "el fuego", cuando las vecinas le pregunten entre sonrisas: "¿Quién te trajo al mundo?" Va a ser la glorificadora del Corazón ardiente de Jesucristo, que vino a incendiar la tierra. Se llamará Magdalena Sofía.

   Sofía, desde la ventana de su buhardillita, otea los viñedos extensos y vuelve a sus libros. Luis, su hermano, su padrino, su maestro, es recio, exigente y hasta un poco exagerado. Estudia para llegar a sacerdote y se empeña en hacer de su hermana un doctor sesudo. Sofía era endeblita como una flor de secano, y los librotes, densos e inacabables. Profundo conocimiento de la filosofía, literaturas clásicas y modernas, el latín y el griego. Llegó a ser -decía ella- casi "más virgiliana que cristiana". Curioso este plan de estudios. Curioso por desproporcionado para una aldeana y extraño para su época, fuera de los espíritus selectos. Para colmo, estudiaba ciencias exactas, astronomía, botánica y física. Como un premio recibió el permiso para dedicarse a las lenguas vivas, y cultivó con cariño especial la española y la italiana. Más de una vez se la veía entusiasmada con el Quijote y el Castillo interior o Moradas de Santa Teresa, quien la convenció de que el español es la "langue faite pour parler à Dieu", "la lengua nacida para hablar con Dios".

   Tuvo Sofía una afición hispánica intensa. Lo más medular de su espiritualidad misma osciló siempre entre la gran Teresa de Avila y San Francisco Javier y San Ignacio. Así lo afirman todos sus biógrafos cuando comentan el estilo de las constituciones o reglas de la Sociedad del Sagrado Corazón, defendido con viril tesón contra todos los intentos de cambio. A la fundación primera en España, solicitada por las niñas catalanas alumnas del Sagrado Corazón en Perpiñán, contestó: "Doy mi adhesión con el corazón entero". Un hombre del temple hasta brusco de Luis Barat guió a su hermana por un camino áspero en exigencia y en métodos. Toda su vida, desde el corazón a la cabeza cruzando los sentidos, su jornada entera y su calendario, estaban sometidos a la brida y bocado de esta mano dura, que exigía a una débil criatura todo lo que a sí mismo. Tan sólo permitía el preceptor un paréntesis en el trabajo intelectual en las épocas de mayor labor campestre, durante las que la hija ayudaba a su madre en los afanes de la alegre vendimia. En aquellas ocasiones recitaba en su propio marco fragmentos de la mejor literatura bucólica.

   La revolución de 1789, la gran Revolución Francesa, descompuso esta paz del pequeño Joigny. Era la revuelta de espaldas a Dios. Ignoraba, al proclamar los "derechos del hombre", que el primer derecho del hombre es su salvación eterna. Fue la primera revolución que desprestigió esa palabra, "revolución", que hasta entonces se había podido aplicar a la obra radical promovida por el mismo Evangelio.

   Luis Barat sufrió prisión; pero, en medio de aquellos horrores, llegó a la ordenación sacerdotal, lo que venía entonces a ser sinónimo de voto de martirio, Con frecuencia en la Historia sucede algo así. Entretanto Sofía, con aquel desusado bagaje intelectual, educada en unas exigencias espirituales tan exquisitas, esperaba "un no sé qué". El ambiente de Joigny anunciaba a la muchacha el destino de una normal boda con alguno de sus buenos paisanos, cuando Luis, aspirando para su hermana desconocidos horizontes de Providencia, indicó algo que cayó como una bomba en la sencilla opinión familiar: Sofía debía salir de Joigny. La empresa era difícil, pero a la medida del tozudo Barat, hijo. A París fue él para más disimulando ejercicio de su ministerio en el secreto de las circunstancias revolucionarias. Y en casa de una heroica señora, madame Duval, fue aceptado como huésped que pagaba el pupilaje con la más cotizada moneda: la diaria celebración, estilo catacumbas, del santo sacrificio. Venía a ser una bautizada versión del pretencioso "París bien vale una misa" de aquel voluble rey francés. Poco después convive allí Sofía, alejada entre lágrimas de la paz hogareña. Prosigue su educación minuciosa, y son sus primeros ensayos educadores como catequista de los niños vecinos que crecían sin Evangelio.

   La dirección de su alma se hizo más posible en la capital y el amor de Dios aumentó entre las piras incendiarias y las guillotinas: "El Papa, desterrado de Roma, prisionero y expirando en Valence; los obispos, expatriados; las iglesias, profanadas; los conventos, destruidos: los niños, sin instrucción; los hombres, sin religión: el luto en las familias; miles de miserias públicas y privadas..." Ésta es la lista de congojas escrita entre lágrimas por Sofía. Las crueldades y ridiculeces de la revolución hastiaron a los franceses y la reacción religiosa llegó a su primera cumbre en 1797: libertad de cultos. Un celo devorador de apostolado sacudió Francia entera. Fue una vocación colectiva a la santidad. Sofía, preparada por largos años a esta llamada de la gracia, pasó tres años de preguntas a Dios: ¿por dónde? ¿El Carmelo acaso?

   En 1800 cruzaban la frontera francoalemana los Padres del Sagrado Corazón. Fundados por Tournélv. se dirigían entonces por un ex militar fogoso: el P. Varin. Varin tuvo una historia semejante a Loyola y fue jefe de esta milicia sacerdotal que acabó desembocando de hecho en la Compañía de Jesús. Luis Barat se adhirió a los Padres del Sagrado Corazón y habló al superior de su hermana como llamada por Dios. Pero ella seguía indecisa: "Lo pensaré". Pero Varin repuso: "Todo lo encamina Dios según sus designios, y la educación nada común que habéis recibido no parece ordenada por Él para ser sepultada dados los tiempos presentes. No, Sofía, ya no es hora de pensar. Cuando se conoce la voluntad de Dios hay que cumplirla... ¡Yo, en nombre suyo, os la declaro!". En Santa Magdalena Sofía aparece más su obra y ella en función de su obra. Nunca consintió ser llamada fundadora, y no fue superiora y no fue superiora hasta 1800, y extraordinariamente, a la fuerza; superiora general no se logró que lo fuera hasta 1806. Fue siempre a remolque de los destinos divinos. Las constituciones las escribe para asegurar la continuidad de su Sociedad contra asechanzas que pretendían desviar su espíritu corazonista y asesorada por los padres Varin y Druilhet. Ya de este momento vocacional escribe: "En cuanto a mí, nada preveía entonces; no hice sino aceptar lo que me proponían" Los nombres de sus colaboradoras -Deshayes, Duchesne, Maillucheau... -aparecen continuamente ligados a su vida.

   Sofía y sus compañeras, en un principio tan inclinadas al Carmelo, cedieron su vocación contemplativa a la activa, pero sin abandonar de ningún modo la contemplación. "Contemplar y entregar esa contemplación es más perfecto que sólo contemplar, lo mismo que alumbrar es más que el simple lucir", enseña Santo Tomás. Esta vida "mixta" es la escogida por la nueva sociedad religiosa. Une en armonía la contemplativa y la activa, y resulta superior a las dos. Por eso una mujercita afanosa que alimenta sus labores diarias caseras con su diaria oración y no trabaja bien si bien no ora, y no ora bien si bien no trabaja; un oficinista que en su oración diaria halla la alegría de su trabajo monótono y oscuro, y que, a fuerza de intención sobrenatural, transfigura los papeleos en la máquina, están haciendo la más perfecta vida: contemplar y dar fruto para los demás.

   Claro que la misma Sofía notará toda su vida situada en tensión entre la oración y la acción: "Lo esencial es conservar el espíritu interior en medio de este jaleo", escribirá. No siempre parece posible elevar la intención lo bastante para justificar cara a Dios largas tareas de profesor, o de enfermero, o de burócrata: "Soy como un secretario de ministro. No tengo tiempo de respirar. Las visitas, los asuntos se suceden y, en medio de este caos, ¿se puede encontrar a Jesucristo?". El motivo de esta vida tan tensa sólo es uno. En las primeras reuniones de la Sociedad preguntó el P. Varin: "¿Cuál debe ser el espíritu de la obra?". Rápidamente fue ésta la respuesta común: "La generosidad, el Corazón de Jesús, no quiere sino almas grandes".

   ¿Y por qué precisamente el Sagrado Corazón? Hasta el siglo XVII las revelaciones del Corazón de Jesús fueron conocidas sólo por alguna de las monjas de los monasterios medievales. Cuando Jansenio helaba las almas con sus herejías, que pretendían achicar el amor divino, Dios suscitaba apóstoles de su Corazón enamorado de los hombres. San Juan Eúdes, Santa Margarita María, el Beato de la Colombière y San Pompilio María Pirroti.

   Siglo XVII: San Juan Eúdes transforma la devoción corazonista en culto litúrgico, y ya en 1672 obtiene que la fiesta del Sagrado Corazón se solemnice en los seminarios de su Congregación. Y sobreviene en este siglo el gran aldabonazo del amor: las revelaciones a Santa Margarita María en Paray-le-Monial con la gran promesa, que acerca mensualmente al Sacramento como seguro de salvación. En el hecho de que los "primeros viernes" rara vez suelan lograrse completos seguidos hay algo de divina estratagema para hacernos pasar la vida en comunión.

   Con Santa Margarita de Alacoque, la Visitación, con su confesor el Beato de la Colombière, la Compañía -apóstol universal del Corazón de Cristo-, son dos las Ordenes religiosas envueltas en el nuevo fuego, que comenzará vivo en la Congregación eudista. San Pompilio María Pirroti -ya en el XVIII- embarca en la empresa a la Orden de las Escuelas Pías al propagar por Italia la primera novena al Sagrado Corazón. El siglo XIX completa el conjunto con nuestra Santa Magdalena Sofía, también en clara línea de reacción antijansenista: "¡Si se conociera qué encantador es Jesús, qué amable en los brazos de su Madre, cómo su pequeño corazón ya está latiendo por nosotros! ¡Es grande el Señor y merece ser alabado! ¡Es pequeño y merece ser amado! Hacedlo conocer y pronto se le amará; sobre todo hacedlo conocer a esas devotas ridículas que ponen diques a la misericordia de Dios". Aquí asoman sus viejas lecturas literarias: "dévotes ridicules" recuerda las "preciosas ridículas" del gran Moliére. Pero la originalidad de Santa Magdalena Sofía está en el fin apostólico de su Sociedad, que anhela la glorificación del corazón de Cristo por la educación de la juventud, "para devolver a las almas su fe en amor" (P. Charmot).

   El nombre de "Sociedad del Sagrado Corazón" fue conservado por la madre Barat contra viento y marea: desde el momento en que los vendeanos, al levantarse en armas, lo habían ostentado, usarlo parecía unirse a un partido político. Pero el nombre era el estilo y había de perdurar. La segunda y más íntima originalidad de la Santa era que su entrega al Corazón divino, más que una devoción, era una consagración. Santa Margarita María seguía al corazón en sus sangrientas horas de la Pasión. La santa madre Barat abarcó en la consagración de su Sociedad una visión que abarcaba esto y más: el amor de Dios en su vida humana entera, todo el Evangelio como fruto cordial de Jesucristo. "Todos los misterios de amor y salvación han brotado del Sagrado Corazón de Jesús. Desde que la santa humanidad del Salvador fue unida a la divinidad en el seno de María, su pequeño Corazón nos dedica ya sus primeros sentimientos: se ofrece al Padre para expiar y para salvarnos". Por eso cuando, en 1853, conoció la misa del Sagrado Corazón "Egredimini", de ornamento blanco —en contraste con la de ornamento rojo "Miserebitur", más acorde con el estilo de Santa Margarita—, la pidió a Roma para las casas de la Sociedad como totalmente de acuerdo con su visión del Corazón de Jesús. El doble aspecto de este estilo se manifiesta en los evangelios "Aprended de Mí" y "He venido a traer fuego a la tierra"; el primero como escuela interior, el segundo como mística de acción. Sí; era el fuego, ya desde niña, el móvil de su vida.

   La ciudad de Amiéns fue la cuna de la obra. Siguieron Grenoble, Belley, Poitiers, Niort... París, Turín, Roma. En vida de la fundadora llegan a 111 las casas. Hoy 7.000 religiosas y 180 casas llenan Europa, América, Japón, China, Egipto, Congo belga y la India.

   En Francia habían ocurrido muchas cosas. Usurpador tras usurpador, el gobierno del país había caído en las manos férreas de Napoleón. "Fue siempre costumbre de los usurpadores, al querer instalarse pacíficamente, apelar a la religión para legitimar el poder conquistado y rodearlo de una aureola que lo hiciese venerable a la faz del pueblo. Y en semejantes ocasiones el tirano permite al pueblo incluso mantener sus creencias y aun en forma espectacular ejecuta los ritos que antes había, si cabe, pisoteado". Así escribe Carlo Castiglioni en su Historia de los Papas. Y Napoleón pretendió resucitar para su utilidad una ceremonia imponente que desde tres siglos atrás no se había celebrado: la coronación imperial por manos del Papa. Pío VII temió por la cristiandad entera si se negaba y, después de abundantes y duras condiciones al flamante emperador, accedió. Fue entonces cuando, de paso el Pontífice por Lyón hacia París, camino del rito, Pío VII se digna recibir a la madre Barat y bendecir la Sociedad.

   En los años 1808-1816 las pruebas divinas sobre la fundadora hicieron de ella "una de las santas más crucificadas de su siglo". El capellán de la casa de Amiéns, Saint-Estéve, que, junto con los padres Varin y Druilhet, había recibido el encargo de colaborar en la redacción de las constituciones, se dejó seducir por la idea de que a él sólo correspondían las atribuciones de fundador. Así sugestionado, se lanzó a escribir unas constituciones que fueron rechazadas por la mayoría de las religiosas. Sin embargo, un grupo, las de Gante, en Bélgica, engañadas por una falsa aprobación romana apañada por el artero "fundador", y temiendo siempre por la sospecha de galicanismo que atraía envuelto indistintamente todo lo francés, siguieron a Saint-Estéve y se separaron de la fundadora. En este matiz el culto, estilo y nombre del Sagrado Corazón quedaban suprimidos. Nombrado secretario del embajador francés en Roma, hizo Saint-Estéve allí lo que pudo y lo que nunca debió hacer para lograr el triunfo de su facción; hasta falsificó documentos y cartas. Entretanto la madre Barat, sola, pues el padre Varin estaba en pleno noviciado en la Compañía, sostuvo su fe y la de sus atribuladas hijas: "Aceptemos la cruz desnuda. Jesús, a pesar de todo, callaba; estas tres palabras son toda mi fuerza". La crisis, por fin, pasa porque Roma acaba siendo la verdad y, desprestigiado el pobre Saint-Estéve, León XII aprueba en 1826 las constituciones de la Madre. Pero en 1839 todo el separatismo eclesiástico francés se revuelve en contra del traslado a Roma de la casa madre, y en 1848 la revolución expulsa al Sagrado Corazón de Suiza y del Piamonte. Nuevas pruebas para un corazón generoso.

   Al observar en las almas santas estas virtudes heroicas es preciso notar que no aparecen en ellas de un modo como mágico, automáticamente. Son el resultado de un lentísimo proceso de entrega trabajosa de sí mismo a la voluntad divina, de una sucesiva unión con las virtudes de Jesucristo cooperando con su gracia. El secreto de la vida interior de Santa Magdalena Sofía es un armónico combinado de la ascética ignaciana de los "Ejercicios" en su aspecto de contemplación familiar de la vida del Señor, las revelaciones a Santa Margarita y el año litúrgico.

   Es aquí donde aparece extraordinaria la sabiduría de la madre Barat. Actualmente ya no resulta rara esta cotización del culto en la escala interior de perfección, pero entonces el movimientos litúrgico no había hecho sino empezar, y he aquí una religiosa que ya cimienta en él la adquisición de su forma de vivir de Dios. Aun hoy es difícil para muchas almas acompasar la espiritualidad personal, el caliente momento psicológico, con el de la santa Iglesia, y Pío XII ha tenido que romper lanzas por la pretendida enemistad entre lo que han dado en llamar "piedad objetiva" -la litúrgica- y "piedad subjetiva" -la íntima-. Para la madre Barat sí que no existió este enemiga. 'La liturgia es mi pasión dominante", escribió. Y este encontrar su corazón en la liturgia, en el año litúrgico, fue normal en su vida. El padre Brou tiene un estudio admirable sobre cómo plegó con toda naturalidad su devoción personal a la piedad oficial de la Iglesia la fundadora.

   Por otra parte, su ascética fue también lo que hoy se llama "de unidad", la ascética de "salvarse en racimo". "Una hija del Sagrado Corazón no se debe salvar sola." El dogma de la comunión de los santos, que haría trazar a Pío XII una de sus más luminosas cartas encíclicas, la del Cuerpo místico, era ya cosa vivida por esta gran mujer, que llevó el ignaciano "sentir con la Iglesia" hasta las más escondidas fibras de su estilo.

   La sencilla fecundidad de la enseñanza y el ejemplo de Santa Magdalena Sofía, la extraordinaria vigencia actual de su personalidad, se presta a una prolija consideración personal y provechosísima. "El jueves vamos al cielo", dijo, y amaneció aquél el 25 de mayo de 1865. Pero no se acabará nunca de ir de entre nosotros esta dulce y fuerte mujer. Revive en cada religiosa del Sagrado Corazón, perdura en la caliente presencia de sus escritos. "Al irse al corazón de Dios, que tanto había amado, le quedaron -omo escribe Granada- las arcas llenas y las manos sanas".

ENRIQUE INIESTA COULLAUT-VALERA, SCH. P.