miércoles, 29 de febrero de 2012

SANTOS 29 DE FEBRERO


San Augusto Chapdelaine. , Francia - Xilinxian, China ( †1856 )




Mártir, Religioso, Sacerdote

En la ciudad de Xilinxian, en la provincia china de Guangxi, san Agusto Chapdelaine, presbítero de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir, que, detenido por los soldados junto con muchos neófitos de esta región a los que había convertido, recibió trescientos azotes, fue encerrado en una reducido agujero y finalmente degollado.




San Dositeo. , - Gaza, Israel 
Monje, Militar


San Gregorio de Narek. , Armenia - Narek, Armenia (nació 944 †1005 )
Monje

En el monasterio de Nerek, en Armenia, san Gregorio, monje, doctor de los armenios, ilustre por su doctrina, sus escritos y su sabiduría mística.



San Román. , - Jura, Francia ( †463 )
Abad, Ermitaño



En el monte Jura, en la región lugdunense de la Galia, sepultura del abad san Román, que, siguiendo los ejemplos de los antiguos monjes, primero abrazó la vida eremética y después fue padre de numerosos monjes.

martes, 28 de febrero de 2012

SAN ROMÁN Y SAN LUPICINO, Abades


28 de febrero



SAN ROMÁN Y
 SAN LUPICINO, Abades





Haced penitencia, porque está cerca el reino de los cielos , (San Mateo, 3,2).
San Román se había retirado, con su hermano Lupicino, al monte Jura, para hacer penitencia. Fue allí tan cruelmente tentado y atormentado por el demonio, que abandonó el yermo para volver al mundo; mientras lo hacía dio en el camino con una dama venerable que lo exhortó a la perseverancia. Volvió sobre sus pasos, y permaneció en esa soledad durante el resto de su vida, atrayendo a ella a muchos santos varones. Murió hacia el año 460. Sobrevivióle su hermano unos 20 años.

MEDITACIÓN
SOBRE LA PENITENCIA

I. Haz penitencia; ¿acaso no eres un pecador? y ¿qué más necesario para un pecador que la penitencia? ¿Por qué diferirla de hoy a mañana? El reino de los cielos está cerca; acaso mueras pronto, y si no pagaste tus deudas, ¿qué harás? ¿Qué mortificaciones hiciste? Te quieres convencer de que se ha de dejar la penitencia para los que se metieron en un convento; y yo te digo que las personas de mundo la necesitan más que los religiosos, porque más caen en pecado.

II. Pero, ¿cómo hacer Penitencia? Has abandonado a Dios para amar a las creaturas; desásete de las creaturas para amar sólo a Dios. Castiga tu cuerpo con austeridades, pues ofendió a Dios con el pecado. No te engañes en esto, la penitencia debe afligirte; debe arrancarte, si es posible, suspiros del corazón y lágrimas de tus ojos, por no decir sangre, de tus venas.

III. Persevera en este áspero ejercicio hasta el fin de tu vida. Estuvo San Román a punto de perder el fruto de sus trabajos por no haber tenido coraje para atacar desde un principio, y vencer, las dificultades que encontraba en la penitencia. ¡Cuán agradables te resultarán esos esfuerzos y sufrimientos si de tiempo en tiempo consideras las espantosas austeridades de tantos insignes ermitaños, si piensas en lo que Jesucristo sufrió por ti! Busquemos hasta el fin de nuestra vida aquello que nos procurará felicidad sin fin. (San Euquerio).

La esperanza 
Orad por los peregrinos.

ORACIÓN

Haced, Señor, que la intercesión de los santos Román y Lupicino, abades, nos haga agradables a Vuestra Majestad, y que obtengamos por sus oraciones las gracias que no podemos esperar de nuestros méritos. Por J. C. N. S. Amén.

SAN HILARIO PAPA Y CONFESOR


28 de febrero



SAN HILARIO
PAPA Y CONFESOR
(† 468)



Su nombre latino es ordinariamente Hilarus, a veces Hilarius, Natural de Cerdeña. Siendo diácono de Roma fue enviado en 449 por el papa San León I al concilio [Latrocinio] de Éfeso en calidad de legado pontificio. Aquí se negó a firmar la deposición de San Flaviano, patriarca de Constantinopla. Temiendo las iras de sus adversarios, Hilario partió ocultamente, llevando consigo la apelación que Flaviano dirigía a San León, texto hallado en 1882 por Amelli en la Biblioteca Capitular de Novara. Ya en Italia, el enviado pontificio escribió a la emperatriz Pulqueria, informándole de lo ocurrido. Todavía diácono, despliega otra actividad muy distinta, de carácter litúrgico: encarga a un tal Victorio de Aquitania la composición de un Ciclo Pascual, donde se intenta fijar la verdadera fecha de la Pascua, punto sobre el que aún no estaban de acuerdo griegos y latinos. El mismo Hilario estudió previamente la cuestión; pero, para informarse de los escritos de aquéllos, se valió de traducciones latinas, pues, según parece, conocía bien poco el griego. Por lo demás, el cómputo de Victorio fue ley en la Galia hasta el siglo VIII.

Hilario sucedió a San León en la Sede de San Pedro a fines de 461. Durante sus siete años de pontificado no ocurrieron acontecimientos de gran importancia para la Iglesia universal. El mérito del Santo consiste principalmente en la firme defensa de los derechos de la Iglesia en materia de disciplina y jurisdicción. Ya al año escaso de su consagración, como Pastor Supremo, tuvo que dirigirse a Leoncio, arzobispo de Arles, pidiendo informes sobre la usurpación del episcopado narbonense, llevada a cabo por Hermes: el Papa se extraña de que, siendo el asunto de la incumbencia de Leoncio, éste no le haya escrito antes sobre el conflicto. Poco después, presente "numeroso concurso de obispos" reúne en Roma un concilio donde, por bien de la paz, se consiente dejar a Hermes en la sede narbonense, pero, para prevenir futuros abusos, se le priva del derecho de ordenar obispos, derecho que pasa a Constancio, prelado de Uzés. La resolución conciliar fue enviada el 3 de diciembre, año 462, a los obispos de la Galia meridional en una carta donde también se prescribe que, convocados por Leoncio, se reúnan cada año, a ser posible, todos los titulares de las provincias eclesiásticas a quienes se dirige el documento, o sea de Viena, Lyon, dos de Narbona y la Alpina: en tales asambleas se han de examinar costumbres y ordenaciones de obispos y eclesiásticos; si ocurren causas más importantes que no puedan "terminar", consulten a Roma.

Asimismo tuvo que atender Hilario al asunto del arzobispo de Viena, Mamerto, que había consagrado ilegalmente a Marcelo como obispo de Díe. El Papa, manteniendo los principios legales y renunciando a imponer penas (supuesta la sumisión del acusado), remite la cuestión a Leoncio, a quien pertenecía en este caso el derecho de consagrar.

Abusos semejantes, cometidos en España, fueron considerados en un concilio de 48 obispos que congregó el Papa en Santa María la Mayor (nov. del 465). En la carta referente a este sínodo, enviaba a los prelados de la provincia de Tarragona, que previamente habían consultado a Hilario, manda el Pontífice, entre otras cosas: 1.º Sin consentimiento del metropolitano tarraconense, Ascanio, no sea consagrado ningún obispo. 2.º Ningún prelado, dejando su propia iglesia, pase a otra. 3.º En cuanto a Ireneo, sea separado de la iglesia de Barcelona y retorne a la suya. 4.º A los obispos ya ordenados, los confirma el Papa, con tal que no tengan las irregularidades señaladas en el concilio.

Otro mérito de San Hilario fue el haber impedido la propaganda herética en Roma al macedoniano Filoteo, y esto a pesar del apoyo que encontró el hereje en el nuevo emperador de Occidente, Antemio.

Tal rectitud de Hilario en lo tocante a la disciplina y a la fe, brota de lo que podríamos llamar norma de su vida y su gobierno: "En pro de la universal concordia de los sacerdotes del Señor, procuraré que nadie se atreva a buscar su propio interés, sino que todos se esfuercen en promover la causa de Cristo" (epist. Dilectioni meae, a Leoncio, ed. Thiel, 1,139).

En cuanto a lo referente a la piedad personal y fomento del culto, señalemos que Hilario edificó, entre otros, dos oratorios en la basílica constantiniana de Letrán: el de San Juan Bautista y el de San Juan Evangelista. Otro, dedicado a la Santa Cruz, con ocho capillas, se alzaba al noroeste de aquél. El Papa profesaba especial devoción al santo Evangelista, pues a él atribuía el haberse salvado de los peligros que corrió en el Latrocinio de Éfeso: en señal de gratitud hizo grabar a la entrada del oratorio la siguiente inscripción: "A su libertador, el Beato Juan Evangelista, Hilario obispo, siervo de Dios". A este mismo Papa atribuye el Liber Pontificalis la construcción de un servicio de altar completo, destinado a las misas estacionales: un cáliz de oro para el Papa; 25 cálices de plata para los sacerdotes titulares que celebraban con él; 25 grandes vasos para recibir las oblaciones de vino presentadas por los fieles y 50 cálices ministeriales para distribuir la comunión. El servicio se depositaba en la iglesia de Letrán o en Santa María la Mayor, y el día de estación se transportaban los vasos sagrados a la iglesia donde iba a celebrarse la asamblea litúrgica. También levantó Hilario un monasterio dedicado a San Lorenzo, y cerca de él una casa de campo, probablemente residencia o "villa" papal con dos bibliotecas.

Murió el Santo el 9 de febrero de 468. Fue enterrado en San Lorenzo extra muros. Largo tiempo se celebró su aniversario el 10 de septiembre, conforme a ciertos manuscritos jeronimianos; pero ya desde la edición de 1922 del Martirologio Romano, se trasladó su memoria al 28 de febrero.

AUGUSTO SEGOVIA, S. I

lunes, 27 de febrero de 2012

SAN LEANDRO, Obispo y Confesor



27 de febrero


SAN LEANDRO,
Obispo y Confesor


n. hacia el año 534 en Cartagena, España;
† hacia el año 596 en Sevilla, España



Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón,
y con toda tu alma, y con toda tu mente.
(Mateo 22, 37)

De ordinario se representa a San Leandro teniendo en la mano un corazón envuelto en llamas, símbolo de su amor por Dios. Nombrado obispo de Sevilla, comunicó a su rebaño los ardores celestiales que consumían su alma e ilustró a los arrianos con sus sabios escritos. Sus elocuentes predicaciones convirtieron a la fe a Recaredo, que fue el primer rey católico de España. Murió en el año 596.

MEDITACIÓN
SOBRE EL AMOR DE DIOS

I. Debes amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente; es decir, tus pensamientos, tus palabras, tus acciones deben ser para Él; has de pensar sólo en Él, vivir sólo por Él, desearlo sólo a Él. Si lo posees, posees todo; si lo pierdes, pierdes todo. ¿Qué has amado hasta este momento? No lo podrías pensar sin avergonzarte. ¡Oh Jesús! hazte conocer de los hombres y te amarán. Porque te conozco poco es que te amo poco (San Agustín).

II. Ama a Dios más que a todas las cosas del mundo, pues Él excede infinitamente a todo lo que existe en el universo. Entra un poco en ti mismo; ¿tienes más amor por Dios que el que tienes por tus parientes, tus amigos, tus placeres, tus riquezas, tu felicidad? ¿Estás presto a perder todos esos bienes y la vida misma antes que perder su amistad? Si no te hallas en esta disposición, no amas a Dios; y aunque digas cien veces al día que lo amas de todo tu corazón, tus acciones desmentirían tus palabras. Ama al que es para ti todo lo que existe de amable y de deseable (San Bernardo).

III. ¿Quieres saber si amas a Dios? Mira si observas sus mandamientos. Jesucristo mismo nos dice: Aquél que conoce mis mandamientos y los observa, ése me ama. Quien obre de otro modo, injustamente se lisonjea de amar a Dios; ¡Jesucristo promete y da tan grandes recompensas a los que lo aman y obedecen, y uno ni siquiera se inquieta por ello!

El amor de Dios.
Orad por la paz entre las naciones cristianas.

ORACIÓN

Oh Dios todopoderoso, haced que esta augusta solemnidad del bienaventurado Leandro, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S.

SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA, Confesor


27 de Febrero


SAN GABRIEL DE
 LA DOLOROSA, Confesor

Nació en Asís (Italia) en 1838. Su nombre en el mundo era Francisco Possenti. Era el décimo entre 13 hermanos. Su padre trabajaba como juez de la ciudad.

A los 4 años quedó huérfano de madre. El papá, que era un excelente católico, se preocupó por darle una educación esmerada, mediante la cual logró ir dominando su carácter fuerte que era muy propenso a estallar en arranques de ira y de mal genio.

Tuvo la suerte de educarse con dos comunidades de excelentes educadores: los Hermanos Cristianos y los Padres Jesuitas; y las enseñanzas recibidas en el colegio le ayudaron mucho para resistir los ataques de sus pasiones y de la mundanalidad.

El joven era sumamente esmerado en vestirse a la última moda. Y sus facciones elegantes y su fino trato, a la vez que su rebosante alegría y la gran agilidad para bailar , lo hacían el preferido de las muchachas en las fiestas. Su lectura favorita eran las novelas, pero le sucedía como en otro tiempo a San Ignacio, que al leer novelas, en el momento sentía emoción y agrado, pero después le quedaba en el alma una profunda tristeza y un mortal hastío y abatimiento. Sus amigos lo llamaban "el enamoradizo". Pero los amores mundanos eran como un puñal forrado con miel". Dulces por fuera y dolorosos en el alma.

En una de las 40 cartas que de él se conservan, le escribe a un antiguo amigo, cuando ya se ha entrado de religioso: "Mi buen colega; si quieres mantener tu alma libre de pecado y sin la esclavitud de las pasiones y de las malas costumbres tienes que huir siempre de la lectura de novelas y del asistir a teatros donde se dan representaciones mundanas. Mucho cuidado con las reuniones donde hay licor y con las fiestas donde hay sensualidad y huye siempre de toda lectura que pueda hacer daño a tu alma. Yo creo que si yo hubiera permanecido en el mundo no habría conseguido la salvación de mi alma. ¿Dirás que me divertí bastante? Pues de todo ello no me queda sino amargura, remordimiento y temor y hastío. Perdóname si te di algún mal ejemplo y pídele a Dios que me perdone también a mí".

Al terminar su bachillerato, y cuando ya iba a empezar sus estudios universitarios, Dios lo llamó a la conversión por medio de una grave enfermedad. Lleno de susto prometió que si se curaba de aquel mal, se iría de religioso. Pero apenas estuvo bien de salud, olvidó su promesa y siguió gozando del mundo.

Un año después enferma mucho más gravemente. Una laringitis que trata de ahogarlo y que casi lo lleva al sepulcro. Lleno de fe invoca la intercesión de un santo jesuita martirizado en las misiones y promete irse de religioso, y al colocarse una reliquia de aquel mártir sobre su pecho, se queda dormido y cuando despierta está curado milagrosamente. Pero apenas se repone de su enfermedad empieza otras vez el atractivo de las fiestas y de los enamoramientos, y olvida su promesa. Es verdad que pide ser admitido como jesuita y es aceptado, pero él cree que para su vida de hombre tan mundano lo que está necesitando es una comunidad rigurosa, y deja para más tarde el entrar a una congregación de religiosos.

Estalla la peste del cólera en Italia. Miles y miles de personas van muriendo día por día. Y el día menos pensado muere la hermana que él más quiere. Considera que esto es un llamado muy serio de Dios para que se vaya de religioso. Habla con su padre, pero a éste le parece que un joven tan amigo de las fiestas mundanas se va a aburrir demasiado en un convento y que la vocación no le va a durar quizá ni siquiera unos meses.

Pero un día asiste a una procesión con la imagen de la Virgen Santísima. Nuestro joven siempre le ha tenido una gran devoción a la Madre de Dios (y probablemente esta devoción fue la que logró librarlo de las trampas del mundo) y en plena procesión levanta sus ojos hacia la imagen de la Virgen y ve que Ella lo mira fijamente con una mirada que jamás había sentido en su vida. Ante esto ya no puede resistir más. Se va a donde su padre a rogarle que lo deje irse de religioso. El buen hombre le pide el parecer al confesor de su hijo, y recibida la aprobación de este santo sacerdote, le concede el permiso de entrar a una comunidad bien rígida y rigurosa, los Padres Pasionistas.

Al entrar de religioso se cambia el nombre y en adelante se llamará Gabriel de la Dolorosa. Gabriel, que significa: el que lleva mensajes de Dios. Y de la Dolorosa, porque su devoción mariana más querida consiste en recordar los siete dolores o penas que sufrió la Virgen María. Desde entonces será un hombre totalmente transformado.

Gabriel había gozado siempre de muchas comodidades en la vida y le había dado gusto a sus sentidos y ahora entra a una comunidad donde se ayuna y donde la alimentación es tosca y nada variada. Los primeros meses sufre un verdadero martirio con este cambio tan brusco, pero nadie le oye jamás una queja, ni lo ve triste o disgustado.

Gabriel lo que hacía, lo hacía con toda el alma. En el mundo se había dedicado con todas sus fuerzas a las fiestas mundanas, pero ahora, entrado de religioso, se dedicó con todas las fuerzas de su personalidad a cumplir exactamente los Reglamentos de su Comunidad. Los religiosos se quedaban admirados de su gran amabilidad, de la exactitud total con la que cumplía todo lo que se le mandaba, y del fervor impresionante con el que cumplía sus prácticas de piedad.

Su vida religiosa fue breve. Apenas unos seis años. Pero en él se cumple lo que dice el Libro de la Sabiduría: "Terminó sus días en breve tiempo, pero ganó tanto premio como si hubiera vivido muchos años".

Su naturaleza protestaba porque la vida religiosa era austera y rígida, pero nadie se daba cuenta en lo exterior de las repugnancias casi invencibles que su cuerpo sentí ante las austeridades y penitencias. Su director espiritual sí lo sabía muy bien.

Al empezar los estudios en el seminario mayor para prepararse al sacerdocio, leyó unas palabras que le sirvieron como de lema para todos sus estudios, y fueron escritas por un sabio de su comunidad, San Vicente María Strambi. Son las siguientes: "Los que se preparan para ser predicadores o catequistas, piensen mientras estudian, que una inmensa cantidad de pobres pecadores les suplica diciendo: por favor: prepárense bien, para que logren llevarnos a nosotros a la eterna salvación". Este consejo tan provechoso lo incitó a dedicarse a los estudios religiosos con todo el entusiasmo de su espíritu.

Cuando ya Gabriel está bastante cerca de llegar al sacerdocio le llega la terrible enfermedad de la tuberculosis. Tiene que recluirse en la enfermería, y allí acepta con toda alegría y gran paciencia lo que Dios ha permitido que le suceda. De vómito de sangre en vómito de sangre, de ahogo en ahogo, vive todo un año repitiendo de vez en cuando lo que Jesús decía en el Huerto de los Olivos: "Padre, si no es posible que pase de mí este cáliz de amargura, que se cumpla en mí tu santa voluntad".

La Comunidad de los Pasionistas tiene como principal devoción el meditar en la Santísima Pasión de Jesús. Y al pensar y repensar en lo que Cristo sufrió en la Agonía del Huerto, y en la Flagelación y coronación de espinas, y en la Subida al Calvario con la cruz a cuestas y en las horas de mortal agonía que el Señor padeció en la Cruz, sentía Gabriel tan grande aprecio por los sufrimientos que nos vuelven muy semejantes a Jesús sufriente, que lo soportaba todo con un valor y una tranquilidad impresionantes.

Pero había otra gran ayuda que lo llenaba de valor y esperanza, y era su fervorosa devoción a la Madre de Dios. Su libro mariano preferido era "Las Glorias de María", escrito por San Alfonso, un libro que consuela mucho a los pecadores y débiles, y que aunque lo leamos diez veces, todas las veces nos parece nuevo e impresionante. La devoción a la Sma. Virgen llevó a Gabriel a grados altísimos de santidad.

A un religioso le aconsejaba: "No hay que fijar la mirada en rostros hermosos, porque esto enciende mucho las pasiones". A otro le decía: "Lo que más me ayuda a vivir con el alma en paz es pensar en la presencia de Dios, el recordar que los ojos de Dios siempre me están mirando y sus oídos me están oyendo a toda hora y que el Señor pagará todo lo que se hace por él, aunque sea regalar a otro un vaso de agua".

Y el 27 de febrero de 1862, después de recibir los santos sacramentos y de haber pedido perdón a todos por cualquier mal ejemplo que les hubiera podido dar, cruzó sus manos sobre el pecho y quedó como si estuviera plácidamente dormido. Su alma había volado a la eternidad a recibir de Dios el premio de sus buenas obras y de sus sacrificios. Apenas iba a cumplir los 25 años.

Poco después empezaron a conseguirse milagros por su intercesión y en 1926 el Sumo Pontífice lo declaró santo, y lo nombró Patrono de los Jóvenes laicos que se dedican al apostolado.

San Gabriel de la Dolorosa: pídele a la Sma. Virgen por tantos jóvenes tan llenos de vitalidad y de entusiasmo para que encaucen las enormes fuerzas de su alma, no a dejarlas perderse en goces mundanos, sino a ganarse un gran premio en el cielo dedicándose a salvar su propia alma y la de muchos más.

domingo, 26 de febrero de 2012

SAN NÉSTOR, Obispo y Mártir



26 de febrero


SAN NÉSTOR,
Obispo y Mártir
† crucificado hacia el año 251

Si es preciso gloriarme de alguna cosa,
me gloriaré de aquéllas que son propias de mi flaqueza.
(2 Corintios 11, 30)

Como supiese San Néstor que se le buscaba para ser martirizado, dijo adiós a todos sus servidores y se presentó a los soldados que iban a prenderlo. Le prometieron hacerle sumo sacerdote de los ídolos, si quería renunciar a la fe. Mas prefirió el oprobio de la cruz a todos los honores de la gentilidad. Se le extendió en el potro y se le puso en una cruz; en todas partes alababa a Dios, e invitaba a los demás a que lo reconocieran y lo adoraran con él.

MEDITACIÓN
SOBRE LA VERDADERA GLORIA

I. Cristiano, ¿en qué haces consistir la verdadera gloria? Si tienes el espíritu del mundo, me responderás: “La verdadera gloria consiste en las riquezas, en las dignidades, en los honores, en el saber”. Para adquirir esta falsa reputación, expónense los bienes, la salud, la vida, el alma. ¿Para qué te servirá esta gloria después de la muerte? ¿Qué importa a los condenados que los alaben donde ya no están, si son torturados donde están? (San Agustín).

II. La verdadera gloria procede de Dios; servir a un tan grande Señor es ya ser rey. ¡Qué dicha contar con la aprobación de Dios y de la corte celestial y esto por toda una eternidad! Además, ¿qué gloria humana puede compararse con la que los santos reciben aquí abajo durante su vida y después de su muerte y con la que gozan en el cielo? Ambicioso, he aquí algo con qué contentarte: el mundo no tiene sino un falso esplendor, Jesucristo tiene para ti honores y recompensas sólidas y eternas; búscalos, si amas la gloria. Si nos seducen las riquezas y los honores, que sean las verdaderas riquezas y los verdaderos honores (San Euquerio).

III. Para adquirir esta gloria es preciso despreciar la del mundo, es menester hacer grandes cosas y soportar grandes sufrimientos por Jesucristo. He ahí los tres grados por donde se ha de subir a la gloria. ¿Has despreciado tú la gloria del mundo? ¿Qué cosa grande has emprendido por Jesucristo? ¿Qué has sufrido? Comienza por las cosas pequeñas: no te faltarán ocasiones, no faltes tú mismo en las ocasiones.

La humildad.
Orad por el acrecentamiento de esta virtud.

ORACIÓN

Dios todopoderoso, mirad nuestra flaqueza; ved cuán agobiados estamos bajo el peso de nuestros pecados, y fortificadnos por la intercesión del bienaventurado Néstor, vuestro mártir y pontífice. Por J. C. N. S.

SAN ALEJANDRO PATRIARCA DE ALEJANDRIA


26 de febrero



SAN ALEJANDRO
PATRIARCA DE ALEJANDRIA

(† 326)



San Alejandro, patriarca de Alejandría, tiene una especial significación en la historia de la Iglesia a principios del siglo IV, por haber sido el primero en descubrir y condenar la herejía de Arrio y haber iniciado la campaña contra esta herejía, que tanto preocupó a la Iglesia durante aquel siglo. A él cabe también la gloria de haber formado y asociado en el gobierno de la Iglesia alejandrina a San Atanasio, preparándose de este modo un digno sucesor, que debía ser el portavoz de la ortodoxia católica en las luchas contra el arrianismo.

Nacido Alejandro hacia el año 250, ya durante el gobierno de Pedro de Alejandría se distinguió de un modo especial en aquella Iglesia. Los pocos datos que poseemos sobre sus primeras actividades nos han sido transmitidos por los historiadores Sócrates, Sozomeno y Teodoreto de Ciro, a los que debemos añadir la interesante información de San Atanasio. Así, pues, en general, podemos afirmar que las fuentes son relativamente seguras.

El primer rasgo de su vida, en el que convienen todos los historiadores, nos lo presenta como un hombre de carácter dulce y afable, lleno siempre de un entrañable amor y caridad para con sus hermanos y en particular para con los pobres. Esta caridad, unida con un espíritu de conciliaci6n, tan conforme con los rasgos característicos de la primitiva Iglesia, proyectan una luz muy especial sobre la figura de San Alejandro de Alejandría, que conviene tener muy presente en medio de las persistentes luchas que tuvo que mantener más tarde contra la herejía; pues, viéndolo envuelto en las más duras batallas contra el arrianismo, pudiera creerse que era de carácter belicoso, intransigente y acometedor. En realidad, San Alejandro era, por inclinación natural, todo lo contrario; pero poseía juntamente una profunda estima y un claro conocimiento de la verdadera ortodoxia, unidos con un abrasado celo por la gloria de Dios y la defensa de la Iglesia, lo cual lo obligaba a sobreponerse constantemente a su carácter afable, bondadoso y caritativo, y a emprender las más duras batallas contra la herejía.

De este espíritu de caridad y conciliación, que constituyen la base fundamental de su carácter, dio bien pronto claras pruebas en su primer encuentro con Arrio. Este comenzó a manifestar su espíritu inquieto y rebelde, afiliándose al partido de los melecianos, constituido por los partidarios del obispo Melecio de Lycópolis, que mantenía un verdadero cisma frente al legítimo obispo Pedro de Alejandría. Por este motivo Arrio había sido arrojado por su obispo de la diócesis de Alejandría. Alejandro, pues, se interpuso con todo el peso de su autoridad y prestigio, y obtuvo, no sólo su readmisión en la diócesis, sino su ordenación sacerdotal por Aquillas, sucesor de Pedro en la sede de Alejandría.

Muerto, pues, prematuramente Aquillas el año 313, sucedióle el mismo Alejandro, y por cierto son curiosas algunas circunstancias que sobre esta elección nos transmiten sus biógrafos. Filostorgo asegura que Arrio, al frente entonces de la iglesia de Baucalis, apoyó decididamente esta elección, lo cual se hace muy verosímil si tenemos presente la conducta observada con él por Alejandro. Mas, por otra parte, Teodoreto atestigua que Arrio había presentado su propia candidatura a Alejandría frente a Alejandro, y que, precisamente por haber sido éste preferido, concibió desde entonces contra él una verdadera aversión y una marcada enemistad.

Sea de eso lo que se quiera, Arrio mantuvo durante los primeros años las más cordiales relaciones con su obispo, el nuevo patriarca de Alejandría, San Alejandro. Este desarrolló entre tanto una intensa labor apostólica y caritativa en consonancia con sus inclinaciones naturales y con su carácter afable y bondadoso. Uno de los rasgos que hacen resaltar los historiadores en esta etapa de su vida, es su predilección por los cristianos que se retiraban del mundo y se entregaban al servicio de Dios en la soledad. Precisamente en este tiempo comenzaban a poblarse los desiertos de Egipto de aquellos anacoretas que, siguiendo los ejemplos de San Pablo, primer ermitaño, de San Antonio y otros maestros de la vida solitaria, daban el más sublime ejemplo de la perfecta entrega y consagración a Dios. Estimando, pues, en su justo valor la virtud de algunos entre ellos, púsoles al frente de algunas iglesias, y atestiguan sus biógrafos que fue feliz en la elección de estos prelados.

Por otra parte se refiere que hizo levantar la iglesia dedicada a San Teonás, que fue la más grandiosa de las construidas hasta entonces en Alejandría. Al mismo tiempo consiguió mantener la paz y tranquilidad de las iglesias del Egipto, a pesar de la oposición que ofrecieron algunos en la cuestión sobre el día de la celebración de la Pascua y, sobre todo, de las dificultades promovidas por los melecianos, que persistían en el cisma, negando la obediencia al obispo legítimo. Pero lo más digno de notarse es su intervención en la cuestión ocasionada por Atanasio en sus primeros años. En efecto, niño todavía, había procedido Atanasio a bautizar a algunos de sus camaradas, dando origen a la discusión sobre la validez de este bautismo. San Alejandro resolvió favorablemente la controversia, constituyéndose desde entonces en protector y promoviendo la esmerada formación de aquel niño, que debía ser su sucesor y el paladín de la causa católica.

Pero la verdadera significación de San Alejandro de Alejandría fue su acertada intervención en todo el asunto de Arrio y del arrianismo, y su decidida defensa de la ortodoxia católica. En efecto, ya antes del año 318, comenzó a manifestar Arrio una marcada oposición al patriarca Alejandro de Alejandría. Esta se vio de un modo especial en la doctrina, pues mientras Alejandro insistía claramente en la divinidad del Hijo y su igualdad perfecta con el Padre, Arrio comenzó a esparcir la doctrina de que no existe más que un solo Dios, que es el Padre, eterno, perfectísimo e inmutable, y, por consiguiente, el Hijo o el Verbo no es eterno, sino que tiene principio, ni es de la misma naturaleza del Padre, sino pura criatura. La tendencia general era rebajar la significación del Verbo, al que se concebía como inferior y subordinado al Padre. Es lo que se designaba como subordinacianismo, verdadero racionalismo, que trataba de evitar el misterio de la Trinidad y de la distinción de personas divinas. Mas, por otra parte, como los racionalistas modernos, para evitar el escándalo de los simples fieles, ponderaban las excelencias del Verbo, si bien éstas no lo elevaban más allá del nivel de pura criatura.

En un principio, Atrio esparció estas ideas con la mayor reserva y solamente entre los círculos más íntimos. Mas como encontrara buena acogida en muchos elementos procedentes del paganismo, acostumbrados a la idea del Dios supremo y los dioses subordinados, e incluso en algunos círculos cristianos, a quienes les parecía la mejor manera de impugnar el mayor enemigo de entonces, que era el sabelianismo, procedió ya con menos cuidado y fue conquistando muchos adeptos entre los clérigos y laicos de Alejandría y otras diócesis de Egipto. Bien pronto, pues, se dio cuenta el patriarca Alejandro de la nueva herejía e inmediatamente se hizo cargo de sus gravísimas consecuencias en la doctrina cristiana, pues si se negaba la divinidad del Hijo, se destruía el valor infinito de la Redención. Por esto reconoció inmediatamente como su deber sagrado el parar los pasos a tan destructora doctrina. Para ello tuvo, ante todo, conversaciones privadas con Arrio; dirigióle paternales amonestaciones, tan conformes con su propio carácter conciliador y caritativo; en una palabra, probó toda clase de medios para convencer a buenas a Arrio de la falsedad de su concepción.

Mas todo fue inútil. Arrio no sólo no se convencía de su error, sino que continuaba con más descaro su propaganda, haciendo cada día más adeptos, sobre todo entre los clérigos. Entonces, pues, juzgó San Alejandro necesario proceder con rigor contra el obstinado hereje, sin guardar ya el secreto de la persona. Así, reunió un sínodo en Alejandría el año, 320, en el que tomaron parte un centenar de obispos, e invitó a Arrio a presentarse y dar cuenta de sus nuevas ideas. Presentóse él, en efecto, ante el sínodo, y propuso claramente su concepción, por lo cual fue condenado por unanimidad por toda la asamblea.

Tal fue el primer acto solemne realizado por San Alejandro contra Arrio y su doctrina. En unión con los cien obispos de Egipto y de Libia lanzó el anatema contra el arrianismo. Pero Arrio, lejos de someterse, salió de Egipto y se dirigió a Palestina y luego a Nicomedia, donde trató de denigrar a Alejandro de Alejandría y presentarse a si mismo como inocente perseguido. Al mismo tiempo propagó con el mayor disimulo sus ideas e hizo notables conquistas, particularmente la de Eusebio de Nicomedia.

Entre tanto, continuaba San Alejandro la iniciada campaña contra el arrianismo. Aunque de natural suave, caritativo, paternal y amigo de conciliación, viendo, la pertinacia del hereje y el gran peligro de su ideología, sintió arder en su interior el fuego del celo por la defensa de la verdad y de la responsabilidad que sobre él recaía, y continuó luchando con toda decisión y sin arredrarse por ninguna clase de dificultades. Escribió, pues, entonces algunas cartas, de las que se nos han conservado dos, de las que se deduce el verdadero carácter de este gran obispo, por un lado lleno de dulzura y suavidad, mas por otro, firme y decidido en defensa de la verdadera fe cristiana.

Por su parte, Arrio y sus adeptos continuaron insistiendo cada vez más en su propaganda. Eusebio de Nicomedia y Eusebio de Cesarea trabajaban en su favor en la corte de Constantino. Se trataba de restablecer a Arrio en Alejandría y hacer retirar el anatema lanzado contra él. Pero San Alejandro, consciente de su responsabilidad, ponía como condición indispensable la retractación pública de su doctrina, y entonces fue cuando compuso una excelente síntesis de la herejía arriana, donde aparece ésta con todas sus fatales consecuencias.

Por su parte, el emperador Constantino, influido sin duda por los dos Eusebios, inició su intervención directa en la controversia. Ante todo, envió sendas cartas a Arrio y a Alejandro, donde, en la suposición de que se trataba de cuestiones de palabras y deseando a todo trance la unión religiosa, los exhortaba a renunciar cada uno a sus puntos de vista en bien de la paz. El gran obispo Osio de Córdoba, confesor de la fe y consejero religioso de Constantino, fue el encargado de entregar la carta a San Alejandro y juntamente de procurar la paz entre los diversos partidos. Entre tanto Arrio había vuelto a Egipto, donde difundía ocultamente sus ideas y por medio de cantos populares y, sobre todo, con el célebre poema Thalia trataba de extenderlas entre el pueblo cristiano.

Llegado, pues, Osio a Egipto, tan pronto como se puso en contacto con el patriarca Alejandro y conoció la realidad de las cosas, se convenció rápidamente de la inutilidad de todos sus esfuerzos. Así se confirmó plenamente en un concilio celebrado por él en Alejandría. Sólo con un concilio universal o ecuménico se podía poner término a tan violenta situación. Vuelto, pues, a Nicomedia, donde se hallaba el emperador Constantino, aconsejóle decididamente esta solución. Lo mismo le propuso el patriarca Alejandro de Alejandría. Tal fue la verdadera génesis del primer concilio ecuménico, reunido en Nicea el año 325.

No obstante su avanzada edad y los efectos que había producido en su cuerpo tan continua y enconada lucha, San Alejandro acudió al concilio de Nicea acompañado de su secretario, el diácono San Atanasio. Desde un principio fue hecho objeto de los mayores elogios de parte de Constantino y de la mayor parte de los obispos, ya que él era quien había descubierto el virus de aquella herejía y aparecía ante todos como el héroe de la causa por Dios. Como tal tuvo la mayor satisfacción al ver condenada solemnemente la herejía arriana en aquel concilio, que representaba a toda la Iglesia y estaba presidido por los legados del Papa.

Vuelto San Alejandro a su sede de Alejandría, sacando fuerzas de flaqueza, trabajó lo indecible durante el año siguiente en remediar los daños causados por la herejía. Su misión en este mundo podía darse por cumplida. Como pastor, colocado por Dios en una de las sedes más importantes de la Iglesia, había derrochado en ella los tesoros de su caridad y de la más delicada solicitud pastoral, y habiendo descubierto la más solapada y perniciosa herejía, la había condenado en su diócesis y había conseguido fuera condenada solemnemente por toda la Iglesia en Nicea. Es cierto que la lucha entre la ortodoxia y arrianismo no terminó con la decisión de este concilio, sino que continuó cada vez más intensa durante gran parte del siglo IV. Pero San Alejandro había desempeñado bien su papel y dejaba tras sí a su sucesor en la misma sede de Alejandría, San Atanasio, quien recogía plenamente su herencia de adalid de la causa católica.

Según todos los indicios, murió San Alejandro el año 326, probablemente el 26 de febrero, si bien otros indican el 17 de abril. En Oriente su nombre fue pronto incluido en el martirologio. En el Occidente no lo fue hasta el siglo IX.

BERNARDINO LLORCA, S, I.

sábado, 25 de febrero de 2012

SAN TARASIO, Obispo y Confesor



25 de febrero


SAN TARASIO,
Obispo y Confesor
† hacia el año 806



Así como hemos llevado grabada la imagen del hombre terreno,
llevemos también la imagen del hombre celestial.
(1 Corintios 15, 49)

San Tarasio fue cónsul, secretario de Estado y, enseguida, arzobispo de Constantinopla. En este último cargo dio los más hermosos ejemplos de caridad y humildad. Con sus propias manos servía a los pobres, diciendo que quería imitar a Jesucristo, que había venido a la tierra para servir y no para ser servido. Fue el alma del Concilio segundo de Nicea que, en el año 786, anatematizó a los iconoclastas o destructores de imágenes. De inmediato hizo reponer las imágenes de los santos en toda la extensión de su patriarcado.

MEDITACIÓN
SOBRE LA IMAGEN DE DIOS

I. El hombre ha sido creado a imagen de Dios: su memoria, su inteligencia y su voluntad son imagen de un Dios en tres Personas. Debes, pues, hacer de suerte que estas tres facultades de tu alma se asemejen lo más posible a su modelo. Para esto, es preciso que la memoria continuamente se acuerde de la omnipotencia del Padre, que la inteligencia considere la sabiduría de Jesucristo, que se hizo hombre para salvar a los hombres, y que la voluntad se abrase toda con el fuego del Espíritu Santo. ¡Que Os ame, oh Dios, que sois la vida de mi alma! (San Agustín).

II. El pecado desfiguró enteramente esta imagen de Dios impresa en tu alma y la recubrió con la vergonzosa imagen del demonio, pues el pecador es semejante al demonio y no tiene rasgo alguno de semejanza con Dios. ¿A quién te asemejas tú? ¿Tus acciones no llevan impreso el sello de algún vicio?

III. Has de devolver a tu alma su antigua belleza; Jesucristo es el modelo que debes tener continuamente ante tus ojos, a fin de hacerte semejante a Él. Para esto, es preciso tener la corona de espinas en la cabeza, la hiel y el vinagre en la boca, es preciso estar cargado de oprobios, sufrir todo, emprender todo por la gloria de Dios. Cada uno es el pintor de su propia vida: la voluntad dirige al pincel, las virtudes son los colores, y el modelo es Jesucristo (San Gregorio Niceno).

La devoción a las santas imágenes.
Orad por la conversión de los protestantes.

ORACIÓN

Oh Dios todopoderoso, haced que esta solemnidad del bienaventurado Tarasio, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de nuestra salvación. Por J. C. N. S.

BEATO SEBASTIÁN APARICIO, Confesor


25 de febrero


BEATO SEBASTIÁN APARICIO, Confesor

Agricultor, artesano, fraile franciscano. +1600.
Santo analfabeto, pero sabio en virtudes. 




Nació en Gudiña, Galicia (España), el 20 de enero de 1502. De niño se contagió en una epidemia. Los enfermos eran obligados a vivir apartados y su madre lo llevó a una solitaria choza. Allí una loba lo mordió y con la hemorragia se curó de la enfermedad. Desde entonces tuvo un especial amor e influencia con los animales.

Le agradaba la vida de campo por su paz que conduce a hablar con Dios. Aunque no fue a la escuela ni aprendió a escribir, desarrolló muchas habilidades útiles: arreglos de edificios y fabricación de carros, cultivo, toda clase de trabajo de finca, etc. Pastoreó las ovejas de su padre hasta la edad de 20 años cuando se fue de mayordomo a una hacienda en Salamanca que pertenecía a una joven viuda, hermosa y rica. Ella se enamoró de el. Para no caer en la tentación, Sebastián dejo el lugar y se fue a Zafra, a trabajar en otra finca al servicio de Pedro de Figueroa, pariente del Duque de Feria. Pero allí una de las hijas del dueño también comenzó a rondarle. Volvió a mudarse, esta vez a Sanlúcar de Barrameda, de donde partían los barcos a América. Trabajó allí siete años bien pagado y pudo enviarle a sus hermanas la dote que se acostumbraba para el matrimonio. Pero en ese lugar fue otra vez asediado por las mujeres. Esta vez, la hija del dueño y una joven de Ayamonte. Entonces, teniendo 31años de edad, se embarcó para América donde vivió el resto de su larga vida.

Comerciante exitoso en América
 Llegó a Puebla, México. La ciudad estaba recién fundada y hacía falta todo tipo de trabajo. Sebastián puso sus diversos talentos a buen uso. Le ayudaban su enorme fe y su gran fuerza física. Había gran escasez de carros de carga. El fundó una empresa donde los construía y hacía transportes. Ayudó también a construir carreteras ya que por Puebla pasaba el tráfico entre Veracruz y la ciudad de México. Ayudaba a los indios pobres enseñándoles sus artes.

En 1542 Sebastián se traslada a la ciudad de México con el fin de fundar una mayor empresa de carros. Abrió el primer camino de carros a Zacatecas, empresa muy audaz no solo por la distancia sino porque atraviesa la región habitada por los indios Chichimecas que son muy peligrosos. Durante diez años transporta viajeros y minerales de plata de las minas de Zacatecas a la Casa de Moneda de México. En una ocasión, mientras transportaba mercancía, lo asaltó una banda de Chichimecas que al principio no reconocieron a Sebastián. Pero cuando se dieron cuenta de quien era lo dejaron pasar libremente. "Tú has sido siempre como un buen papá para con nosotros. -dijeron- A ti no te haremos daño".

Pasando una vez Sebastián con sus carretas por la plaza mayor de México, aplastó por accidente la mercancía de un vendedor de cacharos, el cual le desafió espada en mano. Las disculpas y la oferta de Sebastián de pagar los daños no consiguió calmar al comerciante que le vino encima. Con su gran fuerza y habilidad Sebastián le derribó por tierra. El cacharrero pidió perdón por amor de Dios. Sebastián le ayudó a levantarse, diciéndole: "De buen mediador te has valido".

A la edad de 50 años, después de 18 años, se retira del comercio de las carretas y se establece en una hacienda en Tlalnepantla, cerca de la ciudad de México. Por los bienes que había ganado con su trabajo le llaman «Aparicio, el Rico». En Chapultepec, en las afueras de México, adquiere una hacienda ganadera. Sin embargo vivía con impresionante sencillez: no tenía cama sino que dormía en un petate, comía las mismas tortillas que los indios y vestía humildemente. Utilizaba sus recursos para hacer de su hacienda un centro de misericordia para todos. Los trabajadores de su finca eran tratados con todo respeto, como amigos. A varios arrendatarios les escrituró fanegadas de tierra para que formaran sus propias fincas. Mientras era común que los hacendados tuviesen muchos esclavos, el solo tenía uno y este era tratado como un hijo, hasta que le concedió la libertad. Pero aquel esclavo se sentía tan bien junto a Sebastián que siguió como trabajador suyo.

Dos matrimonios
En Chapultepec tiene una enfermedad muy grave y recibe los últimos sacramentos. Recuperada la salud, le recomiendan que se case y el encomienda a Dios con mucha oración la posibilidad de casarse. Por fin, a los 60 años, en 1562, se casa con la hija de un amigo vecino de Chapultepec en la iglesia de los franciscanos de Tacuba, haciendo con su esposa vida virginal. Sus suegros pensaban buscar la nulidad del matrimonio, cuando la esposa muere en el primer año de casados y Aparicio, después de entregar a sus suegros 2.000 pesos como dote, de nuevo se va a vivir a Atzcapotzalco.

Allí contrajo un segundo matrimonio a los 67 años. Fue también éste un matrimonio virginal, como Sebastián lo asegura en cláusula del testamento hecho entonces: «Para mayor gloria y honra de Dios declaro que mi mujer queda virgen como la recibí de sus padres, porque me desposé con ella para tener algún regalo en su compañía, por hallarme mal solo y para ampararla y servirla de mi hacienda». Ella también muere antes del año en un accidente, al caerse de un árbol mientras recogía frutas. Aparicio la quiso mucho, como también a su primera esposa, y de ellas decía muchos años después que «había criado dos palomitas para el cielo, blancas como la leche».

La vida religiosa
Su confesor le recomienda que ayude a las hermanas clarisas que estaban pasando miseria. En el año 1573 les cede a las clarisas sus bienes, que ascendían a unos 20,000 pesos, quedándose solo con 1000 pesos como le pidió su confesor por precaución por si no perseveraba. Se va el mismo a servirles en calidad de portero.

El 9 de junio de 1574, a los 72 años de edad, recibe el hábito franciscano en el convento de México. Da desde el principio un gran ejemplo de humildad haciendo cualquier servicio con prontitud. Sufre mucho, en parte por el trato de los jóvenes del noviciado y porque sus superiores, al verlo tan anciano no se deciden en dejarle profesar. Por fin a los 73 años de edad, el 13 de junio de 1575 recita la solemne fórmula:

«Yo, fray Sebastián de Aparicio, hago voto y prometo a Dios vivir en obediencia, sin cosa alguna propia y en castidad, vivir el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, guardando la Regla de los frailes menores».

Y un fraile firma por él, pues es analfabeto.

Por aquel convento pasó otro santo franciscano llamado por Dios a ser mártir en Japón: San Felipe de Jesús

Limosnero
El anciano fraile va a su primer destino caminando 30 km hacia el este de Puebla. Es el convento de Santiago de Tecali. Allí es el único hermano lego y sirve en los trabajos mas humildes. Pronto lo llaman de regreso a Puebla donde la intensa labor de los frailes requiere de un buen limosnero. Su fórmula era: «Guardeos Dios, hermano, ¿hay algo que dar, por Dios, a San Francisco?». Mientras tanto daba a los pobres muchas veces su propia ropa o les repartía de los bienes que había recogido para el convento.

Dice a su superior ya de anciano: «Piensa, padre Guardián, que el dormir yo en el campo y fuera de techado es por mi gusto; no, sino porque este bellaco gusanillo del cuerpo padezca, porque si no hacemos penitencia, no iremos al cielo» (Calvo 108).

Devoto de la Virgen María
Recorría la región con su hábito franciscano, rosario en mano, el cual siempre andaba rezando. En una fiesta de la Virgen, llega fray Sebastián al convento de Cholula en el momento de la comunión y se acerca a comulgar. Cuando después está dando gracias, se le aparece la Virgen. Cuando el padre Sancho de Landa se le interpone, le dice el hermano Aparicio: «Quitáos, quitáos, ¿no veis aquella gran Señora, que baja por las escaleras? ¡Miradla! ¿No es muy hermosa?». Pero el padre Sancho no ve nada: «¿Estás loco, Sebastián?... ¿Dónde hay mujer?»... Luego comprendió que se trataba de una visión del santo Hermano (Compazas 89).

Impugnado por los demonios
Sebastián sufrió muchas impugnaciones del demonio. En las clarisas de México los combates contra el maligno era tan fuertes que la abadesa le puso dos hombres para su defensa, pero salieron tan molidos y aterrados por dos leones que por nada del mundo aceptaron volver a cumplir tal oficio.

Ya de fraile, según cuenta el doctor Pareja, el demonio «le quitaba de su pobre cama la poca ropa con que se cubría y abrigaba y, echándosela por la ventana del dormitorio, lo dejaba yerto de frío y en punto de acabársele la vida. Otras veces, dándole grandes golpazos, lo atormentaba y molía; otras lo cogía en alto y, dejándolo caer como quien juega a la pelota, lo atormentaba, inquietándolo; de manera que muchas veces se vio desconsoladísimo y afligido» (Campazas 31).

Los ataques continuaron en muchas ocasiones. En una de ellas los demonios le dijeron que iban a despeñarlo porque Dios les había dado orden de hacerlo. A lo que respondió fray Sebastián muy tranquilo: «Pues si Dios os lo mandó ¿qué aguardáis? Haced lo que Él os manda, que yo estoy muy contento de hacer lo que a Dios le agrada»...

Consolado por los ángeles
También recibió consolaciones del cielo. Tiene visiones de San Francisco y del apóstol Santiago que le confirman en su vocación. Tuvo gran devoción a los ángeles, especialmente al de su guarda y experimentó muchas veces sus favores.

Una vez se le atascó la carreta en el barro y se le presenta un joven vestido de blanco para ofrecerle su ayuda. «¡Qué ayuda me podéis dar vos, le dice, cuando ocho bueyes no pueden sacarla!». Pero cuando ve que el joven sacaba el carro con toda facilidad, comenta en voz alta: «¡A fe que no sois vos de acá!» (Campazas 71).

Regresaba fray Sebastián con su carro bien cargado de Tlaxcala a Puebla, cuando se le rompió un eje. No habiendo en el momento remedio humano posible, invoca a San Francisco, y el carro sigue rodando como antes. Y a uno que le dice asombrado al ver la escena: «Padre Aparicio, ¿qué diremos de esto?», le contesta simplemente: «Qué hemos de decir, sino que mi Padre San Francisco va teniendo la rueda para que no se caiga» (Campazas 53-4).

Sus últimos 20 años los vivió como hermano encargado de pedir limosna por las casas, de cuidar el huerto y hacer las compras y los mandados. A pesar de sus muchos trabajos, parecía casi no sentir cansancio. Los ofrecía para salvar almas.

Su relación con las criaturas era maravillosa.
A un hermano le confesaba: «Muchas veces me coge la noche en la sabana y, sin otra ayuda que la misericordia de Dios, como me veo solo y tan enfermo, vuelvo los ojos al cielo, al Padre universal de la clemencia, y dígole: «Ya sabe que esto que llevo en esta carreta es para el sustento de vuestros siervos y que estos bueyes que me ayudan a jalar la carreta son de San Francisco; también sabéis mi imposibilidad para poderlos guardar y recoger esta noche, y así los pongo en vuestras manos y dejo en vuestra guardia para que me los guardéis y traigáis en pastos cercanos, donde con facilidad los halle». Con esto me acuesto debajo de la carreta y paso la noche; y a la mañana, cuando me levanto con el cuidado de buscarlos, los veo tan cerca de mí que, llamándolos, se vienen al yugo y los unzo, y sigo mi jornada» (Calvo 146).

En una ocasión, acarreando piedras para la construcción del convento de Puebla, a un buey exhausto hubo que desuncirlo. Fray Sebastián, por seguir con el trabajo, tomó con su cordón franciscano a una una vaca que estaba por allí con su ternero y, sin que ella se resistiera, le puso el yugo de la carreta. Al ternerillo que protestaba sin cesar con grandes mugidos le manda callar y calla.

Regresando una vez de Atlixco con unas carretas bien cargadas de trigo, se detiene Fray Aparicio a descansar, momento que las hormigas aprovechan para hacer su trabajo. «Padre, le dice un indio, las hormigas están hurtando el trigo a toda prisa, y si no lo remedia, tienen traza de llevárselo todo». Fray Sebastián se acerca allí muy serio y les dice: «De San Francisco es el trigo que habéis hurtado; ahora mirad lo que hacéis». Fue suficiente para que lo devolvieran todo.

Durante un viaje se acostó sobre un hormiguero de hormigas bravas. Cuando se despertó vio que estas habían hecho un gran círculo a su alrededor.

Un caballo derribaba a todo quien se atreviese a montarlo, pero a Fray Sebastián lo llevaba mansamente.

Final de su vida
A los 98 años se sintió morir por causa de una hernia. Llega al convento y queda postrado en el suelo al modo de San Francisco. Pidió a los franciscanos que rezaran el credo y cuando decían: "Creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna"... se quedó muerto.

Muchísimos habitantes de Puebla asistieron a su entierro. Dos veces fue desenterrado su cadáver y las dos apareció incorrupto. Al morir quedó su rostro como de un hombre de 60 años pacíficamente dormido, como si estuviera vivo. 968 milagros fueron documentados en su proceso de beatificación.

Beatificado en 1789.

En la actualidad descansa en una urna de cristal en el convento franciscano de Puebla de los Angeles de México.

viernes, 24 de febrero de 2012

SAN MATÍAS, Apóstol


24 de febrero

SAN MATÍAS,
 Apóstol





Siguió a Jesús "desde que este fue bautizado hasta su ascensión". Por este motivo, cuando Judas Iscariote desertó y hubo necesidad de completar el número de los doce Apóstoles, Pedro lo propuso para que se uniera al grupo apostólico y "se convirtiera en testigo de la resurrección" del Señor. (Cf. Hechos 1, 15-26)

"(Matías), después de Pascua, fue elegido en lugar del traidor. En la Iglesia de Jerusalén se presentaron dos a la comunidad, y después sus hombres fueron echados a suerte: « José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y Matías» (Hechos l, 23).  De este modo «fue agregado al número de los doce apóstoles» (Hechos 1, 26).

No sabemos nada más de él, a excepción de que fue testigo de la vida pública de Jesús (Cf. Hechos 1, 21-22)siéndole fiel hasta el final.

"Sacamos de aquí una última lección: si bien en la Iglesia no faltan cristianos indignos y traidores, a cada uno de nosotros nos corresponde contrabalancear el mal que ellos realizan con nuestro testimonio limpio de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador". -Benedicto XVI, 18 X 2006

Sus reliquias están en Tréveris (Alemania), ciudad de la que es patrono.

jueves, 23 de febrero de 2012

SAN PEDRO DAMIÁN, Obispo y Confesor


23 de febrero


SAN PEDRO DAMIÁN,
 Obispo y Confesor





Asegúrote de cierto que de allí no saldrás hasta que pagues el último maravedí- (San Mateo, 5, 26).
Pedro quedó huérfano desde muy joven y fue enviado a casa de uno de sus hermanos, ya casado, quien lo trató duramente y lo mandó a cuidar cerdos. Un día encontró una moneda de plata y la empleó en hacer celebrar una misa por el alma de su padre. Dios recompensó su piedad filial. Otro de sus hermanos, llamado Damián, lo recibió en su casa y lo hizo estudiar. Más tarde, Pedro se unió a los Ermitaños de la Santa Cruz, entre los cuales se distinguió por la austeridad de su vida. Esteban IX  lo nombró cardenal obispo de Ostia. Después de haber ilustra do su sede con sus eminentes virtudes, volvió a la soledad de Fuente Avellana. Murió en Faenza, en 1072, volviendo de Ravena, adonde el Papa lo había enviado a restablecer el orden y la obediencia a la autoridad pontificia.

MEDITACIÓN
SOBRE COMO ALIVIAR
A LAS ALMAS DEL PURGATORIO

I. Debes socorrer a las almas del purgatorio con tus oraciones y tus buenas obras. La caridad te obliga a ello con relación a todos los cristianos, que son hermanos tuyos. Lo exige la justicia con relación a tus amigos ya tus parientes: te dejaron sus bienes con la condición que socorrieras a su alma. Acaso esté ella en el purgatorio por amarte demasiado; en cambio no tienes compasión por ellos, te diviertes mientras ellos arden en las llamas. Ten piedad de mí, ten piedad de mí, tú por lo menos, que eres mi amigo, pues me ha tocado la mano de Dios. (Job).

II. Tú puedes aliviar a estas almas santas haciendo celebrar misas, comulgando, ganando indulgencias, ayunando, orando a Dios por ellas. Ellas no pueden sacarse a sí mismas de ese lugar de dolor; pero pueden obtenerte gracias del Cielo aun estando todavía en el purgatorio. Socórrelas e invócalas en tus necesidades, y experimentarás los efectos de su poder y de su agradecimiento.

III. Si haces esta caridad a los demás, Dios permitirá que los demás rueguen por ti después de tu muerte. No te fíes, sin embargo, en esto; haz tú mismo, durante esta vida, todo el bien que puedas hacer para expiar las penas que debes por tus pecados. Las limosnas, las penitencias, las buenas obras que hagas, mucho abreviarán tu purgatorio. No cuentes con tus herederos, acaso se olvidarán de ti una vez que ya gocen de tus bienes. Evita, cuanto puedas, los pecados veniales, puesto que son castigados tan rigurosamente en la otra vida. ¡Ay! ¡cuántos cometes cada día!

La devoción a las almas del purgatorio 
Orad por vuestros parientes difuntos.

ORACIÓN

Oh Dios todopoderoso, dignaos concedernos la gracia de seguir los consejos y ejemplos del bienaventurado Pedro, tu confesor pontífice, a fin de que por el desprecio de las cosas terrenales obtengamos los gozos eternos. Por I. C. N. S. Amén.

miércoles, 22 de febrero de 2012

LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO EN ANTIOQUÍA


22 de febrero



LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO EN ANTIOQUÍA 





Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella; y a ti te daré las llaves del reino de los cielos. (San Mateo 16, 18-19).
La Iglesia celebra en este día la toma de posesión, por San Pedro, del obispado de Antioquía. Bien merecido tenía esta ciudad de que su primer obispo fuese el Príncipe de los apóstoles y Vicario de Jesucristo, pues en ella los fieles hacíanse cada vez más numerosos, y allí, por vez primera, tomaron el bello nombre de cristianos que han conservado después. San Pedro trasladóse posteriormente a Roma y estableció en ella su sede episcopal definitiva.

MEDITACIÓN
SOBRE LA SANTA IGLESIA

I. Hay una sola Iglesia, porque hay un solo Dios, y tú tienes la dicha de estar en esta Iglesia. ¿Has agradecido a Dios esta merced ? Puesto que hay una sola Iglesia, es menester que los hijos de esta Iglesia tengan un solo corazón y una sola alma, a imitación de los primeros cristianos. ¿Qué haces tú para mantener la paz y la caridad con tu prójimo? En el amor al prójimo es donde se conocerá si eres discípulo de Jesucristo.

II. La Iglesia es santa, porque Jesucristo su cabeza es santo, porque sus primeros fundadores son santos, porque un gran número de sus miembros son santos, en fin, porque su doctrina, sus ceremonias, sus sacramentos son santos. He aquí una buena cantidad de medios y de motivos para que te hagas santo. ¿Eres digno hijo de esta Iglesia? Compara tu vida con la de los primeros cristianos que, perseveraban noche y día en oración, y entregaban sus bienes a los ap6stoles para que los distribuyesen a los pobres.

III. Se la llama católica, es decir, universal, por que está esparcida por toda la tierra y porque admite en su seno a toda clase de personas. Se la llamaapostólica, porque viene de los apóstoles que la establecieron en el mundo mediante su santidad, su doc trina y la efusión de su propia sangre. Si quieres ser digno hijo de la Iglesia católica, abre tu corazón, ama a todos en Jesucristo. Jamás hagas algo que deshonre el título que llevas. Recuerda de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro. (San León).

El celo por la salvación de las almas 
Orad por toda la Iglesia.

ORACIÓN

Oh Dios, que al confiar a San Pedro, vuestro Apóstol, las llaves del reino de los cielos, le disteis el poder de atar y desatar, concedednos por su intercesión la gracia de ser librados de las cadenas que nos sujetan al pecado. Vos, que siendo Dios, vivís y reináis por todos los siglos de los siglos. Por J. C. N. S. Amén.

SANTA MARGARITA DE CORTONA, Terciaria Francisacana


22 de febrero


 Santa Margarita de Cortona, 
Terciaria Franciscana


Margarita de Cortona, Santa
La mujer escandalosa que llegó a ser de muy buen ejemplo.

Martirologio Romano: En Cortona, de la Toscana, santa Margarita, que profundamente conmovida por la muerte de su amante, borró los pecados de su juventud con una penitencia saludable, pues recibida en la Tercera Orden de San Francisco, se entregó a la contemplación de Dios y fue favorecida por especiales carismas (1297).

Etimológicamente: Margarita = Aquella de belleza poco común, es de origen latino.

Fecha de canonización: 16 de mayo de 1728 por el Papa Benedicto XIII.

Margarita nació en Italia en 1247. Hija de una familia de agricultores, los primeros años los pasa alegremente junto a su madre que es muy piadosa y que le enseña a ofrecer por la salvación y por la conversión de los pecadores todo lo que hace y lo que reza.

Pero a los 7 años queda huérfana de madre, y entonces su padre se casa con una mujer dominante y agresiva que se dedica a hacerle la vida imposible a la joven Margarita, la cual empieza a volverse triste y desconfiada y a buscar fuera del hogar las alegrías que en su casa no logra hallar.

A los 17 años ya es una joven muy hermosa pero no puede encontrar cariño en su hogar. Es entonces cuando se deja engañar por un terrateniente, un rico agricultor que prometiéndole que se casará con ella, logra obtener que se fuera de su casa y se vaya con él. Ella al principio opone resistencia porque sabe que lo que le ofrece es la deshonra y una vida de pecado, pero los regalos espléndidos y las promesas mentirosas de aquel engañador la logran convencer, y una noche sale huyendo y se va con él.

Viajan aquella noche por un río en una balsa. Chocan y la balsa se hunde. Ella corre gravísimo peligro de ahogarse, pero su prometido logra salvarla nadando ágilmente. La joven considera esto como una llamada de Dios, pero en aquella hora pueden más las promesas del pecado que los avisos de Dios, y sigue con aquel hombre.

Son ocho años de pecado, de lujos, de fiestas y placeres, pero su alma no es feliz. Desea fuertemente volver a los tiempos antiguos cuando aunque no tenía lujos ni fiestas, ni honores, sin embargo tenía el alma limpia de pecado y tranquila su conciencia. Tiene un hijo (que más tarde será franciscano) pero en su alma se libra cada día una violenta batalla entre su deseo de vivir en gracia y amistad con Dios y los deseos pasionales de su naturaleza humana. La gente la ve atravesar plazas y calles, elegantísima, en lujosas cabalgaduras, pero no imaginan que su alma agoniza de angustia.

Para calmar un poco los remordimientos de su conciencia se dedica a repartir limosnas entre los pobres. A una viejita agradecida que le dice: "Gracias señora, Ud. si es buena persona". Le responde: ¡Por favor: no diga eso, que yo sólo soy una miserable pecadora!

A ratos se retira a las soledades del bosque a llorar. Y allí exclama: "Oh Dios: que bueno es poder hablarte, aunque el alma se siente tan débil y pecadora. Te repito las palabras del hijo pródigo: He pecado contra el cielo y contra Ti".

Le ruega a su compañero que contraigan matrimonio porque su alma no puede vivir tranquila en esa vida de ilegitimidad, pero él le responde que prefiere vivir en unión libre todavía por muchos años. Entonces ella ruega a Dios que le proporcione alguna solución. Y no se cansa de pedirle, con lágrimas, penitencias y mucha fe.

Una mañana su compañero se va al campo a visitar sus fincas. Por el camino unos sicarios guerilleros lo atacan, y lo matan a puñaladas, y esconden su cadáver entre unas matas, el hombre no vuelve esa tarde a casa, pero su fiel perro llega al día siguiente dando aullidos muy lastimeros y tira insistentemente de la falda de Margarita como diciéndole: "Por favor, sígame". Ella lo sigue llena de afán y de temor de que algo grave le haya sucedido a su compañero. En el bosque, junto a un gran árbol hay un montón de ramas y hasta allí la lleva el perro fiel. Margarita mueve ramas y encuentra el cadáver de su amante, destrozado con horrorosas heridas y empezando a descomponerse.

Margarita siente en aquel momento como un relámpago la llamada del cielo a volver a vivir en gracia y en amistad con Dios. Estalla en llanto por la tristeza de ver muerto a aquel hombre y por los terribles remordimientos que atormentan su propia conciencia. Pero recuerda que el Padre Celestial tiene siempre abiertos sus brazos bondadosos para recibir a todos los hijos pródigos que quieren volver a su divina amistad, y que Jesucristo nunca rechaza a las Magdalenas que quieran arrepentirse y cambiar de comportamiento, y con todas las energías de su alma se propone darle un vuelco total a su vida. Bien sabe que mientras vivamos en esta tierra nunca es tarde para convertirse y lograr salvarse.

Margarita no es mujer de medias tintas. Cuando se decide por algo lo hace con todas sus fuerzas. Así que lo primero que hace al volver del funeral de su amante es devolverles a los familiares de él todas las fincas que el hombre tenía. Vende luego las joyas y los lujos, y el dinero obtenido lo reparte a los pobres y ella se dispone a seguir viviendo en total pobreza.

Se va con su hijito a casa de su padre, pero la madrastra no permite que sea recibida allí, pues la considera una mujer escandalosa, y no cree en su arrepentimiento. Entonces sentada bajo un árbol se pone a llorar y a pensar. Los enemigos de la salvación le dicen: "Eres hermosa, tienes apenas 25 años, lánzate a la vida, que amadores no te van a faltar". Pero mientras reza siente que el Espíritu Santo le inspira esta idea: ¿Por qué no ir a la ciudad de Cortona donde están los Padres Franciscanos que son tan amigos de los pobres, y pedirles que me ayuden? Y hacia esa ciudad dirige sus pasos.

Al llegar a Cortona, en la entrada de la ciudad se encuentra con dos buenas señoras que se conmueven al verla en tan impresionante estado de pobreza y se ofrecen a ayudarla. La llevan a su casa; se encargan de la educación del niño y ellas mismas van donde los Padres Franciscanos a recomendarla.

Una gran bendición para Margarita fue encontrar entre los Padres Franciscanos dos santos y sabios sacerdotes que le supieron dar una excelente dirección espiritual. Por tres años largos tiene todavía que luchar esta joven contra las terribles tentaciones de su carne, pero estos prudentes directores la ayudan muchísimo animándola cuando está decaída y deprimida y guiándola con prudencia cuando ella se quiere dejar llevar por desmedidos entusiasmos. Deseaba hacer excesivas penitencias, porque decía que co nlas pasiones de su cuerpo nunca podía hacer las paces y que tenía que dominar a la fuerza ese cuerpo que tanto le había hecho ofender a Dios. Pero los Padres Franciscanos la moderaban y le insistían en que para la sociedad puede ser más útil un burro vivo que un cadáver.

Margarita fue al pueblo y a los campos donde había dado malos ejemplos viviendo en concubinato, y fue a vestida de penitencia y pidiendo perdón a los vecinos por todos los escándalos que les había dado con su vida pecaminosa de otros tiempos.

Luego por inspiración de Dios dejó de pensar tanto en sus antiguos pecados, y se dedicó más bien a pensar en el amor que Dios nos ha tenido, y esto la hizo crecer mucho en santidad. Entonces empezó a tener éxtasis (se llaman éxtasis a ciertos estados de contemplación y de meditación profunda cuyo resultado es la suspensión temporal de la actividad normal de los sentidos y cierta unión mística con Dios, acompañada de visiones sobrenaturales).

Sus directores, los dos Padres Franciscanos, fueron escribiendo todos los datos que lograron saber y redactaron la vida de la santa y muchas de sus visiones.

Fue admitida como Terciaria Franciscana, o sea como religiosa seglar, que viviendo en el mundo, se dedica a llevar una vida de mucha oración y de intenso apostolado.

Con la ayuda de otras jóvenes terciarais franciscanas, y pidiendo limosnas y ayudas de todas partes, Margarita funda un hospital en Cortona y allí se dedica con sus compañeras a atender gratuitamente a muchos enfermos.

Nuestro Señor empieza a hablarle en visiones, y así esta santa llega a ser una de las precursoras de la devoción al Sagrado Corazón. Recordemos algunos de los mensajes que Jesús le dio:

"Quiero que tu conversión sea un ejemplo para muchos pecadores, para que se sientan animados también a dejar la vida de pecado que han llevado, y a emprender desde ahora en adelante una vida llena de buenas obras. Deseo que todos los pecadores de todos los siglos recuerden que estoy dispuesto a recibirlos con los brazos abiertos como el padre recibió al hijo pródigo".

Cuando le asaltan las angustias al pensar si Jesucristo le habrá perdonado todas sus maldades, oye la voz de Nuestro Señor que le dice: "Porque he muerto en la cruz por salvarte, por eso te perdono todas tus culpas, sin dejar ninguna que no quede perdonada".

Otro día le dice Nuestro Señor: "Glorifícame, y Yo te glorificaré. Ámame, ámame y Yo te amaré. Dedícate a buscar lo que más te convenga para tu salvación".

En sus últimos años Margarita recibió de Dios el don de obrar milagros. Y se dedica a continuas penitencias. Ayuna; duerme sobre el duro suelo; pasa horas y horas rezando. Atiende con exquisito cuidado a toda clase de enfermos, especialmente a los más repugnantes. Ayuda a las mujeres pobres que van a tener hijos y que no tienen quién las atienda. Y sobre todo soporta con gran paciencia la increíble cantidad de cuentos y calumnias que las gentes malas le inventan contra su buena fama. Hasta los Padres Franciscanos dejan de atenderla porque las malas lenguas dicen que es una mujer indigna. Se retira a pasar sus últimos días en un rancho miserable y abandonado, para hacer penitencia de sus pecados.

Muere el 22 de febrero de 1297, a los 50 años. La mitad de la vida la pasó en pecado y la otra mitad haciendo penitencia y obras buenas. Lo último que dijo al morir fue: "Dios mío: yo te amo". El Papa Benedicto XIII, al declararla santa en 1728, dijo que Margarita es la mujer que más parecido tiene con María Magdalena.

Santa Margarita, la convertida: pídele a Dios, que nosotros también logremos convertirnos.

Nuestro sacrificio más agradable para Dios será el arrepentirnos y convertirnos de nuestros pecados.

martes, 21 de febrero de 2012

SAN ROBERTO SOUTHWELL y Compañeros, Mártires



21 de febrero


SAN ROBERTO SOUTHWELL,
Mártir




   Roberto Southwell y compañeros mártires. Vivo, pero mi vida es muerte constante; Muero, pero mi muerte es vida sin fin; Mi muerte-vida es una negación de mi vida-muerte Y la Vida que me espera coronará mi vida mortal. (Beato Roberto Southwell). En el día de hoy conmemora la Iglesia, a uno de los más insignes mártires de la Edad Moderna en Inglaterra, el P. Roberto Southwell, de la Compañía de Jesús; y juntamente a otros veinte que, en diferentes ocasiones, dieron su sangre por Cristo durante la terrible persecución que siguió al establecimiento del anglicanismo en la Gran Bretaña. A estos últimos se los designa como compañeros, no porque hubieran sufrido el martirio juntamente con el P. Southwell, sino porque se asociaron a él, derramando su sangre por la fe cristiana en diversos tiempos desde 1594 a 1679.

lunes, 20 de febrero de 2012

SAN EUQUERIO, Obispo y Confesor


20 de febrero


SAN EUQUERIO, Obispo y Confesor


Todos los que quieren vivir virtuosamente
sus según Jesucristo, han de Padecer persecución.
(2 Tun., 3, 12).

San Euquerio es movido Por la gracia y abandona el mundo; pero es sacado de su retiro y es nombrado obispo de Orleáns. Demasiado amaba la gloria de Dios, como para que pudiera vivir en paz con el mundo, que es el enemigo de Jesucristo. Por su justicia fue pronto perseguido y desterrado a Colonia, más tarde a Lieja. Obtuvo el permiso de retirarse al monasterio de San Trond, donde murió en el año 743. Obró gran número de milagros sobre su tumba.


MEDITACIÓN
SOBRE LAS PERSECUCIONES

I. La virtud es perseguida en el mundo; no es su centro, ni el lugar de su reposo. Prepárate a sufrir los insultos de los hombres, si quieres vivir como servidor de Jesucristo. El discípulo no es más que su maestro. ¡Qué dicha para mí, dulce Jesús mío, ser maltratado como Vos, y Por amor Vuestro! ¡Oh mundo infiel, cuán agradables me resultan tus persecuciones, Pues me hacen amigo de Dios! ¡Oh siglo, qué culpable que eres! ¡Para hacer felices a tus amigos, los haces enemigos de Dios! (San Bernardo).

II. No te inquietes por lo que el mundo diga de ti; el mundo es un insensato que no juzga sino Por pasión. Trata de contentar a Dios y a tu conciencia, y deja que hable el mundo y sus adoradores. Empero, combate con tus palabras sus falsas máximas, y con la santidad de tu vida sus malos ejemplos; prepárate a sufrir afrentas, burlas y calumnias, que son la copa que prepara para los discípulos de Cristo, y di con San Pablo: Si yo agradase a los hombres, no sería servidor de Jesucristo.

III. Persevera constantemente en la práctica de la virtud, sin mirar nunca atrás; resiste todos los ataques del mundo, es el modo de vengarte noblemente de este enemigo de tu virtud; dejará de atacarte cuando reconozca que eres invencible. Ruega a Dios por aquellos que te proporcionan la ocasión de practicar la paciencia. Tus oraciones y tus buenos ejemplos harán, con harta frecuencia, que tus perseguidores te admiren y te imiten.

El desprecio del mundo
Orad por las congregaciones religiosas.

ORACIÓN

Dios todopoderoso, haced que la augusta solemnidad del bienaventurado Euquerio, Vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de nuestra salvación. Por J. C. N. S. Amén.

SAN BENILDO, Religioso


20 de febrero


San Benildo Romançon, religioso

En el lugar de Sangues, cerca de Puy-en-Vélay, también en Francia, san Benildo (Pedro) Romançon, del Instituto de Hermanos de las Escuelas Cristianas, que dedicó su vida a la formación de los jóvenes.


En la fértil llanura de Limagne, que forma parte del departamento francés de Puy-de-Dóme, hay una pequeña ciudad llamada Thuret. En la hermosa iglesia románica de dicha población, que data del siglo XII, fue bautizado el día mismo de su nacimiento, 13 de junio de 1805, Pedro Romançon, segundo hijo de un matrimonio acomodado del lugar. El niño hizo su primera comunión doce años más tarde y al mismo tiempo fue confirmado por el obispo de Clermont. Pero ya antes, desde los seis años, Pedro había empezado a frecuentar la escuela, donde se distinguió por su piedad e inteligencia. Un día, cuando se hallaba en Clermont con su padre, quedó fascinado al ver a un monje vestido con hábito negro y con una capa que flotaba al viento. Su padre le explicó que era un miembro de la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, fundada en Reims por san Juan Bautista de la Salle para la educación de la juventud, especialmente de los más pobres. Tal respuesta impresionó a Pedro, quien algún tiempo más tarde confesó a sus padres que quería ingresar en la congregación. Estos no se opusieron a las tímidas insinuaciones de Pedro, que poco a poco fueron haciéndose más insistentes y, cuando los hermanos de las escuelas cristianas abrieron un colegio en Riom, le enviaron ahí a terminar sus estudios.

Pedro se sintió desde el primer día como en su casa y, a los catorce años, pidió ser admitido como aspirante en la congregación. Sin embargo, aunque gozaba de excelente reputación en el colegio, se le rechazó por ser joven. Pedro tuvo, pues, que esperar dos años más y entonces obtuvo la admisión. Para probar la vocación de Pedro, su padre le amenazó con decapitarle si abandonaba la casa paterna. El joven replicó plácidamente: «Si quieres hacerlo, hazlo. Con ello sólo cambiaré los bienes terrenos por los eternos». Finalmente. en el otoño de 1820, partió al noviciado de Clermont-Ferrand, con la bendición de sus padres. En el año que siguió, su vocación se confirmó de tal suerte. que su director no tuvo reparo en decir: «Este hermano tan joven serán un día una de las glorias de nuestra congregación». Al tomar el hábito, Pedro había recibido el nombre de Benilde (el autor de este artículo no consiguió descubrir ningún santo de ese nombre. Pero el Martirologio Romano menciona el 15 de junio a una mujer martirizada por los moros de Córdoba, llamada Benildis o Benilda).

Cuando terminó el noviciado, sus superiores le enviaron al colegio de Riom a hacer sus primeras armas en el arte de la enseñanza. En los años siguientes, le encontramos en diversas casas de la congregación, ejerciendo, además del oficio de maestro, el de cocinero y otros más. Apenas dos años después de su profesión, fue nombrado superior del colegio de Billom en Puy-de-Dóme. Uno de sus discípulos afirmó más tarde: «El hermano Benilde era bueno como un ángel y tenía cara de santo. Era un magnífico profesor, un tanto estricto, pero siempre justo. Solía preocuparse especialmente de los menos aplicados y nos alentaba al trabajo. Sus discípulos hacían buen papel y conocían al dedillo el catecismo».

El hermano Benilde desempeñó con tal acierto su cargo que, en 1841, cuando tenía treinta y seis años, fue enviado a fundar y dirigir un nuevo colegio en Saugues (Alto Loira). Allí iba pasar el resto de su vida. La ciudad recibió con entusiasmo a los hermanos y no tardó en rogarles que inaugurasen también una serie de cursos nocturnos para adultos. Dichos cursos fueron todo un éxito, y el gobierno condecoró por ellos al hermano Benilde con una medalla de plata. Pero sin duda que el santo habría apreciado aún más la alta opinión en que le tenían sus discípulos. Todavía se conservan los testimonios de algunos de ellos; son tan detallados, que uno de los discípulos hace notar que «el santo director» solía mandar que se abrieran las ventanas mientras daba la clase. El hermano Benilde se distinguió sobre todo como profesor de religión. Como él mismo escribió: «Mi vida es para el apostolado. Si por negligencia mía estos niños no llegan a ser lo que deben, la habré desperdiciado. Si muero enseñando el catecismo, moriré en mi verdadero medio». A ese trabajo se había preparado con su vida personal y con un estudio serio de la teología y las materias con ella relacionadas. Más de un testigo hace notar que los discípulos solían escucharle embebidos y que les parecía que el tiempo pasaba demasiado de prisa. El hermano Benilde terminaba siempre sus clases con unas palabras de exhortación que brotaban del fondo de su corazón: «El querido hermano Benilde hablaba con tal calor de las verdades eternas, que jamás he podido olvidar lo que nos decía. Sus palabras nos llegaban al fondo del alma y eran un motivo de remordimiento cuando obrábamos mal». Pero no sólo se ganó el aprecio de sus discípulos, sino también el de los padres de éstos, de las hermanas presentandinas, que dirigían la escuela de niñas y del clero de la región. Uno de los vicarios de la parroquia escribió: «El hermano Benilde no sólo adoraba a Dios como un ángel cuando iba a la iglesia a hacer oración, sino siempre y en todas partes, aun cuando cultivaba sus verduras en el huerto».

El cariño entusiasta que el santo profesaba a su congregación era una de sus características. En una ocasión en que se hallaba en dificultades, exclamó: «No abandonaría la congregación, aunque me viese reducido a comer cáscaras de patatas. Demasiado bien sé cuán bondadoso ha sido Dios al llamarme a su servicio en ella». Jamás perdía la oportunidad de alentar a un posible candidato, pero no se valía para ello de consideraciones humanas: «¿Qué buscaba el candidato? ¿Una vida cómoda? La vida en el colegio de Saugues no lo era ciertamente. ¿Las alabanzas de las gentes? Los hermanos llevaban una existencia retirada y oculta. Pero si lo que quería era su santificación personal y trabajar humilde y útilmente en la viña del Señor, entonces ...» Un sacerdote que estuvo en la casa madre de los Hermanos de las escuelas cristianas en París, cinco años después de la muerte del hermano Benilde, encontró a treinta y dos novicios de Saugues y sus alrededores y casi todos habían sido discípulos de Benilde.

En 1855, el hermano Benilde escribió a uno de sus colegas: «He contraído una enfermedad que me tiene, por el momento, casi todo el tiempo en cama. Estoy tan fatigado, tan exhausto, que apenas puedo hablar. Cada día puede ser el último». Sin embargo, el hermano Benilde vivió seis años más, hasta que contrajo una dolorosa enfermedad reumática. Sus superiores le enviaron varias veces a hacer curas en Bagnols-les-Bains. El párroco del lugar afirmaba que las visitas del beato a la población equivalían a una misión. En enero de 1862, se agravó el estado del hermano Benilde. La víspera del domingo de la Trinidad, insistió en acudir a la capilla al día siguiente para la renovación actual de los votos y se despidió de sus discípulos, diciendo: «Sé que pedís por mí y os lo agradezco, pero mi salud no va a mejorar. Dios me llama a Sí y, si es misericordioso conmigo, podéis estar seguros de que pediré por vosotros en el cielo». Hacia el 30 de julio, el santo se arrastró una vez más hasta la capilla. «Es la última vez -dijo a su acompañante-; pronto me llevaréis en hombros». Dos semanas más tarde, el 13 de agosto de 1862, el hermano Benilde falleció, rodeado de sus hermanos.

El entierro se llevó a cabo el día de la Asunción. Aunque la parroquia de Saugues era grande, ese día estaba llena a reventar. La sepultura del santo se transformó inmediatamente en sitio de peregrinación. En 1884, se puso en la nueva lápida: décedé en odeur de sainteté (muerto en olor de santidad). No faltó quien murmurase de ello. No así el canónigo Raveyre, antiguo vicario de la parroquia, el cual afirmó: «No me extrañaría que la Iglesia le elevase un día al honor de los altares». Tenía razón. En 1896, se inició el proceso en Le Puy, en 1948, se llevó a cabo en Roma la beatificación de Benilde Romançon, y en 1967 tuvo lugar su canonización.