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sábado, 30 de junio de 2012

CONMEMORACIÓN DE SAN PABLO, Apóstol


30 de Junio


CONMEMORACIÓN DE SAN PABLO,
Apóstol



  He peleado el buen combate, he terminado la carrera,
he guardado la fe. N o me queda sino esperar
la corona de justicia que me está reservada,
y que el Señor, justo Juez, me dará en el gran día,
a mí y a todos los que aman su venida. 
(2 Timoteo, 4, 7.8).

   ¿Quién podría enumerar los trabajos emprendidos por San Pablo, los peligros que ha afrontado, los países que ha recorrido, los pueblos que ha conquistado para la verdad? Nada asusta a su flaqueza: sabe que todo lo puede en Aquél que lo conforta; nada detiene ni cansa a su celo; sabe que tendrá la eternidad para descansar; nada calma la sed que tiene de sufrir: sabe que los sufrimientos de aquí abajo nada son comparados con el peso de eterna gloria que será su recompensa en el cielo.

MEDITACIÓN NUESTRAS BUENAS OBRAS
NOS SIGUEN AL OTRO MUNDO  

   I. Tener fervor en el servicio de Dios, es hacer todo lo que Dios nos pide con ardor, con prontitud y con alegría. Un hombre fervoroso vuela allí donde le llama el deber. Busca grandes ocasiones de dar a Dios pruebas de su amor; no desprecia las pequeñas; nada le parece difícil, por nada tiene lo que ya ha hecho, arde en deseos de hacer algo más heroico en lo por venir para la gloria de Jesucristo. ¿ Te hallas en estas disposiciones? Estuviste en ellas, ¿por qué no has perseverado? Vuelve lo antes posible a ese primer estado de fervor del que te relajaste.

   II. Un hombre fervoroso resiste generosamente a todas las tentaciones; un hombre tibio y flojo sucumbe en ellas. Nada cuesta a un cristiano que está animado de este hermoso fuego: todo incomoda a un cristiano frío, todo le parece difícil e insoportable. El hombre fervoroso está siempre feliz y siempre contento, porque Dios derrama en su alma consolaciones celestiales para recompensarlo por los placeres del mundo que le sacrifica; el cristiano flojo y tibio no goza de los consuelos del Cielo, porque no es lo suficientemente fiel a Dios como para merecerlos.

   III. El medio para encender el fervor en tu corazón es, en primer lugar, servir a Dios cada día como si cada día comenzases a servirle; es olvidar el poco bien qué ya hayas hecho, es considerarte como un servidor inútil. Compara lo que has hecho por Dios con lo que Jesucristo ha hecho por ti. En segundo lugar, cada día sirve a Dios como si fuese el último de tu vida. ¿Qué harías ahora si estuvieras seguro de morir mañana?

El fervor
Orad por los que trabajan
en la salvación de las almas.

ORACIÓN

  Haced, os lo suplicamos, Señor, que la intercesión del bienaventurado Roberto, abad, nos haga agradables a Vuestra Majestad, a fin de que obtengamos por sus oraciones las gracias que no podemos esperar de nuestros méritos.

viernes, 29 de junio de 2012

SANTOS PEDRO y PABLO, Apóstoles


29 de Junio


SANTOS PEDRO y  PABLO,
Apóstoles



  A ti te daré las llaves del reino de los cielos; 
todo lo que atares sobre la tierra, 
 será atado también en los cielos.
(Mateo, 16, 19).

   San Pedro, el Príncipe de los Apóstoles, y San Pablo, el Doctor de las gentes, cementaron con su sangre los cimientos de la Iglesia romana. San Pedro murió crucificado. A San Pablo se lo decapitó, el año 69. Los dos tuvieron la dicha de confirmar, con la efusión de su sangre, la doctrina que habían predicado con tanta elocuencia y confirmado con tantos milagros. Nerón, no te imagines haber triunfado: para siempre permanece la gloria del combate a favor de estos ilustres mártires, y muy pronto depondrán a tus sucesores de su trono; los césares abandonarán el Capitolio y cederán su lugar a los sucesores de San Pedro.

MEDITACIÓN SOBRE SAN PEDRO Y SAN PABLO   

   I. San Pedro había sido testigo ocular de la mayoría de los milagros de Jesucristo, y, con todo, lo negó tres veces en la noche misma de su Pasión. ¡Cuánta es la fragilidad del hombre abandonado a su propia miseria! Humillémonos, trabajemos en nuestra salvación con temor y temblor. Pero no desesperemos: basta una sola mirada de Jesús para sacarnos del pecado. Lloremos, pues, a ejemplo de San Pedro, que derramaba un torrente continuo de lágrimas al solo recuerdo de su perfidia. ¡Que tus lágrimas sean como la sangre que brota de las heridas de tu corazón! (San Agustín).

   II. San Pablo, de perseguidor de Jesucristo, llegó a ser el Apóstol de las gentes. ¿Qué somos nosotros? ¿Qué hemos hecho? Si nos hemos convertido como él, mantengámonos firmes en la virtud, y muramos antes que perder la gracia de Dios. Imitemos su paciencia en los sufrimientos, su celo por la salvación de las almas, su humildad, su amor por Jesucristo. Escuchemos lo que él nos dice: Sed mis imitadores como yo lo soy de Cristo.

   III. Considera la honra que al presente reciben en la tierra estos dos Apóstoles. Los reyes, los emperadores y los papas se consideran dichosos de poder prosternarse ante las sagradas cenizas de un pescador y de un artesano, porque la santidad los ha hecho omnipotentes en el cielo. Ambiciosos: ¿qué son los honores del mundo, comparados a éstos? Regocijé monos de que Dios haya honrado tanto a sus servidores. Pero si los santos son así honrados en la tierra, ¿qué honores no recibirán en el cielo? Humillémonos, imitemos sus ejemplos y compartiremos su gloria.

La penitencia
Orad por el Papa.

ORACIÓN

  Oh Dios, que habéis consagrado este día con el martirio de vuestros Apóstoles San Pedro y San Pablo, haced que vuestra Iglesia sea fiel en la observancia de los preceptos de los que han sido los primeros ministros de la santa Religión que ella profesa. Por J. C. N. S. Amén

jueves, 28 de junio de 2012

SAN IRENEO, Obispo y Mártir


28 de Junio


SAN IRENEO,
Obispo y Mártir



  Con sumo gusto sacrificaré todo y a mí mismo me
sacrificaré por la salvación de vuestras almas.
(2 Corintios, 12, 15).

   San Ireneo es el apóstol de Lyon. Enviado a esta ciudad por San Policarpo, discípulo del Apóstol San Juan, predicó allí el Evangelio, y fue elegido para suceder al obispo San Fotino. Consagró toda su vida a combatir a los herejes. San Agustín y varios otros Padres de la Iglesia hablan con admiración de la santidad de su vida y de la excelencia de su doctrina. Fue martirizado en Lyon con gran parte de los habitantes de esta ciudad, en la persecución de Se vero, hacia el año 203.

MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA
DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS   

   I. Considera lo que han sufrido los primeros héroes del cristianismo, en la ciudad de Lyon principalmente. Se los atormenta, se les confiscan los bienes, se los destierra, se los hace morir, todo sacrifican para conservar la fe. Compara sus sufrimientos con los tuyos. ¿No eres hijo descaecido de padres tan gloriosos? Si el cristiano es cargado de oprobios, se gloría de ellos; si es acusado, no se defiende; interrogado, confiesa la verdad; condenado, da las gracias. (Tertuliano).

   II. Tanta era su mutua caridad que ponían sus bienes en común, dividiéndolos por igual entre ricos y pobres. ¿Qué se ha hecho esta caridad, entre los cristianos de nuestros días? La fe con la caridad es la fe del cristiano; la fe sin la caridad es la fe del demonio. (San Agustín).

   III. La devoción a la Santa Eucaristía era la fuente de la constancia que mostraban en los tormentos estos ilustres soldados de Jesucristo. El pensamiento de los sufrimientos de Jesucristo sostenía su valor. Nosotros somos los hijos de esos santos, tenemos la misma fe, los mismos sacramentos; tenemos, además, el ejemplo de sus virtudes: nos es fácil imitarlos. ¿De dónde proviene, pues, que sucumbamos tan a menudo? Escuchemos las advertencias que estos gloriosos mártires nos dan desde el cielo. Guardaos, dicen, de perder en el puerto la fe que hemos conservado en medio de las tempestades. (San Euquerio).

La imitación de los primeros cristianos
Orad por los incrédulos.

ORACIÓN

   Oh Dios, que todos los años nos proporcionáis un nuevo motivo de gozo con la solemnidad de vuestro mártir y pontífice, el bienaventurado Ireneo, haced, en nuestra bondad, que honrando la nueva vida que ha recibido en el cielo, experimentemos aquí abajo los efectos de su protección. Por J. C. N. S.

miércoles, 27 de junio de 2012

NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


27 de Junio



EL ORIGINAL ESTÁ EN LA IGLESIA DE SAN ALFONSO, EN ROMA


NUESTRA SEÑORA DEL
PERPETUO SOCORRO 


   Pocos casos hay en la historia de la Iglesia de difusión tan rápida y universal de una devoción mariana como es la del culto al famoso cuadro de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

   Era el día 23 de junio del año 1867, domínica infraoctava del Corpus, cuando, en la iglesia de padres redentoristas de Roma, el decano del Capítulo Vaticano, patriarca de Constantinopla (después cardenal), daba comienzo a la ceremonia de coronación de la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Con anterioridad, el día 12 de mayo del mismo año, habían aprobado por unanimidad los capitulares el proyecto de coronación, declarando en público decreto que dicho cuadro reunía todas las condiciones para tal honor: antiquísimo culto de más de tres siglos y fama de muy milagroso. Se señaló para la litúrgica conmemoración. de aquélla fiesta la domínica que precede a la Natividad de San Juan Bautista. Hoy se celebra trasladada al 27 de junio en el calendario universal de la Iglesia.

   ¿Cuál es la historia de este cuadro, desde entonces tan celebrado en las cinco partes del mundo?

   Precisamente uno de los diputados por el Cabildo Vaticano para la coronación era Pedro Wenzel, subprefecto después del Archivo Secreto Vaticano, quien, años andando, en 1903 comunicó a un padre redentorista, investigador del origen de este cuadro por Bibliotecas y Archivos vaticanos, un interesante documento manuscrito que constituía la fuente primaria para la historia de la venerada imagen. Hallábase el documento en un códice manuscrito de Franciscus Turrigius (s. XVI), También se hallaron dos relaciones del mismo en la obra manuscrita en veintiséis grandes volúmenes de Io. Antonius Brusius (s. XVII) sobre antigüedades sacras de Roma. El documento primitivo, escrito en pergamino, fijo en una tabla, estaba colocado en el cancel que cerraba el altar mayor de la iglesia de San Mateo in Merulana. Ambos autores copiaron el original, que, por ser largo, lo resumiremos aquí.

   Un comerciante de Creta robó de una iglesia el cuadro milagroso y se dio a la mar, ocultando el cuadro entre las mercancías. Sobrevino una tempestad y todos, sin saber del cuadro, invocaban a la Virgen. Serenóse el mar y tomaron puerto. Un año después el comerciante, con el cuadro, llegaba a Roma. Enfermó el cretense y un amigo romano se lo llevó a su casa. En el trance de la muerte el cretense contó al romano el robo del cuadro, sin honor entre sus mercancías, rogándole que lo colocase en una iglesia donde se le diera culto. Lo prometió el romano. Muerto el mercader, hallaron, en efecto, el cuadro, mas la mujer del piadoso amigo persuadió a su marido a quedarse con el cuadro, reteniéndolo nueve meses. La Virgen, en una visión, dijo al romano que no hiciera tal, sino que lo colocara en lugar más decente. No obedeció. Volvió la Virgen segunda y tercera vez, amenazándole entonces con una mala muerte si no lo ponía en una iglesia. Temió el romano y rogó a su mujer que regalara el cuadro a alguna iglesia. Negóse ella con muchas razones y el marido se conformó. La Virgen volvió a hablar al romano: "Te avisé, te amenacé, no has querido obedecer. Tendrás que salir tú primero, para salir yo después en busca de lugar más honorable”. Y se murió el romano. Se apareció la Virgen a una hija suya de seis años y le dijo: "Avisa a tu madre y a tu tío, y diles que Santa María del Perpetuo Socorro quiere que la saquéis de casa si no queréis morir todos muy pronto". Contó la niña, temió la madre, que había tenido la misma visión, y se determinó a obedecer. Pero en esto una vecina, enterada de lo ocurrido, la decide con muchas y poco piadosas razones a que no lo haga. Volvió la vecina a casa, pero enfermó de peste. Entonces invocó a la Virgen y se curó. Volvió la Virgen a la niña para que dijese a su madre: que quería ser llevada a cierta iglesia llamada de San Mateo, entre Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Obedeció la madre y, avisando a los frailes agustinos que llevaban aquella iglesia, con acompañamiento de todo el clero Y pueblo fue trasladado el cuadro y el mismo día de la traslación hizo el primer milagro.

   La fecha de la traslación fue el 27 de marzo de 1499, reinando Alejandro VI, y la data del documento fue entre la fecha anterior y el año 1503, en que murió dicho Papa. Brutius decía que la letra y el color denunciaban la fecha.

   Quedó allí la imagen durante tres siglos (1499-1798). Las tropas de Napoleón ocuparon Roma y, entre otras iglesias, derribaron la de San Mateo. Los agustinos irlandeses que la regentaban se pasaron con el cuadro a la próxima iglesia de San Eusebio y, de allí, a la de Santa María in Posterula. En el año 1855 tomaba el hábito de redentorista el joven Miguel Marchi. De niño había sido monaguillo en la casi extinta comunidad de agustinos, custodios del cuadro que ignoraban. Pero un lego, fray Agustín Orsetti, muy viejo, que había conocido el culto y los milagros de la Virgen olvidada, decía con frecuencia al monaguillo: "Sábetelo bien, Miguelito. La Virgen de San Mateo la tenemos en el oratorio. No lo olvides... ¡Era muy milagrosa!". Y no lo olvidó. Enterado el superior general de los padres redentoristas, reverendísimo padre Nicolás Maurón, se presentó con el padre Marchi a Pío IX. Le refirió el caso del milagroso cuadro, su paradero, ser voluntad de la Virgen exponerla al culto entre San Juan de Letrán y Santa María la Mayor, término que coincidía precisamente con el solar de los redentoristas. Acogió Pío IX las súplicas y pocos días después, por billete escrito de propio puño, ordenó (11 de diciembre de 1865) al cardenal prefecto de la Propaganda gestionase la entrega del cuadro a los padres redentoristas. Así se hizo.

   El día 26 de abril de 1866 recorrió el cuadro de nuevo las calles de Roma. Al año siguiente, como dijimos al principio, fue coronado por el Cabildo Vaticano. Desde entonces no ha cesado su devoción de recorrer aldeas y ciudades de las cinco partes del mundo con gran fruto espiritual de conversiones.

   El cardenal Francisco Ehrle, S. I., decía a un padre redentorista: "No hay Virgen romana más documentada que la Virgen del Perpetuo Socorro".

   Descripción del cuadro.-Su tamaño es de 53 por 41,5 centímetros. Está pintado al temple y en nogal. Fue restaurado por el artista polaco Novodny en 1866. La Virgen viste túnica roja, peplos o manto azul marino con vueltas verdes y esclavina. El quecrúfalos, redecilla o pañuelo verde, le recoge el cabello. El Niño viste túnica verde con cinturón púrpura y manto marrón claro. A la derecha de la figura San Miguel, túnica jacinto, manto y paño de honor verdes. A la izquierda, San Gabriel, túnica, manto y paño de honor jacinto. Todos los personajes nimbados. Los pliegues de los paños van acusados con reflejos de oro. El fondo es oro. Los personajes llevan sus nombres en abreviaturas griegas: Jesús-Cristo, Madre de Dios, el arcángel Miguel, el arcángel Gabriel. Los trazos sobre las letras son signos ortográficos y de abreviación.

   Composición del cuadro.- No es una simple imagen o retrato de María. Es una escena, una especie de cuadro de género. Para ello no basta que haya en la escena varios personajes. Es preciso que el pedazo de vida que allí se vive encadene y relacione a los personajes unos con otros, no con inscripciones o guiones, sino con el gesto, la mirada, el sentido. Es un momento simbólico de la vida de María.

   Su momento feliz es interrumpido por una visión terrible: la Pasión, cuyos instrumentos presentan los ángeles al Niño. Este vuelve la mirada consternado hacia la aparición. Con el movimiento brusco de terror contrae el pie izquierdo y la sandalia se le desprende. Las manecitas se aferran al pulgar de la Madre. Por eso la llaman a veces los rusos la Virgen del pulgar (Taletskaia Bojia Mater). La mirada de la Virgen trasciende el cuadro y pasa al espectador.

   Escuela y fecha.- La flexibilidad de la escena denota la presencia del realismo italiano. Sin embargo, la técnica es bizantina. Su dibujo es más rígido que el de sus contemporáneos italianos, tiene más de calco que de inspiración personal. No es un cuadro hecho en Italia como sus congéneres de Cimabue, Bernabé de Módena y Botticelli. Es un cuadro bizantino con influencias italianas. La isla de Creta era entonces colonia veneciana. Un ejemplar de nuestro cuadro está firmado por Andreas Rico de Candía (s. XV). El nuestro parece más antiguo que sus similares esparcidos por Italia. Kondakof y Muratof, disintiendo a veces, convienen en la inspiración italiana y lo atribuyen a la escuela ruso-bizantina de Novgorod, entre los siglos XIV y XV. En Rusia las Metsnaia ikona (imágenes de asiento) o Poklonnaia ikona (imágenes grandes) estaban fijas en el Iconostasio. Las Vírgenes de la Pasión (nuestro cuadro) eran imágenes de la devoción íntima y se llamaban Domovaia (imagen doméstica) o Molennaia ikona (imagen pequeña).

   Los papas han tenido siempre particular devoción al cuadro de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Pío IX lo regaló a los católicos de Zitomir (Rusia), que le pedían una de las Vírgenes más veneradas en Roma. León XIII se la dio a los misioneros de la Asunción que partían para Bulgaria. San Pío X la regaló a la emperatriz abisinia Taitú. Benedicto XV la tenía sobre su trono; para el 50 aniversario de la exposición al culto del prodigioso cuadro acuñó, a sus expensas, una medalla conmemorativa con su busto y la imagen del Perpetuo Socorro. Pío XI la puso en el escudo de la misión pontificia para socorrer a los niños hambrientos de Rusia. Hoy se la considera como símbolo de enlace entre la Iglesia romana y las Iglesias orientales disidentes, para la unión. Es cosa menos que interminable enumerar las naciones y centros en que a la Virgen del Perpetuo Socorro se le tributa culto especial. Baste decir que se halla extendida su devoción por las cinco partes del mundo. Sólo destacaremos las formas más significativas de este culto.

   Existe la Archicofradía de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de la que Pío IX quiso ser el primer archicofrade, encabezando las listas. También lo fue Alfonso XIII, cuya curación, en una gripe infantil, se atribuyó a una estampa de la Virgen colocada en su cuna. La Archicofradía tiene una sección especial: la Súplica Perpetua, por la que los socios se comprometen a orar media hora todos los meses ante el cuadro. Está también en plena vitalidad la Visita Domiciliaria por medio de capillas portátiles. En muchos países extranjeros existe la Novena Perpetua, sobre todo en los pueblos anglosajones, originaria de los Estados Unidos, que celebra una función religiosa como de media hora un día a la semana, durante todo el año. Pero esa función se repite, como en San Luis (Estados Unidos) once veces por día, para dar entrada a las oleadas de devotos. Estos, en la iglesia de Boston, no bajan de 20.000 el día semanal de la novena. El centro de Manila es asombroso. En Baclarán, barrio de la capital, se ha construido una iglesia capaz para 12.000 personas. En los días de Novena Perpetua el municipio organiza servicio especial de tranvías y autobuses, con un promedio de 60.000 asistentes en los siete ejercicios al día. El delegado apostólico, monseñor Panico, decía: “La Novena Perpetua es la gracia más grande que Dios ha dado a Filipinas después de su conversión al cristianismo". A estas Novenas Perpetuas asisten muchos no católicos. El padre Juan Herat, oblato de María Inmaculada, decía que, en su parroquia de Colombo, asistían los miércoles de la Novena 30.000 personas entre católicos, hindúes, budistas, mahometanos, parsis y protestantes. Francia, Italia, Bélgica, Holanda, Alemania, Inglaterra la tienen en la mayor parte de sus iglesias. Son cientos de miles los lugares misionados adonde se ha llevado el cuadro y su devoción. Varios cientos de miles suman los ejemplares de las revistas de su nombre. Los altares erigidos en su honor son innumerables. Un cronista extranjero contaba por el año 1916 unos 1.200 altares sólo en pueblos de Andalucía. En España, además de la devoción privada que todo español conoce, tiene esta Virgen el homenaje de instituciones públicas de que es ella Patrona, así: Sanidad Militar, Colegios Médicos, Beneficencia Municipal de Madrid, en el Ministerio de la Gobernación, Asociación Mutua de Socorros, el Seguro Español, Mutualidad de Peritos del Ministerio de Agricultura, Ministerio de Hacienda. En Méjico y en las naciones de Centro y Sudamérica florece la devoción en prácticas piadosas y frutos de bendición, como en cualquier nación europea.

   No basta la distancia remota de los pueblos para limitar su devoción. A principios de siglo unos misioneros austriacos, en misión rodante por el Transiberiano, llevaron el cuadro desde Moscú a VIadivostok. En Africa lo presentan al culto los misioneros del Alto Níger (franceses), del Congo (belgas), de Africa del Sur (ingleses). También en Oceanía los misioneros de Nueva Guinea. Siete catedrales de Australia y Nueva Zelanda celebran la Novena Perpetua. En Newcastle (Oceanía) cinco estaciones radiofónicas comerciales transmiten la Novena Perpetua. En 1948 el padre Henry, oblato de María Inmaculada, llevaba el cuadro al Polo Norte, al 70º de latitud, península de Boothia.

   Como se ve, esta devoción tiene un marcado carácter universalista, con un fruto abundante de conversiones.

 RODRIGO BAYÓN, C. SS. R.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL SOCORRO
   Oh María, Madre bendita del Socorro, concededme que siempre pueda invocar vuestro dulcísimo Nombre porque él es ayuda del que vive y salud del que muere. Oh, Virgen Santísima del Socorro, haced que vuestro nombre sea de hoy en adelante la respiración de mi vida. Señora y Madre mía, no tardéis en socorrerme siempre que os llame, ya que en todas las tentaciones que han de combatirme, en todas las necesidades que se me presenten yo no quiero nunca dejar de llamaros, exclamando siempre: María, Madre mía. ¡Qué alivio, qué dulzura, qué confianza y qué ternura siente mi alma con sólo invocar vuestro nombre y con sólo pensar en Vos! Mil gracias doy a Dios por haberme dado para mi bien este nombre tan dulce, tan amable y tan poderoso; y V os, oh portentoso Señor de los Milagros, concededme que escudándome bajo el nombre y la protección de la Virgen Santísima del Socorro, merezca, por su intercesión, verme libre de todo peligro y de todo mal en la tierra, a fin de poder bendecir su nombre y adoraros a Vos en la eterna bienaventuranza. Así sea. 

SAN LADISLAO, Rey y Confesor


27 de Junio

SAN LADISLAO,
Rey y Confesor

  
Todo árbol bueno produce buenos frutos, y todo
árbol malo da frutos malos.
(Mateo, 7, 17).

   Ladislao, primer rey de Hungría, unía a sus cualidades de héroe las virtudes de un santo. Fue padre para su pueblo sostén para la Iglesia, y protector para los desventurados. Consagraba todo su tiempo a los deberes de su cargo y a los ejercicios de piedad. Su reputación de sabiduría y de valentía hizo que se le encomendase el mando de la gran cruzada contra los sarracenos. En momentos en que se preparaba para ir a libertar la Tierra Santa, lo llamó Dios a la celestial Jerusalén, el año 1095.

MEDITACIÓN EL CRISTIANO
DEBE HACER MUCHAS BUENAS OBRAS   

   I. Hay árboles que producen hojas y flores, pero nunca frutos. Los hipócritas son semejantes a estos árboles: tienen una devoción de escaparate y de alarde. Todo lo que hacen, lo hacen únicamente para parecer virtuosos y atraerse las alabanzas de los hombres. El vicio es horrible bajo cualquier color que se presente: pero es infinitamente más horrible aun cuando se oculta bajo las exterioridades de la virtud. (San Jerónimo).

II. Algunos árboles no dan frutos o no dan sino malos. Son los cristianos que se entregan a sus pasiones, y no se preocupan en absoluto de corresponder a las gracias y a las inspiraciones que Dios les envía. Para hacerlos volver en sí, Dios los prueba mediante la enfermedad, los reveses de fortuna, la pérdida de un pariente o de un amigo. No te asombres si cada día eres más probado, pues cada día te haces más malo. (Salviano).

   III. Hay árboles que dan fruto, pero en pequeña cantidad. ¿No eres tú del número de estos árboles mezquinos para con la mano que los ha plantado? ¿No es verdad, acaso, que no produces sino pocas obras buenas, que no haces sino aquello que estás obligado a hacer? y aun en esto faltas a menudo. ¿Dónde estarías tú si Dios te tratase del mismo modo? ¿Estaba obligado acaso a crearte, a conservarte, a redimirte, a colmarte de tantas gracias de elección? ¡Oh Dios mío, cuán generoso sois conmigo y cuán mezquino soy yo con vos! ¡Cómo si no fuese trabajar para nosotros mismos el serviros!

El celo de las buenas obras
Orad por el aumento
de las obras de caridad.

ORACIÓN

   Oh Dios, que todos los años nos dais un nuevo motivo de alegría con la solemnidad del bienaventurado Ladislao, vuestro confesor, haced que celebrando su nacimiento al cielo, imitemos sus obras. Por J. C. N. S. Amén.

martes, 26 de junio de 2012

SANTOS JUAN y PABLO, Mártires


26 de Junio



SANTOS JUAN y PABLO,
Mártires



  Honrad a todos, amad a los hermanos,
 temed a Dios, honrad al rey.  
 (1 Pedro 2,17).

   San Juan y San Pablo eran hermanos, Constancia, hija de Constantino, en reconocimiento de sus leales servicios, les había legado una fortuna considerable de que se sirvieron para alimentar a los pobres de Jesucristo. El emperador Juliano los invitó a ir a su corte; pero respondieron que no querían tener trato con un príncipe que había renunciado a Jesucristo. Dióles el emperador un plazo de diez días para que se determinasen a adorar a Júpiter, lapso que aprovecharon para distribuir a los pobres los bienes que les quedaban. Cuando, al cabo de los diez días, Terenciano, capitán del cuerpo de guardias, vino a preguntarles qué decisión habían tomado, le respondieron que estaban dispuestos a dar la vida por el Dios que adoraban. Y fueron decapitados. El hijo de Terenciano fue librado del demonio que lo poseía, en la tumba de estos mártires. Este milagro convirtió a su padre.

MEDITACIÓN SOBRE TRES CLASES
DE IMÁGENES DE DIOS   

   I. Hay imágenes vivas del verdadero Dios, y Él nos manda que las honremos. Son nuestros superiores espirituales y todas las personas consagradas a Dios. Son imágenes de Jesucristo. Les ha participado su autoridad. Quien los menosprecia, al Salvador mismo menosprecia. El honor que les rinde recae sobre Jesucristo mismo que los ha enviado. Sus defectos personales no te deben impedir honrar el carácter que invisten. Quien os desprecia, a Mí me desprecia, quien os escucha, a Mí me escucha. (Jesucristo).

   II. Los príncipes y los reyes, vuestros padres, vuestros patronos, vuestros superiores temporales también merecen que los honres como a imágenes de Dios, y como a sus lugartenientes en la tierra. La autoridad que tienen sobre ti de Dios proviene; debes obedecerles mientras no te manden nada contrario a la ley divina. Pero si, como Juliano el Apóstata, quieren apartarte del servicio de Dios, no tengas con ellos complacencias criminales. No seas como esos paga nos, que tienen más respeto para el emperador que para sus dioses. (Tertuliano).

   III. Los santos que viven en la tierra, tanto como aquellos que reinan ya en el cielo, son las imágenes más perfectas de Jesucristo, porque los ha hecho partícipes de su santidad; les debes, a este título, honores totalmente particulares. Ten devoción, pues, a los santos que están en el cielo. Respeta a los que viven en la tierra y busca su compañía. Conversando con ellos aprenderás a imitar a Jesucristo, cuyas copias fieles son: Despójate de la figura del siglo, y fórmate según la imagen del Salvador. (San Pedro Crisólogo).

El vencimiento del respeto humano
Orad por los pastores de la Iglesia.

ORACIÓN

   Haced, os lo suplicamos, Dios omnipotente, que experimentemos este día doble gozo con ocasión del triunfo de los bienaventurados Juan y Pablo, a quienes una misma fe y un mismo martirio hicieron verdaderamente hermanos. Por J. C. N. S. Amén

lunes, 25 de junio de 2012

SAN GUILLERMO, Abad


25 de Junio



SAN GUILLERMO,
Abad



  Tened un mismo sentir, conservad la paz, y el Dios
de la paz y del amor estará con vosotros.
(2 Corintios, 13, 11).

   San Guillermo, para dedicarse más libremente a la oración, se retira al Monte Virgen en el reino de Nápoles; pero su reputación de santidad síguelo a su retiro, y lleva a él a gran número de personas que desean practicar, bajo su dirección, los ejercicios de la vida ascética. Llégasele también una mujer para tentarlo. Revuélcase el santo sobre carbones encendidos y Dios no permite que sufra la menor quema dura. Su muerte, predicha por él, tuvo lugar el 25 de junio de 1142.

MEDITACIÓN SOBRE LA PAZ DEL ALMA   

   I. Vive en paz con el prójimo; disimula, sufre antes de romper la paz y faltar a la caridad. Si algún acontecimiento viene a turbar esta paz, restablécela lo antes posible: cede algo de tus derechos, en interés de la paz y de la unión. En esto se conocerá si eres imitador de Jesucristo, si amas la paz y la caridad; y esta paz, que conservas con todos, es guerra cruelísima que haces al demonio. La paz entre vosotros es la guerra contra él. (Tertuliano)

   II. Con todo, es preciso romper esta paz con el prójimo, cuando ella te obligue a hacer la guerra a Dios. Tienes un amigo peligroso, un pariente que te arrastra al vicio, un inferior que se entrega al libertinaje; es preciso advertirle, aun a riesgo de que se aleje de ti y se haga tu enemigo: vale más romper con los hombres que con Dios. Ninguna paz con los pecadores, ninguna paz con el vicio. Esa calma sería una tempestad. (San Jerónimo).

   III. Conserva no obstante la paz de tu alma, al precio que sea. El espíritu de Dios ama a los corazones apacibles y a las almas tranquilas. Si siempre te acuerdas que Dios permite todo lo que te sucede, para su gloria y para tu mayor bien, los acontecimientos, aun los más fastidiosos, no podrán alterar tu paz, ni arrebatar tu dicha. ¿Qué más precioso y más dulce para el corazón, qué más calmo y más tranquilo en la tierra que una buena conciencia? (San Bernardo).

La paz del alma
Orad por la paz en el seno
de las familias.

ORACIÓN

   Oh Dios, que habéis dado el ejemplo y la ayuda de los santos para abrir a nuestra flaqueza el camino de la salvación, haced que honrando los méritos del bienaventurado Guillermo, abad, aprovechemos sus sufragios y caminemos siguiendo sus huellas. Por J. C. N. S. Amén

domingo, 24 de junio de 2012

NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA


24 de Junio


NATIVIDAD DE
SAN JUAN BAUTISTA



  En verdad, os digo, ninguno de entre los hijos
de mujer ha sido mayor que Juan Bautista.
(Mateo, 11, 11).

   Toda la tierra se alegra del nacimiento de San Juan; pero, ¿no debemos nosotros afligirnos al comparar lo que él ha hecho con lo que hacemos nosotros? Él deja el mundo y se retira al desierto para hacer penitencia; su alimento es un poco de miel silvestre con langostas; su vestidura, la piel de un camello. Sus ejemplos, más aun que sus palabras, son una exhortación a la penitencia. Viendo a Jesucristo, ex clama: He ahí el Cordero de Dios que quita los peca dos del mundo; y el Salvador quiere ser bautizado por él.

MEDITACIÓN SOBRE SAN JUAN BAUTISTA   

   I. He aquí un penitente que no es culpable de pecado alguno, y a quien la presencia de Jesús,  oculto en el seno de su Madre, ha purificado antes de su na cimiento hasta de la mancha original. ¿Qué falta había cometido él cuando se retiró al desierto a hacer penitencia? Nos enseña con ello que el hombre, aun el más inocente, debe hacer penitencia. ¿Comenzaste tú este ejercicio? Te parece muy penoso, y he aquí un niño que lo hace como juego. Pon manos a la obra, y pronto experimentarás cuán indecible satisfacción reserva Dios a los que renuncian al placer para darse a Él. ¡Cuán instantáneamente pareció dulce a mi corazón privarse de las dulzuras de las vanidades del mundo! Temía perder las, y dejarlas llegó a ser para mí la fuente de la dicha. (San Agustín).

   II. Temprano comienza este santo su penitencia y la prolonga hasta el fin de su vida. N o basta que te mortifiques por algún tiempo, hay que hacerla hasta la muerte. Siempre tienes contra ti a tu cuerpo, al demonio y al mundo. El único medio para triunfar de estos tres enemigos es combatirlos sin des canso hasta el fin. Piensa en el infierno que debes evitar, en el paraíso que debes ganar, y nunca te can sarás de hacer penitencia.

   III. Si la humildad no las acompaña, tus austeridades no te servirán sino para atormentarte. San Juan rechaza los honores que le rinden los judíos llamándole Profeta y Mesías; se humilla delante de Jesucristo. Humíllate tú ante Dios y los hombres. Lo que haces, lo que sufres, nada es comparado con los trabajos y sufrimientos de los santos. ¿De qué sirve mortificar el cuerpo por la paciencia, si el espíritu está hinchado de orgullo? (San Jerónimo).

La humildad
Orad por la conversión
de los pecadores

ORACIÓN

     Oh Dios, que habéis solemnizado este día con el nacimiento de San Juan Bautista, conceded a vuestro pueblo la gracia de los gozos espirituales, y dirigid las almas de los fieles por el camino de la salvación eterna. Por J. C. N. S. Amén.

sábado, 23 de junio de 2012

SANTA EDILTRUDIS, Virgen


23 de Junio



SANTA EDILTRUDIS,
Virgen



  Si viviereis según la carne, moriréis; 
 si, en cambio, con el espíritu hacéis 
morir las obras de la carne, viviréis.
(Romanos, 8, 13).

   Santa Ediltrudis no vivía según la carne, puesto que guardó virginidad perpetua con el príncipe Tombrecto y el rey Ecfrido, que fueron sucesivamente sus maridos. Obtuvo de este último permiso para entrar en un monasterio. Por sus virtudes fue nombrada abadesa después de un año de profesión religiosa. Soportó con mucha paciencia un tumor que le sobrevino en el cuello. Oraba a Dios desde medianoche hasta la salida del sol. Dieciséis años después de su muerte, su cuerpo fue encontrado incorrupto. Acaeció su dichosa muerte el 23 de junio del año 679.

MEDITACIÓN SOBRE LA MORTIFICACIÓN   

   I. Debes mortificarte si quieres vivir como hombre racional. Tu razón no será la soberana si concedes a tus sentidos todo lo que te piden. En todos tus actos ten puesta la mira no en lo que agrada, sino en lo que es razonable. No te dejes arrastrar al amor, al aborrecimiento, al placer; ello sería vivir a manera de animal. ¡Cuán pocos hombres hay que siguen las luces de la razón! Y tú, ¿lo haces?

   II. No basta vivir como hombre: para salvarse, hay que vivir como cristiano; es decir, que hay que obrar según el espíritu de Jesucristo, y no perseguir con nuestra conducta otro fin que el de agradar a Dios. Para esto, nada debe hacerse que contente la sensualidad y la ambición, nada que satisfaga las pasiones. Es preciso despojarse de las malas inclinaciones de la naturaleza corrompida, y hacer todo lo contrario de lo que ella exige: así es como hacen los verdaderos cristianos. Comienzan por aborrecer su vida pasada y por practicar lo que ellos aborrecían. (Tertuliano).

   III. Si eres sacerdote o religioso, motivo de más para mortificarte, puesto que tu estado te separa del mundo y te consagra totalmente a Jesucristo; y esta mortificación debe extenderse al cuerpo y al espíritu, pues ambos están consagrados a Dios de manera especial. ¿Puedes decir en verdad: He muerto a todo el resto; las cosas de Jesucristo son las únicas que me encuentran vivo y pronto a obrar? (San Bernardo).

La mortificación
Orad por la Iglesia.

ORACIÓN

   Escuchadnos, oh Dios Salvador nuestro, y que la fiesta de la bienaventurada Ediltrudis, al regocijar nuestra alma, la enriquezca con los sentimientos de una tierna devoción. Por J. C. N. S. Amén.

viernes, 22 de junio de 2012

SAN JUAN FISHER, Obispo y Mártir


22 de Junio



SAN JUAN FISHER,
Obispo y Mártir



  Era libre respecto de todos 
y de todos me hice siervo, para ganar más almas.
(1 Corintios, 9, 19).

   Juan Fisher, nacido en 1469, cursó sus estudios en Cambridge y llegó a ser canciller de esta universidad. En 1502, fue nombrado capellán de lady Mar garita Beaufort, madre del rey. de Inglaterra, y en 1504 obispo de Rochester. En todos sus cargos distinguióse por su piedad y amor al estudio. Bajo Enrique VIII, se opuso a los deseos del rey que quería obtener la anulaci6n de su matrimonio y la dignidad de jefe supremo de la Iglesia en Inglaterra. Fue en carcelado en la Torre de Londres y, después, decapitado en 1535.

MEDITACIÓN SOBRE EL AMOR AL PRÓJIMO   

   I. Bien está amar a los demás más que a sí mismo al punto de sacrificar la propia libertad para sacar a un desdichado de la esclavitud, tal como hizo San Paulino. Imita esta heroica virtud, amando al prójimo por lo menos como a ti mismo. Sírvele, complácele, habla en su favor; en una palabra, trátalo como quisieras que te trataran a ti, si estuvieras en su lugar. ¿Por ventura podría decirse de ti lo que se decía de los primeros cristianos: Ved cómo se aman, están dispuestos a morir unos por otros? (Tertuliano).

    II. Te inclinas naturalmente a hablar favorablemente de ti mismo, a encontrar excelentes tus acciones, a disculpar tus defectos, a interpretar bien lo que te concierne. Haz lo mismo respecto de tu prójimo; trátalo con indulgencia. No quieres que se tengan ojos para tus faltas ni lengua para hablar de ellas. ¿Eres ciego y mudo tú cuando los otros hacen mal?

   III. Tu amor por el prójimo debe ser universal, sin acepción de personas. Todos los hombres llevan la imagen de Dios, todos han sido redimidos por la sangre de Jesucristo, todos pueden ir al cielo; así, debes amarlos a todos, sin dejarte guiar jamás por tu humor y tu capricho. De otro modo, tu amor no es más que amor natural que no tiene derecho a re compensa alguna en el cielo. San Paulino se hizo esclavo para rescatar a un hombre que no conocía, pero en quien veía la imagen de Dios. Nuestro amor, decía él, no considera ni la persona ni la condición de los hombres, ve sólo las almas.

El amor al prójimo
Orad por el acrecentamiento de la caridad.

ORACIÓN

   Oh Dios, que todos los años nos proporcionáis nuevo motivo de alegría en la solemnidad de vuestro mártir y pontífice, el bienaventurado Juan, haced, por vuestra bondad, que honrando la nueva vida que ha recibido en el cielo, experimentemos aquí abajo los efectos de su protección. Por J. C. N. S. Amén

SAN PAULINO DE NOLA, Obispo y Confesor


22 de Junio


SAN PAULINO DE NOLA,
Obispo y Confesor



   El santísimo obispo de Nola san Paulino fue de nacionalidad francesa, nació de padres muy nobles y ricos en la ciudad de Burdeos. Tuvo por maestro a Ausonio Galo, expelente poeta y muy estimado en aquellos tiempos; llegado a la edad competente, se casó con una señora muy principal llamada Terasia, y como todos tenían en él puestos los ojos así por su sangre como por sus letras, riquezas v loables costumbres, llegó a ser cónsul y prefecto de la ciudad de Roma. No tuvo hijos de su mujer y así propusieron los dos esposos, tocados de Dios, vivir como hermanos, y se vinieron a España y es tuvieron algún tiempo en Barcelona, don de por aclamación del pueblo, el obispo Lampio, contra la voluntad del santo, que quería servir a la Iglesia de sacristán, le ordenó de sacerdote, como el mismo santo lo refiere en sus escritos. Habiendo repartido a los pobres todos sus bienes, se- retiró con su esposa a un campo de la ciudad de Nola, donde vivían en hábito y profesión de monjes; mas como ya la fama de sus virtudes se hubiese extendido por toda aquélla tierra, en muriendo el obispo de Nola, le compelieron a aceptar el gobierno de aquélla Iglesia, donde edificó a todos no menos con sus admirables ejemplos; que con su celestial doctrina. Envióle a llamar al emperador Honorio para un concilio que se juntaba sobre ciertos negocios tocantes a la quietud de la Iglesia, llamándole santo y venerable padre y verdadero siervo de Dios. Cuando Alarico rey de los Godos tomó a Roma y la saqueó, vino también a Nola y prendió al santo obispo. Dice san Agustín, que entonces se alegró el santo de no ser atormentado por el oro y la plata, porque todos sus tesoros tenía en el cielo; y habiendo saqueado después los vándalos la iglesia, procuró san Paulino desentrañarse y allegar lo que pudo para redimir a los cautivos. Y dice san Gregorio Papa, que en esta sazón vino a san Paulino una pobre viuda a pedirle limosna para rescatar un hijo que los vándalos se habían llevado a África, y estaba en poder del yerno del rey. Le  respondió el santo que ya no tenía cosa que darle, sino a sí mismo, y en efecto pasó a África, y se entregó al yerno del rey a cambio del hijo de aquélla viuda, haciendo todo el tiempo de su cautiverio oficio de hortelano, hasta que el rey de los vándalos sabiendo que Paulino era obispo, le mandó a su tierra cargado de dones y acompañado de los cautivos que pertenecían a su obispado. Finalmente después de haber gobernado largos años como santísimo pastor aquel rebaño de Cristo, fue consolado en su dichoso tránsito por los gloriosos santos Jenaro y Martín, que se le aparecieron y acompañaron su santa alma a los cielos.

REFLEXIÓN 

   En el libro inmortal que nos ha dejado san Paulino sobre las Delicias de la antigua piedad cristiana, recomienda encarecidamente la caridad y misericordia, que es el principal manda miento de la Ley evangélica, y la virtud que nos hace más semejantes al divino: modelo Jesucristo. Por esta causa no dudó el santo en venderse por esclavo a trueque de rescatar al hijo de aquélla viuda. ¡Oh, si prendiese el fuego de la caridad de Cristo en todos los corazones! ¿Habría por ventura en el mundo una sola familia menesterosa, un solo enfermo, una sola viuda, un solo huérfano, un solo pobre, que no hallase amparo y refugio bajo el manto de la caridad?  

ORACIÓN

   Concédenos, oh Dios omnipotente, que la venerable festividad de tu confesor y pontífice san Paulino acreciente en nosotros la devoción y el deseo de nuestra salvación eterna. Por J. C. N. S. Amén

jueves, 21 de junio de 2012

SAN LUIS GONZAGA, Confesor


21 de Junio



SAN LUIS GONZAGA,
Confesor



  Os conjuro, hermanos, por la misericordia de Dios,
a que ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva,
santa, agradable a Dios.
(Romanos, 12, 1).

   San Luis Gonzaga, desde la edad de siete años recitaba todos los días, de rodillas, los siete salmos penitenciales y el Oficio de la Santísima Virgen; a los ocho años, hizo voto de castidad perpetua; a los trece, ayunaba tres días a la semana a pan y agua, y tres veces al día desgarraba su delicado cuerpo con la disciplina. Alrededor de los dieciocho años entró en la Compañía de Jesús y murió cinco años después, víctima de una enfermedad contraída por cuidar a los atacados de peste. Tan recogido era en sus oraciones, que todas sus distracciones en seis meses no sumaban la duración de un  Ave María.

MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA
DE SAN LUIS GONZAGA   

   I. El joven santo fue víctima del amor de Dios; le sacrificó su fortuna, abandonando su marquesado para entrar en la Compañía de Jesús, a pesar de los obstáculos que oponía su padre a su piadoso designio. ¿Estás acaso, retenido en el mundo por lazos tan fuertes como los suyos? Dios bien merece que dejes todo lo que tienes, para seguir su llamado y ganar su paraíso; deja todo, si no materialmente, por lo menos por el espíritu y la voluntad.

   II. Sacrificó Luis su cuerpo a Dios por el voto de virginidad, que renovó al entrar en religión. Émulo de la pureza de los Ángeles, llevó la molestia hasta no poner nunca sus ojos en una mujer. Además, mortificó su cuerpo con rigurosa y continua penitencia. ¿Quieres consagrar tu cuerpo a Jesucristo como hostia viva y santa? Custodia tus sentidos, mortifícalos. La vida de un cristiano debe ser continuo martirio.

   III. Consagró el santo su libertad a Dios por el voto de obediencia. Los honores que ahora recibe, en el cielo y en la tierra, son el precio de su voluntario abatimiento. El camino más seguro para ir al cielo es el de la obediencia. Obedece a tus superiores fiel mente, prontamente, sin murmurar; a Jesucristo es a quien obedeces, Él es quien te recompensará. En fin, recuerda que no sólo los religiosos, sino también los cristianos deben ser víctimas que se inmolan sin cesar a Dios. Los cuerpos de los fieles son hostias de Dios, miembros de Cristo, templos del Espíritu Santo. (San Agustín).

  La castidad
Orad por las órdenes religiosas

ORACIÓN

   Oh Dios, dispensador de los dones celestiales, que habéis unido en el angélico Luis, una admirable inocencia de vida con un gran espíritu de mortificación, haced, por sus méritos y oraciones, que, si no hemos imitado su pureza, por lo menos imitemos su penitencia. Por J. C. N. S. Amén.

miércoles, 20 de junio de 2012

SAN SILVERIO, Papa y Mártir


20 de Junio


SAN SILVERIO,
Papa y Mártir



  Para acercarse a Dios, es menester creer que existe,
y que es remunerador de los que le buscan.
(Hebreos, 11, 6).

   San Silverio, Papa, negó a la emperatriz Teodora restablecer al hereje Antimo en la sede de Constantinopla, y fue confinado en la isla Pontia. Se refiere que desde allí escribió en estos términos al obispo Amador: "Me alimento con el pan de la tribulación y el agua de la angustia, pero jamás he renunciado, y tampoco ahora renuncio a mi cargo". Murió hacia el año 537, a consecuencia de los malos tratos que se le infligieron.

MEDITACIÓN SOBRE TRES ATRIBUTOS DE DIOS   

   I. Dios es todopoderoso; de nadie depende, y todas las creaturas dependen de Él; y, sin embargo, ¡Yo me atrevo a ofender a este Dios que puede entregarme a los suplicios eternos! Si Él está contra mí, ¿quién estaría a mi favor? ¿Dónde ocultarme si Él me persigue? Desde que pequé soy su enemigo, y no puedo vivir en paz y sin temor. ¡Ah! es que yo no medito es tas verdades como debería hacerlo. A menudo repetiré este acto de fe: Creo, Señor, que sois omnipotente, y que tendréis en cuenta toda acción tanto buena como mala, porque todo Juez es remunerador en  la causa sobre la cual pronuncia sentencia. (Tertuliano).

   II. Ese Dios será mi juez al fin de mi vida y al fin del mundo. Ese juez está presente en todas partes y a nadie teme; sabe todo lo que hago, nada puede substraer se a su conocimiento; es justísimo y la compasión no tendrá cabida en Él. Lo que hay de más tremendo es que este juez está irritado; y, a la vez, es juez y parte, porque a Él es a quien ofendí. ¿Qué será de mí, Señor, si Vos me tratáis según el rigor de vuestra justicia? Es horrible caer culpable en las manos del Dios vivo. (San Pablo).

   III. Dios es eterno; sus decretos son inmutables: lo que Él ha resuelto ejecútase infaliblemente; la sentencia que pronunciará contra mí nunca será revocada. Sin embargo, ¡cuán insensatos somos!, ¡preferimos la amistad inconstante de los hombres a la amistad del mismo Dios! ¡Preferimos desobedecer a Dios antes que disgustar a los hombres; nos adherimos a bienes transitorios, y despreciamos los bienes eternos e inmutables!

El temor de Dios
Orad por la conversión
de los herejes.

ORACIÓN

   Pastor eterno, mirad benevolente a vuestro re baño, y guardad lo con protección constante por vuestro bienaventurado mártir y Sumo Pontífice Silverio, a quien constituisteis pastor de toda la Iglesia. Por J. N. S. Amén

martes, 19 de junio de 2012

SANTA JULlANA DE FALCONIERI, Virgen


19 de Junio


SANTA JULlANA
DE FALCONIERI,
Virgen



Quien come mi carne, y bebe mi sangre,
en Mí mora y Yo en él.
(Juan, 6, 57).

   Juliana apenas si sabía balbucear, cuando ya se la oía en su cuna pronunciar distintamente los santos nombres de Jesús y María. Tanta era su modestia, que nunca miró la cara de un hombre; tanto su fervor por la oración, que pasaba días enteros orando; tanta su caridad por el prójimo, que nada era capaz de detenerla cuando se presentaba la ocasión de hacer un servicio. Soportó con rostro siempre alegre una larga y dolorosa enfermedad. Una sola cosa la afligía: no poder, a causa de sus vómitos continuos, recibir el cuerpo de Nuestro Señor. En su lecho de muerte, pidió que por lo menos se le acercase al pecho la Santa Hostia. Accedió el sacerdote a su pedido; pero la Hostia desapareció y, al mismo tiempo, sonriendo, expiró Juliana. Cuando se la envolvió en el sudario, encontróse impresa en su pecho, como un sello, la sagrada Forma. Su muerte acaeció en 1341.

MEDITACIÓN SOBRE
LA COMUNIÓN FRECUENTE   

   I. La frecuente recepción del Sacramento del altar avivará tu fe. Es el misterio de fe por excelencia: las delicias inefables que experimentarás después de una comunión bien hecha serán para ti una prueba sensible de la presencia de Dios. La Comunión forti ficará tu esperanza, porque la Eucaristía es la prenda del amor que Dios te profesa. En fin, perfeccionará tu caridad para con Dios y el prójimo; Jesús, en efecto, quiso darse a nosotros por amor; ha querido darse a los pobres como a los ricos, para enseñamos a amar 'igualmente a todos los hombres en su Persona.

   II. Muy grandes mercedes recibirás por la virtud de este Sacramento, todas las veces que te acerques a él dignamente. Dios te colmará de gracias especiales proporcionadas a la preparación que para ello pongas. Además, este pan de ángeles, este vino que engendra vírgenes, es todopoderoso para someter la carne al espíritu y reprimir los movimientos de la sensualidad. Quien ame el pan de los ángeles será enemigo de su propia carne. (San Gregorio de Niza).

   III. Recibe, pues, a Jesucristo; si tu amor es tibio, se inflamará mediante la recepción de este Sacramento, porque es la fuente del fervor y de la devoción. No temas que la familiaridad engendre el menosprecio; por el contrario, ella te hará descubrir en Jesús nuevas hermosuras y acrecentará así tu amor por Él. Si te acercas a él con estas disposiciones, encontrarás allí remedio para todas las enfermedades de tu alma. (San Juan Crisóstomo).

La devoción al Santísimo Sacramento
Orad por los enfermos en peligro de muerte.

ORACIÓN

   Oh Dios, que consolasteis en su lecho de muerte a la bienaventurada Juliana, vuestra virgen, alimentándola milagrosamente con el precioso cuerpo de vuestro Hijo, haced, os lo suplicamos en nombre de sus méritos, que, alimentados y fortificados en nuestra última hora por el divino Viático, logremos llegar a la patria celestial. Por J. C. N. S. Amén.

LOS SANTOS HERMANOS GERVASIO Y PROTASIO, Mártires


19 de Junio



LOS SANTOS HERMANOS 
 GERVASIO Y PROTASIO, 
Mártires



    Habiendo descubierto san Afubrosio por divina revelación los sepulcros de estos santos mártires de Milán, halló a la cabecera una escritura con estas palabras: "Yo, Filipo, siervo de Cristo, en compañía de mi hijo hurté los cuerpos de estos santos, y dentro de mi casa los sepulté. Su madre se llamó Valeria, y Vital su padre. Nacieron de un parto, y llamáronlos Gervasio y Protasio. Siendo ya difuntos sus padres, y habiendo sucedido ellos abintestato en sus bienes, vendieron la casa propia en que habían nacido y toda su hacienda, y repartieron el precio de ella a los pobres y a sus esclavos, dándoles libertad. Diez años vacaron a solo Dios, dándose a la lección y a la oración, y al onceno, alcanzaron la corona del martirio. A esta sazón pasó por Milán el general Astasio que iba a la guerra contra los .bárbaros: saliéronle al camino los sacerdotes de los ídolos, y dijéronle que si quería alcanzar victoria de sus enemigos apremiase a Gervasio y Protasio, que eran cristianos, para que sacrificasen a los dioses inmortales, los cuales estaban de ellos tan enojados, que no querían hacer a los pueblos el favor que solían con sus oráculos. Mandóles Astasio buscar y prender, y rogóles que le hiciesen placer de ofrecer con él sacrificio a los dioses, para que prosperase su jornada y tuviese buen suceso aquélla guerra: a lo que respondió Gervasio: «la victoria ¡oh Astasio! la da del cielo el Dios verdadero y no las estatuas vanas y mudas de los dioses». Enojóse Astasio sobremanera, con esta respuesta, y mandóle luego azotar y herir con plomadas fuertemente hasta que allí muriese; y con este tormento Gervasio dio su espíritu al Señor. Quitado de aquel lugar el cadáver, hizo llamar a Protasio y díjole: «¡Desventurado y miserable! mira por ti, y no seas loco como tu hermano». Respondió Protasio «¿Quién de los dos es miserable, tú que me temes a mí, o yo que no te temo a ti, ni hago caso de tus dioses ni de tus amenazas?» Al oír el general estas palabras mandóle moler a palos con unos bastones nudosos, y le dijo: «¿Quieres perecer como tu hermano?» El santo respondió: «No me enojo contigo porque mi Señor Jesucristo no abrió su boca contra los que le crucificaron: te tengo lástima y te perdono porque no sabes lo que haces. Finalmente el general le hizo degollar, y mandó arrojar los sagrados cadáveres de los dos hermanos en un muladar. Y yo Filipo, siervo de Cristo, con mi hijo tomé de noche los cuerpos de estos santos y los llevé a mi casa y siendo Dios solo testigo los puse en un arca de piedra ".

REFLEXIÓN

   Habiéndose aparecido los santos a san Ambrosio, arzobispo de Milán, convocó éste a todos los obispos comarcanos, y cavando la tierra en el lugar señalado que estaba en la iglesia de san Nábor y san Félix, hallaron el arca de piedra. La abrieron, y vieron los cuerpos de los mártires, y el fondo del se pulcro lleno de sangre, exhalando un maravilloso olor que se extendió por toda la iglesia, e ilustrándoles el Señor con estupendos milagros, señaladamente dando vista a un ciego muy conocido en toda aquélla ciudad de Milán. Roguemos al Señor que estos auténticos prodigios referidos largamente por san Ambrosio que los presenció, abran los ojos de nuestra alma para ver con mayor luz del cielo la divinidad de la fe por la cual dieron sus vidas tan ilustres mártires.

ORACIÓN
    ¡Oh Dios! que cada año nos alegras con la festividad de tus bienaventurados mártires Gervasio y Protasio; asístenos con tu gracia para que nos inflamen con sus ejemplos estos santos de cuyos méritos nos alegramos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

lunes, 18 de junio de 2012

SANTOS MARCOS Y MARCELINO, Mártires


18 de Junio


SANTOS MARCOS Y MARCELINO,
Mártires



 Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de
arriba, allí donde Cristo está sentado a la diestra
de Dios.
(Colosenses, 3, 1).

   Los dos hermanos Marcos y Marcelino, detenidos por cristianos, fueron atados y clavados por los pies a un poste. Como los exhortara el juez a que tuviesen piedad de sí mismos y se librasen de sus crueles tormentos, le respondieron: Jamás hubo para nosotros banquete de delicias comparable al gozo que experimentamos al sufrir por Jesucristo. ¡Plazca a Dios que estos sufrimientos duren tanto tiempo cuanto estemos revestidos de este cuerpo corruptible!" Pasaron así un día y una noche, cantando las alabanzas de Dios, hasta que, finalmente, atravesado el corazón con un lanzazo, obtuvieron la corona del martirio, hacia el año 287.

MEDITACIÓN SOBRE LA VISTA DEL CIELO     

   I. Mira al cielo en la prosperidad: todos los bienes de este mundo poca cosa te parecerán en comparación a la gloria de los bienaventurados. Míralo en la adversidad y hazte la siguiente reflexión: ¿Por qué me asombraré de ser infeliz en este valle de lágrimas? En el cielo solamente están los verdaderos bienes, las alegrías sin mezcla. Ningún dolor sentirás, ni en tu cuerpo ni en tu espíritu, en el cielo. (Tertuliano)

   II. Pregunta a los bienaventurados qué piensan ahora de las cosas de este mundo; consúltalos en tus dudas. ¡Con cuánta lástima consideran ellos el afán que ponemos en correr tras los bienes que habrá que abandonar cualquier día! ¿Qué es la tierra para quien posee el cielo? (San Juan Crisóstomo).

   III. Según San Clemente de Alejandría, Dios ha dado al hombre un triple Decálogo: el primero es la razón, que dicta al hombre lo que debe evitar; el segundo es la ley que dio a Moisés; el tercero es la vista del cielo. En efecto, ¿quién podría, durante una noche serena, contemplar el cielo sin amar y adorar a Aquél que lo ha creado? ¿Se le puede ver, cuando está cargado de truenos y relámpagos, sin temer a Dios y sin humillarse? ¿Se puede mirar los astros que lo decoran sin menospreciar la tierra? Amar, adorar, temer a Dios, despreciar la tierra, suspirar por el cielo, ¿no es, acaso, obedecer los preceptos del Decálogo? ¡Cuán despreciable me parece la tierra cuando miro el cielo! (San Ignacio de Loyola).

El pensamiento del paraíso
Orad por la conversión
de los cismáticos.

ORACIÓN

   Haced, os lo suplicamos, oh Dios omnipotente, que la intercesión de los bienaventurados mártires Marcos y Marcelino, cuyo nacimiento al cielo celebramos, nos libre de todos los males que nos amenazan. Por J. C. N. S. Amén.

domingo, 17 de junio de 2012

SAN AVITO, Confesor


17 de Junio


SAN AVITO,
Confesor



Todo lo que pidiereis con fe
en la oración, lo obtendréis
(Mateo, 21, 22).

   San Gregorio de Tours nos hace saber que Avito, abad en la antigua provincia de Percha, intercedió ante el rey Clodomiro para que perdonase la vida de Segismundo, rey de Borgoña, de su mujer y de sus hijos, que aquél había hecho prisionero. Los ruegos del santo fueron desoídos. Murió hacia el año 530 y fue enterrado, con mucho honor, no lejos de Orléans.

MEDITACIÓN ACERCA DE LA ORACIÓN   

   I. Obtendrás de Dios todo lo que le pidieres como es debido; es una verdad del Evangelio: nada hay, ni en el orden de la naturaleza ni en el de la gracia, que la oración no obtenga. ¡Cuán feliz serías si supieses orar! Experimenta por ti mismo el poder de la oración. Pide, pero con confianza; pide la ayuda del Señor en tus necesidades temporales y espiritua les, en tus penas y tentaciones. ¿Eso haces por ventura?

   II. Para obtener los favores del Cielo, ponte en gracia de Dios. ¿Cómo quieres que escuche Dios tus ruegos, si eres su enemigo? Es preciso ser hijo de Dios mediante la gracia para tocar el corazón de este Padre misericordioso. Si estás en pecado, no dejes de orar a Dios; pero comienza tus oraciones con un acto de contrición; pídele primeramente que te admita en su amistad. La oración es un sacrificio que no puede agradar a Dios, si el que lo ofrece no comienza por agradar él mismo. (San Lorenzo Justiniano).

   II. No te desalientes si no eres escuchado de inmediato. Dios quiere ser urgido e importunado. El pobre no se contenta con pedir la limosna una sola vez, redobla sus pedidos, aguarda, espera siempre. Dios te ha prometido escucharte, pero no ha dicho que bastaba pedir una sola vez. Dios sabe cuán útil nos es la oración; por eso, antes de escucharnos, quiere ser forzado, en cierto modo, ser vencido por nuestra importunidad. (San Bernardo).

El fervor
Orad por los que trabajan
en la salvación de las almas.

ORACIÓN

   Oh Dios, que todos los años nos proporcionáis un nuevo motivo de alegría con la fiesta de San Avito, vuestro confesor, haced, por vuestra bondad, que honrando la nueva vida que ha recibido en el cielo, imitemos también la que ha vivido en la tierra. Por J. C. N. S. Amén.

SANTA EMILIA DE VIALAR Virgen


17 de Junio

SANTA EMILIA
DE VIALAR 
 Virgen 

 
   En agosto de 1835 un navío francés atracaba majestuosamente en el puerto de Argel, “la ciudad blanca". Rompen a tocar las charangas militares, y, entre los vítores guturales que lanza la multitud y el estruendo de la artillería que atruena el espacio, cuatro humildes monjitas descienden al desembarcadero y pasan entre dos filas de soldados que presentan armas. Pero no se vaya a creer que estos honores son precisamente para ellas. Es que han venido en el mismo barco que trae al nuevo gobernador general, mariscal Clauzel. Con él ha hecho también la travesía el barón de Vialar, hermano de Emilia, fundadora de un naciente Instituto -las Hermanas de San José de la Aparición- que, todavía en los primeros balbuceos de su existencia, ya se siente con bríos para llevar a las gentes mahometanas de África el mensaje de Cristo, desplegando ante ellas "todas las formas de la caridad".
   Emilia Vialar había visto la luz primera en la graciosa ciudad de Gaillac, que baña con sus aguas el Tarn, en el Languedoc. La ceremonia del bautizo se celebró el 12 de septiembre de 1797 en la iglesia parroquial de San Pedro, sin alegría de campanas, toda vez que, por orden del Comité de Salud Pública, durante el Terror habían sido descolgadas para fundirlas, convirtiéndolas en cañones, aunque con el boato y esplendidez que se podían permitir sus acaudalados padres.

   Allí, en una de aquellas quintas señoriales coronadas de altas azoteas, desde las que se domina un panorama encantador, se deslizaron suavemente los años de la infancia de Emilia. ¡Con qué bella plasticidad los sintetiza la escena hogareña que nos ofrece una de sus biografías! A la sombra de una espléndida acacia, la niña aprende a leer en el libro que se abre sobre las rodillas de su mamá, la baronesa de Vialar, cuya delicada salud la obliga a pasar frecuentemente los días estivales al aire libre tendida en un canapé. "El buen Dios -dice la solícita educadora a su hijita- nos ha criado. Nos ama. ¿Lo entiendes, querida mía?” "Sí", replica Emilia con todo el fervor de su alma pura.

   Pero la baronesa no puede continuar su dulce y duro magisterio, y decide enviar a su hija a la escuela. La elección no es fácil. Pese al concordato que habían firmado conjuntamente Bonaparte y el Papa, aún permanecían cerradas en la ciudad las casas de enseñanza religiosa. La única institutriz de la región era una damisela que había personificado a la diosa Razón en las sacrílegas mascaradas de los pasados tiempos revolucionarios. No hubo otro remedio. Y mañana y tarde, durante seis años las calles tortuosas de Gaillac vieron pasar a una niña de grandes ojos castaños y crenchas doradas, desbordantes de su blanca cofia, que con el cestillo al brazo, se dirigía a la escuela, abierta en la ciudad por aquella infeliz. Dicho se está que entre la nueva maestra y la avisada discípula no pudo establecerse jamás ninguna corriente de simpatía.

   Una tarde de septiembre de 1810 la familia de Vialar llegó a París, ebrio a la sazón con el vino espumoso de las últimas victorias imperiales, para presentar a la jovencita Emilia a las religiosas de la Congregación de Nuestra Señora, fundada en el siglo XVIII por San Pedro Fourier, que regentaban el célebre pensionado de l´abbaye-au-Bois, cuya reapertura era reciente. Cabe afirmar que éste fue el gesto postrero de su cristiana madre, quien el 17 de aquel mismo mes expiró, rodeada de los suyos, a la prometedora edad de treinta y cuatro años. Con tan acerbo dolor se inicia el Viacrucis que tendrá que recorrer intrépidamente la futura fundadora. Sin embargo, no escalará sola la cuesta del Calvario.

   A los trece años hace su primera comunión en la capilla del convento en que se educa, y Jesús toma posesión del alma de la niña. No transcurren dos sin que su afligido padre reclame la presencia de la pensionista en la morada familiar de Gaillac, tan llena de entrañables recuerdos. La colegiala, hecha ya una mujercita, retorna de París. Pasa del tibio invernadero de l´abbaye-au-Bois a la vida de frivolidad y de chismorreo de la pequeña ciudad, con riesgo de que el céfiro engañador pueda deshojar las flores primerizas de una virtud todavía tierna y de que el jansenismo reinante corte las alas a los más ambiciosos intentos de santificación. Por eso dirá Emilia refiriéndose a esta época: "Apenas si frecuentaba los sacramentos". No importa. Ya se cuidará el Señor de que la muchacha no le olvide completamente aun en medio de las vanidades y fruslerías de una existencia más o menos mundana.

   "Un día -escribe-, estando sola en la habitación, de temporada en el campo, fue como transportada en Dios. De súbito me sentí dominada, casi deslumbrada, por una luz brillante que me envolvía. Parecióme que ésta venía del cielo, y allá dirigí mis ojos, poniéndome de rodillas. Esto duró sólo unos instantes, si bien el gran arrobamiento que me produjo este toque de la gracia no me hizo perder en absoluto el uso de mis facultades. El favor señalado que el Señor me concedió me impulsó a tomar la resolución de pertenecerle a Él enteramente..."

   La misión solemne predicada en 1816 en la iglesia de San Pedro -la primera que se celebraba después de la revolución- afianzará los generosos propósitos de la jovencita y acabará con todas las bagatelas seductoras del mundo. A partir de este año las gracias del Señor irán cayendo en lluvia incesante sobre el alma de Emilia. Una visión inolvidable pondrá la rúbrica a estos dones maravillosos. "Durante una visita que hice al Santísimo Sacramento -cuenta M. Vialar- de tres a cuatro de la tarde, me hallaba sola en la iglesia, orando con calma y fervor. Tenía, a lo que me parece, la cabeza un poco inclinada, debido al recogimiento. De pronto veo a Jesucristo sobre el altar. Estaba extendido: su cabeza descansaba al lado del Evangelio, y sus pies, al de la Epístola. Los brazos del Salvador se abrían en forma de cruz. Distinguía su figura y su cabellera, que le caía sobre la espalda. Una sombra cubría parte de su sagrado cuerpo; pero el pecho, costado y pies se hacían visibles a los ojos de mi alma y no podría precisar si también a los de mi cuerpo: tan visibles como lo sería una persona que se colocara delante de mí. Mas lo que atraía más fuertemente mis miradas eran las cinco llagas, que yo veía con toda claridad, sobre todo la de su costado derecho. Yo clavaba mis ojos en ella; brotaban de la misma muchas gotas de sangre”.

   Tan grabada se le quedó a la vidente esta imagen estremecedora, que, en honor de las cinco llagas, prometió rezar diariamente cinco padrenuestros y otras tantas avemarías, promesa que las hijas de la fundadora continúan cumpliendo fielmente. Con todo, el horizonte de su porvenir no se aclara. Mientras tanto, el nuevo cura de San Pedro, reverendo Mercier, empieza a dirigir aquélla alma elegida por los senderos de la paciencia, de la abnegación y de la caridad. De allí en adelante no se contentará con soportar los repentinos accesos de ira de su padre, ni las asperezas y desconsideraciones continuas de Toinon, la antigua sirvienta de la casa, sino que, dejando poco a poco los salones de Gaillac, se entregará al ejercicio de la más heroica caridad. Aquellas tertulias galantes -en que sólo se habla de modas y sucesos ppolíticos- tienen que ceder el puesto a las visitas a los pobres, avecindados en sórdidos y malolientes tugurios. Y, por si esto fuera poco, cada mañana se dan cita en el zaguán del aristocrático hotelito de Emilia todas las miserias de la ciudad a despecho de las protestas exasperadas de la vieja ama de llaves. Ejercicio de la caridad que llega a su grado más alto en el terrible invierno de 1830, cuando las aguas del Tarn quedaron convertidas en una larga cinta de hielo.

   Emilia se ha preparado contra cualquier contingencia, y, como la caridad es ingeniosa, ha hecho abrir una puerta con su escalera junto a la calle que bordea el muro de la casa, a fin de que sus pobres puedan tener acceso a la terraza sin pasar por el interior. Otras veces es ella, la señorita de Viallar, la que humildemente vestida, como una muchacha de servicio, recorre trabajosamente las callejas nauseabundas en que se cobijan sus amigos, acarreando pesados sacos de trigo. De seguro estos violentos esfuerzos le causaron la hernia, que, mal cuidada, habría de producirle la muerte años más tarde...

   La noche de Navidad de 1832 será siempre una fecha histórica en los anales de la Congregación de Hermanas de San José de la Aparición. Emilia, con otras tres compañeras suyas, se recluye en la casa que había adquirido, contigua a la iglesia parroquial de San Pedro, dentro del más riguroso secreto. Para entonces había muerto su abuelo, el barón de Portal, dejando a su nieta favorita una pingüe herencia de treinta millones de francos. Cabía financiar con tal suma la fundación que proyectaba. Y, al efecto, la hija ejemplar, temiendo la injusta oposición de su irritado padre, deposita sobre la mesa de su escritorio una carta henchida de ternura, con la que se despide definitivamente de aquel hogar tan querido, pero en el que tanto ha tenido que sangrar su corazón.

   Desde el primer momento la fundadora se ha puesto bajo el patrocinio del bendito patriarca. En el Museo de Toulouse existe un cuadro de mediano mérito que hirió vivamente la imaginación de Emilia. Representa al arcángel anunciando en sueños a José el gran misterio de la Encarnación: "No temas tomar a María por esposa tuya, porque lo que de ella nazca es obra del Espíritu Santo" (Mt. 1,20). También sus hijas, que ansían practicar la caridad del modo más excelso, llevarán hasta los últimos confines de la tierra el fausto anuncio de la Encarnación. Así viven por dos años, protegidas por monseñor De Gualy, nuevo obispo de Albi, mientras afluyen en gran número las jóvenes "a la Orden de Santa Emilia", como malas lenguas dicen. Es verdad que el Instituto no tiene todavía reglas ni constituciones. Pero para tender el vuelo sobre el mundo infiel le basta con el soplo del Espíritu Santo.

   Y es que las misiones habían ejercido, de antiguo, un influjo perenne y avasallador en el ánimo valeroso a toda prueba de Emilia. "Sin que me diese cuenta de ello -escribirá-, notaba yo un sentimiento vivíísimo que arrebataba mi corazón a los países infieles". Ya en las frecuentes visitas que solía hacer a su anciano abuelo en París, nunca dejaba de entrar en la iglesia de las Misiones de la calle de Bac. Por otra parte, sin salir de Gaillac, la pensativa joven tenía costumbre de visitar la iglesia del barrio de San Juan de Cartago, en la que había una capilla dedicada a San Francisco Javier. "A la edad de dieciocho años -precisa la Santa- hice el voto de invocarr diariamente a este gran santo." ¿Cómo no iba a ser apostólico y misionero el Instituto de Hermanas de San José de la Aparición?

   Dios se valió de un desengaño amoroso de Agustín de Vialar, que se trasladó a Argelia, envuelta aún en el halo de la reciente conquista, para que éste llamase a su hermana por encargo del Consejo de la Regencia. Y allá se dirigen audazmente las monjitas para estrenarse, en una lucha desigual, contra la violenta epidemia del cólera que diezma espantosamente la población. Los musulmanes quedan prendidos en las mallas de una caridad tan extraordinaria. ¡Qué mejor premio para tantas fatigas y vencimientos que la frase que uno de ellos dice a Emilia de Vialar, señalando con el dedo la cruz que campea sobre su hábito, mientras siente la blandura de la mano que le venda las llagas!: "¡Sin duda alguna es bueno quien te mueve a hacer estas cosas!" Aquel puñado de almas esforzadas se multiplica. Todo está por hacer. Por eso, no bien desembarcó en Argel la fundadora, se apresuró a adquirir una gran casa, que vino a ser un asilo providencial -la "misericordia"- para los menesterosos y desvalidos. Emilia, como más tarde Carlos de Foucauld, quiere ser, sobre las arenas de África, el "hermano universal" de todos sus moradores. ¡Cuántas obras emprendidas y coronadas en dos años! Un noviciado, un hospital, una enfermería-farmacia, una escuela gratuita, un asilo...

   Emilia de Vialar interrumpe brevemente su estancia en Argel para conseguir la aprobación de las constituciones y sellar la reconciliación con su apaciguado padre. Sin pérdida de tiempo regresa al continente africano. Ante ella se abre un esperanzador rosario de fundaciones y una cadena ininterrumpida de luchas y sufrimientos. Primero es Bona. "Será la Chantal, la Teresa de nuestros tiempos -escribe, aludiendo a la fundadora, su amiga Eugenia de Guérin-. Veréis las maravillas que obra.” Luego, Constantina. Entre los árabes del interior la Santa se pone a curar al jefe de las tribus del desierto, "Tanta es la confianza que le inspiro -escribirá Emilia-, que, al presentarle un remedio y probarlo yo antes para animarle a beberlo, me dijo con acento de persona ofendida: -¿Por qué haces eso? De tu mano yo lo tomaré sin recelo alguno”.

   A fines de 1839 puede añadir a la lista de sus fundaciones dos casas más: una sobre la risueña colina de Mustafá y la otra en Ben Aknou. Al año siguiente prepara la instalación de una comunidad en la regencia de Túnez, fuera de los límites de la protección francesa. Desde esta ciudad, tan populosa entonces como Marsella, sus hijas se derramarán por Susa, Sfax, La Marsa y La Goleta. Emilia de Vialar, andariega incansable -como la virgen de Avila-, después de un largo periplo por Gaillac, París y Roma -donde echa los cimientos de otra fundación-, vuelve de Túnez a Argel. Una desatada tormenta zarandea el navío, que, por fin, de arribada forzosa, fondea en las costas de Malta. Aquí, emulando al apóstol San Pablo, desembarca y da cima a dos fundaciones más. Once meses permanece Emilia en aquélla isla, floreciente de prometedoras vocaciones.

   La voluntad de Dios se le manifiesta de mil maneras distintas. Unas veces será una tempestad. Otras, una simple carta. Como la llamada epistolar apremiante del reverendo Brunoni, misionero de Chipre, que solicita la ayuda de las Hermanas de San José de la Aparición. Las dos almas apostólicas se saludan en Roma junto a la basílica de San Pablo, y, en la imposibilidad de trasladarse ella personalmente, envía a dos religiosas para la isla, cuyos habitantes -cristianos y musulmanes- se apiñan, ávidos de contemplar a aquellos "ángeles bajados del cielo para bien de la humanidad". Ahora es Grecia la que requiere su presencia, y la fundadora no quiere ceder a nadie la gloria de capitanear la expedición. Parte, pues, con rumbo a Syra, Beyrouth y Jerusalén, la Tierra Santa por excelencia, a la que tan particular devoción profesan las Hermanas de San José de la Aparición por los recuerdos que allí se veneran de la Sagrada Familia. A las fundaciones apuntadas seguirán bien pronto las de Chío, Jaffa, Trebizonda, la isla de Creta y Belén. No se han agotado los nombres que resplandecen, como estrellas, sobre las aguas azules del Mediterráneo, Hay que agregar a ellos Saida, Trípoli, Erzerum. Finalmente Alepo, cuya fundación revistió caracteres de inconcebible odisea, y Atenas. Estas dos fueron las últimas, realizadas por la Santa en 1854.

   El Próximo Oriente ha podido admirar ya los raros ejemplos de caridad de las hermanas de la nueva Congregación misionera. Pero la mano de San Francisco Javier, el apóstol de las Indias, les señala el mar de sazonadas mieses que amarillean en los remotos campos de Asia. En 1856 el vicario apostólico de Birmania busca afanosamente, por una y otra parte, religiosas que secunden la ímproba tarea de los misioneros. La madre De Vialar escoge a seis de sus hijas. Viaje épico el suyo. Aún no ha sido horadado el istmo de Suez. Y aquí cabalmente es donde los anales de la Congregación se tiñen con el reflejo de una página dorada, que recuerda la deliciosa ingenuidad de las Florecillas de San Francisco. "Durante el viaje de Alejandría a Suez -cuenta una de las hermanas- un buen anciano se presenta a nuestras hermanas cada vez que se detiene el vehículo, diciéndoles: "Soy yo, hijas mías, no temáis; aquí estoy". Este anciano tenía una luenga barba y un bastón en la mano. Les tomaba los bultos y les ayudaba a bajar. Así hasta su embarco en Suez. Ya en el barco, el anciano dice a las hermanas: "¡Adiós, hijas mías, buen viaje! No temáis. Yo estoy con vosotras."

   Africa, Asia..., Oceanía, la última parte del mundo, colmará los anhelos bienhechores de Emilia. En junio de 1854 el integérrimo benedictino español monseñor Serra, obispo de Perth (Australia occidental), viene a Europa con el designio de pedir a la madre De Vialar algunas religiosas para establecer un puesto en Fremantle. La fundadora, accediendo a sus deseos, envía cuatro hermanas a Londres. La Santa ha echado la rúbrica a su obra. Pero ¡a costa de cuántas amarguras! Las fundaciones de Hermanas de San José de la Aparición han ido aprisionando el globo terráqueo como en una red de caridad. Que en el corazón de la madre Emilia ha tenido el cerco trágico de una corona de espinas...

   Argel fue la primera y acaso la más acerada. Porque la fundadora tuvo que defender así los derechos de su naciente Instituto, no contra las hordas revolucionarias ni contra las autoridades anticlericales, sino contra el pastor de la diócesis. Monseñor Dupuch trata de inmiscuirse en el régimen interno de la Congregación. La Santa no cede, y su resistencia es calificada de abierta rebeldía. El prelado no perdonará medios para doblegarla: desde las amonestaciones más severas hasta el entredicho y la privación de los sacramentos. Tres años interminables de durísimo forcejeo. "Dios me ha dado un corazón fuerte -escribe con toda sencillez la fundadora aa su insigne protector, monseñor De Gualy-; ninguna prueba me ha podido abatir en el pasado, y esta que me aflige ahora no hace otra cosa que redoblar mi fuerza. Si debo pelear hasta la muerte, yo pelearé..." El prelado, empero, no ceja en su actitud, y las Hermanas de San José de la Aparición se ven obligadas a dejar bruscamente Argel. Otro será el comportamiento de Emilia cuando monseñor Dupuch, a su vez, tenga que salir al destierro.

   Gran corazón. Lo necesitaba la fundadora. Ya que, años más tarde, el huracán sacudirá, hasta derribarlos, los muros de la casa madre de Gaillac. Esta otra prueba tendrá una acerbidad singularmente dolorosa. Paulina Gineste, una de las cofundadoras, dilapidará los bienes de la comunidad y, en trance de tener que rendir cuentas de su pésima administración, se alzará contra la madre De Vialar y la llevará a los tribunales, terminando por traicionar a la fundadora y sembrar la cizaña entre las religiosas, varias de las cuales seguirán las tristes huellas de la hija pródiga. Es preciso dejar también aquel nido en que la Congregación ensayó sus primeros vuelos. Hay que partir para el exilio.

   En 1847 la reducida comunidad se establece en un modestísimo local de Toulouse. Estrecheces, privaciones, sacrificios de todo género. La cruz seguirá proyectando su sombra sobre la casita de las desterradas. Y otra vez se repetirá la historia de Argel, con los mismos caracteres de incomprensión, reserva, entremetimiento. Se hace necesario pensar en otro puerto de refugio. Por fin, en agosto de 1852 la sufrida expedición llega a Marsella, la "tierra prometida”, como la llaman acertadamente los biógrafos de Santa Emilia de Vialar. Dos años más tarde la fundadora, presa en un principio de violentos dolores, efecto no del cólera -como se temió-, sino de la hernia estrangulada, descansará plácidamente en la paz del Señor. Había sido fiel a su lema: "Entregarse y morir".

   Más de cuarenta misiones había fundado a su muerte el Instituto de Hermanas de San José de la Aparición. Y la esclarecida misionera -alma gigante que tan a maravilla supo conciliar, como Santa Teresa de Jesús, las dos vidas activa y contemplativa- ascendió a la gloria de los altares el 24 de junio de 1951, juntamente con Santa María Dominica de Mazzarello, la cofundadora de San Juan Bosco. Los sagrados restos de la fundadora fueron trasladados en 1914 desde el cementerio de San Pedro a la casa madre de Marsella. He aquí el homenaje póstumo de la Congregación de Hermanas de San José de la Aparición, que, según el sentido epitafio, "gobernó (la Santa) durante veinte años con una gran suavidad y un celo admirable".

                                       JUAN JOSÉ PÉREZ ORMAZÁBAL