lunes, 31 de octubre de 2011

SAN QUINTÍN

 31 de octubre



SAN QUINTÍN,
Mártir



Vosotros afectáis ser justos ante los hombres,
pero Dios conoce vuestros corazones;
porque la que es grande ante el mundo
es abominación ante Dios.
(Lucas, 16, 15).

   San Quintín, hijo del senador Zenón de Roma, fue aprehendido por el prefecto Rictio Varo mientras predicaba el Evangelio en Picardía. Después de haber sido azotado, fue cargado de cadenas y echado en una prisión; mas, un ángel lo sanó de sus heridas, lo libró de sus cadenas y le abrió las puertas de la cárcel. Predicó en medio de la calle y convirtió a seiscientas personas. El tirano lo hizo atormentar de diversas maneras y, viéndolo invencible lo hizo decapitar, en el año 287, después de cuatro años de maravilloso apostolado.

MEDITACIÓN
SOBRE LA HIPOCRESÍA

   I. La mayor parte de los hombres se esfuerzan más por parecer cristianos y virtuosos que por serlo en realidad. Se salvan las apariencias, se quiere contentar a los hombres, pero uno no se toma mucho trabajo por contentar a Dios y la propia conciencia. Se ordena el exterior y el alma está en desorden. ¡Desventurados! Dios nos ve tales cuales somos y no tales cuales queremos aparecer. Dios es quien nos juzgará y no los hombres; no podemos engañarlo, nos engafiamos a  nosotros mismos.

   II. ¿Qué pretendes con esa devoción de apariencia? ¿De qué te servirá la estima de los hombres, si Dios te desprecia? Gratuitamente te condenas, tienes toda la pena que los santos encontraron en el servicio de Dios, no tienes sus consuelos en esta vida y no tendrás su recompensa en la otra. ¿Qué haréis, vosotros hipócritas, el día del juicio, cuando Dios dé a conocer vuestros crímenes a todos los hombres y a todos los ángeles?

   III. A nadie juzgues por las apariencias, el rostro engaña a menudo. Tal parece orgulloso y es muy humilde. A Dios sólo pertenece el penetrar los secretos del corazón humano; interpreta las acciones de los demás como desearías que se interpretaran las tuyas. Examina tus propios defectos y mira si no eres del número de aquellos de que habla San Cipriano, que condenan en lo exterior aquello que hacen en lo interior, acusadores en público y pecadores en secreto.

La huida de la hipocresía
Orad por la conversión de los hipócritas.

ORACIÓN

   Haced, os lo suplicamos, Dios omnipotente, que la intercesión del bienaventurado Quintín, vuestro mártir, cuyo nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de vuestro santo Nombre. Por J. C. N. S. Amén.

SANTA MARGARITA de HUNGRÍA

 31 de octubre



SANTA MARGARITA de HUNGRÍA, 
Viuda

   Es el año 1241. En este año la primavera se presentó excepcionalmente temprano y las hojas de los árboles de los bosques de los Cárpatos empezaron a tomar un color verde pálido. Los valles transmitían los ecos de los cortes de hacha en seis puertos carpatienses; 15.000 hombres cortaban el bosque y removían las barricadas fronterizas para abrir el camino delante de los ejércitos tártaros del kan Batu. Como una corriente gigantesca, sucia, que atraviesa los diques, se echaron estos ejércitos en cuatro columnas, sobre la desgraciada Hungría, para encontrarse sobre su cadáver con el quinto ejército, que tenía por objeto atacar a Hungría desde el Noroeste, después de avasallar a Polonia y así completar su cerco estratégico. Este último ejército incendió Cracovia, magnífica ciudad polaca; el 9 de abril, en una batalla en extremo sangrienta, batió cerca de Liegnitz al ejército de Enrique II, príncipe de Silesia, entonces uno de los monarcas más poderosos de Polonia, y de allí se dirigió hacia Hungría. El objetivo más importante fue la conquista de esta nación, el Estado más poderoso de Europa oriental y llave de toda Europa, a esta invasión debía seguir el año próximo la conquista de Alemania, lo mismo que de los demás Estados de Europa, según la idea de conquista universal del gran kan Ogotaj, hijo de Dsingis Khan.

   Detrás de este ejército, como reserva inmensa, había un Imperio gigantesco, hasta entonces nunca visto, cuyas fronteras se extendían en 1241 del Océano Pacífico a los Cárpatos y al río Vístula, y de la zona glacial ártica al mar Negro, al golfo Pérsico y al Océano Indico. Este territorio inmenso lo forjó un hombre, el genio organizador y militar de Dsingis Khan, para convertirlo en un Imperio militar para la conquista del mundo, y de él lo tomó en herencia su hijo, el gran kan Ogotaj, con todos sus objetivos.

   Occidente ignoraba todos estos acontecimientos, y durante mucho tiempo, al parecer, tampoco quiso enterarse de ellos. Durante ciento cuarenta años Europa no conoció otro enemigo que los turcos, poseedores de Tierra Santa, y no vió otro problema, aparte de la lucha por el poderío mundial del Papado con los dos grandes Imperios.

   Europa seguía en su camino, y el asalto del poder mundial tártaro tuvieron que soportarlo dos países solos: Polonia y Hungría. Dos dias después de la derrota de los polacos en Liegnitz, el 11 de abril de 1241, al lado del río Sajó, se desangró la Hungría del rey Bela IV, para cuya ayuda no se movió un brazo de parte de la Europa cristiana Al mediodía la tragedia húngara estaba terminada y el campo de batalla al lado del río Sajó lo cubrían 32.000 muertos. Pereció la crema de la clase histórica húngara y al frente de la misma—para su gloria imperecedera—, casi en número completo, los príncipes de la Iglesia católica. Ugrin, el arzobispo heroico de Kalocsa, descendiente del príncipe Szabolcs, que ya previamente se distinguió en las luchas de Tierra Santa, tres veces rechazó el ataque concéntrico de los tártaros, hasta que, finalmente, fue destrozado por fuerzas superiores. Aparte de él, cayeron el primado del país, otros cinco obispos, siete prebostes, cuatro abades, lo mismo que los caballeros templarios de Vrana hasta su último hombre, conducidos por su maestre, de origen francés. De los altos cargos seculares casi ninguno quedó con vida; el príncipe Kolomán—hermano menor del rey, rey de Croacia y Eslavonia,—huyó con herida mortal. El condestable, el juez supremo, el tesorero, el virrey de Croacia, quedaron muertos en el campo de batalla. Porque morir supo siempre el húngaro, tanto en 1241 como en 1526, cuando contra los poderosos ejércitos de Solimán II volvió a conducir 28.000 húngaros a muerte gloriosa el arzobispo de Kalocsa.

   El kan Batu, a pesar de la gran victoria, no quedó contento con el resultado. Quiso de todos modos prender al rey, para disponer del país, según su antejo, a través de su persona. Pero el rey fue estrechamente rodeado de valientes dispuestos al sacrificio, fue defendido contra los golpes mortales y, pudiendo atravesar con éxito el circulo cada vez más estrecho de los tártaros, le pudieron salvar del poderio de sus enemigos. El rey se pudo escapar y se encaminó a la costa dálmata del mar Adriático, adonde, con mucha antelación, envió a su mujer, que estaba encinta, y a sus hijos.

   Aquí vino al mundo, en el castillo rocoso Klissa de la costa, al principio de la primavera del año 1242, Santa Margarita de la casa de Arpad, y desde este momento se vincula la historia de su vida inseparable y orgánicamente con la historia de su patria desgraciada.

   Santa Margarita -décima hija de sus reales padres- vino al mundo en un periodo en que la tragedia húngara estaba en su culminación, y se pudo considerar como hecho consumado el aniquilamiento completo y perfecto de Hungría.

   Después del asesinato de un tercio de la población total de su reino y de la mayoría de los hombres que podían tomar las armas, ya no pudo pensar en una resistencia eficaz, y solamente aquí, en los castillos rocosos de la costa dálmata, pudo tratarse de salvar la vida de aquellos que, cuando todo estaba perdido, rodearon a la familia real.

   El castillo de Klissa no pudo acoger el crecido acompañamiento real y el tropel de mujeres refugiadas. Por esto la familia real trasladó su residencia a la isla cercana de Trau, dispuesta a seguir su huida si los tártaros, acercándose, hubieran conseguido asediar la isla.

   La ceremonia del bautizo la efectuó al aire libre, en presencia de todos los refugiados, el obispo de Pécs, Bartolomé. Este fue uno de los pocos jerarcas eclesiásticos húngaros que sobrevivieron. Se libró de la muerte debido al hecho de acudir desde gran distancia, llegando tarde a la batalla que se desarrolló al lado del Sajó, y sí pudo alcanzar al cortejo del rey en la isla de Trau. La multitud, dispuesta a morir, cayó de rodillas en oración; solamente el rey y el obispo quedaron de pie. Y entonces Bela IV, elevando sus ojos al cielo, abriendo los brazos y con la cabeza descubierta, hizo un voto. Repitió aquel voto formulado por el matrimonio real antes del nacimiento de la niña, a la cual, recién nacida, ofrecen a Dios y la consagran a su servicio. "Señor Jesús, te consagro esta niña; haz, Señor, que vuelva a existir Hungría; vuelve a ser misericordioso y salva a tu pueblo, y jamás nuestros labios y nuestro corazón dejarán de darte las gracias." Así suplicó el rey, completamente abatido, y la multitud sollozaba. Pero después todo el mundo se fue para armarse, seguros de que los tártaros vendrían a atacar bajo el velo de la noche. Así se desarrolló el bautizo dramático que imprimió su sello a toda la vida de esta niña sacrificada. Vino la noche y, en espera ansiosa, la medianoche, y después la aurora. Pero. con la mayor sorpresa de los habitantes de la isla, el ataque esperado no se presentó; al contrario, en la costa marítima opuesta el silencio percistió de hora en hora.

   Los defensores de la isla sospecharon algún ardid y pasaron días hasta que el enigma se aclaró y se conoció la retirada de los tártaros, porque en los primeros dias de abril de 1242 la mano de Dios barrió definitivamente de la Hungría huérfana las huestes del kan Batu. Los tártaros, lo mismo que llegaron como una tormenta, se volvieron de repente en pocos dias, dejando atrás un país ensangrentado con miles de cadáveres sin enterrar.

   El rey Bela y su esposa, de origen griego, María Laszkaris, muy piadosa, hija del emperador Teodoro Laszkaris, de Nikea, no se olvidaron del voto formulado en los días de ansiedad y desgracia, y enviaron el año 1246 a Margarita, niña de cuatro años, a las monjas dominicas El matrimonio real obró así por consejo de sus confesores dominicos, los que obtuvieron de este modo para su Orden la gloria de la educación y dirección espiritual de la niña. Desde Veszprem se trasladó Margarita, en 1252, teniendo diez años de edad, al monasterio fundado y construido en la isla del Danubio por su padre, fiel a su voto, para acoger a la comunidad, a la que ayudó también abundantemente con donativos. En la isla que entre los dos brazos del Danubio está situada, por decirlo así, en el corazón de la capital húngara, al mismo tiempo se construyó un castillo real para que los reyes pudieran estar lo más cerca posible de su querida hija menor. Así se convirtió la llamada "isla de las liebres"—la cual, con un edificio para la caza, solamente sirvió antes para distracción de los cazadores—en la isla de Santa Margarita, lugar sagrado y aún notable desde el punto de vista histórico, donde en los años del porvenir se desarrollaron no pocas veces acontecimientos y se adoptaron decisiones graves.

   Margarita fue una figura histórica, en cuya persona se concentraba toda la confianza y esperanza de la Hungría aterrada bajo los horrores del paso de los tártaros, a quienes aún temía, y que sintió y cumplió esta misión con absoluta conciencia.

   Aún en el texto del documento fundacional del convento se transparente el temor del rey fundador por los horrores de una nueva invasión. Pero aquí está Margarita, la fiadora ofrecida a Dios: en ella se confía el país y también sus propios padres, y no se puede arrebatar al pueblo húngaro la creencia de que la santidad de su vida y sus oraciones son la fuerza que aleja a los tártaros. Y ella acepta esta misión: se ofrece decidida, con pleno conocimiento, a Dios en holocausto de su pueblo sufrido, ensangrentado y menguado, y por su padre, que se enfrenta con la tarea titánica de una nueva fundación de la patria. Esta aceptación voluntaria, este ofrecimiento a Dios es el fundamento y el sentido de su vida. Bajo este aspecto tenemos que juzgar su santidad, y todas las fases de su existencia y sus actos son únicamente función y consecuencia lógica de esta vocación suya al servicio constante del gran objetivo. El temor por la suerte de su país, de su pueblo, eleva la causa húngara a ser causa de la cristiandad universal: "Pido a Dios en interés de los cristianos para que no vengan los tártaros." Así reza, pero no teme por causa suya a los tártaros; todo lo contrario, no tendría otro deseo más ferviente que morir mártir por Cristo si esto no perjudicara la gran finalidad de su vida, que consistía en la salvación de su pueblo.

   Para que su súplica fuese escuchada por Dios, Margarita procura llegar en el camino de la santidad hasta la eficiencia máxima. Por eso disciplina su débil cuerpo "hasta que alrededor suyo brilla la habitación". Por eso reza hasta que su meditación, su unión con Dios, se convierte en un estado de éxtasis Y por eso lleva la humildad hasta tales extremos que inclusive a la superiora de la Orden le parece excesiva y quiere prohibir a Margarita los más humildes y ásperos trabajos serviles.

   Merece un juicio y mención muy especial la manera de orar de Margarita, que no lo hace según textos fijados de antemano, sino que es un aleteo del alma hacia la Divinidad infinita; unión con Cristo ya en esta vida terrena. Semejante oración es éxtasis; es un desprenderse de la vida terrena, incluyendo nuestro cuerpo: un separarse de todo lo que nos rodea, y no repite un texto en forma fija y determinada. Es a modo de una disolución de todo nuestro ser en la Divinidad, que no está y no puede encerrarse en la cárcel de las palabras. El alma como una nube amorfa, de color rosa, sobrepasando todos los records de velocidad, según el concepto terreno, en segundos se sitúa a los pies del Hacedor, produciendo un aturdimiento dulce a la persona afortunada y feliz a quien se ha concedido la gracia de semejante estado de delicia espiritual. ¿Quien pudiera describirlo? ¿Con qué palabras expresarlo? Asi aconteció a Margarita. No podía explicar a los que la interrogaban, cómo eran sus oraciones y aún mucho menos lo que sentía cuando oraba. Sus actos de devoción los acompaña, según las indicaciones de los hijos de Santo Domingo, con oración activa: genuflexión, venia y postración con los brazos extendidos, aumentando así la intensidad de la devoción.

   El convento de las dominicas de la "isla de las liebres", después de su terminación en 1252, fue objetivo del interés del pueblo y un lugar de peregrinación. Desde comarcas lejanas del país venían para ver a la Margarita de diez años pobres y ricos, siervos y nobles, y aquí residían con el mayor gusto, cerca de su querida hija y en su castillo construido, el rey Bela y su mujer. Aquí descansaban de los trabajos y preocupaciones por la reconstrucción de un país en ruinas y se reponían de tantos dolores y amarguras como sufrieron durante su reinado de treinta y cinco años. A su vez Margarita, a medida que progresaba en edad, avanza en sabiduría, y paulatinamente se convierte en autoridad, cuya opinión se pide, y los asuntos litigiosos se someten a su juicio. Y la isla y el convento dominicano es el lugar donde buscan y encuentran, el justo y el pecador, fuerza, salud, descanso, lenitivo, corrección y consejo.

   Tenía dieciséis años Margarita cuando hizo sus votos y entró definitivamente en la Orden de las monjas dominicas. Esto sucedió -independientemente de las instituciones de la Orden- siguiendo los deseos de sus reales padres y con una motivación muy profunda. En parte, porque los miembros de la familia real -según costumbre jurídica plurisecular- se consideraban siempre mayores de edad desde los dieciséis años y sólo se exceptuaban de esta norma aquellos miembros femeninos que se habían casado antes de llegar a este limite de edad. Pero también jugó un papel en la decisión real otra razón diferente, mucho mas grave. Los reales padres querían mitigar su grave responsabilidad moral y deseaban hacer posible que Margarita, ya adulta y con juicio maduro, decidiera por sí sobre su destino y porvenir. Para que no se considerase forzada e influida, el arzobispo de Esztergom. Felipe, primado del país, no demoró la comunicación a Margarita de que tenía autorización del papa Alejandro III de relevarla del voto hecho por sus padres en la isla de Trau, si esto convenia a los intereses del país o bien si Margarita no sentía vocación. Toda esta preocupación se mostró superflua y quebró en la decisión firme de Margarita. "Nunca seré novia sino de Cristo", dijo, e hizo suyo el voto hecho en su día por sus padres, y así quedó ahora ya definitivamente habitando el claustro insular y siendo su flor más bella.

   Es comprensible y natural que la fama de esta flor hermosísima atravesara las fronteras del país y llegara muy lejos al extranjero. Tantas cualidades excelsas: santidad de vida, sabiduría y belleza excepcional, no pudo quedarse en secreto, y la fama llegó a los oídos de Ottokar II, rey de Bohemia y Moravia. Al principio de la primavera de 1261 se presentó una embajada brillante en la isla y pidió la mano de la virgen real para el rey, en la cumbre de su poderío. Los reales padres y el primado del país no pusieron obstáculos. Como tres años antes, así también entonces confiaron a Dios y a Margarita la decisión. El primado se contentó con repetir delante de Margarita el punto de vista inalterable de la Sede Apostólica, regentada ya entonces por el Papa Urbano IV, que le abrió vía libre para elegir su carrera futura.

   El encuentro histórico, el gran acto de petición de mano, tuvo lugar en el castillo real de la isla.

   Una espera tensa y atenta llenaba la sala del palacio real cuando entró allí Margarita, acompañada de la priora del convento. Con la cabeza inclinada escuchó hasta el final las palabras de homenaje de Ottokar, que avanzó hacia ella e hizo su petición de mano profundamente inclinado, con la mano puesta en el corazón. Después con noble sencillez contestó tranquilamente así: "Me honras mucho, rey valiente y poderoso, al desear que sea tu mujer, y está muy lejos de mí despreciar la vocación de esposa. ¿Cómo pudiera hacerlo, teniendo presente el ejemplo de la bienaventurada Virgen Madre, como también de mi propia madre querida, de quien soy décima hija? Pero yo no he nacido para ser esposa y madre. Mi tarea es completamente diferente. Por eso te pido que te vayas en paz y sin enojarte, y busca para ti una esposa que pueda hacerte dichoso. Yo, rey, no podría hacerte feliz". Ottokar, a su vez, quedó pesaroso y aún dos veces más intentó, por medio de embajadores, convencer a Margarita, pero en vano.

   También Carlos de Anjou, que buscaba a través de Hungría el camino de la realización de sus proyectos, para lo cual consideraba lo más a propósito el casarse con la hija del rey de los húngaros, envió una embajada en 1269 a la corte del anciano rey Bela y le pidió para su señor la mano de la princesa Margarita. Tampoco se realizó este matrimonio. Uno de los hijos de Carlos de Anjou, Carlos el Cojo, príncipe de Salerno, se comprometió con la princesa María, e Isabel con el príncipe, que después se convirtió en Ladislao IV, rey de Hungria, enderezando así el camino para el próximo y brillante reinado de la familia de Anjou en Hungría, familia que convirtió a dicho país en uno de los Estados más poderosos de la Europa oriental de entonces.

   Mientras todo esto ocurría se marchitaban las rosas en el semblante de la bella Margarita. El ascetismo exagerado, el disciplinar su cuerpo, los azotes, los ayunos, la oración prolongada durante horas, hasta perder el conocimiento, la quebrantaron la salud. En el momento de la segunda petición de mano ya fue una persona envejecida prematuramente, encogida, pequeña, dispuesta para la muerte, sobre cuya cabeza ya brillaba hacía tiempo la gloría ultraterrena. Contribuyeron a su muerte prematura el sufrimiento y las luchas de su patria y su familia, todo lo cual supo sentir y sufrir, centuplicado, el corazón de tan gran patriota y buena hija. Porque fue ella húngara con todas las gotas de su sangre; digna hija del gran rey que sentía con su pueblo y reconstruyó su país. En 1301 se extinguió esta dinastía noble, llena de buenas cualidades, grande y nacional. Fue un gran golpe y una pérdida irreparable para el pueblo húngaro, y la bella Margarita -casi al mismo tiempo que sus padres- dejó los espacios terrenos, lugar de su vida sacrificada y de renunciación, el día de Santa Prisca, 18 de enero de 1270. Cumplió su gran cometido, de acuerdo con la convicción firmísima de todo el pueblo húngaro, y salvó a su patria. Subió a su Esposo divino, por cuya gracia rechazó el homenaje de brillantes y poderosos reyes de esta tierra.

   Santa Margarita de los Apád, te pedimos sollozando, ya que eres quizá entre nuestros santos húngaros la más grande y la más húngara, que sigas haciendo tú lo que no has dejado de hacer aquí abajo; ruega por tu patria pisoteada, aplastada y ensangrentada. Tu pueblo húngaro sufre hoy de la misma manera que entonces en tu tiempo. Sangra de la misma manera por el Occidente ingrato, abandonada, sin ayuda, como hace setecientos años.

GABRIEL DE BORNEMISZA

SAN VOLFGANGO o WOLFGANGO, Obispo de Ratisbona

 31 de octubre



SAN VOLFGANGO
o  
WOLFGANGO, 
Obispo de Ratisbona

   San Wolfgango, que pertenecía a una familia suaba, nació en Suabia en el año 924 y fue educado en una de las más famosas escuelas de la época: el convento de Rechenau, en una isla del lago de Constanza.

   Pronto sintió inclinación por las humanidades. Leyó con provecho a Virgilio, Ovidio, Cicerón, Séneca. Como era amigo de Enrique de Bebenger, arzobispo de Tréveris, él lo llevó como director de su colegio episcopal primero, y después le confió la dirección total del clero.

   En el año 964 su amigo murió. Wolfgango marchó a Suiza, vistió el hábito de monje benedictino y se estableció en la región de las altas cumbres. Su afán de peregrinaje lo llevó a Hungría. Caminó por las ásperas estepas y aunque no poseía el idioma, tenía el don de convertir a los paganos. Cuando lo nombraron obispo de Ratisbona en la Navidad del 972, lloró por tener que dejar esa tarea.

   Transformó y renovó la vida monacal de su región. Decía a los monjes "¿De qué sirve la túnica de la santidad, si faltan las obras?"

   Fue el obispo del amor a los semejantes; a los pobres los llamaba señores y hermanos. Edificó iglesias y castillos para defender su diócesis, fundó monasterios, predicó sin cesar y todo lo que tenía lo repartió en limosnas. También fue un  pedagogo ilustre, que no sólo tuvo a su cargo a los príncipes del imperio sino también a los hijos de los pobres, en el colegio de cantores de la catedral. De sus buenos oficios como maestro, baste decir que, en cuanto preceptor de los hijos del duque de Baviera Enrique El Pendenciero, sacó adelante a dos santos: san Enrique, emperador de Alemania, y la reina de Hungría santa Gisela. Los otros dos retoños terminarán de obispo de Ausburgo, Bruno, y de abadesa de Ratisbona, Brígida. San Enrique se destaca por sus trabajos contra la compraventa de cargos en la Iglesia y la promulgación del celibato sacerdotal como ley universal; Gisela abrió Hungría a los misioneros enviados por su maestro Wolfgango.

   Pasó de su palacio y su castillo a la penitencia del desierto, viviendo como ermitaño en las más escarpadas cumbres.

   Su muerte ocurrió durante uno de sus viajes. Llegó moribundo a la iglesia de San Almaro en Pochlarn -Austria-. Quiso morir, como su fundador san Benito, en la casa de Dios. Frente al altar le administraron los últimos sacramentos. Murió diciendo: "Dejad que la gente entre en la iglesia y que todos vean en mi muerte lo que también a ellos les aguarda".

   Esto ocurrió en la tarde del 31 de octubre del año 994.

SAN FOILÁN

 31 de octubre



  SAN FOILÁN
Abad  
(655 P. C.)

 
   San Foilán es hermano de San Fursey. Ambos hermanos y un tercero, San Ultán, llegaron juntos a Inglaterra después del año 630. y fundaron un monasterio en Burgh Castle, de Yarmouth. Después de evangelizar a los anglos del este durante algún tiempo, San Fursey pasó a la Galia, donde murió hacia el año 618. El este de Anglia fue invadido por Penda y los mercios, quienes saquearon el monasterio de Brugh Castle. Entonces Foilán y Ultán decidieron seguir el ejemplo de su hermano. Así pues, partieron a Neustria, como lo había hecho Fursey y fueron muy bien acogidos por Clodoveo II.De Péronne, San Foilán pasó a Nivelles, donde la Beata Itta,viuda del Beato Pepino de Landen, había fundado un monasterio del que su hija Gertrudis era abadesa. Itta regaló a Foilán unas tierras para que fundase un monasterio. San Foilán permaneció en estrecho contacto con la abadía de Nivelles, donde ejerció gran influencia. Además, se dedicó a predicar en Brabante y dejó allí profunda huella. San Foilán es uno de los más famosos entre los misioneros irlandeses de segunda importancia que vivieron en los monasterios del continente.

   Hacia el año 655, la víspera del día de la fiesta deSan Quintín, San Foilán cantó la misa en Nivelles y, en seguida, partió de viaje con tres compañeros. Al pasar por el bosque de Seneffe, unos bandoleros cayeron sobre ellos, les robaron y los asesinaron. Los cadáveres no fueron descubiertos sino hasta el 16 de enero del año siguiente. Santa Gertrudis mandó que fuesen sepultados en la abadía que San Foilán había fundado. En algunas regiones de Bélgica se venera a San Foilán como mártir, porque murió en el desempeño de una misión eclesiástica. Algunos autores afirman que fue obispo, pero tal afirmación carece de pruebas.

BEATO TOMÁS de FLORENCIA

 31 de octubre



BEATO TOMÁS
de
FLORENCIA,
Fraile  
(1447 P. C.)

 
   Tomás Bellacci, originario de Florencia, era un hermano lego franciscano. En su juventud llevó una vida muy desordenada; pero los buenos consejos de un amigo le ayudaron a caer en la cuenta de la futilidad de su vida, por lo que pidió ser admitido en el convento de los frailes de la observancia de Fiésole. Estos le aceptaron, no sin cierto temor, porque todo el mundo estaba al tanto de los excesos del joven. Tomás se entregó a la penitencia con el mismo entusiasmo que había puesto en el vicio. Con el tiempo, fue nombrado maestro de novicios, a pesar de no ser más que hermano lego y supo formar a sus discípulos en la más estricta observancia. En 1414, fray Juan Stroncone estableció la reforma de los observantes en el reino de Nápoles y tomó a Tomás por compañero. El beato trabajó ahí unos seis años, y Dios bendijo su ministerio con numerosos milagros, Después, con la autorización del Papa Martí V, fue a combatir en Toscana a los herejes conocidos con el nombre de "Fraticelli", en compañía del beato Antonio de Stroncone. Al mismo tiempo que combatía a los herejes, fundó varios conventos, sobre los que San Bernardino le dio autoridad, y fijó su residencia en Scarlino. En esta última ciudad introdujo la costumbre de que los frailes fuesen en procesión a un bosque vecino, después del canto del oficio nocturno. Cada uno de los frailes tenía en el bosque un refugio de ramas entretejidas, donde pasaba parte de la noche en oración.

   El "concilio de reunión", que tuvo lugar en Florencia en 1439, envió a fray Alberto de Sarzana como legado pontificio ante los jacobitas de Siria y otros disidentes orientales. A pesar de que el beato Tomás tenía ya setenta años, fray Alberto decidió llevarle por compañero. En Persia fray Alberto envió a Tomás, con otros tres frailes a Etiopía. Durante el viaje, fueron asaltados tres veces por los turcos, quienes los trataron con gran crueldad, no obstante lo cual, el beato Tomás insistió en continuar sus prédicas a los mahometanos. Finalmente, el Papa Eugenio IV tuvo que rescatar a los frailes, pues los musulmanes los aprisionaron y los condenaron a muerte. El beato Tomás, que no podía consolarse de que Dios no hubiese aceptado el sacrificio de su vida, partió en 1447 a Roma para pedir permiso de ir nuevamente al oriente a predicar, sin tomar en cuenta su avanzada edad. Durante el viaje cayó enfermo y murió en Rieti, el 31 de octubre de aquel año. Muchas personas pidieron que fuese canonizado junto con San Bernardino de Siena, cuya causa estaba ya introducida. Para evitar retrasos en la canonización de éste, San Juan Capistrano fue, según se dice, al sepulcro de Tomás en Rieti y le mandó que, por santa obediencia, dejase de hacer milagros hasta que San Bernardino estuviera canonizado. El beato no hizo un solo milagro en los tres años siguientes, pero nunca llegó a ser canonizado. Su culto fue aprobado en 1171.

domingo, 30 de octubre de 2011

SAN MARCELO


30 de octubre

SAN MARCELO,*
Mártir
Es preciso pasar por medio de muchas tribulaciones
para entrar en el reino de Dios.
(Hechos, 14,21).

   San Marcelo, centurión del ejército romano, como sus compañeros celebraban mediante sacrificios paganos el aniversario del emperador, exclamó arrojando sus insignias militares: "Yo sirvo a Jesucristo, el Rey eterno. Si es necesario, para ser soldado, sacrificar a los dioses y a los emperadores, me niego a servir"Fue condenado a muerte y decapitado, el 30 de octubre del año 298, en Tánger.

MEDITACIÓN
ES PRECISO TRABAJAR
PARA GANAR EL CIELO
   I. No nos lisonjeemos de ganar el cielo sin que ello nos cueste mucho trabajo. El reino de los cielos sufre violencia, únicamente los animosos pueden conquistarlo. Esta vida no es lugar de descanso, es campo de batalla. Jesucristo nos ha señalado el camino del cielo con las huellas de su sangre; los santos lo han regado con sus sudores, sus lágrimas y su propia sangre. ¡Qué cobardes que somos! ¿Quisiéramos tener sin trabajo lo que tanto ha costado a nuestros antepasados en la fe?

   II. Todo lo que hacemos, todo lo que sufrimos es poco, si lo comparamos con lo que Dios pide, Con lo que vale el cielo y con lo que Jesucristo ha hecho para abrirnos su puerta. Sufro yo un momento para librarme de una eternidad de dolores, para gozar una gloria infinita y eterna. Vuestros sufrimientos duran sólo un momento, la gloria que esperáis es eterna. (San Pedro Damián).

   III. El mundo exige de sus partidarios servicios mucho más penosos de los que pide Jesucristo a sus servidores. Mira lo que hace un soldado para alcanzar gloria, un comerciante para enriquecerse, un cortesano para agradar a su príncipe. ¿Qué no haces tú mismo para contentar tu vanidad o tus placeres? ¿Cuándo, pues, trabajarás tanto por Dios cuanto trabajaste para el mundo? ¿Cuándo harás por tu alma tanto cuanto hiciste por tu cuerpo?

El cuidado de la salvación 
Orad por  los que están en pecado mortal.

ORACIÓN
   Haced, os lo rogamos, oh Dios omnipotente, que la intercesión de vuestro mártir San Marcelo, cuyo nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de vuestro santo Nombre. Por J. C. N. S. Amén.

SAN ALONSO RODRIGUEZ, Presbítero


30 de octubre

SAN ALONSO RODRIGUEZ,(*) 
Presbítero
   Desaparecida su partida de bautismo, discuten los modernos biógrafos del Santo la fecha de su nacimiento, pareciendo casi seguro que éste tuvo lugar en Segovia el año 1533. Fue hijo de Diego Rodríguez y de María Gómez, dedicados al comercio de paños, y fue el segundo de los once hijos, siete varones y cuatro hembras, nacidos de este matrimonio. Cuando Alonso tenía doce años llegaron a Segovia dos de los primeros jesuitas, que se hospedaron en casa de Diego Rodríguez y, después de practicar su apostolado en la ciudad, se retiraron a una casa de campo. Durante todo el tiempo que estuvieron en Segovia tuvo el niño Alonso verdadera intimidad y trato con ellos, y los padres le enseñaron la doctrina cristiana, a rezar el rosario, a ayudar a misa y a confesarse.
   Uno de estos padres era nada menos que el padre Fabro, y, aunque San Alonso olvidó sus nombres, recordó toda su vida y evocaba en su ancianidad estas enseñanzas recibidas en la niñez. Su padre envió a Alonso y a su hermano mayor a estudiar a Alcalá en el colegio de jesuitas allí fundado por el padre Francisco Villanueva, amigo de la familia, y a quien fueron encomendados los dos hermanos. No estuvo allí Alonso mas que un año, pues, fallecido su padre, la madre decidió que el primogénito continuase los estudios y Alonso regresase a Segovia para ponerse al frente del negocio paterno. Parece que el Santo no reunía grandes condiciones para el comercio, y el negocio iba cada día peor. Por consejo de su madre se casó con una joven montañosa llamada María Juárez, que poseía algunos bienes de fortuna. De este matrimonio nacieron dos hijos, pero la desgracia perseguía a Alonso, que perdió primeramente a uno de los hijos y a su mujer. Ya viudo, se murieron el otro hijo y la madre del Santo, que así quedó solo.
   Se produce entonces en su alma una profunda crisis, decidiendo entregarse a una nueva vida, que inicia con una confesión general hecha con el padre Juan Bautista Martínez, predicador de la Compañía. Después pasó tres años de rigurosa penitencia con disciplinas cotidianas, cilicio, ayunos, cuatro horas y media diarias de oración y comunión cada ocho días. En una de sus memorias escrita en 1604 (Obras, t. l pp. 15-17) nos explica el Santo cómo en esta época fue ascendiendo de la oración vocal a la oración extraordinaria y sobrenatural, iniciándose ya las visitas de Jesucristo y la Virgen, tan constantes durante el resto de su vida. Después de seis años de esta vida hace en 1569 cesión a sus hermanas de sus bienes y se va a Valencia en busca de su confesor, el padre Luis Santander, rector del colegio de la Compañía en esta ciudad, y con el propósito de ingresar en la misma. Para esto se presentaron dificultades casi insuperables: su edad, su falta de estudios, su poca salud.
   El padre Santander lo colocó primero en casa de un comerciante, después de ayo de un hijo de la marquesa de Terranova. Vistas las dificultades para ingresar en la Compañía, y obedeciendo a la sugestión de un conocido en quien el Santo creía ver después una influencia diabólica, formó el propóstio de dedicarse a la vida eremítica. Se produce entonces una crisis decisiva para su futura vida espiritual, pues, cuando dió cuenta al padre Santander de su proyecto, éste le dijo: "Me temo, hijo, que os perdéis, porque veo que queréis hacer vuestra voluntad". Ante estas palabras la conmoción de Alonso fue extraordinaria, haciendo allí mismo firme propósito de no realizar nunca su voluntad en los restantes dias de su vida. Esto explica una de las notas características de la espiritualidad del Santo: la obediencia ciega y absoluta.
   Finalmente, todas las dificultades para el ingreso de Alonso en la Compañía fueron vencidas por la decisión del padre Antonio Cordeses, uno de los grandes espirituales jesuitas y provincial a la sazón, que dijo que "quería recibir a Alonso Rodríguez en la Compañía para que fuese en ella un santo y con sus oraciones y penitencias ayudase y sirviese a todos". Fue admitido en 31 de enero de 1571. En este mismo año, el 10 de agosto, llegaron a Palma, enviados desde Valencia para ingresar en el colegio de Monte Sión, dos padres y un hermano. Era éste el hermano Alonso Rodríguez, que desde este momento residió en Monte Sión, desarrollándose allí todos los acontecimientos de su vida religiosa. En 5 de abril pronunció sus votos del bienio o votos simples. Doce años más tarde, en 1585. también en 5 de abril, hizo sus últimos votos de coad jutor.
   En este lapso de tiempo entre los dos votos hay que situar el periodo más duro y doloroso de su vida espiritual: los siete años llenos de sufrimiento y de terribles tentaciones, que el Santo nos relata en sus escritos. A partir de 1572 se hizo cargo del puesto de portero, que desempeñó sin interrupción durante más de treinta años, hasta mediados de 1603. Según nos relata el padre Colín, habiendo pasado ya de los setenta y dos años, "consumida su salud con la lucha perpetua de su carne y espiritu, y quebrantadas las fuerzas..., advirtiendo los superiores que no tenia sujeto para tanto trabajo ni pies para tantos pasos, habiéndole eximido primero de subir escaleras y otras cargas pesadas del oficio, se lo hubieron finalmente de quitar todo y encomendaron otros más llevaderos... Y esto hasta el año 1610, que los siete restantes ni para esto estuvo".

   Un conjunto de enfermedades le obligó en el año 1617 a guardar cama, no levantándose ya más, falleciendo en medio de acerbos sufrimientos en 31 de octubre de 1617 con el nombre de su amado Jesus en los labios.

   En la manuscrita Historia de Monte Síón se nos cuenta cómo desde 1635 se inició con limosnas la construcción de una capilla de traza y arquitectura "curiosa y magnífica" para, además de a otros servicios religiosos, destinarla a guardar en ella el cuerpo del venerable hermano Alonso Rodríguez. Esto no se realizó sino mucho después. Hasta 1760 no declaró Clemente XIII heroicas sus virtudes. La causa de beatificación del hermano Alonso fue interrumpida en razón de las vicisitudes sufridas en esta época por la Compañía con las persecuciones, que culminaron en la supresión, llevada a cabo por el papa Clemente XIV. El proceso se activó cuando en 1816 Pío VII restableció la Compañía y los padres volvieron al colegio de Palma en 1823. El 25 de mayo de 1825 León Xll le proclamaba Beato y, finalmente, León XIII, en 15 de enero de 1888, canonizó al Beato Alonso Rodríguez al mismo tiempo que a su amado discípulo San Pedro Claver, el apóstol de los negros esclavos.

   El conjunto de los opúsculos de San Alonso no obedece a un plan sistemático: pero pueden clasificarse en tres grupos, conforme a los fines para que fueron escritos: a) consejos espirituales, que el Santo daba por escrito, unas veces espontáneamente, otras atendiendo peticiones, y estos papeles fueron tan solicitados que los superiores llegaron a prohibir su salida del convento sin su autorización; b) notas en las que el Santo recogía sus inspiraciones para tenerlas presentes y conseguir su progreso espiritual, denominándolas Avisos para mucho medrar; c) la cuenta de conciencia, que, obedeciendo a sus superiores, debía dar periódicamente por escrito, de las gracias recibidas de Dios, de su espíritu, de sus sentimientos. Así se formó su Memorial o Autobiografía, que, empezada en mayo de 1604, llega hasta junio de 1616. El conjunto de los escritos reproducidos en la edición del padre Nonell está constituido por trece cartapacios en cuarto y cinco en octavo. Los elementos antes indicados están agrupados formando algunos trataditos. Por ejemplo: Tratadito de la oración, Tratado de la humildad..., Amor a Dios..., Contemplación y devoción a la Virgen, Avisos para imitar a Cristo, etc. Si a esto añadimos las cartas, tenemos el panorama de la producción literaria del Santo. La manera de escribir, que hemos indicado, dió ocasión a numerosas repeticiones de conceptos e ideas, como puede comprobarse en la copiosa edición del padre Nonell. Para remediar este inconveniente elaboró el padre Borrós su Tesoro ascético, donde en solas 183 páginas recoge lo fundamental de la producción del Santo. Finalmente, su doctrina ha sido plenamente sistematizada en la obra del padre Tarragó.

   San Alonso, que escribió por estricta obediencia sus confesiones más íntimas, nunca habla de sí, refiriéndose siempre a una cierta persona, cuyas vicisitudes espirituales se relatan. Dentro de la Compañía la obra de San Alonso puede ser considerada como el símbolo y modelo de la espiritualidad de los hermanos coadjutores, que, alcanzando la santidad con sus trabajos humildes y obscuros, representan una especial faceta del apostolado y espiritualidad del organismo a que pertenecen.

   Aunque ningún aspecto de las etapas y manifestaciones de la vida espiritual dejan de tener su representación en el conjunto doctrinal de los escritos del Santo, creo que tres notas principales se destacan como las más caracteristicas y personales de esta espiritualidad: el ejercicio permanente para lograr la constante y auténtica familiaridad con Dios, la ciega obediencia y profunda abnegación de sí mismo, el amor y deseo de la tribulación, que el Santo consideraba el mayor bien que se puede recibir de Dios. Desde aquella promesa que hizo al confesarse en Valencia con el padre Santander, el Santo consideró la ciega obediencia como el primer deber. Él mismo, hablando de sí dice: "Lo que le pasa a esta persona con Dios sobre esta materia de la obediencia es que era tan cuidadosa en obedecer a ciegas que un padre le dijo que obedecía a lo asno". Se cuentan de él sucedidos que recuerdan por su ingenua simplicidad los relatos referentes a los humildes compañeros de San Francisco de Asís. En una ocasión, hallándose enfermo, el enfermero le lleva la comida, ordenándole de parte del superior que coma todo el plato. Cuando regresa el enfermero le encuentra deshaciendo el plato y comiéndoselo pulverizado.

   Los beneficios de la tribulación los expuso San Alonso en un encantador escrito titulado Juegos de Dios y el alma. Un breve texto nos explica las ganancias del alma beneficiándose con la tribulación. "Y el juego es de esta manera: que juega Dios con el alma, su regalada y querida, y el alma con su Dios, al cual ama con amor verdedero, y juega con Él a la ganapierde. Y es que, perdiendo en esta vida, según el uso del mundo, gana ella; y es que permitiendo Dios que sea maltratada, perdiendo, gana, callando y sufriendo el mal tratamiento, no se vengando, como se venga el mundo."

   "Pasa adelante el juego, y es que el alma va siempre perdiendo de su derecho, según su carne y el mundo le enseña; y así, perdiendo, gana, porque, si ganase según el mundo y la carne le enseña, quedaría perdida. ¡Oh juego enseñado por Dios al alma, cuan digno sois de ser ejercitado!"

   El Santo escribe en el sabroso castellano popular y corriente de la época y sin pretensiones literarias. A veces logra páginas de verdadera belleza, cuando expone doctrinas por las que siente apasionado entusiasmo: tal ocurre al explicar los frutos que se obtienen con el Ejercicio de la presencia de Dios: "Pues así como todas las plantas y criaturas de la tierra, con la comunicación y presencía del sol reciben de él gran virtud y las causa que crezcan y den fruto, así las almas que andan siempre en la presencia de Dios reciben de este Señor gran virtud y es causa que crezcan y den gran fruto de virtudes y buenas obras, enseñándolas grandes cosas de perfección. Y si las flores, y rosas, y los árboles reciben de parte del sol con su presencia y comunicación tanta hermosura y lindeza, y si él les faltase pondrían luto, como si fuesen sensibles. Como se ve en algunos géneros de rosas o flores, que cuando el sol quiere salir dan muestra de alegría descubriendo su hermosura y belleza con la venida y presencia del sol, que parece que le salen a recibir alegres; y cuando el sol se va de su presencia parece que ponen luto, porque luego cubren su hermosura, que parece a nuestra tristeza, por su ausencia, hasta que vuelva y le salgan a recibir con su acostumbrada hermosura y alegría; así, ni más ni menos, el alma que no reside y anda delante de su Dios, ¿cómo vivirá con tanta tristeza? ¿Quién alegrará su corazón? ¿Quién dará luz a su entendimiento? ¿Quién la encenderá en el amor divino?" (Obras, III p. 493).

   Pero la verdadera influencia espiritual no la ejerció San Alonso Rodríguez con sus obras, que permanecieron inéditas hasta el siglo XIX. El humilde y santo portero de Monte Sión fue durante su vida un foco radiante de espiritualidad. Dentro del convento los superiores, so pretexto de poner a prueba su obediencia, le obligaban a pronunciar pláticas en el refectorio y a contestar a consultas sobre temas arduos de doctrina, que eran siempre esclarecidos por la luminosa experiencia de su vida espiritual. Mediante su correspondencia con personalidades de Palma y de España entera ejerció un verdadero magisterio: pero aún sería mas importante la lista de cuantos recibieron directamente su enseñanza, desde los padres superiores del colegio hasta los novicios que por él pasaban.

   Representativa de esta influencia del humilde portero es la gran figura de San Pedro Claver. Cuando llegó como novicio tuvo San Alonso la revelación de que aquel joven había de ser santo por los merecimientos de su apostolado en las Indias. Es uno de los episodios más conmovedores de la historia de la espiritualidad española esta profunda y tierna intimidad entre los dos santos. Cuando el joven Pedro Claver partió de Monte Sión consiguió licencia para poder llevarse el cuadernito de avisos espirituales que le había dado el hermano portero Alonso. Estas hojas, que hoy se conservan piadosamente en el Archivo de Loyola, acompañaron al Santo en todas las tremendas vicisitudes de su vida. Su última gran alegría fue recibir en Cartagena de Indias, poco antes de su muerte, la Vida de San Alonso Rodríquez, publicada por el padre Colín. Paralítico y clavado en un sillón escuchaba la lectura de este libro, que evocaría en su mente recuerdos de su juventud en el colegio de Monte Sión, haciéndole sentir la nostalgia de aquellas tierras y de aquellos mares impregnados del recuerdo de Raimundo Lulio, que marcó a la cristiandad aquella ruta de apostolado heroico en cuya práctica consumió su vida abnegada el santo apóstol de los negros esclavos.

   Finalmente San Alonso Rodríguez es uno de los grandes santos de la Compañía de Jesús. Hombre de pocas letras, aunque muy dado a piadosas lecturas, su doctrina no es producto de una cultura libresca, sino el resultado de una experiencia espiritual, que logró elevarse a las más altas cimas de la vida mística. Como hemos visto, por circunstancias que parecen providenciales, toda su formación estuvo vinculada desde la niñez a la Compañía de Jesús, viniendo a ser este humilde hermano portero una de las pruebas vivientes de que se equivocan los que sostienen que la espiritualidad jesuítica es casi exclusivamente ascética.
PEDRO SAINZ RODRIGUEZ

SANTOS VICTORICO, CLAUDIO y LUPERCIO


30 de octubre

SANTOS VICTORICO,
CLAUDIO
y
LUPERCIO

Mártires
   Estos tres hermanos alcanzan la palma del martirio en León, decapitados de orden del presidente Diogeniano.

   Su recuerdo va unido filialmente al del centurión San Marcelo, que por estar al servicio de Cristo había sido degollado poco antes en Tánger, el 30 de octubre del año 298; cumplimentando una sentencia de Aurelio Agricolano, a la que había respondido el centurión: Dios te lo pague.

SAN SERAPIÓN, Obispo de Antioquía


30 de octubre

  SAN SERAPIÓN,(*) Obispo de Antioquía ( 212 P.C.)
   
   El documento conocido con el nombre de "Doctrina de Addai", que data de fines del siglo IV, refiere que San Serapión fue consagrado por Ceferino, obispo de Roma; sin embargo, parece que San Serapión ocupó la sede de Antioquía varios años antes de que comenzase el pontificado de San Ceferino. El Martirologio Romano dice que era famoso por su ciencia. En todo caso, la historia le recuerda por sus escritos teológicos. Eusebio cita el resumen de una carta íntima que San Serapión escribió a Cárico y Poncio, en la que condena el montanismo, que había alcanzado cierta popularidad gracias a las pseudo-profecías de dos mujeres histéricas. El santo escribió también una exhor tación a un tal Domnino, quien había apostatado durante la persecución y practicaba el "voluntarismo" judío.

   Durante el episcopado de Serapión hubo una controversia en Rhossos de Cilicia acerca de la lectura pública del llamado "Evangelio de Pedro", que era un escrito apócrifo de origen gnóstico. Al principio, Serapión, que no había leído el libro y tenía confianza en la ortodoxia de su grey, permitió que se leyera en público. Más tarde, pidió una copia de la obra a la secta que lo propagaba "a los que solemos llamar Docetas" (es decir, ilusionistas, porque sostenían que la humanidad de Cristo era aparente y no real). Tras de leer el libro, el santo escribió a la Iglesia de Rhossos para prohibir que se siguiese leyendo, porque había descubierto en él "ciertas adiciones a la verdadera doctrina del Salvador", En esa carta San Serapión anunciaba a los cristianos de Rhossos que pronto iría a exponerles la verdadera fe.

   En el oriente no se venera a San Serapión. En cambio, su nombre figura en el Martirologio Romano. Los carmelitas le tributan culto especial, pues, por extraño que parezca, pretenden que el santo perteneció a su orden.

SAN ASTERIO, Obispo de Amasea


30 de octubre

  SAN ASTERIO,(*)
Obispo de Amasea 
( 410 P.C.)
   
   Todo lo que sabemos sobre este santo, aparte de que fue obispo, es que recibió su educación, como él mismo lo cuenta, de un escita o un godo muy inteligente que había estudiado en Antioquía. San Asterio, que ya antes de recibir las ór denes sagradas se dedicaba a la oratoria, fue un predicador notable; se conser van veintiuna homilías suyas. En su panegírico de San Focas defendió el culto de los santos, la veneración de sus reliquias, las peregrinaciones a sus santuarios y los milagros obrados por ellos. En el siguiente sermón, que trata de los santos mártires, dice San Asterio: "Conservamos sus cuerpos en preciosos sepulcros porque son vasos de bendición, órganos de sus benditas almas y tabernáculos de sus santos espíritus. Nos ponemos bajo su protección, porque los mártires defienden a la Iglesia como los soldados guardan un fuerte. Los cristianos acu den de todas partes y celebran grandes fiestas para honrar sus sepulcros. Los mártires presentan a Dios nuestras oraciones. .." San Asterio describe magní ficamente las solemnes ceremonias con que las multitudes celebraban la fiesta de los mártires. Como algunos criticasen la veneración de los mártires y de sus reliquias, el santo respondió: "No veneramos a los mártires en cuanto hombres sino en cuanto fieles servidores de Dios. Depositamos sus reliquias en hermosos sepulcros y les construimos ricos santuarios para sentirnos movidos a emular los honores que les tributamos."
   El Martirologio Romano no hace mención de este San Asterio, en cambio nombra, el 21 de octubre, a otro santo del mismo nombre y afirma que fue él quien sacó el cuerpo de San Calixto del pozo en el que había sido arrojado. Este segundo Asterio fue ahogado en el Tíber.
   No existe ninguna biografía propiamente dicha del santo. En Acta Sanctorum, oct., vol. XIII, se hallarán reunidas las referencias que se encuentran en diversas obras. Algunos de sus sermones han sido objeto de estudios especiales; véase por ejemplo, A. Bretz Sutdien und Texte zu Asterius van Amasea, y M. Richard, en Revue Biblique, 1935, pp. 538.548.

BEATA BIENVENIDA BOIANI o CIVIDALE


30 de octubre

BEATA BIENVENIDA BOIANI 
o
CIVIDALE,(*) 
Virgen
(1255-1292)
   Se ha dicho que la vida de Bienvenida Bojani fue "un poema de alabanza a la Santísima Virgen, un himno de luz, de pureza y de alegría, cantado más bien que vivido en honor de Nuestra Señora." Ese himno comenzó con el nacimiento de la beata, en Cividale, población del Friuli, en 1254. Tenía seis hermanos mayores que ella. Naturalmente, el padre de Bienvenida quería que el séptimo de sus vástagos fuese hombre y se cuenta que, al saber que también había sido mujer, exclamó resignado: "¡Perfectamente; que sea bienvenida!" Por eso dio ese nombre a la niña. Desde muy pequeña se distinguió por la devoción a María; acostumbraba repetir muchas veces diarias la primera parte del Avemaría, como se usaba entonces, y acompañaba cada invocación con una genuflexión profunda, según lo había visto hacer a los dominicos en la iglesia. Como la Beata Magdalena Panattieri, a quien se conmemora el 13 de este mes, Bienvenida tuvo la dicha de pertenecer a una familia en la que todos eran tan piadosos como ella y aprobaban sus prácticas de devoción. Cuando la joven comunicó a sus padres que quería consagrar a Dios su virginidad y hacerse terciaria de Santo Domingo, éstos no le pusieron ninguna objeción.

   Pero, a diferencia de la Beata Magdalena Panattieri, Bienvenida no tomó parte en la vida pública de su ciudad natal, sino que se dedicó a cultivar más bien el aspecto contemplativo que el activo del espíritu dominicano. Movida de un deseo de hacer penitencia, se imponía las más grandes austeridades. En ocasiones se disciplinaba tres veces cada noche. Cuando tenía apenas doce años, se ató alrededor de la cintura "la cuerda de Santo Tomás" tan estrechamente, que se le encajó en la carne. El sufrimiento que ello le producía se hizo intolerable. Parecía que no había manera de evitar una operación quirúrgica para arrancarle la cuerda, pero un día ésta se desprendió, milagrosamente por sí sola, mientras la niña hacía oración. Bienvenida comunicó ese milagro a su confesor, Fray Conrado, quien le mandó que mitigase sus penitencias y le prohibió que las hiciese sin consultarle. Durante cinco años, la beata sufrió de varias enfermedades, de suerte que apenas podía salir de su recámara. El demonio aprovechó ese período para tentarla violentamente con la desesperación y otras cosas; pero el peor sufrimiento de Bienvenida era no poder asistir a misa y a las completas, durante las cuales se cantaba la "Salve Regina", excepto cuando la llevaban en vilo a la iglesia. Dios le devolvió la salud mediante un milagro público el día de la fiesta de la Anunciación, precisamente cuando Bienvenida acababa de prometer que haría una peregrinación al santuario de Santo Domingo si recobraba la salud. Su hermana María y su hermano menor la acompañaron en esa peregrinación. 

   Dios premió con numerosas gracias, visiones y éxtasis la paciencia con que la joven había soportado la enfermedad y las tentaciones. Se cuenta que, siendo todavía joven, Bienvenida fue un día a la iglesia, poco después de la muerte su madre. Ahí encontró a un niño, a quien dijo: "¿ Tú tienes mamá ?" El niño respondió que sí. "Yo ya no tengo -replicó Bienvenida-; pero, como tú sitienes, tal vezte ha enseñado a decir el Avemaría." El niño respondió: "Yo la sé de memoria. ¿Y tú?" "Yo también la sé", contestó la joven. "Dímela", le rogó el niño. Bienvenida empezó a recitar el Avemaría en latín. Cuando llegó a la palabra "Jesús", el niño le dijo: "Yo soy Jesús" y desapareció. Aunque la alegría y la confianza fueron las virtudes características de Bienvenida, el demonio no dejó de tratar de inducirla a la desesperación y la infidelidad en su lecho de muerte. La beata triunfó de esas tentaciones y murió apaciblemente el 30 de octubre de 1292
   Su culto es de origen popular, y fue reconocido en 1765 por el Papa Clemente XIII que la proclamó beata, permitiendo a la orden dominica que celebre su fiesta, que en seguida se difundió por la diócesis. Se ha perdido memoria del sitio en donde fueron sepultados sus restos.

BEATA DOROTEA SWARZ


30 de octubre

BEATA DOROTEA SWARZ, 
Viuda

( 1347-1394)
   La célebre contemplativa Beata Dorotea de Montau,  nació en Montauel 6 de febrero del año 1347, murió en Marienwerder, el 25 junio de 1394. A la edad de diecisiete años se casó con el artesano cuchillero Albrecht de Danzig, un hombre muy temperamental, de carácter violento, que la golpeaba sin piedad. Llevando una vida de santa paciencia, logró, con su humildad y gentileza,  cambiar poco a poco el carácter de su marido. Los dos hicieron frecuentes peregrinaciones a Colonia, Hacheen, y Einsiedeln, y en 1390 pensaban visitar Roma; pero Albrecht fue impedido por una enfermedad y permaneció en su casa donde murió, mientras Dorotea viajaba sola a Roma. De sus nueve niños todos se murieron, salvo una hija que se hizo Benedictina. En el verano del año 1391 Dorotea se mudó a Marienwerder, y el 2 de mayo de 1393, con el permiso del Capítulo y de la Orden Teutónica, levantó una ermita cerca de la catedral. Llevó una vida muy austera. Numerosos visitantes buscaron su consejo y consuelo, tenía visiones y revelaciones. Su confesor, el diácono John de Marienwerder, un sabio teólogo, escribió sus conversaciones y una biografía en latín de siete libros, "Septililium", además escribió en alemán su vida en cuatro libros. Nunca fue canonizada formalmente, pero el pueblo la ha honrado como la protectora del país de la Orden Teutónica y Patrona de Prusia. La iglesia de Marienwerder en la actualidad es luterana; sus reliquias no se han encontrado. 

SAN GERMÁN, Obispo de Capua


30 de octubre

  SAN GERMÁN,(*)
Obispo de Capua 
( 540 P.C.)
   El Papa San Hormisdas envió a este santo prelado, con otros legados, ante el emperador Justino el año 519, con la misión de convencer a los bizantinos para que pusiesen fin al "cisma acaciano" que había durado ya treinta y cinco años. La embajada tuvo éxito, y se firmó la famosa "Fórmula" de Hormisdas. Gregorio el Grande afirma, en base a la autoridad de "sus mayores", que mucho después de la muerte del diácono romano Pascacio, San Germán le vio todavía en el purgatorio, porque se había unido al cisma que organizó Lorenzo contra el Papa San Símaco; Pascasio expiaba su culpa al prestar servicio a los que acudían a las fuentes de aguas termales, a las que San Germán tuvo que ir por motivos de salud. Pocos días después, Pascasio salió del purgatorio gracias a las oraciones de Germán. Este fue amigo personal de San Benito; San Gregorio cuenta que hallándose San Benito en Monte Casino, vio a los ángeles llevar a la felicidad eterna el alma de San Germán, cuya muerte ocurrió el año 540.

BEATO JUAN SLADE


30 de octubre

  BEATO JUAN SLADE,(*)
Mártir 
( 1583 P.C.)
   
   Juan Slade nació en Dorsetshire. Estudió en el New College de Oxford y Practicó el oficio de maestro de escuela. El celo con que defendió la fe, movió a perseguidores a arrestarle so pretexto de que negaba la supremacía regia en lo espiritual. El Beato Juan fue juzgado en Winchester, junto con el Beato Juan Bodey, en abril de 1583. Aunque ambos fueron condenados, el juicio se repitió cuatro meses más tarde en Andover. El cardenal Allen veía en ello una prueba de que los perseguidores reconocían que el primer juicio había sido injusto e ilegal. Sin embargo, los jueces volvieron a condenar el Beato Juan Slade, que fue ahorcado, arrastrado y descuartizado en Winchester, el 30 de octubre de 1583.

BEATO ÁNGEL DE ACRI


30 de octubre 

BEATO ÁNGEL DE ACRI,(*)
Predicador 
( 1739 P.C.)
   La fama de San Leonardo de Puerto Mauricio como misionero popular en Toscana y el norte de Italia, a principios del siglo XVIII, cruzó las fronteras de su orden y de su patria. En cambio, es menos conocido otro franciscano que predicó en Calabria por aquel entonces: el Beato Angel Acri, aunque en su época, fue tan famoso en el sur como San Leonardo en el norte. Ángel nació en Acri, en la diócesis de Bisignano en 1669. A los dieciséis años, ingresó como postulante en el convento de los capuchinos, pero la austeridad de aquella era demasiado para sus fuerzas, de suerte que tuvo que volver al mundo. Como ello no le satisficiese, consiguió al cabo de algún tiempo que se le diera oportunidad de probar su vocación en la misma orden y volvió a fracasar. Entonces, un tío suyo que era sacerdote, le dijo que Dios quería seguramente que se casase y viviese en el mundo, pero Ángel no se dejó convencer, pues se sentía profundamente atraído por la vida religiosa y experimentaba una aversión invencible por la vida del mundo. Así pues, en 1690, volvió a ingresar en el convento de los capuchinos. Con la ayuda de la oración, logró superar las dificultades y así, al cabo de un noviciado que podríamos calificar de tormentoso, hizo la profesión y empezó los estudios sacerdotales.
   Sus superiores pensaron que necesitaba todavía una severa disciplina y le trataron con gran rigor. Por otra parte, el beato sufría de violentas tentaciones contra la castidad. Venció ambas pruebas, y esto le hizo tanto bien, que se dice que fue arrebatado en éxtasis durante su primera misa. En 1702, sus superiores le dedicaron finalmente a la predicación. Su primera aparición en público fue durante la cuaresma en San Giorgio. El beato había preparado con gran cuidado su sermón pero una vez en el púlpito, le falló la memoria, y ello le produjo tal impresión de desaliento, que se volvió al convento antes de que la cuaresma terminase. Al reflexionar sobre su fracaso y pedir a Dios que le ayudase, le pareció un día que una voz le decía: "No tengas miedo. Yo te daré el don de la precicación." "¿Quién eres?", preguntó el beato. "Soy el que es" , respondió la voz. "En adelante, predica simplemente, como si estuvieses conversando, para que todos puedan entenderte." Siguió el consejo el P. Angel: hizo a un lado todos los libros de oratoria, todas las elegancias del lenguaje y las arucias del pensamiento y, en adelante, preparó sus sermones con la Biblia y el crucifijo.
   Inmediatamente, empezó a tener gran éxito entre el pueblo. Pero en aquélla época, San Alfonso María de Ligorio y los redentoristas no habían popularizado aún en Italia la predicación sencilla, de suerte que las personas de alcurnia menospreciaban la sencillez y familiaridad de la predicación del P. Angel. El beato llegó a ganarse la benevolencia de estos últimos en una forma casi dramática. En
efecto, en 1711, el cardenal Pignatelli le invitó a predicar la cuaresma en Nápoes. Su primer sermón provocó la hilaridad maliciosa entre los nobles y en los dos días siguientes la iglesia estuvo casi vacía. El párroco trató de disuadir al beato de proseguir sus sermones; pero el cardenal Pignatelli no cedió. Este incidente despertó cierta curiosidad, de suerte que, al día siguiente, la iglesia estaba repleta. Al terminar su sermón, el P. Angel pidió a los presentes que orasen por el alma de una persona que se hallaba en la iglesia e iba a morir. Cando la multitud salía de la iglesia, comentando esas palabras, un abogado muy conocido, que se había burlado mucho de la predicación del beato, cayó muerto de un síncope. Este y otros hechos no menos notables dieron gran fama en Nápoles al P. Angel. En adelante, las iglesias en que predicaba estaban siempre repletas, y muchos de los que acudían a oírle, por curiosidad, recibían la gracia de Dios y caían de rodillas.
   El beato predicó misiones populares en Nápoles y, sobre todo, en Calabria, durante los siguientes vientiocho años y convirtió a miles de personas a penitencia y mejor vida. Dios confirmaba su predicación con muchos milagros, particularmente con curaciones. Además, se cuentan del P. Ángel ejemplos de agilidad y bilocación sobrenaturales. Poseía el poder de leer los corazones y recordaba a las gentes los pecados que habían olvidado o callado en sus confesiones. En Nápoles predijo varias veces el futuro con gran exactitud. Predicó hasta que quedó ciego, seis meses antes de morir, pero pudo seguir celebrando misa hasta su muerte, que ocurrió en el convento de Acri, el 30 de octubre de 739. Se cuenta que tres días después de su muerte, por orden del padre guardián, movió el brazo y fluyó sangre de él, lo mismo que se refiere del Beato Buenaventura de Potenza. Ángel de Acri fue beatificado en 1825.

sábado, 29 de octubre de 2011

SAN NARCISO, Obispo y Confesor


29 de octubre

SAN NARCISO*
Obispo Confesor
Las perfecciones invisibles de Dios, aun su eterno
poder y su divinidad, se han hecho visibles después
de la creación del mundo, por el conocimiento que de
ellas nos dan sus creaturas; y así, los impíos no tienen excusa.
(Romanos, 1,20).

   San Narciso, obispo de Jerusalén a los 80 años de edad, hacia el año 180 de nuestra era, estuvo dotado de paciencia y dulzura admirables. Tres malos cristianos propalaron contra él una horrible calumnia, diciendo que, si su acusación fuese falsa, consentían, uno en ser quemado, el otro en ser atormentado de vergonzosa enfermedad y, el tercero, en perder la vista. Retiróse el santo al desierto sin querer defenderse. Pero Dios castigó a dos de los acusadores según sus votos, y el tercero, reconociendo su falta, tantas lágrimas derramó que perdió la vista. San Narciso volvió a su sede. Contaba entonces 110 años y vivió algunos más. 
MEDITACIÓN
ES MENESTER ADMIRAR
A DIOS EN LAS CREATURAS

   I. Se reconoce la sabiduría de Dios en el admirable orden que reina en el universo. La diversidad de las creaturas, el cambio regular de las estaciones, las maravillas que la tierra, el mar y el cielo despliegan ante nuestras miradas; todo ello publica a voces la sabiduría de Dios. ¿Sólo mi voz faltará en este admirable concierto de alabanzas que todas las creaturas elevan hacia Él? Ellas han sido creadas para utilidad mía, pero también para enseñarme mis deberes para con el Señor. El universo creado para mi servicio me instruye con su ejemplo. (San Euquerio).

   II La bondad de Dios se manifiesta en las creaturas, pues el Señor no se ha contentado con darnos lo que nos era absolutamente necesario, sino que ha añadido todo lo que puede tornarnos grata la vida. Procedamos igual a su respecto, demos a Dios generosamente, no sólo lo que Él exige de nosotros, sino también todo lo que podamos darle: nos lo devolverá centuplicado aun desde esta vida. Nada se pierde con Él, nunca se deja vencer en generosidad.

   III. El poder de Dios brilla maravillosamente en el imperio que ejerce sobre las creaturas. Todas obedecen sus órdenes, obran contra las leyes comunes de la naturaleza cuando Él se lo manda, y nada resiste a su divina voluntad. Alma mía, ¿hasta cuándo resistiremos a Dios? Amemos a las creaturas, pero no ofendamos al Creador; usemos de los bienes de este mundo, pero no abusemos de ellos, si queremos gozar de los del cielo. Aprended a amar en las creaturas al Creador; pero no os apeguéis de tal modo a ellas que perdáis a Aquél que os ha creado. (San Agustín).
El amor a Dios
Orad por  la conversión de los incrédulos.

ORACIÓN
   Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Narciso, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.

SANTA IDA


29 de octubre

SANTA IDA,(*)
Viuda
   Al hombro el arco y en el cinto la aljaba, el bravo cazador volvía satisfecho hacia el castillo. La nieve había cubierto el sendero, pero el castillo de Toggenburg se veía majestuoso y dominador en lo más alto de la próxima montaña. Parecía el águila acechando su presa.

   -Buena tarde, a fe mía- murmuraba el cazador, mientras un sol invernal esparcía sus últimos rayos de oro sobre la blancura del suelo. Por la mañana le había dicho el conde:

   -Ciñe tus armas y penetra en la espesura de la selva; necesito una cabeza de jabalí, porque vamos a celebrar el aniversario de mi mayor alegría.

   El jabalí había caído en la selva: una pieza magnifica, de un hocico alargado y un colmillo feroz. Pero el cazador había tenido además un hallazgo inesperado. En el pico de una roca había visto un nido de cuervos y dentro del nido un anillo de oro, primorosamente labrado. En él aparecían dos corazones enlazados por una guirnalda de flores. El buen cazador saltaba de gozo. Miro y remiró cien veces la joya y acabó por ponérsela en el dedo. Después ya sabía lo que tenía que hacer: en el castillo había una doncella que no le miraba con desagrado. ¡Oh, cómo le había de agradecer aquel regalo, prenda de una eterna unión! Pensó una vez si estaría obligado a buscar el dueño del anillo. Pero eso no es posible, se dijo a si mismo; ¡vuelan tan lejos esos pajarracos! ¿Quién va a adivinar dónde lo han robado?... Ni siquiera le vino al pensamiento que los malditos cuervos se lo pudieron llevar de su ama, la condesa, del cestillo de labores.

   Al día siguiente, gran fiesta en el castillo. Un año hacía que el señor de Toggenburg se había casado con Ida, la hija del conde de Kirchberg, uno de los grandes magnates de Suiza. El de Toggenburg creía haber encontrado la felicidad, porque su mujer era buena y amante, rica y hermosa. Por su presencia había en el castillo un delicioso perfume de dulzura y de virtud.

   El conde quería celebrar solemnemente aquel gran acontecimiento de su vida. Alegráronse todos los habitantes del castillo, que amaban mucho las fiestas, y mucho más a su señora, Hubo misa, torneos, bailes, carreras, tiro al blanco, y para terminar el gran banquete en el más amplio salón adornado de tapices, iluminado de viejos candelabros y alegrado por las rimas de los minnesínger. El afortunado cazador del jabalí lucía el anillo que encontrara en el nido de la roca. A su lado se sentaba otro escudero del conde, su arquero favorito, conocedor por su destreza en atravesar con el dardo una paloma volando. Pero aquella tarde había sido vencido por el cazador y estaba despechado.

   -¡Qué hermoso anillo!- dijo el hábil arquero viendo la joya que brillaba en la mano de su comensal, y sonrió maliciosamente con una sonrisa que su compañero no supo descifrar, pero que estaba llena de sombras.

   Aquélla misma tarde, unas palabras negras vinieron a amargar horrorosamente la alegría del conde:

   -¡Señor, tened cuidado con vuestra mujer!

   El castillo se había cambiado en un infierno. El conde estaba rabioso, la condesa triste, los vasallos y escuderos amedrentados... Pocos días después dijo el conde a su arquero:

   -Voy a hacerte sacar las entrañas, porque con tu vil calumnia me has robado la felicidad.

   Y el arquero replicó:

   -Señor, mil muertes podéis darme si no os traigo al instante la prueba de mis palabras.

   Una hora más tarde, el cazador con su anillo en la mano, llegaba a presencia del conde:

   ¿Reconocéis este anillo?- preguntó el arquero a su amo.

   El conde no quiso oír más. De una estocada dejó muerto a su cazador.

   Aquel anillo era el símbolo de su amor y de su dicha. Un año hacía que le pusiera en el dedo de su amada el día de su casamiento.

   Ida estaba orando en su capilla, cuando de improviso dos hombres la arrastraron hasta lo alto de la torre y la arrojaron al foso. Era un precipicio de más de cien pies.

   Así se hacía justicia en aquellos castillos feudales.

   En un valle de Suiza se levantaba la antigua abadía de Fischingen. En ella, frente a la mesa del altar, había una celdilla de pequeñas dimensiones, con una ventana estrecha, como saetera de alcázar, que era la única comunicación con el exterior. Dentro de la celda vivía una mujer, gastada por los años y las penitencias. Era Ida; Ida, señora antaño y condesa de Toggenburg. Salvada milagrosamente al caer en el abismo, encontró primero una cueva, donde vivió con los ermitaños primitivos purificando su alma y destruyendo la hermosura de su cuerpo. Allí, yendo un día de caza, encontróla su marido.

   -Volvámonos al castillo -la dijo-; he llorado mucho por ti: ya sé que eres inocente y que Dios te salvó con un milagro.

   La penitente se negó a este deseo, y como el conde la vio tan cambiada, no quiso insistir demasiado. Ida, entonces, se emparedó en Fischingen; y allí continuaba rezando, cuando unos hombres llevaron el cadáver de su esposo y le enterraron frente al lugar donde ella se había enterrado viva. Desde su ventanillo podía ver el sarcófago de mármol del conde de Toggenburg.

   En su reclusión, Ida oraba, tejía, fabricaba las hostias del altar y leía. La mayor parte de la noche se la pasaba rezando el Salterio. Pero, a veces, el enemigo molestado por el fervor de su oración, venía y le apagaba la candela. Entonces sucedía una cosa extraña: el sepulcro de enfrente se abría, oíase crujir de huesos, y un esqueleto muy galante salía con la espada al cinto de plata, cogía la luz que alumbraba el tabernáculo, y se llegaba al ventanillo de Ida. La reclusa sacaba su candileja, y la volvía a meter encendida. Y hecho esto, el esqueleto, haciendo una profunda reverencia, dejaba la luz en el altar y se encerraba nuevamente en su frío lecho.

   De esta suerte el conde de Toggenburg interrumpía el sueño de la muerte para servir obsequioso a la mujer amable a quien en vida no supo comprender. Y la condesa bendecía su reclusión pensando en los engaños de la vida, en las mentiras del amor y en la inconsistencia de aquélla felicidad que un tiempo había embriagado su alma. Delante de aquel esqueleto galante y obsequioso, bajaba los ojos, pensando: Todo es mentira, menos servir y amar a Dios.

FRAY JUSTO PÉREZ DE URBEL